El 22 de junio del año pasado
se publicó en este espacio la narrativa de Nochixtlán, que describía la torpeza
con la que la Policía Federal trató de disolver un bloqueo carretero en
protesta por la reforma educativa, y abría con una pregunta: ¿Qué sucedió el
domingo 19 de junio donde murieron cuando menos 11 civiles y a policías
federales les cortaron dedos a machetazos y terminaron con pies heridos por las
bombas caseras que les explotaron?
Nadie tiene una explicación
clara de la cadena de sucesos, se apuntó, y lo que estaba informando el
Gobierno federal en voz del entonces comisionado de la Policía Federal, Enrique
Galindo, no tenía sentido. Decía que la Policía Federal había recuperado la
vialidad en Nochixtlán “sin ningún tipo de incidente”, en una reconstrucción de
hechos que insultaba la inteligencia de los mexicanos. En aquél entonces,
Galindo replicó en privado que era falso lo escrito y que habían actuado
correctamente. Quince meses después, la Comisión Nacional de Derechos Humanos
confirmó la hipótesis, descalificando a Galindo y al Gobierno federal.
El operativo en Nochixtlán,
establece la recomendación de la CNDH dada a conocer el miércoles, el uso
excesivo y letal de la fuerza, graves violaciones a los derechos humanos que
provocaron la muerte de siete personas y dejaron más de 500 lesionados -algunos
de los cuales aún no curan-, fue consecuencia del “pésimo” diseño, planeación y
ejecución del operativo armado y ordenado por Galindo, que derivó en un choque
en tres comunidades. Fue un ejemplo, señaló, “de lo que no deben ser las
acciones policiales”.
Nochixtlán, como Tanhuato y
la forma como armaron desde el Gobierno federal, con la Policía Federal como su
brazo operativo, a los grupos paramilitares en Michoacán, son tres de los
botones de muestra del mal trabajo policial en la administración peñista, donde
se encargó a incompetentes la seguridad del País. Los altos índices de
violencia nacional prueban lo que la soberbia oficial niega: el fracaso de su
estrategia.
En Nochixtlán, el 19 de junio
las cosas comenzaron temprano. Como se apuntó el 22 de junio de 2016 aquí, el
operativo, según explicó el entonces Gobernador de Oaxaca, Gabino Cué, comenzó
a las 10 de la mañana. Galindo precisó que desde las 7 de la mañana habían
solicitado que levantaran el bloqueo en Nochixtlán, que conecta a Puebla con
Oaxaca y el sur del País, que había estado bloqueada durante una semana. El
desalojo duró media hora. “Después de las 10 y media cambió el escenario”, dijo
Galindo. “Vivimos una emboscada. Llegaron grupos con armas y bombas molotov”.
En este punto empezaron sus
contradicciones y la versión oficial se debilitó. A esa hora, en voz del ex
comisionado, comenzaron a escuchar detonaciones de armas de fuego, con lo cual
el escenario del desalojo cambió en forma “radical”. Según dijo, se solicitó
apoyo aéreo, y cuando llegaron los helicópteros, a una hora que no precisó,
fueron recibidos a balazos. No informó a qué iban los helicópteros, y si
respondieron o no el fuego. A las 11 y media de la mañana, dijo, llegó un grupo
adicional de la Policía Federal con armas.
Ese domingo por la tarde, la
Comisión Nacional de Seguridad, afirmó: “Los elementos de la Policía Federal
que participan en el operativo no se encuentran armados ni portan tolete”. Era
otra mentira. La primera fotografía de federales armados la tomó Jorge Arturo
Pérez, de la agencia Cuartoscuro, cuyas imágenes tienen grabada la hora
automáticamente de la cámara, entre las 10 y 15 y las 10 y media. Es decir,
antes de que la Policía Federal descubriera hombres armados entre los maestros.
Pérez, además, dijo no haber visto a nadie armado que no fuera agente federal.
La narrativa de Nochixtlán
siguió desvaneciéndose. Galindo declaró en una radio que se había recuperado la
circulación sin ningún problema (entre 10 y 10 y media), pero cuando se dieron
los primeros disparos, hubo “un cambio dramático de escenario”. Lo que se dio
“fue una especie de emboscada”, dijo. Minutos después, añadió en otra
entrevista de radio, hasta 2 mil personas rodearon a los federales y a los
policías estatales. Nadie lo cuestionó, pero lo que aseguraba era un disparate.
La emboscada tiene como
primer elemento la sorpresa, que no existió porque el bloqueo llevaba una
semana, y sus organizadores habían dicho que se endurecería el fin de semana.
Afirmar como lo hizo Galindo que los atacaron 2 mil personas, era absurdo. Las
2 mil personas no formaban parte orgánica de quienes atacaron a las policías;
eran habitantes de las comunidades que se sumaron a los bloqueos. Las
autoridades nunca supieron cuántas personas participaron en la operación contra
ellos, planeada y ejecutada con perfección. Grupos no identificados actuaron de
manera coordinada. Cerraron los caminos para obstruir los apoyos de los cuerpos
de seguridad, y los fueron atrayendo hacia puntos que ellos escogieron,
mediante repliegues tácticos a sitios donde tenían pertrechos para volverlos a
atacar y causar bajas.
Nochixtlán es una metáfora de
la incapacidad de este Gobierno en materia de seguridad. Pero también de
soberbia. Galindo fue removido poco después como comisionado de la Policía
Federal y desapareció durante un tiempo de la arena pública, hasta hace unos
días cuando reapareció como enviado del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel
Osorio Chong, a Morelos, para colaborar en la coordinación de la
reconstrucción. Un insulto la narrativa de Galindo sobre Nochixtlán; un insulto
su rehabilitación en el Gobierno. Inadmisible por supuesto. Pero ante este
Gobierno, sólo queda indignarse, porque nunca hay consecuencias para sus
atropellos.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter @rivapa
(NOROESTE/ ESTRICTAMENTE PERSONAL/ RAYMUNDO RIVA
PALACIO/ 20/10/2017 | 04:02 AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario