lunes, 6 de mayo de 2013

LOS AMPARA Y LOS LIBERA



Gobierno de Enrique Peña con narcotraficantes y sospechosos detenidos por Calderón

 Manuel García Simental “El Chiquilín”, hermano de “El Teo”, recibe un amparo porque no le revelaron los nombres de los testigos protegidos que lo acusan. Tras las liberaciones del ex titular de la SEIDO, Noé Ramírez Mandujano y del General retirado Tomás Ángeles Dauahare por testimonios presuntamente falseados de testigos protegidos, hay descrédito e incertidumbre en el sistema de justicia penal. Urgen reformas para regular la costosa e ineficaz figura del testigo protegido, opinan sectores de la sociedad mexicana

LUIS CARLOS SÁINZ MARTÍNEZ

Uno más que fue detenido en el sexenio de Felipe Calderón y que es beneficiado con alguna figura jurídica en el de Enrique Peña Nieto.

Esta vez se trata de José Manuel García Simental “El Chiquilín”, a quien se buscaba en Tijuana en los años de la inseguridad desbordada -2007-2010- no solo por ordenar asesinatos, sino por delincuencia organizada y narcotráfico.

“El Chiquilín” fue el asesino de la edecán Adriana Ruiz y de decenas de personas más, según su confesión; también colaboró en actividades delictivas con su hermano, Teodoro García Simental, y en la corrupción de corporaciones policíacas. Cuando fue detenido en febrero de 2010, confesó éstos y otros delitos.

Sin embargo, el Segundo Tribunal Colegiado, con residencia en Tepic, Nayarit, confirmó el amparo otorgado por el Segundo Tribunal Unitario de la misma localidad a “El Chiquilín”, señalado como sicario y narcotraficante.

La protección es para que se reponga el proceso penal al que se encuentra sometido, debido a que no le hicieron saber los nombres reales de los testigos protegidos que declaran en su contra.

El auto de formal prisión dictado a “El Chiquilín” en abril de 2010, en un Juzgado de Nayarit, por su probable responsabilidad en la comisión de los delitos de delincuencia organizada y contra la salud, quedó sin efecto y se tendrá que dictar una nueva resolución.

De acuerdo al fallo protector, el juez de origen tendrá que tomar de nuevo la declaración preparatoria al inculpado, previa lectura de las imputaciones que se formulan en su contra y de darle a conocer los nombres reales de los testigos protegidos “Juan López Ochoa”, “Angélica”, “Guadalupe” y “Roberto”. El impartidor de justicia podrá entonces, al vencer el término constitucional, resolver lo que considere conveniente.

Los testigos protegidos son, en conocimiento de ZETA, otros miembros del Cártel Arellano Félix que cuando fueron detenidos -tal como sucedió con el propio Manuel García Simental-, delataron la actividad criminal de otros integrantes del CAF. Por ejemplo, se sabe que “Guadalupe” es en realidad Luis Ramírez Vázquez “El Güero Camarón”, y que “Angélica” es Pedro Ignacio Zazueta “El Pit”.

Además, allende la actuación de los testigos protegidos, al momento de su aprehensión, el 8 de febrero de 2010, “El Chiquilín” confesó a sus captores los ilícitos en que había participado. También, que trabajó en el “equipo de inteligencia” de Fernando Sánchez Arellano “El Ingeniero” hasta antes del 26 de abril de 2008, cuando sucedió la balacera de El Cañaveral, que arrojó más de 15 muertos. Asimismo, que traficaba y vendía cristal.

De acuerdo a aquellas declaraciones, después de que fue detenido junto a Raydel López Uriarte “El Muletas” en La Paz, Baja California Sur, “El Chiquilín” dijo que por ese ilícito trabajo ganaba 300 mil dólares a la quincena y pagó a varios policías para mantener la impunidad en Baja California. Declaró que a jefes de grupo les daba 5 mil dólares al mes, y 2 mil dólares a agentes regulares para que lo protegieran a él y a su banda.

De hecho, cuando la autoridad federal le inquirió sobre cuántos agentes trabajaban para él, dijo “pues todos”, y aclaró que recibieran o no dinero, todos los municipales le daban la cortesía si él o alguno de los suyos era detenido o encontrado en la comisión de un delito.

Pero si las declaraciones de su participación en el narcotráfico y la delincuencia organizada no fueran suficientes, también confesó haber ordenado el asesinato de la edecán Adriana Ruiz Muñiz. Que incluso solicitó la torturaran para que hablara, pero la mujer no lo hizo.

Como ZETA lo publicara en la edición que relata la aprehensión del narcotraficante hoy amparado por la Ley, entre el 12 de enero y el 8 de febrero de 2010, Manuel García Simental había ordenado la ejecución de 84 personas en Tijuana, como vendedores de droga que se negaban a cubrir adeudos con él. Daba las órdenes por radiocomunicación.

Sin embargo, ahora “El Chiquilín” obtuvo un amparo de la justicia mexicana.

MÁS DE 600 TESTIGOS PROTEGIDOS

Semejante al de “El Chiquilín”, existen casos como el de Juan Francisco Sillas Rocha “El Ruedas”, quien recientemente obtuvo una sentencia de amparo similar, o el de Jerónimo Javier Vera Ayala, cuyos testigos protegidos y el Ministerio Público Federal enredaron el asunto al grado de confundir a la autoridad judicial con su pertenencia al Cártel Arellano Félix y al grupo “Alto Impacto”, presuntamente creado por Jorge Hank Rhon para su seguridad. El amparo se encuentra en revisión y con muchas posibilidades de confirmarse.

Durante los primeros años del programa de testigos protegidos, figura jurídica vigente en la ley mexicana desde el 15 de octubre de 1996, la principal preocupación fue la seguridad personal de los sujetos cuyos testimonios sirvieron para iniciar averiguaciones previas y procesos penales en contra de miembros del crimen organizado.

Antes de finalizar la década de los noventa, varios de esos testigos, ex convictos y ex policías, estuvieron “desprotegidos” y fueron presa fácil de enemigos y añejos cómplices, quienes los localizaron solitarios y los atacaron. Algunos murieron y otros quedaron heridos. Sus colaboraciones, en la mayoría de los casos, prevalecieron y llegaron a sentencias condenatorias.

Desde entonces se cuestionaba la credibilidad de testimonios arreglados a conveniencia de las autoridades ministeriales y políticas. Hoy se habla de más de 600 testigos protegidos que reciben manutención superior a los 50 mil pesos mensuales, y los resultados en los fallos judiciales han volcado a la opinión pública sobre la crisis que vive el sistema de justicia penal en México.

Después de la liberación de personas a las que se dio la categoría de “presuntos delincuentes” y de desvirtuar las acusaciones de los testigos protegidos colaboradores, los calificativos de la situación van desde “ridículo” y “vergonzoso”, hasta “fracaso” e “impunidad”.

LOS OTROS LIBERADOS

A partir del primero de diciembre de 2012, al iniciar el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto, las sorpresas en este sentido van en aumento. Políticos, ex funcionarios y presuntos narcotraficantes han obtenido su libertad. Unos, por iniciativa de la Procuraduría General de la República, y los más, por resoluciones jurisdiccionales.

El procurador Jesús Murillo Karam lo advirtió desde el principio. No sería una fiscalía de consigna. A ello se sumó la nueva política del Gobierno de la República, de no criminalizar a los detenidos y evitar su exposición ante los medios de comunicación. Los suspicaces imaginaron que se trataba del comienzo de una época de mucha oscuridad y posibles arreglos. Eso, solo el tiempo lo determinará.

La primera gran sorpresa de la administración peñista fue el levantamiento del arraigo que pesaba sobre Beatriz Elena Veramendi Martínez, ex agente especial de investigación en la Embajada de los Estados Unidos durante cuatro años y señalada por un testigo protegido de esconder dinero recibido de narcotraficantes. El 4 de diciembre de 2012 fue detenida y puesta bajo arraigo de 40 días, pero doce días después, el procurador Murillo Karam ordenó su libertad.

Siguió la liberación de Rodolfo de la Guardia García, ex director de Interpol México, el 5 de enero de 2013. Estuvo preso desde 2008, acusado de delincuencia organizada, lavado de dinero y delitos contra la salud. Luego, el 23 de enero, aunque no se trató de un caso de testigos protegidos, ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación otorgaron un amparo que libró de prisión a la secuestradora francesa Florence Cassez, por supuestas violaciones a sus derechos humanos y procesales, desatando un escándalo en la sociedad mexicana, pues se le consideraba culpable.

El Presidente de la República se manifestó respetuoso de la división de poderes, señalando que después de ese fallo giraría instrucciones a miembros de su gabinete para que “todas y cada una de las acciones de la Policía Federal, del Ministerio Público de la Federación, se realicen con estricto apego a derecho” para no repetir casos como el de la francesa.

En abril sucedieron dos liberaciones más. Primero, el día 15, un Juez de Distrito en Nayarit absolvió a Noé Ramírez Mandujano, ex titular de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO), y el 17, en una acción poco usual, el procurador general de la República emitió conclusiones “no acusatorias” a favor del General retirado Tomás Ángeles Dauahare, quien fuera subsecretario de la Defensa Nacional entre 2006 y 2008. En ambos asuntos, las acusaciones de los testigos protegidos eran “insostenibles”.

Peña Nieto se volvió a pronunciar: “’Hemos aprendido mucho de éste y otros casos; el Estado Mexicano está obligado a privilegiar el debido proceso al que tiene derecho todo ciudadano’”.

Tanto Ramírez Mandujano como el divisionario Ángeles Dauahare, estaban ligados a los procesos de Rodolfo de la Guardia y la imputación a Beatriz Veramendi, señalados en la “Operación Limpieza” iniciada a insistencia del gobierno de los Estados Unidos, como protectores de narcotraficantes. Los testigos protegidos fueron: “Jennifer”, “Pitufo”, “Mateo”, “Némesis”, “Paco” y “Tigre”, entre otros.

El descubrimiento de que la mayoría de los testigos falsos mentían, no es reciente. En el mismo sexenio de Felipe Calderón se cayeron los procesos “construidos” con ese recurso. El caso del “Michoacanazo”, en el que 35 alcaldes y funcionarios del Estado de Michoacán fueron vinculados al narcotráfico y quedaron libres, es el más vivo ejemplo.

También, acusados y liberados, vivieron la misma película Javier Herrera Valles, ex coordinador de Seguridad Regional de la Policía Federal Preventiva, y Víctor Garay Cadena, comisionado de la misma Policía Federal, señalados de proteger a las organizaciones de los hermanos Beltrán Leyva y el Cártel de Sinaloa. Un magistrado estimó como infundados los señalamientos de los testigos.

Antes que ellos, el ex alcalde de Cancún, Greg Sánchez, quien era aspirante a la gubernatura de Quintana Roo, fue encarcelado por dichos de testigos protegidos y después exonerado por autoridades judiciales, al no encontrar sustento en las imputaciones.

Ahora, muchos otros procesos penales están en riesgo de seguir el mismo camino. Unos por las pifias, mentiras y consignas políticas de quienes ostentaron algún poder, y otros más porque la inercia que se vive en el sistema de justicia podría prestarse a declarar inocentes a verdaderos criminales, que ahora ven más cerca la puerta abierta hacia la libertad.

Ante esta incertidumbre, diversos sectores de la sociedad mexicana y legisladores han expresado la urgente necesidad de que la figura del testigo protegido desaparezca, o bien, se reforme, tal como sucedió con el arraigo. Otras opiniones expresan que el problema no son ni el arraigo, ni los testigos protegidos, sino la falta de honestidad de todo un sistema y la impunidad.

(Semanario ZETA/ ZETA Investigaciones/ mayo 6, 2013)

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