Ismael Bojórquez/Altares y Sótanos
El pasado 12 de
abril estuvo en Sinaloa el procurador general de la República, Jesús Murillo
Karam. Vino para inaugurar el Foro del Plan Nacional de Desarrollo en Materia
del Sistema de Justicia Penal.
Dos temas adicionales le cuestionaron los
periodistas durante una breve conferencia de prensa. Uno, el destino de Javier
Torres Félix, que un día antes había sido deportado de los Estados Unidos a
México, una vez que el narcotraficante, miembro del cártel de Sinaloa, había
cumplido su condena en aquel país.
Sobre este asunto dijo que Torres Félix
sería juzgado por los delitos pendientes como cualquier otro delincuente, pero
se negó a decir a qué cárcel sería transferido. Hasta la fecha, es un dato que
no se conoce públicamente.
El otro tema que se
le planteó fue el del director de la Policía Ministerial, Jesús Antonio Aguilar
Íñiguez, pues el gobernador Mario López Valdez lo seguía defendiendo a capa y
espada a pesar de que se había hecho público que el comandante, encumbrado como
jefe único de las policías en Sinaloa, había reprobado sus exámenes de control
de confianza, hechos en la PGR en abril de 2011.
Malova había dicho
que seguiría sosteniendo a Chuytoño en el cargo porque era más importante lo
que este personaje hacía por Sinaloa que el respeto a la ley, argumentando,
además, que estos exámenes “no son confiables”.
Sobre esta postura
del gobernador fue cuestionado Murillo Karam, quien secundó a Malova diciendo
que, efectivamente, esos exámenes deben mejorarse. Así, no solo el gobernador
estaba promoviendo violar la ley “porque los exámenes no son confiables”, sino
también el propio titular de la PGR, institución que se encarga de realizarlos.
¿Y entonces? ¿Hacia
dónde hay que mirar? ¿Si los encargados de vigilar el cumplimiento de las
leyes, que además juraron respetar y hacer que sean respetadas, son los
primeros en violarla, qué deben hacer los ciudadanos? ¿A quién carajos acudir,
a dónde?
Puede pensarse que,
en un acto de cortesía, el procurador no quiso confrontarse con el gobernador
huésped, pero ni en este caso se justifica que ante tan flagrante agravio a las
disposiciones en materia de seguridad se actúe como si el asunto fuera solo de
trámite.
Es verdad que los
exámenes no han cumplido a cabalidad su propósito, que es contribuir al aseo de
las corporaciones policiacas, habida cuenta la gran corrupción que existe en
ellas. Pero una cosa es que se admitan las deficiencias y que las instituciones
pretendan subsanarlas y otra muy distinta es descalificar estas medidas y a
partir de ello hacer lo que al gobernante le venga en gana como si la ley no
existiera.
El año pasado el
mismo Sistema Nacional de Seguridad Pública admitía que al menos 33 mil
policías no aprobaron sus exámenes de control de confianza en estados y municipios.
Y sumando los policías federales, la cifra andaba en los 40 mil, de un total de
500 mil agentes evaluados.
Pero, entonces, lo
que hay que hacer es perfeccionar el sistema, no aprovechar sus huecos para
colar ahí a delincuentes, porque “son muy eficaces” (¡¿?!) en el combate a la
delincuencia.
Exagerando además
las virtudes de los personajes de marras (porque no es solo Chuytoño, sino
también Martiniano Vizcarra y Reynaldo Zamora, los que fueron reincorporados a
la Policía Ministerial, cuando ellos también fueron perseguidos por la justicia
federal por sus presuntos nexos con el narcotráfico —la incorporación más
reciente es la de Héctor Castillo, como subsecretario de Seguridad Pública),
pues Malova inventa números y cifras para justificar su necedad.
La situación de
violencia que encontró Malova se mantiene intacta. Bajan de repente los
índices, pero no siempre se debe a las acciones del Gobierno, sino a los
vaivenes de la guerra entre las diferentes células del narcotráfico. Pero,
además, hay rubros, violaciones y secuestros, por ejemplo, que se han duplicado
en los últimos dos años.
Pero, si de veras
Chuytoño es tan buen policía, que explique entonces porqué no hay ningún
detenido por la matanza de ocho personas en una cancha de volibol en la colonia
Pemex, ocurrida el 4 de noviembre de 2011. O por qué no avanzó la investigación
sobre el asesinato de cinco gatilleros de los Ántrax en la colonia Guadalupe
Victoria, el 22 de febrero de 2012. ¿Están relacionados los hechos? ¿Ya
resolvió el superpolicía de Malova el asesinato del comandante Lince?
Que diga también por
qué no ha aclarado los asesinatos de Luis Pérez Hernández, el del periodista
Humberto Millán, el de Francisco Urrea, el Fuco, y el de la vidente Martha
Oralia Alonso Pérez. ¿Estos crímenes tienen alguna conexión?
Y ya encarrerado en
explicaciones, pues que diga por qué él y sus sabuesos no atraparon a Marcelino
Ticante Castro, el Fantasma, si a él se debía el alto índice de asesinatos en
Culiacán, según declaró el propio procurador unas horas después de que se lo
llevó el Ejército.
Cuando el gobernador
habla de la eficacia de Chuytoño, ¿a qué se refiere? ¿Cuántos de los crímenes
cometidos en Culiacán se han aclarado por la Policía Ministerial? ¿Cuántos se
han consignado? ¿Cuántos narcomenudistas ha aprehendido en la capital de
Sinaloa? ¿O es que aquí no se consume droga, ni se vende? ¿Cuántos halcones ha
atrapado? ¿Cuántos punteros? ¿Cuántos gatilleros?
BOLA Y CADENA
LA PREGUNTA AL
GOBERNADOR es quién más, aparte de Juan Millán y Antonio Toledo Corro, le está
exigiendo que mantenga en el cargo a un policía tan cuestionado. Ah, claro,
“los sectores productivos”.
SENTIDO CONTRARIO
A SOLO DOS MESES de
que sea electo el nuevo rector, no hay nada claro. En los escenarios rosalinos
se apuntan Juan Eulogio Guerra, Jorge Quintero, Fidencio López Beltrán, Ignacio
Velásquez Dimas… y hasta la doctora Silvya Paz Díaz Camacho, lo cual significa
que la política no es lo suyo.
HUMO NEGRO
LA CONVOCATORIA DEL
PRI tiene candados, sí, pero abiertos.
(RIODOCE.COM.MX/ Ismael Bojórquez / Abril 21, 2013)
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