Jesusa Cervantes/ Proceso
MÉXICO, D.F.
(apro).- Las últimas señales políticas de la Cámara de Diputados apuntan a la
inminente “muerte” del llamado Pacto por México.
El “golpeteo” del
gobierno de Enrique Peña Nieto contra las últimas acciones de su antecesor,
Felipe Calderón Hinojosa, como por ejemplo la liberación por falta de pruebas
en contra del general Tomás Ángeles Dauahare, o la puesta en ridículo de la
llamada Operación Limpieza del calderonismo, nos llevan a pensar en un pronto
rompimiento entre PRI y PAN.
Y es que lo que está
en juego es hacerse de la “joya de la corona”. La reivindicación del priismo
que, después de 24 años, puede recuperar electoralmente el primer estado en
perder: Baja California.
En agosto de 1989,
Ernesto Ruffo Appel, un entonces carismático empresario, arrebató con la mano
en la cintura a la entonces candidata del PRI, Margarita Ortega Villa, el
gobierno de Baja California. El juego de complicidades y de contubernios entre
PRI y PAN arrancaba.
Así, Carlos Salinas
de Gortari, ávido de legitimidad, reconoció el triunfo al PAN. Éstos, sin
necesidad de firmar pacto alguno, empezaron la aprobación conjunta de una serie
de reformas que cambiaron no sólo la Carta Magna, sino la fisonomía política,
social y religiosa del país.
Lo demás ya es
historia: el PAN llegó a la Presidencia de la República por el acordado tiempo
de doce años. Hoy, en su regreso al poder, el PRI de Peña Nieto y sus
compinches, igualmente ávidos de legitimidad, siguieron las estrategias del
salinismo: cogobernar con el panismo. Hacerlos parte de “las grandes
transformaciones al país”.
Para ello firmaron
el Pacto por México –claro también los perredistas no quisieron faltar a su
cita con la historia y se sumaron–; así, panistas y priistas lograron en la
Cámara de Diputados sacar adelante la nueva ley laboral que acaba con todos los
derechos conquistados por los trabajadores, en especial la seguridad a su
estabilidad laboral.
Claro que la reforma
laboral se aprobó antes de que se firmara el Pacto, pero fue tan sólo el
preámbulo de lo que juntos, PRI y PAN, pueden volver a lograr: mayoría
aplastantes que aniquilan cualquier pretensión de freno.
De tal ley no se
avizoró nunca problema alguno pues parte de la fracción del PAN debe su
posición a Felipe Calderón. Fue la concesión que los priistas hacían a los
calderonistas antes de tomar el timón del poder en su totalidad.
Pero ya firmado el
Pacto, donde Gustavo Madero es uno de los protagonistas y ya sin Calderón en la
escena política –aunque como todo expresidente que mantiene un poco de poder
sigue moviendo algunos hilos–, fue cuando empezaron los problemas.
Primero porque
Madero dejó de acordar con el PRI para en lugar de ello subordinarse al partido
en el poder. Luego, y aquí viene el problema, Luis Alberto Villarreal,
coordinador parlamentario en la Cámara de Diputados y quien forma parte del
grupo político de Madero, se cerró al debate de sus correligionarios.
En la fracción del
PAN, en lugar de debatir si respaldarían o no las iniciativas del llamado
Pacto, se les impuso el voto a favor.
Los propios
diputados panistas aseguran hoy que por lo menos la mitad de la fracción –son
114— está molesta por ello, y no sólo eso, acusan a Madero de haberse
“entregado” al gobierno peñista y al PRI. De decir a todo que sí. De hacer
acuerdos sin consultar a los diputados federales, de evitar molestar a Manlio
Fabio Beltrones, coordinador de los priistas y, menos aún, desafiar a Enrique Peña
Nieto.
De pactar, dicen
algunos panistas, “pasamos a la sumisión”. Pero también advierten que no están
dispuestos a seguir en ello, menos aún que 14 elecciones están en puerta. Una
de ellas es, por supuesto, Baja California.
Según pronósticos de
quienes dicen saber del tema, el priismo está más que fuerte en la norteña
entidad.
Pero no sólo Baja
California es clave para el PRI, también lo es Veracruz que, aunque no elegirá
gobernador –si es que a Javier Duarte se le puede decir que gobierna–, es una
entidad que renovará presidencias municipales y Congreso local.
Desde hace décadas,
el panismo ha tenido fuerte presencia en las principales ciudades, como el
puerto de Veracruz, Orizaba, Córdoba, e incluso ha llegado a gobernarlas. Hoy,
pretende recuperarlas, pero el PRI intenta mantenerlas.
Para lograr el
triunfo priista, Javier Duarte ha recurrido, de la mano de Sedesol y Rosario
Robles, según denuncia panista, a las trapacerías electorales, al uso de
programas sociales, a su condicionamiento a cambio de futuros votos.
Y han sido
justamente los calderonistas en la Cámara de Diputados quienes lo han
denunciado. La semana pasada, mientras el dirigente nacional del PAN, Gustavo
Madero, por presiones de los Yunes, denunciaba la intromisión del gobernador y
de la titular de Sedesol, en San Lázaro otra calderonista, Beatriz Zavala,
anunciaba la próxima demanda de juicio político contra Duarte y Robles.
La misma semana
pasada, los panistas se sublevaron a Gustavo Madero y su coordinador, Luis
Alberto Villarreal, quien había acordado con el PRI sustituir al presidente de
la comisión Monex, el perredista Roberto López Suárez, por el diputado de
Atlacomulco, José Rangel.
Ante la rebelión
panista, la cúpula de este partido no pudo sostener su acuerdo con el PRI. Y es
sintomático que hayan sido justamente diputados calderonistas quienes se hayan
inconformado contra el acuerdo de la comisión Monex y quienes hayan anunciado
el juicio político contra los funcionarios priistas.
Justamente los
calderonistas, quienes saborean el punto a su favor ante la exhibición y
ridiculización de las acciones de Felipe Calderón.
Ante las próximas
elecciones, el priismo, como la mayoría de quienes retoman el poder, recurre al
golpeteo de su antecesor para ganar así adeptos por la descalificación. Para
los políticos en el poder, no importa si ayer fue aliado de quien hoy es su
enemigo electoral, lo que importa es ganar la elección, y si para ello hay que
poner en riesgo su “glorioso” Pacto por México, lo harán.
Del análisis de los
golpeteos en la Cámara, los resultados de las últimas votaciones, los abandonos
del pleno, las denuncias de juicios políticos y la ridiculización del gobierno
anterior, lo menos que se ve venir es la “muerte” del Pacto por México.
Después de julio,
pasadas las elecciones y con otros poderes en juego, como los económicos, es
posible que se le dé respiración artificial al Pacto para “revivirlo” el tiempo
que al PRI y al PAN convenga.
Comentarios:
mjcervantes@proceso.com.mx
Twitter:
@jesusaproceso
(PROCESO/Jesusa Cervantes/ 19 de
abril de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario