Rosendo Zavala
Saltillo.-
Traicionada por los celos carnales que abrumaban su mente, Jazmín presionó con
fuerza el cable que ató al cuello de Betito para estrangularlo sin piedad,
perpetrando el crimen que destrozaría el seno familiar de un grupo desunido por
las frustraciones afectivas.
Sabedora de la
tragedia que había fabricado en un momento de locura emocional, la puberta
entró en el plano de lo irracional trabando sus ideas inexplicablemente,
mientras su madre daba cuenta del suceso que la hizo caer al borde del desmayo.
Y es que tan solo
unos minutos bastaron para que la presunta asesina labrara con frialdad la
escalofriante escena que conmovió a toda una comunidad, que sorprendida exigió
justicia para que se castigara el aberrante acto de crueldad.
Tristes recuerdos
Apenas comenzaba el
año cuando el destino sacudió con fuerza la casa de los Sánchez, una terrible
convulsión acabaría con la tranquilidad que hasta entonces se respiraba el
ambiente, tan enrarecido por los moradores que pese a todo, lejos estaban de
imaginar lo que eso representaba.
Fue durante aquel
pavoroso invierno cuando “Juanito” se convirtió en el pesar de su gente, que
nada pudo hacer para arrancarlo de las garras de la muerte, que se lo llevó de
manera tan repentina que ni tiempo tuvo de despedirse de los suyos.
El gemelo de Roberto
descansaba la humanidad de sus 4 años terrenales revolcándose entre los
juguetes que aminoraban sus penas físicas, pero que se convertirían en mudos
testigos del acontecimiento que marcó el principio del fin para el núcleo
familiar que quedaría marcado con el sello de la desgracia.
Y es que mientras el
gélido viento rompía las ilusiones de los niños por jugar en la calle, adentro
de su vivienda las paredes mostraban la felicidad de los tiempos fugados, con
el pino y las luces de colores que enmarcaban la navidad que apenas se había
ido dejando como rastro el mejor de los preludios.
Sin embargo, los
destellos de euforia que aún quedaban en los pintorescos cuartos de la
residencia se borrarían paulatinamente durante un frío amanecer de enero,
cuando Juanito se entretenía con Jazmín en las inmediaciones del lugar donde
comenzaría a gestarse la obra del mal.
De manera repentina,
el gemelo comenzó a convulsionar tan acaloradamente que su hermana nada pudo
hacer para ayudarlo, porque tratando a calmarlo vio cómo la vida del pequeño se
iba de golpe, dejándola sola en la incertidumbre del deceso que le hizo cambiar
su forma de ver el mundo.
Sorprendida, Jazmín
se limitó a llorar sin reparo la partida del infante de 4 años que con sus
malestares congénitos había sentenciado el anuncio de un súbito final, que se
dio cuando departía su alegría con la estudiante de secundaria que lo vio morir
sin poder evitarlo.
Desde entonces, la
existencia de la niña se tiñó de una melancolía perpetua que la traicionaría
sin darse cuenta, alimentando el inexplicable rencor que se transformó en pesar
para su madre, que nunca pudo sopesar la magnitud de la maldad que se refugiaba
en casa.
Voces del más allá
Con el paso de los
días, la mujercita de 14 años albergó la nostalgia de los tiempos mejores que
se habían ido para no volver, mientras su atribulada mente fabricaba la idea de
reconstruir las acciones de una realidad marcada por la infelicidad.
Fue así como aquella
noche de marzo, las circunstancias se combinaron para liberar la presión
emocional de la menor que se convertiría en fratricida, traicionada por los
azotes emocionales que la “obligaron” a tomar tan drástica decisión.
Apenas caía el día
cuando Lourdes salió de la recámara donde Robertito veía la tele sin prisas, a
un lado estaba Jazmín que sin prestar atención a las palabras de su madre se
sumió en el mundo de las fantasías que miraba con su hasta entonces hermanito
querido.
Tras dar
indicaciones al mayor de sus hijos, la señora se enfiló presurosa a la calle
para hacer la vuelta que tenía contemplada desde hace tiempo, por lo que se
retiró tranquila imaginando que había dejado a “Betito” en buenas manos.
Mientras el domingo
avanzaba indiferente por las calles de la populosa colonia, en la casita amarillenta
de los Sánchez se desprendía el destello de una felicidad ficticia, porque
adentro la muerte comenzaba a rondar en el ambiente sin que nadie se percatara
de su presencia.
Recostada sobre la
cama que compartía con el pequeño, Jazmín se sobresaltó cuando una voz extraña
le susurró al oído, parándose como resorte buscando el sitio de donde provenía
el gutural sonido.
Al suponer que todo
se había tratado de una sugestión, la adolescente volvió al lugar donde se
recostó con el hermano que le habían encargado celosamente, pues las secuelas
del pasado reciente aún no habían sanado en la memoria de su madre.
Inexplicablemente,
un viento intangible la rodeó y de nueva cuenta un gutural lamento le hizo
pararse asustada, por lo que decidida a todo recorrió cada rincón del cuarto
mientras las voces “del más allá” le pedían que se convirtiera en asesina.
Atendiendo la orden
de manera incontrolable, Jazmín tomó un cable que encontró cerca y privada por
el estremecimiento que sentía se dirigió a la cama donde descansaba Roberto,
tomándolo con fuerza del cuerpo para someterlo y cometer la obra que jamás
hubiera imaginado.
Suspirando hondo
mientras el ataque de terror se diluía para dar paso a la realidad, la joven se
percató de su obra y sabiendo que nada podía hacer para remediar la tragedia
recostó a su hermanastro sobre el colchón intentando evadir su presente.
Terrible hallazgo
Con el alma partida
en cachos, la homicida corrió al baño donde con unas tijeras intentó acrecentar
la tragedia que ella misma había provocado, pero el espejo la detuvo en su
sanguinario afán por alcanzar al chavito en el más allá.
Y es que la verse
detenidamente en el portal de plata, su mente comenzó a divagar mientras
peinaba sus fallidos rizos para luego matarlos a tijeretazos, animada por el
efecto de las voces que no la dejaban tranquila ni en el peor momento de su
vida.
Justo en ese
instante, el crujir de una puerta se escuchó, aunque Jazmín no se percató de
eso, porque sus andanzas mentales le impedían reaccionar con presteza, ocupando
el momento en sus anormales actitudes que fueron descubiertas por su madre.
Y es que Lourdes entró
con rapidez a la sala para dejar afuera el invierno que pronto pasó a segundo
término, porque un extraño ruido la sacó de sus quehaceres mentales para
hacerle buscar desesperadamente a sus hijos.
Apenas avanzó
algunos pasos cuando entre la oscuridad del baño observó a Jazmín, que alterada
se mecía los cabellos mientras los cortaba desesperadamente, y con mirada
perdida observaba fijamente a su mamá sin responder a sus cuestionamientos.
Con el corazón dando
vuelcos, Lourdes corrió hasta llegar al cuarto de Roberto y azotando la puerta
vio la macabra escena, al fondo estaba el cuerpo inerte del niño recostado en
la cama, aún tenía rodeado de su cuello el cable con el que había sido atacado
por su propia hermanastra.
Enloquecida de
dolor, la mujer se dirigió al teléfono para pedir ayuda y una ambulancia acudió
al sitio para atender al pequeño, quien ya no mostraba signos vitales porque la
asfixia sufrida resultó mortal por necesidad.
Mientras la policía
llegaba para investigar en la escena del crimen, Lulú intentaba dialogar sin
éxito con su hija que seguía privada en el mundo mental en que había caído,
limitándose a divagar sin abrir la boca en ningún momento.
La investigación
En medio de la
confusión, agentes ministeriales llegaron para dar fe del deceso mientras
buscaban una explicación lógica a lo ocurrido, comenzando las indagatorias que
hasta el momento continúan su curso.
Luego de que Lourdes
narrara lo acontecido en aquella casa del terror, los investigadores intentaron
dialogar con la menor para que diera su propia versión, encontrándose con la
negativa de ésta que al momento les hizo sospechar de ella.
Esto porque al
mostrar una actitud de desprecio hacia los policías, Jazmín se alteró
incontrolablemente despertando la curiosidad de los agentes, que utilizando su
instinto en el oficio la señalaron como sospechosa principal del trágico hecho.
Custodiada fuertemente
por varios agentes, la hermanastra fue asegurada quedando a disposición de la
justicia que poco puede hacer para reformarla en prisión debido a su minoría de
edad, por lo que la Procuraduría sigue investigado el caso de una manera
especial.
Mientras la presunta
sigue bajo la tutela de las autoridades, la madre aseguró que ésta padece
trastornos mentales a raíz de la muerte de “Juanito”, asegurando que lo vio
morir por causas naturales mientras convivían en el domicilio que desde
entonces ha estado enmarcado por la muerte.
Tras el deceso del
gemelo de Betito, la menor había caído en una serie de comportamientos extraños
que le hicieron cambiar de carácter, suponiendo su madre que eso es lo que le
habría hecho no cuidar bien del hermanito que falleció violentamente.
Ante dicho panorama,
la justicia tiene varias líneas de investigación que no se han dado a conocer
sobre el crimen, trascendiendo que la infante podría tener un doble crimen en
su haber, ya que presuntamente no se ha dado a conocer que el gemelo de Roberto
hubiera fallecido por causas naturales.
Y es que tras las
primeras indagatorias hechas por la Procuraduría, se dio a conocer que Jazmín
padecía de ataques de celos en contra sus hermanastros, debido a la ausencia de
atención afectiva que padecía desde el nacimiento de éstos.
Por lo pronto, la
sospechosa deberá esperar la resolución del caso bajo la mirada de la justicia
que la vigila muy de cerca, pues no se descarta que ésta haya sido quien privó
de la vida ferozmente a su propio medio hermano.
El detalle:
Por ley, Jazmín no
puede ser juzgada como adulto debido a su minoría de edad, por lo que su caso
se encuentra en poder de un agente del Ministerio Público especializado en
materia de adolescentes infractores.
(ZOCALO/RevistaVisiónSaltillo/RosendoZavala/11/03/2013
- 04:07 AM)
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