Paola A. Praga
Saltillo, Coah.- Las
laderas de la colonia Héroe de Nacozari se pierden entre las casas hechas de
cartón y lámina. Entre tumultos de tierra café y piedras deformes, los niños
corren despacio. Si hace calor o frío da igual, sólo se protegen con delgadas
playeras de manga larga.
Metros abajo,
encaramados en los hornos y el barro hay cuatro hombres. Los ladrilleros de
Saltillo que se resisten a dejar morir el negocio que hace más de dos décadas
vivió la época de oro, fabricando material para la exportación.
José Ángel Flores
trae puesto un pantalón sucio, despintado y una playera azul con las mangas
dobladas. Tiene 57 años de vida y 40 con las manos en el barro. Tiene la piel
morena arrugada y rugosa.
Las manos tienen
callos y las comisuras de sus uñas están llenas de residuos de barro. Se
detiene para hablar y le tintinean los dientes. Es un día de invierno y José
Ángel se lamenta bajo la niebla que provoca 2 grados en el oriente de Saltillo.
“No hay movimiento,
está muerto señorita, apenas cargamos 2 mil ladrillos después de tres meses,
imagínese, pero esos chiquillos que ve ahí, los que andan corriendo, a esos hay
que mantener”.
Guarda silencio y
retoma la respiración para otra vez agacharse y en fila colocar los cuadros de
30 por 30 que están cuidadosamente colocados sobre unas tripas de tierra y
barro para su secado.
Del ayer, de hace
más de dos décadas no queda nada. “No se exagera, mire lo que ganamos por estos
dos millares, son como unos 4 mil pesos que nos dividimos entre los cuatro que
andamos aquí sin fallas”.
La zona de las
colonias de la Guayulera y Providencia, que en las décadas del 80 y 90 logró
concentrar al 75% de los 4 mil 500 ladrilleros que producían en Saltillo, está
en agonía.
Diciembre de 2008 se
marcó como el mes más difícil en la historia de este oficio, negocios
establecidos, informales y pequeños productores coinciden en que la venta de
ladrillos, losetas y otros aditamentos no alcanzó ni el 3 por ciento.
Entonces vino la debacle
de la que los ladrilleros no han podido levantarse. De más de mil 500, ahora
son 70 familias que tienen de pariente a la pobreza y que aún conservan la
esperanza en el ladrillo.
LADRILLO PARA SOBREVIVIR
Tal como le ocurre a
José Ángel Flores, Juan Rodríguez tiene las manos rugosas por el barro.
Intentan sobrevivir de la miseria material y salen a trabajar. Ambos rememoran
aquella época en que, apurados, trabajaban para sacar cientos de ladrillos que
serían exportados a Estados Unidos.
“Fíjese… pasan los
años y todo aumenta y todo está bien caro y nosotros ganamos menos de lo que
ganábamos antes, está canijo”.
En los barrancos que
albergan a las ladrilleras desde hace más de una década los hombres trabajan
por poca paga, pero que les da para comer. La situación para las familias es
tan crítica que no buscan el pago de servicios básicos o la educación, sino
comida.
José Ángel y Juan lo
viven en carne propia. Cuando se para la producción tienen que buscar plástico,
cartón o aluminio para vender y llevar tortillas y una bolsa de frijol a la
mesa.
Son ancianos que
además de su pareja tienen que mantener a un par de nietos. “Estamos bien
fregados, yo tengo ocho hijos, tengo nietos y pues rasguñando aquí y allá, así
es como le hago”.
José Ángel desde hace
tiempo se conforma con una tortilla con sal y un jarro de café. “En la fábrica
ya no nos quieren por viejos, a los jóvenes de volada”, dice entre risas
chimuelas.
“Mire, así de
simple, uno ya está pasado de moda, va uno a buscar chatarra para sobrevivir,
no me puedo quedar sentado y mis hijos pidiendo qué comer, hay cuatro chicos y
cuatro grandes y no se completa, el mandado está bien caro”.
LLANTA POR ACEITE, SIN ÉXITO
“Nos trajeron que
aceite para que dejáramos de quemar llanta, y el ladrillo nos salía pinto, ¿pos
cómo se iba a vender? Ahorita ya quemamos con pura leña, no es el mismo
ladrillo que cuando quemábamos hule”, dice el ladrillero.
Los productores se refieren
al Programa de Reconversión Ecológica con Combustibles Alternos, en el que
participaron el Gobierno del Estado, la Semarnat, el Ayuntamiento de Saltillo y
la Comimsa, con el que cerca de 50 hornos se instalaron en el sector.
Carlos Martínez
lleva 15 años trabajando en las ladrilleras, fue testigo del cambio de llanta
por el aceite reusado, que hasta ahora no hay el suficiente para distribuir
entre los productores.
“Ahí están los
hornos, sirvieron un tiempo pero ya no hay, ya no se usan, pagamos 500 pesos de
un viaje de leña pa’ cocer, porque con la llanta nos multan”.
La Ley para la
Conservación Ecológica y Protección al Ambiente, y el Reglamento Municipal de
Ecología prohíben la quema a cielo abierto de cualquier tipo de residuos
sólidos o líquidos no peligrosos, como neumáticos, materiales plásticos, entre
otros.
Actualmente las
llantas de desecho son acumuladas, trituradas y enviadas a la Planta de Cemento
de Holcim Apasco en Ramos Arizpe, para su coprocesamiento en los hornos
cementeros, con lo que se cumple con los acuerdos ambientales internacionales.
Para cocer 5 ó 6 mil
ladrillos los productores requieren más de mil 500 litros de aceite para seguir
la producción, pero no tienen manera de conseguirlo. Y es que debido al cambio
de tecnología para la cocción del ladrillo, más de mil productores decidieron
cerrar sus negocios.
“En mi familia son
nueve en total, vivimos en San Nicolás de los Berros, yo me iba a la obra pero
ya no nos quieren, en los ladrillos tengo más de 30 años y tengo 49, empecé de
chavo a jalar aquí”, relata Juan.
De acuerdo con el
estudio “Panorama de la Producción de Ladrillo” y su impacto ambiental en
diferentes regiones “Producción de ladrillo en América Latina” del Instituto
Nacional
de
Ecología,
el impacto en zonas urbanas y políticas públicas sobre calidad del aire es
grave.
Se presenta una
constante la presencia de hornos artesanales en zonas urbanas, incluso en
grandes ciudades se incluye a Saltillo con Cuzco, en Perú, Cuenca, en Colombia,
Guadalajara y Santa Cruz en México.
Como características
generales se contempla la alta marginación de productores y sus familias, el
bajo nivel de escolaridad, poco acceso a servicios básicos, informalidad del
sector, poco o nulo (en su gran mayoría) acceso a crédito a productores.
El informe señala
que el tema de la producción artesanal está en la agenda local o estatal y sólo
en muy pocos casos en la agenda nacional. En cuestión ambiental no son
regulados los límites de emisión para hornos ladrilleros, se requiere
ordenamiento territorial y uso del suelo.
En el estudio
realizado en 2012 se evaluó la calidad del producto, competitividad, apoyo
financiero a empresas chicas y medianas, y se concluye que se requiere de
formalización.
Además señala
limitantes como las sociales, además de las malas condiciones de ubicación de
ladrilleras respecto a comunidades, programas de desarrollo social, trabajo
infantil y equidad de género.
De acuerdo con el
artículo científico “Los ladrillos cocidos y el aceite quemado” de Martín Gómez
Anguiano, José M. Arzola Garza, Bernardo Rosales Méndez y Roberto Juan Ramírez
Chávez, investigadores de la Universidad Veracruzana, el proyecto ha sido
exitoso, sin embargo, los ladrilleros ya no utilizan el aceite quemado, sino
madera.
“El empleo del
aceite quemado en esta industria ha tenido su primer éxito en las ladrilleras
de Saltillo, Coahuila, donde se llevó a cabo una adecuación tecnológica con
este tipo de combustible a una plantilla de mil 224 hornos que utilizaban
llantas como combustible principal, emitiéndose así una gran cantidad de gases
a la atmósfera”.
Publicado en 2007,
señala: “Actualmente se ha cambiado el método de cocción, usándose aceite
quemado y quemadores especiales para su combustión, lo que ha reducido las
emisiones contaminantes a la atmósfera y los costos de producción, sin contar
que uno de los mayores beneficios aparejados ha sido el rescate de la planta
productiva de dicha industria.
“Cabe mencionar que
en tan importante proyecto participaron el Gobierno del Estado de Coahuila, la
Semarnat, el Ayuntamiento de Saltillo y Comimsa”.
Un trabajo artesanal…
» Para iniciar la
fabricación de ladrillo se tiene que tener lista la materia prima, arcilla,
barro.
» En seguida, los
ladrilleros alimentan el horno con leña y esta es sin duda la etapa más
agobiante que tienen que vivir los artesanos, ya que las temperaturas son muy
altas.
» Luego sigue la
preparación, amasado o batido de la arcilla con aguas negras o recuperadas:
como primer acción, el trabajador tiene que extender el montículo de arcilla y
hacer una poza en donde agregará agua que tiene que acarrear en cubetas de 20
litros, luego mezclar y remover a base de azadón y golpeando con los pies
persistentemente hasta lograr que la arcilla tenga una consistencia uniforme y
plástica.
» Después viene el
llenado de la moldera con cinco porciones o tiras de barro, el trabajador toma
entre sus manos dicha bola y la deposita en el molde; esta acción se repite
cinco veces hasta llenar el molde.
» Esta actividad la
tiene que realizar hincado, flexionando el tronco hacia adelante y hacia los
lados y luego enderezándose y levantando la bola de arcilla para depositarla en
el molde.
» “Oreado” de los
ladrillos: este procedimiento se lleva a cabo paulatinamente y conforme los
ladrillos se empiezan a “orear”, y consiste en voltear el ladrillo de tal
manera que quede apoyado en su propio canto. Dicha operación se repite en
relación directa con el número de ladrillos producidos.
» El “Apilado” de
los ladrillos para “secado”: consiste en el acomodo de los ladrillos en pilas
de aproximadamente ochenta centímetros de altura. La repetición de los
movimientos está en relación con la cantidad de ladrillos fabricados.
» Y por ultimo el
secado es una de las fases más delicadas del proceso de producción, de esta
etapa depende el buen resultado y calidad del material.
(ZOCALO DE SALTILLO/ Revista Visión Saltillo/ Paola A.
Praga/ 22/01/2013 - 01:10 PM
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