MÉXICO,
D.F. (apro).- Durante seis años el gobierno federal panista encabezado
por Felipe Calderón Hinojosa se dedicó a minar la fuerza del PRD y lo
partió en dos: de un lado estaban los de Nueva Izquierda (NI), mejor
conocidos como Los Chuchos, y en el extremo los simpatizantes de Andrés
Manuel López Obrador.
Pero fue en la contienda por la dirigencia
nacional entre Jesús Ortega, de Los Chuchos, y Alejandro Encinas,
respaldado por López Obrador, donde se evidenció de una forma más nítida
la mano del gobierno federal panista.
La disputa por la
dirigencia del PRD, con miras a la elección presidencial de 2012, llegó
hasta el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF),
donde el fallo se dio a Jesús Ortega. En ese momento se comentó entre
columnistas y politólogos que la mano de Felipe Calderón inclinó la
balanza hacia Los Chuchos.
En otro espacio, la Cámara de
Diputados, se habló del respaldo a Guadalupe Acosta Naranjo, otro
Chucho, para que presidiera la Mesa Directiva, una suculenta posición,
pues ahí los presidentes y secretarios manejan una millonaria cantidad
de dinero al mes la cual no están obligados a justificar, o por lo menos
así ocurría desde que Emilio Gamboa Patrón estuvo al frente de la
coordinación de los priistas en San Lázaro.
Con el arribo de
Acosta Naranjo a esa posición, se comentó, llegó más dinero para
apuntalar a Jesús Ortega. Cierto o no, Ortega Martínez llegó a la
presidencia del PRD y éste se descompuso aún más enfrentando a los
lopezobradoristas con Los Chuchos.
Con ese antecedente, hoy
resulta ingenuo pensar que el PAN, quien en su momento de gobierno
recurrió a la división del PRD, no se haya preparado para evitar que
desde el PRI-gobierno le aplicaran la misma receta.
Con elecciones
en puerta en 14 estados, entre ellas la gubernatura de Baja California,
uno no se explica cómo fue que los panistas no observaron desde
diciembre, cuando se hizo público el Pacto por México, que ello llevaría
a una división y enfrentamiento entre calderonistas y maderistas.
Con el Pacto, el PRI logró dividir al PAN.
En
el Senado se llegó a la sustitución del coordinador parlamentario en un
intento por aniquilar cualquier cuestionamiento a los designios del
presidente panista, Gustavo Madero, quien negoció en “lo oscurito” con
el PRI y el PRD de Los Chuchos las reformas del Pacto que se han venido
imponiendo al Congreso de la Unión.
Antes de remover a Ernesto
Cordero, el presidente nacional del PAN removió de otro cargo, al estilo
más autoritario, a otro legislador, al diputado Homero Niño de Rivera
Vela, quien el 22 de abril criticó el entreguismo de Madero al PRI vía
Pacto y la tibieza y alineación al tricolor de su coordinador en la
Cámara de Diputados, Luis Alberto Villarreal.
El PRI partió en dos
a los panistas; el espectáculo político que dieron a nivel nacional,
las recriminaciones y acusaciones mutuas entre calderonistas y
maderistas les hicieron sentir a ellos mismos que esto les afectará en
las elecciones locales de 14 entidades.
Mientras los panistas se
acusan de entreguistas, de tenerle pavor a Manlio Fabio Beltrones, de no
cuidar cada uno de sus actos para no molestar al PRI y mucho menos
incomodar a Enrique Peña Nieto, los operadores de Acción Electoral del
tricolor aprovechan la fractura del PAN para posicionarse en los estados
y tratar de ganar espacios con un partido cohesionado que camina en la
misma dirección: mantener o recuperar espacios de poder en las 14
entidades, sobre todo Baja California, primera gubernatura que perdió el
PRI en una entidad, allá por 1989.
Las críticas del diputado Niño
de Rivera Vela le valieron la destitución, el 30 de abril, de su cargo
como secretario de la Comisión de Energía, posición clave, ya que la
presidencia la tiene el PRI con Marco Antonio Bernal, un hábil operador
de Beltrones.
Además, ahí se procesará la reforma energética que tanto urge a Peña Nieto.
El
cargo de Niño de Rivera Vela no sólo implicaba un dique a los priistas
en la comisión, en caso de que pretendieran imponer algo que no les
conviniera a los panistas, sino que además él tenía bajo su autoridad
convencer al resto de los 113 diputados de su bancada de las bondades de
una reforma energética y evitar así cualquier voto en contra.
Pero
a Gustavo Madero le incomodaron las críticas al Pacto, a su presidencia
y a la operación que ha tenido en la Cámara de Diputados uno de sus
aliados, el coordinador Villarreal, así es que ordenó a éste remover a
Niño de Rivera Vela de la secretaria y ubicar a alguien más manejable,
Rubén Camarillo, o por lo menos así lo consideran en el CEN del PAN.
Luego
de este corte de cabeza vino el más fuerte, el de Ernesto Cordero, lo
que cohesionó a los dispersos seguidores de Felipe Calderón y dividió al
PAN entre calderonistas y maderistas.
Si antes algunos panistas
no estaban de acuerdo con las posiciones de la dirigencia nacional, eso
no importaba, pues no se manifestarían en tanto que eran gobierno y eso
les podría costar caro; sin embargo hoy, siendo “oposición”, los
panistas pueden defender abiertamente su dignidad y reclamar ser una
oposición responsable pero digna.
El senador Roberto Gil Zuarth,
calderonista, sostiene que no les importa si en el Senado les retiran
posiciones, presidencias o secretarías de comisiones, pues eso no hará
que guarden silencio. Pero se antoja difícil que Madero le corte la
cabeza a otros calderonistas ubicados en posiciones clave, pues ello
significaría sepultar en definitiva la reforma energética.
Y es
que en el Senado el PRI necesita de los votos del PAN para lograr la
reforma; en tanto que en la Cámara de Diputados tiene de su lado a
aproximadamente 60 perredistas, pues los otros 40 son más afines a López
Obrador o a René Bejarano y ya se han manifestado en contra de dicha
reforma, más aún si viene del llamado Pacto por México.
Así es que
el PRI requiere las dos terceras partes de respaldo en San Lázaro, es
decir, 332 votos de 500, los puede obtener con los 213 de ellos, 28 del
Verde y 10 del Panal, que suman 251, más 60 perredistas acumula 311; así
es que sólo le faltarían 21 votos del PAN, los cuales sí puede obtener
ya que, según el propio Niño de Rivera Vela, por lo menos 50% de la
bancada panista no está de acuerdo con el actuar de Madero y el otro 50%
respalda totalmente a su dirigente partidista.
Si Madero quiere
darle en bandeja de plata al PRI la reforma energética, sin exigirle
reforma electoral por delante, tendrá que pararle ahí y dejar de actuar
como autócrata, donde sólo él decide cambios, a pesar de que sus propios
estatutos se lo permiten. No es momento para el presidente del PAN
respaldarse únicamente en las norma de su partido, pues más cambios
implicarían más división, y con ello sumaría más votos en su contra y de
su corriente, si es que la tiene.
No hay que olvidar que en
diciembre viene la elección del nuevo presidente del PAN y para ello los
calderonistas ya trazaron un plan: recorrer todo el país denunciando el
entreguismo de la dirigencia panista hacia el PRI, encontrar así
adeptos y ganar la presidencia para “cambiar el rumbo del partido” y ser
una oposición digna. Candidatos hoy los tiene, pero su fortaleza
dependerá de cómo se muevan en el siguiente periodo ordinario de
sesiones, cuando las reformas energéticas, financiera y política se
presenten.
En los próximos meses, la habilidad política o falta de
ella los puede sepultar… pero antes el PRI ya habrá tenido lo que
quería: un PAN dividido rumbo a las elecciones de julio próximo. Una
estrategia que el PAN no vio cuando él mismo la aplicó desde el gobierno
contra los perredistas…
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx
Twt @jesusaproceso
/ 25 de mayo de 2013)
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