Redacción/ Zócalo
México.- Tras su
llegada hace algunos años y a pesar de que la mayoría de ellos han sido
cerrados en Coahuila, los casinos no sólo atrajeron fuertes inversiones y
generaron empleo, también desataron una nueva epidemia: la ludopatía.
Un trastorno que
antes se llevaba a cuestas con más trabajo, ya que para estar inmerso en los
juegos de azar no había más que apuestas clandestinas, el bingo hasta la
madrugada o las loterías de los domingos.
En Coahuila los
casinos han quedado prácticamente prohibidos pero muchos jugadores han
recurrido a seguir viajando a ciudades como Monterrey donde continúan dando
rienda suelta a su ímpetu por el juego.
Los especialistas
aseguran que la oportunidad y disponibilidad de las casas de apuestas, los
ambientes cómodos, sin censura y a la mano, han exacerbado a quienes de por sí
ya tenían cierta adicción al juego, a los que sus impulsos los llevan a apostar
hasta el límite, sangran la economía familiar, delinquen o se endeudan.
Las luces de las
maquinitas, el confort que rodea a los casinos y la falta de prevención sobre
lo que se puede desencadenar, han llevado a quienes caen en la adicción a los
juegos de azar a recurrir a centros de tratamiento ubicados en otros estados
para tratar de salir de este trastorno que los lleva a la quiebra y a la
depresión.
SE CONTINUAN ATENDIENDO CASOS
Un caso de ludopatía
a la semana es atendido por el área de atención de la Escuela de Psicología de
la Universidad Autónoma de Coahuila, aunque a nivel local no existen estudios
especializados sobre el tema, por lo que es desconocido el número de personas
que padecen la enfermedad en Saltillo.
La directora
Ernestina Castillo de la Rosa explicó que el tema del fenómeno generado por los
casinos en la frontera ha sido poco explorado, mientras que la problemática va
en aumento, lo que pudiera convertirse en un problema de salud pública. “Se
atiende a amas de casa, trabajadores; cualquiera que comience a desarrollar un
gusto que excede lo normal puede padecer esta enfermedad progresiva, pero que
tiene solución”, explicó la académica.
La ludopatía no sólo
se presenta en los casinos, sino en todos los medios en los que una persona
pueda volverse adicto a los juegos de azar, como la computadora o los
videojuegos.
Dos terapeutas
especializados y los propios alumnos que cursan los últimos años de la carrera
de Psicología ofrecen apoyo a quien lo necesite, a través de una terapia que
pudiera presentar claros signos de recuperación en un lapso de 6 a 8 meses, con
consulta de una vez por semana.
Las terapias se
ofrecen en el departamento de Psicología Social y tienen un costo de acuerdo al
estudio socioeconómico que se le practica al paciente al inicio del
tratamiento, que puede ir de 30 a 60 pesos por sesión.
COSTOSO TRASTORNO
Para el director Ü de
Samadhi, la ludopatía es una enfermedad y una adicción que, dependiendo del
grado en que se encuentre, se llega al punto en el que ya no es suficiente una
ayuda sicológica ambulatoria de una o dos veces por semana, o acudir a un grupo
de autoayuda.
“Los grupos de
autoayuda son muy buenos; en Torreón y Saltillo hay grupos de jugadores
anónimos pero hay gente que no tiene suficiente con eso y que necesita más
porque su grado de depresión, culpa y resentimiento les afecta tanto que están
al borde del suicidio.
“Son personas a las
que es mucho mejor canalizarlas a que reciban un tratamiento profesional en
lugar de que estén vulnerables en el grupo. Desde mi punto de vista, cualquier
persona que tenga un problema de juego en mayor o menor escala necesita un
tratamiento porque una persona que ya tiene ese problema en alguna escala, está
muy vulnerable a recaer en cualquier momento.
“No se trata de
dejar el juego sino de trabajar desde adentro para evitar tener esa recaída”.
Un tratamiento
profesional, afirma, ayuda a entender el porqué se juega, las motivaciones y
situaciones de cada individuo, porque si éstas no se resuelven, afirma González
Herrera, “la persona está expuesta a recaer en cualquier momento porque está
plagada de culpa, la vida lo tiene incómodo y a través del juego encuentra el
escape”.
58 MIL PESOS y 35 DÍAS
La ludopatía, como
el resto de las adicciones, afirma el director del centro de tratamiento contra
el juego compulsivo, “no se curan”; sin embargo, si se les enseña a encontrar
una manera sana de vivir, la calidad de vida de su paciente y de su familia
mejora.
“Es como el alcohol,
un alcohólico no puede volver a beber, es un día a la vez. Es lo mismo con la
ludopatía, hoy no debes ir a jugar. Sí se genera un vacío al dejar de jugar,
pero se le da algo a cambio, un programa de recuperación, un plan de vida.
“De curar, curar, no
existe una curación, pero lo que se encuentra a cambio es una manera de vivir
mucho, infinitamente mejor a la que tenemos mientras estamos jugando”.
Y considera que no
es nada caro considerando que muchos de los jugadores solían perder enormes
cantidades de dinero en detrimento de ellos y sus familias.
“Sí tiene un costo,
somos una institución privada que cuenta con sicólogos, siquiatras, médicos,
nutriólogos, asesores espirituales, profesores de educación física y yoga,
gente de cocina, mantenimiento, que están al servicio del paciente.
“Son instalaciones
cómodas, adecuadas para que una persona se venga 35 días para su tratamiento,
hay un costo de dinero pero la pregunta es cuánto vale tu vida, tu
recuperación, tu estado emocional, salvar tu matrimonio, el trabajo o a tu
familia.
“El costo que
tenemos nosotros es de 58 mil pesos por los 35 días, mil 650 pesos diarios.
Suele pasar que se acaban fortunas enteras y la familia ya no tiene 50 mil
pesos para pagarlo, se acaban el dinero, pero a mucha gente se le hace hasta
barato porque eso lo perdían en apuestas en un mes o en dos semanas.
“Pero
independientemente de si es mucho o poco o si tienes acceso a ese dinero, vale
la pena porque está en juego la vida. Esta enfermedad o adicción te mata, acaba
con tu familia, trabajo o el matrimonio y a final de cuentas es la mejor
inversión en tiempo y dinero que la persona puede hacer”.
AMENAZA A FAMILIAS
Y aunque el problema
aún no se ve reflejado en las familias de niveles económicos inferiores, la
Procuraduría de la Familia no descarta que se presente un mayor número de casos
con este problema que por lo pronto, afirma la coordinadora de Sicología de la
Procuraduría de la Familia. María de la Cruz Portes Núñez, afecta a sectores de
mayores recursos.
“No se presenta una
gran cantidad de casos, tal vez por el nivel socioeconómico, por el ingreso que
perciben las personas que nos visitan más, no se presenta una gran cantidad de
casos. No digo que no existan porque sí los he llegado a ver, pero no como para
que una mamá o un papá pierda de vista el cuidado de sus hijos.
“Los casos que
llegan a la Procuraduría de la Familia no son significativos en número, es un
trastorno más que una adicción, es una dificultad en el control de los
impulsos, la persona no se puede detener aunque sepa las consecuencias que va a
traer para su casa, familia y bolsillo.
“No les importa y
siguen jugando a sabiendas de que no deberían porque están trastornando la
economía familiar, en esos casos podemos decir que no es típico básicamente por
el estrato socioeconómico”.
Sin embargo, afirma,
una familia afectada por este trastorno “sufre problemas económicos y la
ausencia de la persona que lo padece que pasa horas en los salones de juego o
en las loterías, o en el juego con las amigas en donde se pierden cantidades
importantes de dinero, por lo que se afecta no sólo el renglón económico sino
la relación afectiva y de convivencia”.
¿Ve en un futuro que
pudiera llegar a ser un problema que finalmente rebote a nivel de la
Procuraduría de la Familia?
“Probablemente. Si
el Centro Estatal de Salud Mental lo está percibiendo así, tarde o temprano van
a llegar esas familias que hasta ahorita no se han presentado en una manera
significativa e importante y probablemente si aumenta, llegue a reflejarse”.
Porque de algún modo
todo el mundo apuesta: algunos para demostrar que no pueden rajarse, otros para
pararse el cuello, unos cuantos más porque necesitan dinero extra, y quizá la
mayoría, porque la adrenalina que provoca el futuro incierto es mejor que una
línea de cocaína. Algo es claro: nadie apuesta para perder dinero.
En México, las
apuestas de azar han comenzado a ser la piedrita en el zapato tanto de las
autoridades federales como del sector salud. Aun cuando las estadísticas
nacionales son insuficientes para ubicar al país con un alto índice de
problemas de adicción patológica relacionados a juegos de azar y apuestas,
dependencias del Gobierno y organizaciones contra adicciones han comenzado a
unir esfuerzos para investigar el problema y fortalecer la prevención en niños,
jóvenes, adultos y adultos mayores.
Existe una línea muy
delgada entre el bien y el mal cuando intervienen elementos como el juego, las
apuestas y el azar. Sin embargo, las historias que se narran a continuación dan
muestra de que las apuestas son una pieza adherida a la población mexicana.
Un tatuaje que para
bien o para mal está presente sin importar el estrato social, el género y la
edad, inclusive. “Si tu signo es jugar, juégalo todo: tu camisa, tu patio, tu
salud; si tú debes jugar de cualquier modo juega bien, con virtud. Pero, ay
amor, ay amor, no te juegues el corazón”, Silvio Rodríguez, trovador cubano.
Es lunes, de esos
días donde los bares regalan aire fresco porque no hay tanta afluencia de
gente; pero eso no pasa en el Casino Sparks, ubicado en la calle Leones, a unos
pasos de la estación del Metro Insurgentes de la Ciudad de México.
Las dos salas de
juego (fumadores y no fumadores) acogen a un grupo de personas que esperan
ganar dinero. En donde hay humo casi está a la mitad de su tope, calculando que
existe un promedio de 100 máquinas, una ruleta y una mesa de póker.
Abajo se encuentran
los que hoy no decidieron fumar, que son cerca de 35 personas. Todo el personal
del establecimiento es amable, atento y puede desvivirse un poco si el cliente
se lo pide. En ambas salas hay una música de fondo, pero pasa desapercibida
porque la melodía que tiene mayor importancia es la de alguna maquinita
indicando que el jugador ganó, u obtuvo un premio o un acumulado… Es decir:
miles o cientos de miles de pesos.
Hay parejitas, de
jóvenes de 20 y 30 años, así como adultos mayores de aproximadamente 70 años.
Curiosamente no se separan, apuestan uno al lado del otro. Marcos, un señor de
edad avanzada dice que viene de vez en cuando para divertirse con su esposa.
“Llevamos dos horas.
Entre los dos hemos ganado 165 pesos”, comenta emocionada y en voz alta la
señora.
–¿Le ofrezco una
bebida señor? –pregunta el mesero.
–No, gracias
–responde el reportero.
–Es gratis.
–Un expreso, por
favor.
Ya son las 23:00
horas. Y el casino, de primer momento regala una ilusión como de morir y llegar
a un mundo hermoso. El servilismo del personal no deja espacio para los
reclamos. La gente sonríe.
La gran mayoría de
los compañeros de juego se desean suerte. Incluso hay al menos 10 extranjeros
gritando de alegría y diciendo: “bona suerte, amigou”.
A nadie parece
preocuparle que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica al juego
patológico como una enfermedad, un trastorno del control de impulsos, que se
caracteriza por que las personas dedican gran parte de su atención y sus
recursos para mantenerse jugando, ya sea en centros de juego o en escenarios
virtuales; se preocupan por planificar sus próximos juegos o piensan
constantemente en nuevas formas de conseguir dinero para continuar jugando, lo
que lleva a perder interés por otras actividades personales o familiares e,
incluso, el sentido de responsabilidad para asistir a trabajar y cumplir con
sus compromisos.
–Su café, señor
–dice el mesero.
–Gracias, muchacho.
Dime, ¿cuánto se puede ganar aquí? –cuestiona incrédulo el reportero.
–¿Ve a ese señor? Es
coreano. En la ruleta de allá arriba se ganó 214 mil pesos hace unos meses.
–¿Y acá abajo (sala
de no fumadores) cuánto es lo máximo que se puede ganar?
–Esa máquina azul
tiene un acomunalado de 350 mil pesos.
–¿Le ofrezco otra
bebida, caballero?
–Si sigue siendo
gratis tráeme otro café, por favor.
–Claro que sí señor.
¡Buena suerte!
Pero no todo es miel
sobre hojuelas. El coreano se ve serio, preocupado y no quiere hablar. Una
señora de cabello blanco, sentada al centro de la sala, ve feo a todo aquel que
se le acerque, mueve sus piernas con desesperación, su mano esquelética no deja
de apretar los botones de la máquina de azar, sólo se levanta para ir a la caja
y recargar su tarjeta que le permite jugar y apostar más.
“El jugador
patológico manifiesta una necesidad irrefrenable de jugar, apostando cantidades
crecientes de dinero; fracasa en sus esfuerzos para controlar, interrumpir o
detener el juego, y suele utilizar esta actividad como estrategia para evadir
sus problemas o sentimientos desagradables, como desesperanza, culpa, ansiedad
y depresión”, explican expertos del Centro Nacional para la Prevención y el
Control de las Adicciones.
Saúl y Karen son una
pareja de oficinistas. Se ven contentos. Entre juego y juego se dan besos y
cada uno le da un trago a su whisky. Ambos trabajan en la colonia
Roma en la Ciudad de
México y vinieron a desestresarse un poco.
Han perdido 200
pesos, pero no les importa: “La pasamos muy bien”, dice la muchacha de blusa
verde y saco negro. “No somos jugadores adictos, ni enfermos, ni nada de eso:
sólo nos divertimos. Ninguno de los dos apuesta mucho”, detalla el joven. Todo
mundo gana, pierde, vuelve a ganar y vuelve a perder. Ya casi es media noche, a
nadie le interesa, aquí cierran a las 2:30 horas y vuelven abrir a las 11:00.
Tampoco a nadie le
causa molestia que al comprar una tarjeta magnética (necesaria para jugar en
las máquinas) le pidan una identificación oficial y que ésta sea escaneada por
el casino.
Mucho menos les
incomodan las cámaras de vigilancia en los baños. Las únicas desgracias que
vuelan en el aire son las que arrojan la derrota. Esto es un casino, de primer
momento regala una ilusión como de morir y llegar a un mundo hermoso.
TRAGAMONEDAS
Afuera de la
estación del Metro Peñón Viejo, ubicada al oriente de la ciudad, se encuentra
un local con rejas en su entrada. Es pequeño, como de siete por tres metros.
Adentro del
establecimiento hay un olor a viejo, a cigarro, nueve personas y 14 máquinas
tragamonedas. No hay un mesero que ofrezca tragos de por vida, ni tampoco una
caja donde se puedan cobrar los premios, lo que sí existe son golpes de
victoria y derrota, una gran nube de azar y el sonido de monedas cayendo sobre
la charola de metal de los aparatos.
En comparación con
los casinos, donde los jugadores tienen que adquirir una tarjeta con códigos,
aquí solamente se necesitan monedas, de un peso, 5 ó 10 para jugar. Cada
jugador debe ingresar tan sólo una moneda y tratar de meter cinco pelotas
dentro de los orificios que tienen símbolos distintos.
Al completar cinco
símbolos iguales, puede ganar desde 5 hasta 300 pesos en una sola jugada.
Durante más de una década ha existido una laguna legal en el tema de las
máquinas tragamonedas. Hasta hace unos años no se permitían, sin embargo, los
casinos y casas de apuesta se amparaban porque la Ley Federal de Juegos y
Sorteos era ambigua y sujeta a interpretación.
En 2012, el ex
presidente Felipe Calderón Hinojosa reformó el Reglamento de Juegos y Sorteos
para legalizar este tipo de aparatos, teniendo un permiso, pero sólo si
estuvieran dentro de un casino en regla.
La reforma, emitida
por Calderón en el Diario Oficial de la Federación, establece que por “azar”
deberá entenderse “casualidad a que se fía el resultado de un juego, el cual es
completamente ajeno a la voluntad del jugador”, para luego señalar que las
máquinas tragamonedas estarán prohibidas salvo que exista autorización de la
Secretaría de Gobernación.
Pero sigue sin
mencionar las máquinas callejeras, ésas que se ven a las afueras de las
escuelas, las tortillerías, los mercados e incluso afuera de los centros
deportivos. El reglamento especifica que una máquina tragamonedas es aquella
que por medio de monedas, billetes o dispositivos electrónicos funcione y
permita al usuario obtener una ganancia económica en efectivo o en especie por
medio del azar.
Eso lo sabe
“Califa”, un señor de 50 años que viene a diario a las maquinitas para sacar el
dinero que le permite mantener a su familia. Está desempleado, pero hace
“chambitas”: “A veces soy cobrador de la Ruta 9, sé plomería y también la hago
de chalán. Ahorita vine a las bolas (máquinas de pelotas) porque ya me la sé,
aunque hay días que sí he perdido”, dice mientras se termina su cigarro.
Como él, miles de
personas, incluyendo niños, juegan y depositan dinero en los artilugios con la
esperanza de obtener más. De acuerdo con algunos informes dados a conocer por
el diputado Ricardo Monreal, en el Valle de México hay 75 mil máquinas de este tipo
que no cuentan con una regulación para funcionar.
Muchas son armadas
en el país, otras vienen de China. Todas tienen programas electrónicos que les
permiten funcionar. Cuestan entre 6 mil y 15 mil pesos. Muchos vendedores en
Internet aseguran que cada máquina puede ofrecer ganancias hasta de 200 pesos
diarios.
En este lugar sin
nombre y que podía ser considerado de “mala muerte” los jugadores presentan
algunas actitudes similares a la de las personas en los casinos.
Generales hacia la
Prevención y la Atención del Juego Patológico en México”, realizado por la
Secretaría de Gobernación, Lotería Nacional, Comisión Nacional Contra las
Adicciones y el Centro Nacional para la Prevención y el Control de las
Adicciones, existen síntomas para detectar a jugadores con alguna patología:
preocupación por el juego, por ejemplo, preocupación por revivir experiencias
pasadas de juego, compensar ventajas entre competidores o planificar el próximo
juego, o pensar formas de conseguir dinero con qué jugar.
Necesidad de jugar
con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación
deseado. Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o
detener el juego. Inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir o
detener el juego.
Después de perder
dinero en el juego, se vuelve otro día para intentar recuperarlo (tratando de
“cazar” las propias pérdidas). Se engaña a los miembros de la familia,
terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el juego.
Se cometen actos ilegales, como falsificación, fraude, robo o abuso de
confianza, para financiar el juego.
Se han arriesgado o
perdido relaciones interpersonales significativas, trabajo y oportunidades
educativas o profesionales debido al juego. Confianza en que los demás le
proporcionen el dinero que alivie la desesperada situación financiera causada
por el juego.
El juego patológico
o ludopatía se refiere a las actividades en las que se realizan apuestas y como
componente prominente se encuentra el azar. Incluye todos los juegos de azar y
apuestas, como las máquinas tragamonedas, bingos, casinos, loterías, cupones,
cartas, ruletas, dados, dominó, peleas de gallos, entre otros, y más
recientemente, las apuestas por Internet.
En el caso de niños
y adolescentes también es importante destacar las “maquinitas” de apuesta que
se encuentran fácilmente a su alcance, pues se ubican en tiendas o centros
comerciales y están dirigidas a ese sector de la población.
Estas maquinitas
pueden propiciar el inicio de los jóvenes en este trastorno, pero parece un
fenómeno normal. En el local no hay muchas reglas: no pegarle ni mover la
máquina, tirar la ceniza del cigarro en la latita de refresco cortada, y no
desconectar o apagar la máquina. Sólo hay una cámara de seguridad y un baño que
huele a podrido. Se hace de noche, pero no importa mucho, aquí parece que no
pasa el tiempo cuando se ven niños y adultos compartiendo un mismo anhelo:
ganar dinero.
LOTERÍA
En la colonia
Hipódromo Condesa, entre las calles Alfonso Reyes y Amatlán se encuentra la
papelería “Condesa”. Entre los artículos que vende se encuentran juegos de
lotería de Pronósticos para la Asistencia Pública.
La propietaria del
lugar, explica que en esta zona mucha gente “apuesta y apuesta en serio”, no se
requiere que sea quincena, todos los días viene gente y compra un Melate o arma
sus quinielas. Apuesta desde 15 hasta mil 500 pesos.
“Aquí hay muchos
ganadores. La agencia nos llama a cada rato y dice que de aquí salió uno o dos
ganadores. Un día alguien se llevó un Melate y ganó 30 millones. No sabemos
quién, pero sabemos que compró su juego aquí”, narra la locataria.
Las apuestas de
lotería también son un negrito en el arroz que está causando estragos en el
país. Hay personas que destinan parte de su sueldo para este tipo de juegos.
“Hoy no tenemos
cifras para saber de qué tamaño es el problema, pero sabemos que si no tomamos
las medidas adecuadas para enfrentar a tiempo la ludopatía, y si las
instituciones no se preparan a tiempo, esto se puede convertir en una
enfermedad social”, asevera el director de la Lotería Nacional, Benjamín
González Roaro.
Pese a que
organismos como la Comisión Nacional contra las Adicciones (Conacid) ha pedido
a la Lotería Nacional que advierta a quienes participan en este tipo de juegos
la posibilidad que tienen de contraer esta enfermedad, la institución del
Gobierno no ha hecho ninguna acción.
“Imagínate el buen
negocio que es. Nosotros llevamos 35 años trabajando con Pronósticos. Es
rentable, la gente apuesta, le gusta y le divierte. Muchos han ganado”, destaca
la dueña de la papelería.
Se podría pensar que
la adicción al juego está lejos, pero puede que no: se encuentra latente en
cada esquina, ya sea por medio de una máquina traga monedas o un vendedor de
lotería. La fiebre del azar se encuentra mucho más cerca de lo que realmente se
cree. A las mismas autoridades el problema les ha caído de sorpresa, tan así
que sus diagnósticos siguen siendo muy generales.
Ahora hasta los
niños son víctimas de este monstruo incontenible. La sociedad mexicana se encuentra
en una línea divisoria muy delgada entre la salud y la adicción. A diario
convulsiona y convive con el fenómeno de las apuestas y el juego. Y tú ¿qué
jugador eres?
EL JUGADOR SOCIAL
Persona que juega
por placer, dedica una cantidad de dinero asumible, según sus posibilidades, y
establecida previamente. Inicia y finaliza el juego cuando lo desea, sin
crearle malestar el interrumpirlo o no jugar.
EL JUGADOR PROFESIONAL
Se dedica al juego
para ganar dinero. No tiene implicación emocional en las apuestas, dado que
hace aquéllas que son estadísticamente más probables, para lo que ha realizado
un estudio probabilístico.
EL JUGADOR PROBLEMA
Conducta de juego
tan frecuente que, por el gasto, en algunas ocasiones crea problemas
económicos. El aumento de la conducta de juego le exige dedicar más tiempo y
gastar más dinero.
EL JUGADOR PATOLÓGICO
También llamado
ludópata. Se caracteriza por una dependencia emocional al juego, una pérdida de
control respecto a éste y una interferencia con el funcionamiento normal de la
vida cotidiana.
(ZOCALO/ REVISTA VISION SALTILLO/
Redacción/ 08/04/2013 - 04:05 AM)
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