El anuncio de Luis Videgaray
de que una vez que termine el gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto, se
retirará de la política y del servicio público, sólo sorprende por el momento
en el que lo dio a conocer. Desde que el periódico The Wall Street Journal
reveló que había adquirido una casa de descanso en Malinalco en una operación
inmobiliaria realizada por el empresario peñista Juan Armando Hinojosa, su
carrera política llegó prematuramente a su fin. En su entorno decían que esa
compra, que cuando se hizo no parecía que sería una bomba de tiempo, había
acabado con sus aspiraciones. Con ello, Peña Nieto perdió también la persona
que probablemente habría sido su candidato a la Presidencia.
Videgaray fundió su vida
pública al destino de Peña Nieto desde que lo conoció como el pagador de una
consultoría financiera del ex Secretario de Hacienda, Pedro Aspe, al entonces
Gobernador del Estado de México, Arturo Montiel. Era el enlace con el gobierno,
y cuando Peña Nieto fue electo Gobernador, lo hizo Secretario de Finanzas y su
principal consejero político. Videgaray le daba a Peña Nieto lo que no tenía,
cultura, conocimiento y sofisticación, además de ser un confiable planificador
y eficiente ejecutor. Con candidatura presidencial en la mira, Peña Nieto lo hizo
Diputado federal y presidente de la Comisión de Presupuesto, desde donde tejió
las alianzas políticas que lo respaldarían.
Luego lo hizo jefe de su
campaña presidencial, que organizó como un plan militar. La dependencia de Peña
Nieto fue creciendo, y le entregó no sólo la formulación de lo que sería su
programa de gobierno sino la designación de prácticamente todo el gabinete
legal y ampliado. De Videgaray fue la propuesta de las reformas estructurales,
y el principal negociador del Pacto por México. El entonces Secretario de
Hacienda le dedicaba 30 por ciento a su trabajo formal y el resto a hacer
política para Peña Nieto. Acumulaba poder porque daba los resultados que nadie
entregaba.
Peña Nieto tuvo en Los Pinos
una Presidencia tripartita, montada sobre el entonces Secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de Oficina de la Presidencia,
Aurelio Nuño, que había sido colaborador de Videgaray en la campaña
presidencial. Pero de los tres, Videgaray era la influencia dominante, lo que
provocó un enfrentamiento creciente con Osorio Chong, primero a nivel de
equipos, y después en las alturas del Olimpo peñista, que provocó una división
en el gabinete y un realineamiento en dos campos de batalla. Videgaray se peleó
con casi toda el área política del gobierno y del PRI, que lo siguen viendo con
recelo y convicción que los traicionó.
La revelación de su casa de
descanso en Malinalco fue secuela del escándalo de la casa blanca del
Presidente Peña Nieto. Ninguno resolvió adecuadamente sus escándalos y atajarlo
como lo que era, un conflicto de interés que podía resolverse. Para Peña Nieto
ese episodio significó el quiebre final de su administración y la etiqueta de
corrupto; para Videgaray, la posibilidad de llegar a la Presidencia de la República,
aunque reiteradamente, decía que era algo en lo que no pensaba. Él detentaba el
poder real en Los Pinos, y era la voz la que Peña Nieto oía. Incluso, hasta la
ignominia.
Fue su idea invitar a Donald
Trump cuando era candidato presidencial, porque consideraba que si hablaba con
Peña Nieto podría cambiar sus críticas a México. Peña Nieto aceptó, pese a la
oposición de la entonces Secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz
Massieu. La visita fue un fracaso y Peña Nieto cayó ese día a siete puntos de
aprobación. Le costó un reproche de la Casa Blanca, y tuvo que aceptar la
sugerencia de que el responsable tenía que irse. Peña Nieto no cesó a
Videgaray, sino “le dio la oportunidad de que él mismo renunciara”, como confió
a sus cercanos.
Se fue sin irse. Peña Nieto
le pidió que manejara desde las sombras el proceso electoral en el Estado de
México. Cuando Trump ganó la Presidencia, lo volvió a usar secretamente para
negociar con su yerno, Jared Kushner, colocar las relaciones bilaterales sobre ruedas
y arreglar un encuentro con Peña Nieto. Para darle cuerpo legal, destituyó a
Ruiz Massieu y le entregó la cancillería. El poder envolvía a la escena
pública. Reencauzó las relaciones y logró, mediante su capacidad de negociación
y persuasión, tener el acceso a la Oficina Oval como nadie, presidentes y
primeros ministros incluidos, en el mundo. Varios líderes lo buscaban para
preguntar cómo acercarse a Trump, o para que los ayudara a ser recibidos por el
Presidente.
La cercanía que logró con
Kushner y su suegro le ayudó a conducir políticamente la renegociación del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte, cuya estrategia, pragmática y
pensando en Peña Nieto, prevaleció sobre la del Secretario de Economía,
Ildefonso Guajardo, que en lugar de apresurar los tiempos, quería una mejor
negociación. México cedió para alcanzar un acuerdo, a cambio de que el
Presidente Peña Nieto pueda firmar el acuerdo comercial antes de terminar su
mandato, el último día de noviembre.
Menos de 24 horas después de
anunciarse el acuerdo trilateral, Videgaray dio a conocer que su ciclo en el
gobierno también había terminado. Se irá con Peña Nieto el primero de diciembre
con rumbo a Nueva York o Boston, donde buscará rehacer su vida, una que pudo
haber sido totalmente distinta si no hubiera incurrido en un conflicto de
interés cuando compró en Malinalco, o quizás, si como le pidió el Presidente en
diciembre y enero, se hubiera hecho cargo de la campaña presidencial, que
rechazó.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 03/10/2018 | 04:03 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario