En
términos de las elecciones presidenciales de este año, el candidato priista José
Antonio Meade Kuribreña es un manojo de problemas estratégicos. Para analistas
consultados, su paso lento en las encuestas se debe a su estrecho vínculo con
la administración peñanietista y el PRI. Desde que fue seleccionado como
precandidato presidencial, consideran, Meade Kuribreña debió buscar deslindarse
del Presidente Enrique Peña Nieto. Pero no lo hizo y por ello, a dos días del
arranque de la campaña presidencial, llega entre el tercero y el segundo lugar
en las encuestas, muy alejado de quien encabeza hasta hoy las preferencias
electorales: Andrés Manuel López Obrador.
Su
problema es que no convence al ciudadano común. Aunque tampoco a los priistas,
que sólo lo apoyarán cuando tenga fuerza suficiente para ponerse al tú por tú
con López Obrador, observan los especialistas. ¿Y qué puede hacer para
enfrentar su eminente fracaso? Guerra sucia y aguardar que las viejas usanzas y
artimañas de la estructura priista rindan efecto, coinciden.
SinEmbargo
realizó el ejercicio que hoy presenta, interpelando politólogos, analistas del
discurso y directivos de casas encuestadoras quienes opinaron, con base en un
mismo cuestionario, acerca del impacto del Presidente Enrique Peña Nieto en las
propuestas de campaña de los tres principales aspirantes presidenciales: Andrés
Manuel López Obrador [“Juntos Haremos Historia”], Ricardo Anaya Cortés [“Por
México al Frente”] y José Antonio Meade Kuribreña [“Primero México”]. El lunes
tocó el turno a Anaya, ayer a AMLO y hoy se cierra con el análisis sobre Meade.
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Ciudad
de México, 28 de marzo (SinEmbargo).- A Jose Antonio Meade Kuribreña le tocará
bailar con la más fea en el proceso electoral de este año. El abanderado
presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tendrá tres enormes
retos a vencer: superar la mala imagen del Presidente Enrique Peña Nieto y del
partido fundado por Plutarco Elías Calles; generar un discurso propio que lo
desmarque de EPN, además de convencer a los priistas de que él es el “bueno”,
es decir, que puede ganar la carrera presidencial y que por tanto merece ser
apoyado, plantearon en entrevista especialistas consultados por SinEmbargo.
El
problema es que Meade no logra separarse de la sombra tricolor que oscurece su
imagen, coincidieron los especialistas. Y un indicador oportuno son las
encuestas más recientes, según las cuales, el tecnócrata con más de 20 años de
experiencia al servicio del Gobierno federal se ubica en la tercera posición, o
empatado en la segunda con Ricardo Anaya Cortés, pero con una diferencia muy
amplia detrás del puntero: Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
Entre
enero y marzo de este año, cuatro encuestas –Consulta Mitofsky, Buen Día &
Laredo, El Financiero y Parametría– le dieron entre 16 y 19 puntos porcentuales
de preferencia. Por su parte, AMLO y Ricardo Anaya Cortés tienen promedios de
33.4 y 24 por ciento, respectivamente. Sin embargo, refirió Bloomberg el pasado
23 de marzo, Meade ya empató a Anaya con 24 puntos, lo que deja a ambos
candidatos 18 puntos por debajo de AMLO.
Pero
José Antonio Meade, además, se encuentra entre la espada y la pared.
De
acuerdo con Enrique Toussaint, politólogo de la Universidad de Guadalajara
(UdeG), el abanderado priista no sólo “tiene el papel más difícil por ser el
candidato oficial, o el candidato del Presidente”, sino que su situación se
complica porque “tiene que jurar, de alguna forma, lealtad al Presidente de la
República que lo eligió” y, al mismo tiempo, “tiene que hacer también un
discurso que lo separe de Peña”.
El
lento avance de Meade, no obstante, tiene una explicación básica.
“Cuando
un Presidente está mal valorado, al candidato de su partido le hace daño, le
quita puntos. Y también, cuando a un Presidente le va bien, al candidato de su
partido no necesariamente lo favorece. Simplemente no le resulta carga
negativa; lo deja tablas. Eso sucede en todo el mundo […]. Y si a esto le
añades la muy mala imagen del partido del Presidente, que trae un orden de
rechazo de cerca del 80 por ciento, te indica que partido y Presidente le hacen
un enorme daño al candidato”, explicó a SinEmbargo el doctor Rubén Aguilar
Valenzuela, portavoz de la Presidencia de la República durante el sexenio de
Vicente Fox Quesada [2000-2006].
De
acuerdo con las cifras del think tank estadounidense Pew Research, el 72 por
ciento de los mexicanos encuestados dijo repudiar al Revolucionario
Institucional. En el caso del Presidente Peña Nieto, el 69 por ciento manifestó
su rechazo.
Pero
Meade, oficialmente, no es priista. Sin embargo, destacó Toussaint, “nadie ha
comprado la idea de que Meade es completamente distinto a Peña Nieto y al
priismo. ¿Por qué? Porque fue un funcionario muy importante de su
administración”. Entre 2012 y 2017, fue titular de tres Secretarías de Estado:
Relaciones Exteriores [2012-2015], Desarrollo Social [2015-2016] y Hacienda
[2016-2017].
“Es
más, si fuera priista estaría mucho más arriba en las encuestas”, confió el
analista de la UdeG. Y esto se debe a que el PRI, o mejor dicho Enrique Peña
Nieto, al momento de elegir a Meade como su delfín cometió un error
estratégico, que es, según Toussaint, que los priistas nunca están con el
“mejor” sino con “el bueno”, que son dos cosas distintas aunque a veces pueden
coincidir, pero no siempre.
“Porque
cuando los priistas dicen ‘el bueno’ tiene intrínseca la palabra ‘triunfo’. De
eso todavía Meade no logra convencerlos. Los priistas no es que no estén
votando por Meade porque no los convenza o no sea priista. El problema es que
Meade todavía no le demuestra a los priistas que pueden ganar. Cuando Meade se
posicione como quien puede vencer a AMLO, entonces podrá cohesionar a los
priistas”, añadió el especialista.
Más
allá, el plomo tricolor que hunde a Meade es tan pesado, que a pesar de que el
43 por ciento de los mexicanos dice estar dispuesto a votar por un candidato
sin importar el partido que lo abandera, de acuerdo con cifras de la casa
encuestadora Demotecnia de las Heras, Meade no pasa del tercer lugar.
Demotecnia también refiere que el 83 por ciento de los connacionales
encuestados opinó que el próximo gobernante debe representar un cambio.
Para
Rodrigo Galván de las Heras, director de Demotecnia, lo cierto es que “a los
priistas les pusieron a un candidato anti establishment [o antisistema]
pensando que los negativos de Peña es el PRI. ¡Y es al revés! En estos momentos
los negativos del PRI son Enrique Peña Nieto”. Por eso, por el estrecho vínculo
entre la administración peñanietista y el ciudadano Meade, “no hace ‘click’ el
candidato con la gente que va a votar por él”, coincidió el directivo.
Meade
no es priista y ha trabajado como parte del equipo de EPN, situación que lo
liga a una de las administraciones más corruptas de nuestro tiempo, afirman
analistas. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro
RESCATANDO AL CIUDADANO MEADE
En
la opinión del doctor José Fernández Santillán, analista político de Instituto
Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), “la ideología de José
Antonio Meade Kuribreña no es otra que el neoliberalismo, punto”. Y en la
actualidad, aunque no está negando al Presidente Peña, “sí está negando su
origen y su verdadera naturaleza” como tecnócrata.
“Él
se está presentado como un ciudadano que no es priista. ¡Y no es cierto! Es un
tecnócrata del equipo de [Luis] Videgaray [Caso], de Francisco Gil Díaz, Pedro
Aspe… De todos ellos quienes han mal gobernado este país y lo han llevado a que
tengamos la mitad de la población en pobreza y un puñado de familias
enriquecidas y controlando el dinero en este país”, señaló.
Como
colaborador eficiente y consciente de los gobiernos anteriores, Meade se ha
visto envuelto en escándalos de corrupción. No es señalado de ser la mente
maestra u operador de las corruptelas. Empero, es visto como alguien que
solapa, que permite la corrupción, coinciden los especialistas.
Casos
como el desfalco de “Juntos Podemos” y la llamada “estafa maestra” de Hacienda
y del priista César Duarte Jáquez, salpican a Meade. Y como coincidieron
Toussaint y Santillán, “aunque él puede decir que es muy puro, muy casto, que
nunca ha cometido un acto de corrupción, hay muchos casos de corrupción que
inician en la Secretaría de Hacienda y parece que él cerró los ojos frente a
esas posibles desviaciones”.
Entonces, ¿qué puede salvar al
“candidato de acero”?, se les pregunta.
Su
alternativa, coincidieron los analistas, es la guerra sucia y aguardar que las
viejas usanzas y artimañas de la estructura priista rindan efecto –llámese
cooptar el voto, tácticas de desinformación y desprestigio, uso faccioso de las
instituciones, etcétera–.
“Estamos
en un escenario que podría denominar como de guerras de maquinarias de facto o
de lodo”, comentó el politólogo Enrique Toussaint, quien refirió que “José
Antonio Meade entiende que no tiene credibilidad y por tanto, si quiere
competir, tiene que ensuciar a los otros dos. Pero sobre todo, al primero que
tiene que ensuciar es a Ricardo Anaya, porque si quiere competir contra Andrés
Manuel [López Obrador], primero tiene que derrotar a Anaya. Creo que el PRI
juega a la estrategia de ‘no te hagas bolas, todos somos iguales. Y como todos
somos iguales, por lo tanto sigue votando por el que siempre votas [el PRI]”.
El
peso de la corrupción en el sexenio de Peña Nieto y de integrantes relevantes
en el PRI dejan a Meade en una situación complicada, por lo que especialistas
consideran que en la campaña que viene optará por las viejas usanzas y
artimañas de la estructura del tricolor. Foto: Moisés Pablo, Cuartoscuro
UN FRACASO ANUNCIADO
Octavio
Paz alguna vez mencionó que el Sistema Político Mexicano es medio azteca por la
estructura piramidal del poder, en donde el Presidente, por un lado, llegaba
hasta la cúspide para dominar; y por el otro, una vez que no servía, era
sacrificado y desechado como carroña. Y en esta tradición decimonónica, todo
nuevo Presidente debía negar o “traicionar” a su antecesor.
En
términos de estrategia, según los analistas consultados, desde que Meade fue
ungido como el candidato presidencial del PRI, debió de haber iniciado un
proceso de distanciamiento del Jefe del Ejecutivo Federal. Sin embargo no lo
hizo y ese barco ya zarpó. Los cinco, ocho o diez puntos que Anaya le saca de
ventaja en las preferencias electorales es, en su opinión, una barrera que
quizá no supere -aunque nada está escrito aún-.
Las
contradicciones, en cambio, cuajan en su discurso político.
El
abanderado del PRI propone reparar los problemas heredados por la administración
peñanietista: la corrupción, a través de la fiscalización y el fortalecimiento
de la capacidad de las autoridades; la inseguridad, manteniendo el combate
frontal y mejorando los recursos de información e inteligencia -como el Sistema
Nacional Anticorrupción, por ejemplo-; la endeble economía familiar, a través
de políticas públicas como la atención a grupos vulnerables, generar
oportunidades con visión de género, mejorar las condiciones de vida de la gente
del campo, innovación en ciencia y tecnología, educación, entre otros; además
de mejorar las reformas estructurales y trabajar a partir de ellas.
Meade
“ha tratado de tener un discurso más crítico de los casos de corrupción”,
explicó Enrique Toussaint a este diario digital. El problema es que utiliza este
discurso cuando su partido y el Presidente son objeto de sospecha de corrupción
–llámese Monex, Soriana, OHL, Higa, Odebrecht, la “casa blanca”, entre otros–.
Y por otro lado, Meade dice que va a trabajar sobre las reformas de Peña Nieto,
a quien además elogia.
Apenas
en diciembre del año pasado, mencionó en Twitter que “Hoy #México tiene un mejor presente y futuro gracias a un liderazgo
claro @EPN @PRI_Nacional” (sic).
“Esta
posición de jugar medio al cambio y a la continuidad siempre te lleva a
fracasos. Así lo intentó hacer Josefina Vázquez Mota en 2012 y lo mismo le
pasó. Es decir, cayó a un tercer lugar muy muy lejano. Entonces, por ese lado,
Jose Antonio Meade tiene una labor de equilibrios que es muy compleja”, expuso
Toussaint. La labor de Meade “era imposible porque querían pintarlo como algo
nuevo, como algo distinto pero que en la práctica lo que hacía era defender
todo el estatus quo y todo el sistema”.
Según
los especialistas, no importa lo que Meade haga o diga. Va a entrar por un oído
y a salir por el otro porque no es un asunto de propuestas, sino que, para el
ciudadano promedio, un hombre como José Antonio Meade participó en el Gobierno
de Peña Nieto. Y tratándose de uno de los gobiernos más corruptos en la
historia del país, es poco creíble que pueda hacer una agenda de regeneración
nacional, coincidieron.
Ulterior
a estas fallas estratégicas, la doctora Francisca Robles, especialista en
Análisis del Discurso de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), mencionó que “lo que le ha
fallado es la convocatoria a grupos sociales de otro origen”.
Al
ciudadano Meade lo apoyan ciertos grupos vinculados al poder, como lo son las
organizaciones vinculadas al PRI –CTM, CROC, CNOP, etcétera–. Pero de acuerdo
con Robles, “no ha buscado acercamiento con los grupos alternativos como
organizaciones no gubernamentales o de la sociedad civil”. Entonces lo que le
falta es “tener representatividad ciudadana, o bien, una imagen encausada con
las causas ciudadanas”.
Esta
falta de integración hace que su figura no despegue, aseguró la académica de la
UNAM.
“Entonces
los ciudadanos no pueden tener un referente ciudadano si se excluye de los
problemas ciudadanos. No se ha metido ni siquiera en [temas de] la Ciudad de
México, que es la que habita. Ya mucho menos en otras ciudades al interior de
la República”, concluyó, Robles.
(SIN EMBARGO/ EFRÉN FLORES/ MARZO 28,
2018, 12:05AM)
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