lunes, 27 de abril de 2015

PETICIÓN FALLIDA: MALASIA RATIFICA: HORCA PARA LOS TRES HERMANOS SINALOENSES ACUSADOS DE NARCOTRÁFICO


La última instancia para que los tres hermanos culiacanenses acusados de narcotráfico en Malasia tuvieran la esperanza de no ser condenados a muerte en la horca, se esfumó.

José Regino, Luis y Simón González Villarreal son tres hermanos que hasta febrero de 2008 residían en la colonia Loma de Rodriguera, donde crecieron desarrollando la actividad que por años de tradición realiza su familia: hacer ladrillos.

Sus pocos estudios los orillaron a trabajar en la ladrillera de su padre, el señor Héctor González, pero siempre buscaron salir de ese destino: intentaron desde el boxeo, atender una tienda de abarrotes en su casa y hasta enlistarse en el Ejército.

Pero cada actividad era fallida y de nueva cuenta regresaban al fuego, lodo y estiércol que les proporcionaban mil pesos de ganancia por cada mil ladrillos.

En diciembre de 2007, la tragedia invadió a la familia González Villarreal: tres de los 11 hermanos sufrieron un asalto donde perdió la vida el más pequeño, Roberto González.

Este evento terminó con los pocos ahorros con los que contaba la familia. A partir de eso momento, la angustia y desolación invadirían su hogar.

A finales de 2007 Regino conoció a un hombre llamado Jorge Enrique, quien le ofreció trabajo en el extranjero para él y sus hermanos.

En diciembre de ese mismo año, cansado de la vida en la ladrillera, Regino convence a Simón para que lo acompañe al extranjero y trabaje con él.

El viaje no dura mucho. Para Navidad los dos hermanos están de regreso, pero esta vez con la intención de llevarse a una tercera persona, su hermano Luis.

Convencidos de que esta nueva oportunidad de trabajo les ofrecería la estabilidad económica que tanto habían deseado, se embarcan en esta aventura sin saber que sería la peor decisión de sus vidas.

LA DETENCIÓN

Los tres hermanos salieron de Culiacán rumbo a Malasia en febrero de 2008, con la intención de trabajar allá para mandar un sustento a sus familias, pero un mes después son detenidos y acusados de narcotráfico.

Fueron aprehendidos en una fábrica donde había 250 kilogramos de metanfetaminas, pero los contratistas Jorge Enrique y Jesús Alfonso no fueron detenidos por falta de pruebas y salieron libres.

Malasia es un país que se encuentra a 15 mil 934 kilómetros de México por vía aérea. Antes de poner un pie en ese territorio, las autoridades de Malasia anuncian y recalcan con mayúsculas a todos los visitantes extranjeros, que el narcotráfico está penado con muerte.

Aun así, estos tres hermanos se atrevieron a ir al otro lado del mundo para realizar un trabajo ilícito, del que sus familiares se enterarían de la peor manera.

Ese mismo 4 de marzo en la colonia Loma de Rodriguera, la familia González Villarreal recibió una llamada de Simón quien les informó que estaban en Malasia y que habían sido detenidos.

LA NOTICIA

La noticia no llegó a oídos del gobierno mexicano ni de su embajada en Malasia. Nadie sabía que había tres mexicanos con peligro de ser condenados a la horca.

El reportero que se interesó por este caso fue Víctor Hugo Michel, quien hasta marzo de 2011 se enteró de esta situación y decidió viajar a Malasia para encontrarse con los hermanos González Villarreal en la cárcel llamada Ayer Molek.


En su libro Morir en Malasia, describe el encuentro con estos hermanos que llevaban más de dos años sin hablar con alguien en su mismo idioma, salvo con el embajador de México en Malasia, que para ese entonces solo se había presentado con ellos dos veces.
El panorama con el que se encontró fue desalentador para los mexicanos; desde que fueron detenidos no han tenido entendimiento de nada sobre su juicio, habían cambiado tres veces de abogados, con los cuales no podían entenderse y estaban exiliados de toda comunicación entre ellos.

Víctor Hugo Michel menciona en su libro parte de la conversación que sostuvo con el abogado de los hermanos, el chino KitsonFoong, ante la pregunta de “¿qué tan probable es que los condenen a la pena de muerte?”.

El abogado chino contestó: “En Malasia se es culpable hasta que se pruebe lo contrario… Todo depende de que tanta mierda tengas encima y a estos chicos se les acusa de haber estado en una fábrica con 250 kilos de metanfetaminas. Eso es mucha mierda. Si pierden van a colgarlos. La ley antinarcóticos es muy estricta”.

EL ENCUENTRO

Para este reportero fue sorpresa que ninguna autoridad mexicana metiera la manos por ellos, como lo hacían en casos de reos condenados a muerte en Estados Unidos, donde el gobierno ha logrado interceder y evitar que esto suceda.

Pero hay algo que no jugó a favor de estos tres hombres. Para su poca suerte, en los años que estuvieron detenidos, el gobierno mexicano encabezado por Felipe Calderón había declarado una guerra contra el narcotráfico. Y ellos tres estaban acusados de eso, en otro país.

Víctor Hugo Michel se encontró cara a cara con los tres sinaloenses, los describió como tres hombres calmados y tímidos.

Cuando les pregunta ¿cómo están? ¿Cómo va su caso?, Regino es el primero en contestar “estamos muy mal, estamos bajo mucha presión. Eso que nos quieren cargar tiene pena máxima… El juez no cree en nosotros. Todos aquí nos dicen que nuestro caso es fácil, que tendríamos que salir libres. Pero la verdad es que es un juez bien duro, nada humano”, comentó.

Mientras Luis, otro de los hermanos comenta “¡Yo sí estoy bien triste! Ya me contaron cómo es la ejecución. Es un cuarto pequeñito donde nadie habla. Y después te cuelgan”.

Los hermanos intentaban ponerse al tanto de las noticias de su país, querían saber cómo iban sus grupos favoritos de fútbol, quién había ganado el mundial, cómo estaba la situación en México. Todo lo que pudieran contarles, pues ellos se habían quedados congelados en el 2008.

Preguntaban por la situación de su familia. Ellos dejaron en Culiacán a esposas y nueve hijos entre los tres. Antes de irse, Simón dejó a su esposa embarazada y no ha conocido a su hija, cuyo nombre es Blanca.

“Pienso a diario en Culiacán. Todas las noches me duermo pensando que estoy allá, con la familia y los amigos, a diario lo pienso”, comentó Simón.

Los mexicanos comentaron que nunca habían tenido un traductor en ninguna de sus audiencias y que no tenían entendimiento claro de su caso y su verdadera situación legal.

LA ÚLTIMA OPORTUNIDAD

A partir del 4 de marzo de 2008, que fueron detenidos en una fábrica ubicada en Johor Bahru, una ciudad de Malasia, los tres culiacanenses han llevado un proceso legal de más de siete años.



Para el 17 de mayo de 2012, el magistrado Mohamed Zawawi, mejor conocido como “juez soga”, encontró a los tres hermanos culpables de los delitos de narcotráfico, crimen que es sentenciado con la pena capital.

Un año después, el 19 de agosto de 2013, se ratificó la pena de muerte a los tres hermanos y a los otros dos hombres enjuiciados con ellos.

El 28 de septiembre de 2013 se pospuso el juicio de los hermanos González Villarreal.

El 25 de abril de este año se convirtió en el día clave para saber el destino de estos tres hermanos: los sentenciarían a la horca o podrían librarse de la pena de muerte.

La familia, que en agosto de 2013 había vivido el seguimiento del juicio mediante el informe vía twitter por parte del reportero Víctor Hugo Michel —en una laptop, en el porche de su casa, rodeados de los medios de comunicación locales—, esta vez huyó.

RATIFICAN LA SENTENCIA

Apenas el martes 21 de abril aún se encontraba la familia en su casa y una de las hermanas de los muchachos, Leticia González, salió a atender.

“Mi madre está muy enferma, tuvo cita con el doctor, tuvo problemas con su pierna y se la tuvieron que amputar, ahorita está muy cansada y está dormida, no puede estar mucho tiempo sentada”, comentó.

Para el miércoles 22 de abril, día del juicio final en Malasia, la familia González Villarreal desapareció.

Alrededor de las once de la mañana sólo había dos mujeres usando el lavadero de la casa. Se les preguntó por Leticia y la familia, y sólo dijeron “pues Leticia llevó a su mamá al doctor y no sabemos cuándo van a volver”.

Después de eso, la casa rosa con portales y tela de gallinero lucía desolada, en el barandal una cadena y un candado sellado.

Pareciera que la familia no quiso compartir de nuevo ese momento con los medios de comunicación locales, ante los cuales habían estado en la última rectificación de la condena de muerte.

Esta vez no fue así. La familia se movió a la casa de Leticia, una de las hermanas de los jóvenes condenados. Todavía el día siguiente del juicio aún no se encontraba nadie en casa.

Después de toda la angustia vivida por estos dos padres, la señora Carmen Villarreal ha sufrido de problemas de salud, la diabetes hizo que perdiera una pierna, el señor Héctor González padece de problemas cardíacos.

El miércoles pasado, la información sobre el juicio de los tres sinaloense detenidos en Malasia provenía del twitter de Víctor Hugo Michel, quien a través de sus publicaciones narraba paso a paso el desarrollo del juicio.

Los hermanos estuvieron acompañados de Alejandrina y Consuelo, dos de sus hermanas, mientras el abogado de los acusados sentía un panorama alentador para los muchachos: “estamos optimistas con el panel que se nos ha asignado”, comentó KitsonFoong.

La defensa de los mexicanos y los otros dos detenidos argumentaba fallas y manipulación de las pruebas. Cuando tocó el turno de la fiscalía hizo pedazos las palabras del abogado Foong.

La fiscalía desaprobó totalmente la defensa de los tres mexicanos y desestimó que ésta tuviera solidez alguna.

La defensa indicaba que los hermanos nunca tuvieron acceso a los cuartos donde se encontraban las drogas, pero la fiscalía tenía el testimonio de dos guardias que decían lo contrario.

Los estudios realizados a la ropa que en ese entonces usaban los hermanos mostraban residuos que indicaban que habían tenido contacto con drogas, lo que hizo que la defensa se desmoronara en pedazos.

Después de que terminara el alegato y durante varios minutos, la familia estuvo a la espera de los resultados del magistrado.

Los familiares tuvieron la oportunidad de acercase a los hermanos, abrazarlos y mostrarles su apoyo. Regino, uno de los hermanos, le comentó al reportero “primero dios, nos vamos”.

Pero no fue así, la corte federal de Malasia desestimó el caso y se ratificó la pena de muerte para los mexicanos. La última apelación falló y los tres hermanos González Villarreal son culpables y su más probable destino es la horca.

Lo único que puede salvar a los tres sinaloenses es que el sultán Abdul Halim Muadzam Shah les otorgue el perdón.


(RIODOCE/ Emma Leyva Valdez / 26 abril, 2015)

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