lunes, 27 de abril de 2015

¿QUIÉN LO MATÓ? FALLA LA UEA EN UNA OPERACIÓN INFERNAL


Seis detenidos y tres muertos, incluido el secuestrado, saldo del operativo

Lunes 20 de abril. 15:18 horas. Es el registro del mensaje de WhatsAPP. Con clara ortografía, respetando mayúsculas y puntos, Carlos recibía el aviso de su hijo de la balacera afuera de su casa. Aún tiene guardada la conversación en su teléfono. Viven casi pegados al patio de la casa donde murió Ernesto Alonso Valdez Solano el lunes 20 de abril, cuando intentaban rescatarlo de un secuestro de 10 días.

La Unidad Especializada Antisecuestros, UEA, llevaba justamente una semana investigando el plagio del empresario restaurantero. Ese lunes 20 las negociaciones seguían abiertas. Los secuestradores habían mantenido la exigencia del rescate a familiares de Valdez Solano. La UEA tenía identificadas las llamadas telefónicas: la primera desde Mazatlán, luego de Nayarit, después de Vallarta… el negociador se iba moviendo al sur y se comunicaba desde los teléfonos de las casetas de peaje del trayecto.

Aun así, en la UEA decidieron “reventar” la casa de Sierra Tarahumara 1159 en San Carlos. Pidieron el apoyo a la Policía Ministerial. Un grupo de agentes, un helicóptero y el auto blindado Tiger esperaban la orden apostados por el bulevar Manuel Clouthier y Zapata.

Dos horas antes, casi a la una de la tarde, habían detenido al primero de la banda de secuestradores, Luis Alberto Pérez Jacobo, en la Isla Musala. Estaba perfectamente ubicado por los investigadores, aparece en cámaras de vigilancia cercanas al sitio del plagio en la madrugada del domingo.

Luis Alberto Pérez, el joven del tatuaje con una calavera multicolor en la espalda, los llevó al líder del grupo: Jaime Eduardo Carrillo Quevedo —hijo del Niño de oro, Rodolfo Carrillo y Giovana Quevedo, asesinados en la balacera de Cinépolis el 11 de septiembre de 2004—, registrado en realidad con los apellidos de su madre, Quevedo Gastélum.

Luis Alberto Pérez le dijo a la UEA en el interrogatorio que Ernesto Valdez estaba muerto, que la orden de matarlo ya se había dado. Eso aceleró todo. De Musala se fueron directo a la privada Las Nubes, junto a la Escuela Activa, ahí detuvieron a Jaime Eduardo Carrillo Quevedo —el hijo del menor de los Carrillo Fuentes, jefes del Cártel de Juárez— junto a dos escoltas armados, Nelson Quintero González y Miguel Ángel Castillo Carrillo. En Las Nubes, los vecinos lo conocían como el niño con el auto caro. Manejaba un Mustang 2015, blanco, recién comprado.

UNA SEMANA EN CAUTIVERIO

Domingo 12 de abril. 3:00 am. Ernesto Alonso Valdez Solano es trasladado a la casa de Sierra Tarahumara en San Carlos. No volvería a salir de ahí. Lo capturaron cuando llegaba a su casa en un fraccionamiento en la margen derecha del río Humaya. Llevaban días siguiéndolo y no se percató. Estaba señalado como objetivo y se planeó el secuestro.

Esos nueve días que el empresario pasó en cautiverio en la casa de Sierra Tarahumara, fue José de Jesús Sosa Paredes el encargado de la compra de los víveres. Recorría en una camioneta gris el abarrote, la tortillería y el Oxxo, todo en la calle Sierra Madre Occidental, la principal de Cañadas. Apenas bajaba una cuadra, pero lo hacía en carro siempre. Un par de testigos lo describen como de lo más normal, nada llamaba la atención. Nuevo en el barrio se mostraba agradable y dejaba propinas. Pagaba y no recogía la feria. A José de Jesús es al único que señalan vecinos, los otros captores Cristian Paúl Benítez Ortiz y Jorge Joel Echeverría Portillo —ambos abatidos en la balacera— no abandonaban la casa.

La noche de la pelea de box entre Julio César Chávez hijo y Andrzej Fonfara, hubo fiesta en el número 1159 de Sierra Tarahumara. Estaba por cumplir ocho días Ernesto Alonso secuestrado. Los vecinos aseguran que se escuchaba alto el volumen del televisor con la narración de la pelea —el aparato sobrevive aun dentro de la casa después de la balacera— y la plática de un grupo de jóvenes como otros más viendo la pelea del culichi, el hijo de la leyenda. Luego de la derrota de Chávez hijo, la reunión siguió.

La calle Sierra Tarahumara es una vialidad con muy poco tráfico. La circulación es solo de los vecinos. Incluso una parte de la calle está sin pavimento, los autos circulan por el lado norte. Más de la mitad de la cuadra donde está la casa del secuestro no tiene viviendas en la acera sur, un inexistente parque ocupa la colina que concluye en la entrada del área deportiva de la Escuela Normal de Sinaloa.

Los vecinos ya saben que esa casa siempre está de renta. No es raro ver que cambian constantemente los inquilinos. Frente a la puerta principal una cica adorna la banqueta, otra sobreviviente de los muchos que han pasado por la casa y de la refriega de ese lunes aciago.

EL OPERATIVO

Lunes 20 de abril. Unos diez minutos antes de las 15:00 horas. Empiezan a colocarse las unidades de inteligencia de la Unidad Especializada Antisecuestros al sector Cañadas. Tienen la ubicación exacta de la casa, el número de los captores y la descripción del armamento con que cuentan. Discretas, silenciosas, los acompañaban algunas patrullas de la policía ministerial.

El operativo está a cargo de la UEA por completo, el resto de elementos son solo apoyo. La Policía Estatal Preventiva cubre el primer anillo exterior, la policía municipal le sigue. Cierran el paso dos cuadras a la redonda.

Al mismo tiempo se da aviso a Protección Civil y empieza el resguardo de los alumnos de dos escuelas de los alrededores. Una primaria y una secundaria.

Un video de la UEA muestra el arranque de la operación. La videograbación muestra a la unidad de inteligencia de la UEA aproximándose a la casa, y a los lados la fuerza especial de policía que se encargará de la incursión en la casa. Intentan abrir el portón con un mazo, pero está completamente trabada.

Luego, con el Tiger, el vehículo blindado que mandó la Policía Ministerial, chocan el portón de la cochera. Justo ahí se escuchan los primeros disparos, son en algunos relojes las 15:14 horas, en otros las 15:10. El blindaje del Tiger cede, el calibre de los disparos es mucho más alto del que esperaban —lo que les había dicho sobre las armas el primer detenido, Luis Alberto Pérez Jacobo, era falso—. El Tiger hace una maniobra de repliegue, intentaba atacar de frente por el portón de la cochera y se coloca de lado, sigue recibiendo disparos.

Después, los disparos serán intermitentes. No cesarán desde dentro de la casa por más de una hora. A las 13:51 horas llega un segundo vehículo blindado, siguen parapetados dentro de la casa los secuestradores. Y siguen los disparos.

Muy poco después de la llegada de las fuerzas de la UEA a la casa, salió una llamada telefónica. Uno de los captores, quien salía a comprar las tortillas, el agua, la comida, había llamado para que lo rescataran. Su madre llegó a la operación y rogaba que la dejaran hablar con ellos. Por teléfono celular le pedía a José de Jesús Sosa que se entregara, que los policías le garantizaban que nada pasaría.

Antes de las 17:00 horas se escucharon los últimos disparos, la operación había terminado. Dos de los captores cayeron abatidos, uno se entregó, pero el empresario secuestrado, Ernesto Alonso Valdez, también estaba muerto dentro de la casa.

EL PASEO DE CESARÍN

Miércoles 22 de abril. 16:45 horas. Cesarín no se quiere bajar del auto. El niño de unos cinco años llora y se amarra al asiento trasero del Tsuru habilitado como taxi que conduce el papá. Tiene miedo aun cuando César grande le dice que no pasa nada, que es un paseo familiar a la casa de Sierra Tarahumara 1159 en el fraccionamiento San Carlos, pegado al conocido sector de Cañadas. Hace dos días, dentro de la casa tres jóvenes mantenían cautivo a Ernesto Valdez y se enfrentaron a policías hasta caer abatidos.

La casa amarilla, de cargados adornos en las ventanas de la fachada, está salpicada de agujeros y es el atractivo del sector. No dejan de pasar autos, y es un desfile de visitantes durante mañana y tarde. Papá César, mamá e hija se bajan celular en mano a tomar fotos y video. Pisan vidrios rotos, polvo, aceite y hasta sangre, extrañamente les causa risa introducirse a la casa.

Los vecinos tampoco lucen sorprendidos. Solo dicen que un día después del enfrentamiento los sellos de la Procuraduría colocados en la única puerta fueron violados y hoy hay paso franco a la casa. Excepto Cesarín, que solo mira la fachada cuando César grande lo saca a fuerza del carro y casi lo obliga a mirar.

La familia del taxi se va, pero llegan otros dos jóvenes de cachuchas y lentes en una camioneta roja. Casi como requisito se bajan rápidamente, se toman la foto y se van. Luego, un hombre y una mujer… los más tímidos solo observan desde el auto, sin bajarse.


(RIODOCE/ Andrés Villarreal /26 abril, 2015)

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