La obsesión de Felipe Calderón Hinojosa por acabar con la violencia en Michoacán a paso de botas militares ha quedado plenamente transferida a su sucesor en la Presidencia. En una medida desesperada, Enrique Peña Nieto, reprodujo el arranque de la guerra calderonista: el domingo 20 envió más de 6 mil efectivos militares y cientos de policías a esa entidad. Al caos y al desgobierno que han impuesto los cárteles de la droga, Peña Nieto responde con medidas apresuradas y comete sus primeros errores tácticos.
COALCOMÁN, Mich.- Las palabras del
presidente municipal tronaron tan fuerte como los cohetes que el domingo
19 pusieron en alerta a la población cuando llegaron los militares a
tratar de desarmarlos:
“¡Ya era insoportable la situación! A todos
nos extorsionaban. Hasta en el municipio teníamos que darles 10% del
presupuesto cada mes y ya nos estaban pidiendo el 15%. Eso pasa con
todos los municipios del estado y lo sabe el gobernador. Lo aceptamos,
pero donde ya no lo hicimos fue cuando se metieron con nuestras
familias, violaban y se llevaba a nuestras esposas, a nuestras hijas.
Ahí dijimos ¡ya basta! Este es un asunto de dignidad”.
Es martes
21 en la mañana. Afuera de la presidencia municipal está un grupo de
militares armados. Llegaron en vehículos artillados que estacionan en
las esquinas de la plaza principal como si se tratara de una zona de
guerra.
“Sí, estamos como en una guerra”, afirma el alcalde Rafael
García Zamora, del PRD. Revela en entrevista que toda la población y
sus autoridades estaban sometidas al cártel de Los Caballeros
Templarios, quienes los tienen amenazados de muerte desde hace tiempo.
En
los más de 200 kilómetros que separan Apatzingán de este municipio de
la región de Tierra Caliente, hay huellas de una batalla soterrada. En
tramos cortos de la carretera se instalaron al principio cuatro retenes
militares, después aumentaron a seis. En cada uno, los soldados revisan
cada auto, anotan sus placas y los nombres de los tripulantes.
Las
huellas de los enfrentamientos entre las autodefensas ciudadanas y los
sicarios son más que evidentes. Pasando Apatzingán, en algunas casas de
Pueblo Viejo se ven orificios de balas de alto poder, producto de un
combate de hace unas semanas, con varios muertos, de los que
oficialmente no se informó.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1908, ya en circulación)
/25 de mayo de 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario