Análisis/ Axel Didriksson
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Algo raro pasa cuando un gobierno se glorifica de
poner en marcha programas que copian línea por línea lo que se ha hecho en el
pasado –sin hacer referencia a lo que antes se propuso– y se enfatiza la
confrontación con lo que antes se dijo y ahora se repite. Se trata de una
práctica de ocultamiento que va más allá de la comprensión de las razones para
hacerlo, en el afán de hacer creer una mentira repetida como una verdad
original. La copia y el mal acordeón son pésimas prácticas escolares.
Hace apenas unas
semanas fue dado a conocer el informe de labores de la SEP correspondiente al
periodo 2006-2012, que lleva como título Legado educativo. Logros y avances,
rubricado por el último secretario de Educación del sexenio anterior, el ahora
expanista José Ángel Córdova, y editado con los nombres de los miembros de su
gabinete emergente.
El informe hace
referencia al Concurso de Plazas para Maestros y Directores que se llevó a cabo
bajo el paraguas de la denominada –y ahora enterrada sin pena ni gloria–
Alianza por la Calidad de la Educación. Allí se habla del Concurso Nacional
para el Otorgamiento de Plazas Docentes que implantó “una prueba de selección
cuya finalidad es elegir a los mejores candidatos a ocupar plazas docentes…
(porque con ella, dicen) quedan desterrados procedimientos que, si bien
encontraron su justificación en otro momento histórico (sic) obstaculizarían en
el presente la necesidad de alcanzar una verdadera calidad educativa” (p. 20).
Por medio de este examen estandarizado concursaron 667 mil personas para cubrir
100 mil plazas docentes y más de 479 mil plazas de horario parcial. Según este
informe, además, 99% de las escuelas del país tienen un director electo por
concurso, lo que consideran “toda una revolución” (p. 25). A esto ahora se le
llama Servicio Profesional del Magisterio; y su paraguas, Pacto por México.
En otro capítulo se
expone lo referido a la reforma a la carrera magisterial y de estímulos, a las
pruebas ENLACE y PISA y también a la reforma al Instituto Nacional para la
Evaluación de la Educación (INEE), el que a partir de mayo de 2012 fue
convertido en un organismo público no sectorizado “con autonomía de gestión y
presupuesto propio para fortalecer su especialidad técnica de manera
independiente” (pp. 40-41). Ahora se le ha dado, por segunda vez, autonomía al
INEE y tiene las mismas funciones, como las que aparecen en el texto como
Registro Nacional de Alumnos, Maestros y Escuelas.
A continuación se
hace referencia a la denominada reforma “integral” a la educación básica y
media superior (que de integral no tiene nada porque se trató de adoptar un
reduccionista currículum por competencias, que a la fecha se ha querido
implantar entendiéndolo como se ha podido) y otras tantas linduras narrativas
llenas de vaguedades para llenar páginas y páginas en este informe de poca
sustancia, como las que se refieren a “la participación de la sociedad” en la conducción
y planeación de la actividad escolar.
El tema en contraste
es llano y simple. El decreto de reforma al artículo tercero constitucional
–que han avalado más de 20 congresos estatales y que se ha aprobado con el
mismo contenido, procedimiento y hasta lenguaje del informe de la SEP del
anterior sexenio– ahora aparece como el signo de los renovados tiempos del PRI;
pretende decirnos que se ha llegado al momento histórico en el que se iniciará
la gran reforma en el sistema educativo nacional y para muchos analistas
(algunos dicen cosas al respecto que hasta sorprenden) al arribo del momento en
el que por fin se asumirá la rectoría del Estado en la educación y se podrá
calificar el desempeño del sistema exactamente con los mismos mecanismos,
métodos y pruebas que desde hace años han sido evaluados como fallidos y hasta
como una política que ha conducido al actual estado de desastre que se vive en
la educación nacional.
No vale la pena
insistir –como se argumentó durante los dos anteriores sexenios– en que ambos
partidos, PAN y PRI, se parecían hasta en las mañas y en sus entrañas, porque
ahora la revoltura está más enredada y abigarrada. Tampoco en que se trata de
una ligereza llena de ingenuidad –porque a ver quién se traga esa pildorita– y
menos aún en que es puro plagio sin miramiento, porque siempre hay matices.
Se trata más bien de
un gobierno que está pasando de la aceptación de su ignorancia como sistema, al
de prácticas de ocultamiento mediático que se promueven con la frecuencia de
espectáculos políticos (y allí sí que hay verdaderos magos y “maestras” que
saben hacerlos a la perfección). El problema es que en medio está lo educativo,
y por la superficialidad con la que se maneja el tema, todo apunta a la
profundización de las negativas consecuencias económicas y sociales que tendrán
que afrontar nuevas generaciones perdidas; y el atraso educativo, científico y
de conocimiento que se profundizará hacia los próximos años. El ocultamiento de
una educación hecha añicos.
(PROCESO/ Análisis/ Axel Didriksson/ 7 de febrero de
2013)
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