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El día en que su
esposa cumplía años, un 26 de agosto de finales de los setenta, Francisco Gómez
trabajaba en la vía del ferrocarril a la altura del ejido Puebla. El sol caía
como fuego sobre el valle de Mexicali cuando escuchó que el tren pitaba como desesperado...
De pronto, un estruendo y una nube de polvo... ¡y la tragedia!
Gómez, cuya vista se
ha extinguido a estas fechas en parte debido a las circunstancias propias de su
trabajo, corrió al lugar del descomunal impacto, que se encontraba apenas a un
kilómetro, y pudo observar muy bien lo que había ocurrido:
El "tren
bala" había descarrilado, tras desviar levemente su trayectoria y chocar
en la parte posterior de una maquinita cuyos ocupantes, conductor y ayudante,
esperaban que pasase.
El panorama era más
que aterrador: los ocupantes de la maquinita -que se habían dedicado al acomodo
de balastro (piedritas) a lo largo de la vía-, habían quedado terriblemente
heridos, pero sobrevivieron; el conductor de la locomotora tenía la cabeza
destrozada y el cuerpo partido en dos y algunos pasajeros dejaron de existir
entre "los hierros retorcidos" de los vagones que, tras salirse de la
vía, quedaron volcados sobre el terraplén. (Siempre se especuló sobre la
cantidad exacta de muertos, pero se estima rebasó la veintena). Cuando Gómez
llegó, ya se encontraban muchos automóviles estacionados y mucha gente
participando, pocos en el auxilio de las víctimas pero la mayoría cargando
pertenencias en lo que constituía "un manoteadero", una bestial
muestra de "carroñería" y de "rapiña humana".
UNA HISTORIA EXTRAORDINARIA
La historia del
Ferrocarril Sonora-Baja California está plagada de hechos trágicos y de
sacrificios extraordinarios, pero hay un hecho que resulta no sólo indudable,
sino evidente: la existencia de ese medio de comunicación ha sido vital para el
desarrollo económico, social y demográfico de la capital bajacaliforniana y en
parte para el crecimiento mismo del país en varias facetas. En efecto, el FSBC
contribuyó a que Mexicali sea hoy una capital bajacaliforniana de pujante
desarrollo y con marcadas características de cosmopolitismo.
Hoy se cumple el 65
aniversario del acto en el que, el 8 de abril de 1948, el entonces presidente
de la República, Miguel Alemán Valdés, inauguró el Ferrocarril Sonora-Baja California,
integrando a Mexicali por la vía terrestre con el resto de la nación mexicana.
Tal ferrocarril no
fue, sin embargo, más que un episodio -importante, vital, sí, pero
relativamente fugaz- en la vida de Baja California y de México.
Ahora sólo quedan
dos locomotoras como testimonio de ese pasaje y forman parte de un esfuerzo de
autoridades y sociedad civil porque permanezcan para el conocimiento de las
actuales y futuras generaciones.
Una se encuentra
estacionada en el museo Sol del Niño, frente al monumento a Vicente Guerrero y
otra en un parquecito situado frente a la estación de lo que ahora continúa
siendo una estación ferrocarrilera, entre la colonia Héroe de Nacozari y el
fraccionamiento Ferrocarrileros.
Ahora el ferrocarril
es sólo de carga; atrás quedaron aquellas épocas de abundante inmigración de
gente de todo el país y aún del extranjero, que viajaba al por mayor en los
vagones de pasajeros de lo que eran "el tren burro" en un tiempo y
del "tren bala" en otro. El primero era llamado así porque viajaba
lento y haciendo paradas en prácticamente todos los asentamientos urbanos por
los que pasaba; el segundo, más rápido, sólo hacía estación en Benjamín Hill,
Caborca, Puerto Peñasco, Kilómetro 57 y Mexicali, terminal donde concluía su
viaje.
El FSBC, pues, tiene
dos épocas principales: la de pasaje y la de carga, ambas útiles y
contribuyentes al desarrollo integral de Mexicali. La segunda subsiste y aún se
acrecienta, causando cierta molestia para el desenvolvimiento del flujo
vehicular, no obstante los esfuerzos urbanísticos porque esto no ocurra.
De ambas épocas
tenemos vivenciales testimonios que aquí plasmamos.
LÁZARO CÁRDENAS: LA VISIONARIA DECISIÓN
Mientras tanto y
para efectos informativos, refirámonos a importantes circunstancias que
implican visión, sacrificio y heroísmo de los protagonistas.
En un principio los
intentos de las autoridades por comunicar integralmente a Mexicali con el resto
del país y aún del exterior, se hicieron a través del mar, porque construir un
ferrocarril a través del agresivo desierto de Sonora era considerada una
ilusión, una utopía inalcanzable.
Las características
inhóspitas del inmenso territorio, entre éstas el famoso "viento
negro" que enterraba humanos y animales por dentro y por fuera, sin faltar
las extremosas temperaturas que de día queman y de noche congelan, o la
indescriptible soledad de los parajes solariegos, hicieron que la idea quedase
sólo como eso: un pensamiento.
Sin embargo la
proverbial característica visionaria e indómita del entonces presidente de la
República, Lázaro Cárdenas del Río, le hizo a éste tomar la trascendental
decisión bajo el riesgo de pérdidas de salud y vidas humanas y de que el proyecto
finalmente no fuese redituable desde el punto de vista económico.
De acuerdo a
informes del Archivo Histórico, que coinciden con otras fuentes, el 15 de julio
de 1936 el ingeniero Carlos Franco encabezó una brigada topográfica para
localizar una línea en el desierto de Altar, con los sacrificios que eso
implicaba en esa candente temporada.
El 20 de marzo de
1937 empezó el tendido de la vía a partir de estación Médanos, realizándose una
ceremonia oficial con el director general de Ferrocarriles en Construcción,
Ulises Irigoyen, en representación del presidente Lázaro Cárdenas y con la
asistencia del entonces gobernador del Territorio Norte de la Baja California,
coronel Rodolfo Sánchez Taboada. A este ferrocarril se le llamó en ese tiempo
Fuentes Brotantes-Punta Peñasco.
Al ir rectificando
el trazo, perdidos en el desierto durante el verano de 1937 perdieron la vida,
víctimas de la sed, el ingeniero Jorge López Collada, los cadeneros José
Sánchez Islas y Jesús Torres Burciaga, así como el chofer Gustavo Sotelo. (Así
se explican los nombres de algunas calles de la colonia Nacozari, nombrada así
en honor a otro prohombre que sacrificó su vida para salvar la de todo un
pueblo: Jesús García).
El servicio normal
de trenes entre Mexicali y Puerto Peñasco se inició el 5 de mayo de 1940, con
un tren mixto impulsado por una locomotora diesel eléctrica y un moto-vía con
capacidad de 45 pasajeros, a la que le decían La Paloma quizá porque estaba
pintada de color blanco.
Fue hasta junio de
1941 que Ferrocarriles Nacionales adquirió la ruta del Ferrocarril
Inter-California del Sur.
Y fue hasta el 8 de
abril de 1948 cuando se inauguró el FSBC, en Benjamín Hill, con la asistencia
del presidente Miguel Alemán, el gobernador de Sonora, general Abelardo L.
Rodríguez, y el secretario de Agricultura, Nazario Ortiz.
PIEDRAS, ESPINAS... Y RUEDAS
No cabe duda: desde
sus raíces antropológicas, el camino del ser humano por mejorar está sembrado
de piedras y espinas... ¡y de filosas ruedas metálicas!
Antonio Constantino
Hernández Ramírez lo testifica. Agobiado por la escasez económica, falta de
oportunidades de trabajo y urgencias familiares, un día decidió salir de
Guadalajara, su ciudad natal. Sin dinero ni para el pasaje, como pudo llegó
hasta Benjamín Hill y con la idea de cruzar eventualmente hacia Estados Unidos
se montó al tren carguero.
"Íbamos
llegando a Mexicali, según supe después. Debilitado por lo inadecuado de la
alimentación y cansado por los muchos días de no dormir o dormir muy mal, cerré
los ojos. Cuando tuve conocimiento de mí mismo me faltaba una pierna; había
caído de un furgón y una rueda metálica me la cercenó", dijo, al ser
entrevistado en su residencia de Villas de Rey.
A base de mucho
esfuerzo y apoyado por el propietario de un taller de herrería del que se hizo
amigo, hoy Hernández Ramírez vive más o menos cómodo con su familia. Es un
artista experto en la elaboración de cercos y puertas metálicas que prefirió no
contar más detalles de su situación. "Ya pasó".
Francisco Gómez
carece del sentido de la vista. Alguna circunstancia personal, atizada quizá
por los intensos destellos metálicos de las vías y la naturaleza deslumbrante
del desierto (sonorense y bajacaliforniano) en el que trabajó 30 años de su
vida al servicio del FSBC, terminaron por apagar sus ojos.
Pero no sus
recuerdos.
Sus cotidianos
recorridos como reparador de vías lo hacían ser testigo del constante
movimiento humano del ferrocarril, en épocas de bonanza, en la que había
pasajeros de distintos estratos y circunstancias sociales: Desde los migrantes
que diariamente llegaban en el "tren burro" para participar con su
humilde trabajo en el desarrollo de Mexicali, hasta los empresarios y políticos
que utilizaban el servicio estrella del "tren bala", y que ya
participaban de manera más importante en la evolución de lo que ahora es una
gran ciudad: Mexicali.
Gómez no olvida su
participación como "extra" en la película "Viento Negro",
cuando llegó a convivir campechanamente con David Reynoso y José Elías Moreno,
los protagonistas, y se llenaba de aceite rostro y manos para aparentar que
sudaba, mientras en realidad hacía un frío congelante.
"UNA "AGUJA", LA CAUSA
Y, por supuesto,
tiene en la memoria la descomunal tragedia cuya causa las autoridades siempre
estuvieron investigando.
A más de 30 años de
ocurrida, él nos la revela: El ayudante del operador de la maquinita balastrera
movió la "aguja" para salir de la vía y librar el enorme convoy de
pasajeros.
Nunca se imaginó que
habérsele olvidado rectificar de nuevo la aguja sería causa de un
descarrilamiento... y de tantas muertes.
(DOSSIER POLITICO/ Agencia / OEM/ 2013-04-08)
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