Rosendo
Zavala
Saltillo,
Coah.- Empuñando el arma que lo convertiría en asesino, Julio César se acercó
hasta su exnovia para ultimarla de dos balazos en la cabeza, para después huir
de la escena del crimen sin imaginar que el fantasma de la conciencia lo haría
entregarse poco después a las autoridades.
Y
es que durante su huida, el sujeto provocó un descontento social que le hizo
reflexionar desde la distancia, donde se escondía para evadir al destino que ya
lo esperaba para meterlo 20 años en prisión por matar al “amor de su vida”.
TORMENTOSA RELACIÓN
Durante
más de un año, María convivió con el hombre que la humillaba hasta la saciedad,
pues traicionada por los efectos de la pasión aguantó los pesares del maltrato
que le prodigaban entre caricias banales que sí parecían tener sentido.
Pese
a todo, la ingeniera aprovechaba su tiempo en crecer como encargada de la
empresa donde fabricaba el futuro que ya no pudo ser, aunque animada por la
idea de redondear su éxito personal decidió soportar los bemoles de su
tomentosa relación afectiva.
Sabiendo
que convivía con un hombre violento, la mujer omitió la realidad solapando las
acciones de su Romeo en turno, a quien acompañaba a las instalaciones del
Cereso para que respondiera semanalmente por el intento de homicidio que había
perpetrado contra su anterior pareja.
Los
meses transcurrieron así, entre bofetadas verbales y golpizas que poco hacían
mella en la enamorada profesionista, que un día entendió la realidad y cortó la
relación de golpe tan sólo para desatar la furia del embravecido galán, que le
juró vengarse de la peor manera.
TRÁGICO ENCUENTRO
Aquella
mañana de viernes, Mary salió de la fábrica sin prisas y se detuvo frente a la
camioneta que estaba por abordar, buscando las llaves en su bolso mientras era
vigilada a lo lejos por quien se convertiría en su verdugo.
Con
prisa loca, Julio César salió de entre los automóviles estacionados sobre la
avenida del corredor industrial, aprovechando el descuido de la fémina para
llegarle por sorpresa y tramitarle su existencia en fracción de segundos.
Decidido
a todo, el profesionista en sistemas se postró ante la mujer y con mirada
criminal apuntó su pistola para asestarle dos tiros en la cabeza, haciéndola
caer inerte en el charco de su propia sangre ante la vista de quienes
atestiguaron el ataque.
Sobresaltado
por su tétrica obra, el agresor corrió hasta el Mazda rojo en que había
llegado, pisando el acelerador a fondo para perderse en el bulevar Isidro López
Zertuche, mientras desataba la cacería policial que se prolongó durante días.
JUSTICIA DIVINA
En
un ejido de Arteaga, los deudos despedían a María en un mar de llanto que
pareció tener eco en las circunstancias del caso porque a lo lejos el matón se
escondía turbado con la imagen de la escena donde acabó con las ilusiones de
quien siempre consideró la mejor de sus conquistas.
Viendo
pasar el tiempo con el estigma de su maldad, Julio abandonó el sitio donde se
resguardaba en Aguascalientes y regresó a Saltillo vencido por sus propias
acciones, mientras el destino lo esperaba para cobrarle cuentas lo antes
posible.
Deambulando
sereno por las calles de la capital coahuilense, el treintón de futuro
destrozado respiró la ligereza de la noche para con paso tranquilo llegar al
edificio ministerial donde sorprendió a los guardias de turno.
Sabiendo
que la cárcel era su única salida para tranquilizar el alma, Julio César tocó a
la puerta de cristal del inmueble policiaco, donde fue atendido por los
vigilantes que en automático lo pusieron bajo arresto por exigencia propia del
inesperado visitante.
Desde
entonces comenzó el calvario terrenal del homicida, que sin oponer resistencia
participó en las diligencias que las autoridades fabricaron como parte de las
indagatorias del asunto, que por la naturaleza del mismo fue clasificado con la
etiqueta de feminicidio por la Procuraduría coahuilense.
Como
parte del proceso que se le abrió ante instancias penales, el individuo pasó
más de un año luchando sin sentido con la asesoría de abogados especializados,
por lo que cansado de afrontar una causa perdida decidió aceptar la apertura de
un juicio abreviado, donde las autoridades lo condenaron a dos décadas de
encierro por ultimar a su exnovia.
Ahora,
el hombre que soñaba con colocar una cadena de negocios del ramo computacional
tendrá que conformarse con añorar el paso del tiempo, para sanar su herida
emocional y volver a la calle libre de toda culpa, pero con la pesadumbre de
haber matado a la mujer con quien pudo haber compartido el resto de su vida.
(ZOCALO
/ Ruta Libre/ 05/12/2016 - 10:07 AM)
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