
Ricardo Ravelo/ Reportaje Especial
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Cuando el ex comisionado de la Policía Federal
Preventiva Javier Herrera Valles acusó a Genaro García Luna ante Felipe Calderón
de corrupción y narcotráfico selló su destino… Rápidamente, y mediante testigos
protegidos, la PGR armó un caso contra el exjefe policiaco para procesarlo por
delincuencia organizada y tráfico de drogas.
Sin embargo, para David Herrera
Valles, hermano del procesado, es claro que el actual secretario de Seguridad
Pública está ejerciendo una venganza contra Javier por haber osado denunciar al
“policía consentido del presidente” Calderón.
Después de ratificar sus declaraciones ministeriales en las que acusa al
titular de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), Genaro García Luna, de
actos de corrupción, tráfico de influencias y de mantener vínculos con el
narcotráfico, Javier Herrera Valles, excomisionado de la Policía Federal
Preventiva, fue torturado en el penal El Rincón de Tepic, Nayarit, por un grupo
de agentes federales que ingresaron a la prisión la madrugada del pasado 13 de
febrero.
Así lo afirma David Herrera Valles, hermano de Javier, quien
responsabiliza del hecho al general Mario Antonio Bonifaz Guillén. Agrega que
desde 1997 este militar tiene antecedentes por actos de tortura –recomendación
118/1997– y actualmente es uno de los hombres de confianza de Genaro García Luna
en el área penitenciaria de la SSP.
Aunque los presuntos actos de tortura
fueron denunciados por David Herrera ante la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos (CNDH) a finales de febrero pasado, hasta ahora no se ha castigado a
nadie.
El 23 diciembre de 2011 Javier Herrera Valles fue sentenciado a 10
años de prisión por los delitos de tráfico de drogas y delincuencia organizada,
cargos que él negó. Aseguró que fueron fabricados por García Luna.
El fallo
judicial en contra de Herrera Valles se basa en imputaciones que le hacen
testigos protegidos de la Procuraduría General de la República (PGR), quienes en
sus testimonios dan cuenta de la corrupción que priva en la SSP y de los
vínculos de altos funcionarios de esa dependencia con el narcotráfico.
Sergio
Barragán Villarreal El Grande y Víctor Manuel Martínez Rocha El Pitufo acusan a
Herrera Valles de servir a los intereses del Cártel de Sinaloa, en particular al
jefe de esta organización, Joaquín El Chapo Guzmán, con quien, según ellos, se
vincu-ló cuando fungía como comisionado de la Policía Federal Preventiva en
Acapulco, Guerrero.
Al respecto, David Herrera Valles afirma:
“Todo eso es
una farsa; es una fabricación ordenada por García Luna porque mi hermano lo
acusó de tráfico de influencias, corrupción y narcotráfico”.
–¿La acusación
contra su hermano es una venganza política de García Luna?
–No tengo ninguna
duda de eso. No soportaron los cuestionamientos de mi hermano, en el sentido de
que la guerra contra el narcotráfico fue una farsa. En realidad la policía
protegía al narcotráfico, al Cártel de Sinaloa, y para cumplir esos objetivos
García Luna removió a los policías de carrera y metió a sus amigos.
“Después
de que mi hermano denunció toda la corrupción ante el presidente Felipe
Calderón, ordenaron a la PGR armarle un expediente a mi hermano en el que
declararon en su contra puros testigos protegidos manipulados por la PGR. Así se
orquestó la venganza que lo tiene en prisión y en mal estado de salud porque ha
sido golpeado por órdenes de García Luna.”
Maquinaciones
En el expediente 25/2009 –cuya copia tiene este semanario– integrado en
contra de Javier Herrera Valles aparecen declaraciones rendidas por capos de
diversos cárteles que ahora son testigos protegidos estelares de la PGR, entre
otros Sergio Villarreal Barragán, El Grande; Víctor Manuel Martínez Rocha, El
Pitufo y Jennifer. Este último es un exmilitar a quien se le vinculó con el
Cártel del Golfo.
En sus declaraciones no sólo acusan a Herrera Valles de
recibir dinero del Cártel de Sinaloa y de proteger el tráfico de drogas, sino
que lo señalan como el principal reclutador de delincuentes habilitados como
policías federales con credenciales falsas para servir a los intereses del
narcotráfico.
También revelan que al inicio de la guerra contra el crimen
organizado, en 2006, la Policía Federal Preventiva brindaba protección al
narcotráfico y que estas actividades eran del conocimiento de los altos mandos
de la SSP, pues hasta en vehículos oficiales se transportaba droga o dinero y se
cumplían comisiones especiales para darle facilidades al Cártel de Sinaloa y al
Chapo Guzmán, jefe de ese grupo criminal.
Según el testimonio de El Pitufo,
Herrera Valles tenía vínculos con Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, los
hermanos Beltrán Leyva y el Cártel de Sinaloa. También dijo que esas relaciones
se amarraron en Acapulco, Guerrero, a donde llegaban los cargamentos de cocaína
que entraban desde Centroamérica por el estado de Chiapas.
El testigo mencionó
que los agentes federales asignados a los retenes no detenían los cargamentos
porque la señal para dejarlos pasar era prender tres veces las luces altas de
los autos que transportaban la droga.
El Pitufo fue agente federal y luego se
ligó con el Cártel del Golfo y otros grupos criminales. En su declaración del 18
de octubre de 2008 dijo:
“Decidí dedicarme al trasiego de narcóticos y de
dinero en efectivo, y en una de esas ocasiones en las que me comisionaron para
trasladar dinero en efectivo de la ciudad de Acapulco al Distrito Federal, en un
restaurante Vips hice contacto con una persona a la cual le apodaban La Barbie.
Me presentó a Javier Herrera Valles, quien fue comisionado de la Policía Federal
Preventiva en Acapulco, Guerrero, y quien me comisionó para que entregara un
maletín a una persona a la cual no conocí.”
El Pitufo también relató que él
trabajaba con una persona a quien se refiere como Román o El Patrón y que tenía
un alto cargo en la Policía Federal. Asegura que ese sujeto le pagaba 50 mil
pesos por transportar dinero y drogas en vehículos oficiales, y que siempre le
llamaba del número celular 0445526602487.
Añadió que en una ocasión conoció a
Joaquín El Chapo Guzmán y narró los detalles de este encuentro con el jefe del
Cártel de Sinaloa:
“Encontrándome en la ciudad de Guadalajara fui invitado al
parecer al rancho de (El Chapo). Me pusieron un pasamontañas y me agacharon en
el piso del vehículo, y luego de haber transitado por espacio de 40 minutos
(llegamos) a lo que parecía un rancho en el que se encontraba El Chapo Guzmán.
Él me encomendó el traslado de 700 kilos de cocaína de la ciudad de Guadalajara
a Acapulco, Guerrero, y fue El Chapo el que por mi lealtad me bautizó como El
Niño de Oro.
“En septiembre de 2008, en el puerto de Acapulco, Guerrero, se
efectuó una reunión en un hotel cuyo nombre no recuerdo, a donde acudieron los
jefes de los diferentes cárteles, entre ellos el del Golfo, el Pacífico y la
Gente Nueva, que son de Michoacán, y Zetas, para ponerse de acuerdo y unirse
porque el gobierno les estaba partiendo la madre.
“En esa reunión estuvo
presente El Chapo Guzmán y por instrucciones de Javier Herrera Valles y del
Patrón y/o Román, yo me encargaría de reunir a un grupo de 40 personas
destinadas para formar un grupo especial antisecuestros. Esto era aparentemente,
ya que en realidad se les iba a utilizar para el traslado de droga pero estarían
protegidos con credenciales de la Policía Federal. A las personas las recluté en
Acapulco; busqué taxistas, amigos y conocidos que quisieran entrarle al
narcotráfico apoyados por la Policía Federal.”
Aunque el testigo protegido no
reveló el nombre de su jefe –El Patrón y/o Román–, aseguró que se trataba de un
alto mando de la Policía Federal “muy bien conectado allá arriba” y dueño de dos
yates –Splendor y Dreams– atracados en el puerto de Acapulco “que están a mi
nombre”.
También mencionó que su jefe y otros funcionarios de la SSP han
utilizado el yate de La Barbie, que también se encuentra en Acapulco.
Víctor
Hugo Martínez Rocha, otro de los testigos del caso Herrera Valles, no aceptó
incriminarlo y por esa razón fue torturado por agentes del Ministerio Público.
Así lo manifestó en su declaración ministerial.
En su testimonio mencionó que
altos mandos de la SSP, subalternos de García Luna, lo obligaron a firmar
papeles cuyo contenido desconocía y hasta que los vio publicados en los medios
de comunicación se dio cuenta de que se trataba de incriminaciones por
delincuencia organizada en contra de Herrera Valles.
“Después de seis horas
de que me dijeron que estaba detenido por el delito de fraude, bajo tortura
psicológica y física me hicieron firmar con amenazas cuatro hojas que no supe su
contenido, pero luego me enteré que estaba relacionado con Javier Herrera
Valles, a quien no conozco ni nunca antes lo había visto.
“Quiero informar
que nunca fui asistido por algún abogado o persona de mi confianza. Quiero
señalar que fui torturado por los MPS que me detuvieron en la SIEDO y a quienes
puedo reconocer sin temor alguno y a uno en especial que fue quien informó que
ya tenían para chingar a Herrera Valles para que dejara de fregar al patrón “GL”
y fue quien me dijo que firmara porque tenían a mi hija y a mi esposa y que las
iban a matar y por eso lo hice, pero aclaro que no conozco a Javier Herrera
Valles y nunca lo he visto.”
Por su parte, Herrera Valles negó tener vínculos
con el crimen organizado. Pese a la sentencia de 10 años que pesa en su contra,
asegura que el suyo es un caso político, una venganza del gobierno y de García
Luna porque puso al descubierto la corrupción en la SSP y los nexos de altos
mandos de la Policía Federal con el narcotráfico.
Simulación
Poco después de que el presidente Felipe Calderón declarara la guerra al
narcotráfico, en 2006, Javier Herrera Valles inició una campaña de
cuestionamientos al titular de la SSP, Genaro García Luna, a quien acusó de
corrupción y de utilizar a la Policía Federal para proteger los intereses del
Cártel de Sinaloa (Proceso 1637).
En dos cartas enviadas al presidente Felipe
Calderón –una el 15 de febrero y otra el 8 de mayo de 2008–, Herrera Valles
señaló que no se estaba combatiendo al narcotráfico y que los operativos en
realidad eran de risa, pues no se perseguía a nadie y siempre que solicitaban
apoyo con helicópteros para detener a los delincuentes éstos llegaban a
destiempo.
También se refirió a la corrupción que prevalecía dentro de la SSP
en la compra de aeronaves sin licitación, y en el ingreso de policías inexpertos
que obtenían rápidos ascensos y salarios estratosféricas sin tener méritos ni la
capacitación adecuada para ocupar altos cargos. Según sus denuncias, García Luna
diseñó un modelo policiaco “para simular” una batalla contra el narcotráfico”
(Proceso 1673).
De todas estas irregularidades, así como de protección al
narcotráfico, Herrera Valles acusó a García Luna y a sus subalternos Luis
Cárdenas Palomino y Facundo Rosas. Identificó a esos jefes policiacos como los
principales orquestadores de la acusación que lo mantiene preso en el penal El
Rincón de Tepic, Nayarit.
Un alto funcionario de la PGR le advirtió a Herrera
Valles que era muy peligroso meterse con García Luna porque era el funcionario
“consentido y protegido del presidente”.
Pese a los avisos, Herrera Valles no
cejó en sus señalamientos contra García Luna, por lo que fue cesado como
comisionado de la Policía Federal. Ese fue el primer golpe.
Luego comenzó la
persecución. Según David Herrera, García Luna ordenó intervenir todos sus
teléfonos, recibía amenazas de muerte y comenzó el hostigamiento permanente en
contra de Herrera Valles y sus familiares.
La ofensiva prosiguió: el 17de
noviembre de 2008, la PGR solicitó la detención de Herrera Valles por los
delitos de fomento al narcotráfico y crimen organizado.
Al momento de su
aprehensión, efectuada en la Ciudad de México, Herrera Valles fue golpeado y le
fracturaron una costilla. Luego fue enviado al penal de Tepic, Nayarit, donde
actualmente permanece.
Las presiones contra los hermanos Herrera Valles
aumentaron: después de Javier fue detenido, por los mismos delitos, su hermano
Arturo, quien se desempeñaba como comandante de región de la Policía Federal.
Eso no fue todo. La vendetta también alcanzó a Alfonso Herrera Valles. Luego de
12 años de trabajo en la Policía Federal, fue obligado a renunciar debido a que
lo cambiaron de plaza y lo mantuvieron sin actividad alguna.
En su queja ante
la CNDH, David Herrera Valles señala que el 15 de febrero último unos 500
policías federales encapuchados ingresaron al penal de El Rincón de Tepic,
Nayarit, y golpearon a varios reos, sin razón aparente.
Durante ese operativo
el director general de Seguridad y Custodia de la Subsecretaría del Sistema
Penitenciario Federal de la Secretaría de Seguridad Pública, Mario Antonio
Bonifaz Guillén, se presentó en la mazmorra donde permanece recluido Javier
Herrera y le ordenó que se desnudara.
El excomisionado de la PFP comparte celda
con Noé Ramírez Mandujano, el extitular de la SIEDO, quien enfrenta cargos por
delincuencia organizada. Herrera obedeció. Se quitó la ropa y en ese momento
comenzó a ser golpeado y empujado bruscamente contra la pared, refiere David
Herrera.
–¿Cuánto duró la golpiza?
–Mucho. Le pegaban en las piernas, en
la nuca, era una salvajada. Querían que mi hermano respondiera para matarlo ahí
adentro. Era una clara provocación.
Después le quitaron sus pertenencias:
radio, ropa, chamarras, almohadas, cobijas, libros, cartas, tenis, calcetines.
Incluso se llevaron sus medicinas. También le quebraron la dentadura postiza que
le pusieron de manera provisional dos meses antes de ser encarcelado.
En su
queja ante la CNDH, David Herrera sostiene que el general Mario Antonio Bonifaz
Guillén es un torturador con antecedentes en este organismo, que emitió la
recomendación 118/1997 por actos de tortura. Pese a ello, afirma, sigue “gozando
de impunidad”.
El hostigamiento contra el excomisionado de la PFP no cesó.
“Luego de la golpiza que le propinaron las autoridades del penal, en complicidad
con los funcionarios de la SSP, ordenaron tapar el drenaje de la celda de mi
hermano, la cual se inundó de aguas negras y excremento”.
En esas condiciones,
apunta David, mi hermano no probó alimento en más de cuatro días, “pues es
imposible comer cuando se nada en la mierda”.
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