CORRUPCIÓN RECICLADA EN SINALOA

Alejandro Sicairos/Riodoce

Era necesario que la corrupción le llegara a los aparejos al gobernador Mario López Valdez para que decidiera ponerle atención a un problema que echó a la borda cualquier ilusión por la renovación moral de Sinaloa. Aquellas “ratas de dos patas” que prometió combatir con toda la fuerza de la ley le han invadido todas las esferas del aparato público estatal y le han roído todo, inclusive la palabra, para exhibirlo como un político que habla mucho y hace poco en materia de atajo a los grandes saqueadores del erario.

Ya se lo han dicho todos los que se lo tenían que decir: el Consejo Ciudadano de Vigilancia y Transparencia de Sinaloa, la Auditoría Superior del Estado y la Auditoría Superior de la Federación. El más mínimo ejercicio de revisión del uso de recursos públicos puso en evidencia el desorden y los pillajes propios de los tiempos más inmundos de la acción gubernamental, redundando en la podredumbre como la primera certeza del sexenio en curso.

Ahora sí, al sentir el unánime señalamiento que los órganos locales y federales de fiscalización hacen sobre las irregularidades encontradas en la aplicación de presupuestos, la Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas ha reconocido, por ejemplo, la cadena de transas cometidas en la realización de las obras que tienen que ver con el megapréstamo por 2 mil 600 millones de pesos que adquirió en 2011 el gobierno de Malova.

Todo indica que la corrupción rampante en el mal llamado “sexenio del cambio” ya no tiene vuelta atrás. Los signos enviados desde el despacho del Ejecutivo Estatal auguran el reforzamiento de las estrategias para tapar el albañal, en vez de proceder a limpiarlo. La justificación acuñada por el secretario de Salud, Ernesto Echeverría Aispuro, al alegar en defensa de la putridez en el área que dirige que “son inercias del pasado”, será la coartada para que los desfalcadores de Sinaloa vuelvan a salir impunes.

Como en la vieja película priista, Sinaloa vuelve a ser el edén para el peculado. Próspera fábrica de nuevos ricos, la producción en serie de millonarios superará los récords de fortunas hechas al amparo del poder en los sexenios de Juan Millán Lizárraga y Jesús Aguilar Padilla. Se ve en las obras públicas, se siente en la Secretaría de Salud, se otea en el manoseo de las partidas destinadas a organismos de asistencia social. Y todos lo sabía, menos el gobernador.

Si en realidad asumiera un compromiso serio con la renovación política de Sinaloa, Mario López Valdez ya tuviera a estas alturas un gabinete diferente al que tiene ahora, con el cual inicio su gestión sexenal. Ninguna secretaría ha entendido el perfil de gobierno honesto y eficiente que el gobernador prometió cuando buscaba el cargo y en el discurso de asunción. Cada entidad que compone la administración pública estatal se ha convertido en un changarro donde lo que importa es el negocio y lo menos relevante es la eficiencia.

Los funcionarios de Malova hacen como que no ven ni conocen los más indispensables lineamientos éticos del quehacer gubernamental. Voltean a lo alto del organigrama del poder y perciben que la pus los baña desde arriba. ¿A qué o a quién habrán de temerle si tienen permiso tácito para servirse “con la cuchara grande” o para convertir todo el sexenio en “el año de hidalgo”?

Al tiempo que las instancias locales y nacionales de auditoría exhiben la rapiña en recursos públicos, la Unidad de Transparencia y Rendición de Cuentas amaga con aplicar la ley. Juan Pablo Yamuni, a quien el malovismo presentó como el zar anticorrupción, se ha convertido en una carcajada que retumba en palacio por cada advertencia que hace en falso a los que medran, sin escrúpulos, con el dinero que es de los sinaloenses.

En el gobierno de Malova es tan fácil robar como lo es quitarle a un ciego sus limosnas. Ningún funcionario cuida las formas porque el cinismo es la marca de la casa. Tienen la seguridad de que nunca los hará pagar la justicia. Al ser descubiertos en las transas los servidores públicos se parapetan en el subterfugio de que robaron más los gobiernos priistas. Sí, tal vez, pero nunca hay que olvidar que López Valdez llegó al cargo al alentar en la gente la esperanza de un gobierno decente, de castigo a la delincuencia “de cuello blanco” y combate permanente a lo que llamó “ratas de dos patas”.

Y lo único cierto es que esas ratas le han carcomido las finanzas y la confianza.

Re-verso

La vida sigue su curso, para un gobierno sin ideario, que hace suyo el concurso, “¿quién quiere ser millonario?”

Los insaciables

Porque no hay poder ni ley que los detenga, una mayoría de diputados que integran la sexagésima legislatura del Congreso del Estado está a punto de abdicar a la representación popular para irse a buscar otros “huesos” para roer. Apenas sueltan una ubre y se andan peleando por otra al cabo que el pueblo paga. Son los mismos “changos mecateros”, “trapecistas de la política” o “plaga de chapulines” que una vez timaron a los electores y van a fraudearlos de nuevo. A ellos no los mueve la vocación del servicio sino el miedo de ya no estar en la nómina oficial. Y son de todos los partidos.

Amén

¡Aleluya! Malova ya tiene un dios y se llama Enrique Peña Nieto.

(RIODOCE.COM.MX/ Alejandro Sicairos/ marzo 10, 2013)