Durante 2016 fueron repatriados 219 mil
932 mexicanos, de los cuales 13 mil 746 fueron menores de edad y especialistas
en el tema calculan que el número aumentará con las nuevas políticas
migratorias de Trump, lo que pondría en crisis a las instituciones educativas y
de ayuda a los migrantes.
Ana Luisa Guerrero
Ciudad de México. 9 de marzo
de 2017 (Agencia Informativa Conacyt).- En México, se han encendido focos de
alerta frente a las posibles deportaciones masivas de migrantes en Estados
Unidos, tras la implementación de la política migratoria del presidente Donald
Trump.
Aunque a la fecha no se han
registrado cifras superiores a las tendencias de años previos, se vislumbra que
podrían sobrepasar los casi tres millones de mexicanos que fueron deportados
durante la administración de Barack Obama.
En esta circunstancia,
estudiosos de la migración hacen énfasis en un aspecto de impacto social: la
repatriación de los menores migrantes no acompañados y la obligación del Estado
mexicano de atenderlos y garantizar sus derechos, establecidos tanto en la Ley
de Migración como en la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y
Adolescentes.
Durante 2016 fueron
repatriados 219 mil 932 mexicanos, de los cuales 13 mil 746 fueron menores de
edad, según datos de la Secretaría de Gobernación; un año antes, sumaron 11 mil
743 niñas, niños y adolescentes (NNA).
La doctora Aída Silva
Hernández, profesora investigadora de la Universidad Autónoma de Baja
California (UABC), destaca que aunque en su discurso el Presidente Donald Trump
no ha hecho distinción etaria en las deportaciones, es un hecho previsible que
incluirán a NNA.
“Con las nuevas políticas
puede proyectarse que aumente el número porque se está reforzando el control en
el cruce y se está deteniendo sin una condición diferencial. Para él todos son
infractores, sin destacar si se trata de personas en una situación de vida
particular, como pueden ser niñas, niños y adolescentes, ni tampoco que están
acompañados o no acompañados”, dice a la Agencia Informativa Conacyt.
Frente a un posible arribo
masivo de connacionales, el doctor Óscar Misael Hernández Hernández,
investigador de El Colegio de la Frontera Norte (Colef), considera que las
ciudades fronterizas no están preparadas para acogerlos, sobre todo porque los
albergues se verían rebasados para atender a los menores.
En México, existen 11 módulos
ubicados en las ciudades de Tijuana y Mexicali, en Baja California; San Luis
Río Colorado y Nogales, en Sonora; Ciudad Juárez-Ojinaga, en Chihuahua; Ciudad
Acuña y Piedras Negras, en Coahuila; y Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros, en
Tamaulipas; a través de los cuales ingresan los mexicanos deportados por
autoridades estadounidenses.
En los casos para menores de
edad no acompañados se siguen mecanismos de atención en colaboración con el
Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) nacional y estatales,
procurando la reintegración con sus padres o tutores.
No obstante, las historias de
los miles de menores mexicanos acompañados y no acompañados que han sido
repatriados comenzaron a escribirse tiempo atrás, conformadas de experiencias
migratorias particulares.
RUMBO AL NORTE…
El flujo migratorio de niñas,
niños y adolescentes comenzó a registrarse desde la post-revolución, y fue
hasta la década de los noventa que los procesos de repatriación de Estados
Unidos a México fueron considerados por la academia para su estudio. En Cuando
la vida pronto atraviesa fronteras. Niñas, niños y adolescentes migrantes no
acompañados en el corredor Centroamérica-México-Estados Unidos, un cuadernillo
de divulgación editado por El Colef, la doctora Aída Silva Hernández destaca
que desde entonces, y a la fecha, esta problemática ha mostrado variantes en
relación con las causas que promueven su emigración bajo la condición de “no
acompañamiento”.
De acuerdo con el documento,
en el año 2000 el Sistema Nacional DIF reportó la atención de ocho mil 768 NNA
migrantes no acompañados en su red de albergues; la cifra creció a partir de
2004, llegando en 2007 a 21 mil 73 mexicanos menores de edad en calidad de no
acompañados.
Imagen: Tomada de Cuando la vida pronto
atraviesa fronteras.
En Estados Unidos, el
problema se tornó más crítico, al grado que en 2014 el flujo de migrantes
menores no acompañados fue de 51 mil 700, la mayoría centroamericanos, que
llevó al presidente Obama a calificarlo de crisis humanitaria. Un año después
la cifra disminuyó a 28 mil 300, en gran medida debido a las políticas de
contención aplicadas en México a través del Programa Frontera Sur.
Los estados de Baja
California, Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas son la vía de
ingreso a territorio norteamericano tanto de mexicanos como de migrantes
provenientes de los países que conforman el llamado Triángulo Norte: Guatemala,
El Salvador y Honduras, pero recientemente también lo ha sido de haitianos y
africanos, entre otros.
Los menores mexicanos no
acompañados que migran a la nación de las barras y las estrellas en su mayoría
son adolescentes y provienen de estados como Guerrero, Veracruz, Michoacán,
Oaxaca y Chiapas.
Se trasladan a la frontera
normalmente en autobuses de pasajeros y, en pocos casos, por avión. En su
tránsito por el territorio nacional carecen de atención especial debido a que
la Ley de Migración solo se refiere a NNA extranjeros, a pesar de que su
travesía puede ser por periodos de semanas y hasta de meses. Su migración se
debe, en gran medida, a la reunificación familiar y al propósito de trabajar.
En tanto que los
centroamericanos se enfrentan a crudas realidades. Su tránsito es al margen de
la vigilancia del Instituto Nacional de Migración (INM) y el sistema DIF por su
condición migratoria irregular. Se enfrentan a lo que en el ámbito académico se
ha llamado “frontera vertical”, es decir, a una vigilancia que se extiende a lo
largo del territorio nacional por ambas instituciones que, aunque persiguen
distintos objetivos, al final cumplen uno mismo: retener al niño o al
adolescente.
Viajan al norte huyendo de la
violencia que impera en sus lugares de origen y se trasladan en el tren de
carga denominado “La Bestia”, sorteando los peligros que conlleva el propio
traslado, así como exponerse al crimen organizado.
“Es el transporte al que
tienen acceso por su condición clandestina. En algún momento era por su bajo
costo, pero ahora les cuesta y mucho, porque los criminales han tejido redes en
las que cobran cuotas y si no se pagan, podría implicar hasta la muerte”,
explica la doctora Silva Hernández.
De acuerdo con la
investigadora, para cruzar el territorio mexicano se hacen alrededor de 15
viajes en el tren, y en algunos casos tardan entre cinco y nueve meses en
llegar a la frontera norte, debido a que en las múltiples paradas se detienen
en albergues, trabajan o piden apoyos para reunir recursos que les permitan
seguir la travesía.
¿A QUÉ SE ENFRENTAN?
Asaltos, extorsiones,
secuestros y abandono del “pollero” o “coyote” son algunos de los riesgos
sociales a los que se enfrentan los menores migrantes mexicanos; pero también
deben afrontar situaciones de intenso calor o frío, así como el riesgo de morir
ahogados en su cruce por el río Bravo.
El doctor Óscar Misael
Hernández ha documentado esta problemática en la frontera Tamaulipas-Texas y
señala que a ello se suma que sean corrompidos por agentes del Estado mexicano,
ya sea por militares, policías federales o estatales. O bien, que sean
retenidos, extorsionados o reclutados por algún grupo del crimen organizado,
que ante la negativa acaben con su vida, como sucedió entre 2010 y 2011 en el
municipio de San Fernando, donde se encontraron más de 200 cuerpos en fosas
clandestinas.
En el artículo “Riesgos en la
migración irregular de menores mexicanos a Estados Unidos”, el investigador
nacional nivel I señala —a partir de testimonios— que los migrantes, tanto
adultos como menores, “enfrentaron un primer riesgo al llegar al estado de
Tamaulipas: la probabilidad de ser secuestrados por grupos del crimen
organizado, ya fuera para ser robados, extorsionados o reclutados, y, en el
caso de algunas niñas migrantes, de que se abusara de ellas sexualmente”.
La mayoría de los menores de
edad repatriados en los últimos años son adolescentes entre 12 y 17 años de
edad, y casi la totalidad (ocho de cada diez) son varones.
… DE REGRESO
Las experiencias migratorias
de menores son abundantes, el doctor Óscar Misael Hernández documenta casos
recopilados en entrevistas a mexicanos que han sido detenidos por la Patrulla
Fronteriza en territorio fronterizo con Tamaulipas.
“Apenas pasamos el río y
caminamos un poco, y que se ven unas luces. Luego el ‘coyote’ gritó: ‘Es la
migra, corran’. Y que empezamos a correr, pero ellos traían camionetas y que
aceleran y nos alcanzan. Otros corrieron para otro lado, pero a nosotros nos
alcanzaron y que nos dicen: ‘Tírense al suelo’, y ya ahí a los grandes los
esposaron y luego nos comenzaron a subir a las camionetas”, narra Guadalupe, de
16 años, en junio de 2012.
Una vez detenidos, son
llevados a estaciones de la Patrulla Fronteriza donde son clasificados por
edades y sexo. Se dan casos en que la edad es puesta en duda, por lo que se les
incluye en el grupo de los adultos migrantes, a pesar de que intenten convencer
a los agentes de que son menores de edad, pero en muchas ocasiones no logran
demostrarlo. En dichas estaciones son sometidos a interrogatorios sobre su
identidad y nacionalidad, sobre su procedencia y los símbolos patrios.
“Nos empiezan a preguntar el
nombre, que la edad, que de dónde éramos y así. Yo les dije: ‘Pues me llamo
Flora y tengo 17 años; vengo de Oaxaca’, pero no me creían. Me dicen: ‘No, tú
eres de Guatemala’. Y les digo: ‘No, soy mexicana, de Oaxaca’, pero me decían
que no porque yo hablaba como de Guatemala. Y que me empiezan a decir: ‘Pues te
vamos a enviar a Guatemala’. Entonces me dio algo de miedo, pero luego pensé:
‘Pues que me manden, al fin que me queda cerca de donde vivo’. Pero ya luego sí
me creyeron. Nos tuvieron varias horas ahí, pero finalmente nos enviaron al
consulado mexicano y ahí fue lo mismo; otra vez nos preguntaron muchas cosas: a
mí, que si sabía de qué color era la bandera, qué animal tenía y así. Ya
terminaron y nos enviaron acá”, documenta el doctor Óscar Misael Hernández en
una entrevista a Flora (17 años) en septiembre de 2012 en un Centro de Atención
al Menor Fronterizo en Tamaulipas.
Los menores migrantes no
acompañados detenidos en Estados Unidos son enviados a los consulados de
México, a través de los cuales se formaliza la repatriación por medio del DIF,
institución que asume la tutoría. Los menores de 12 años por lo regular
permanecen en albergues del mismo DIF, mientras aquellos que tienen entre 13 y
17 años son canalizados a albergues que en muchos casos son operados por
organizaciones de la sociedad civil.
La doctora Aída Silva
Hernández explica que en la ciudad de Tijuana, Casa YMCA recibe a los migrantes
adolescentes, y como ocurre en los albergues de los seis estados fronterizos,
se inicia un procedimiento en el que se procura que los padres o tutores del
menor vayan a recogerlos, o bien se entregan al sistema DIF del estado del que
son originarios.
Imagen: Tomada de Cuando la vida pronto
atraviesa fronteras.
Cuando los menores
centroamericanos no acompañados son detectados y retenidos por autoridades del
INM, son presentados al Sistema Nacional DIF para su custodia mientras se
resuelve su situación migratoria. Ahí los entrevistan Oficiales de Protección a
la Infancia (OPI), y aunque la Ley General de Derechos de las Niñas, Niños y
Adolescentes se sustenta en el principio del interés superior de la niñez, la
realidad que narran los menores es diferente.
La doctora Aída Silva
Hernández explica que si se determina la conveniencia del retorno asistido del
menor, corresponde al DIF garantizar el eficaz retorno asistido con sus
familiares adultos, por lo cual se notifica al consulado correspondiente la
situación de su ciudadano e inicia el proceso de salida.
El testimonio de Bruno,
guatemalteco de 15 años, muestra que acompañado de su hermano también menor de
edad, tuvieron que esperar tres meses en instalaciones del INM y del DIF en
Mexicali, Baja California, para que se efectuara su retorno asistido.
“Estuvimos en un cuartito
blanco, encerrados. Más bien estuvimos como un mes en el DIF, pero como nos
peleamos con los otros, nos devolvieron al cuarto (de Migración). La puerta
bien cerrada, no podíamos salir del cuarto, no hacíamos nada en todo el día.
Luego nos mandaron en avión al DF. Ahí firmamos unos papeles, esperamos unas
horas y nos mandaron a Guatemala en avión. Ahí nos esperaba DGM (Dirección General
de Migración de Guatemala). De ahí de la DGM nos llevaron con mi hermana (mayor
de edad); nos entregaron (Bruno, entrevista, 2012)”.
De acuerdo con la
legislación, el menor de edad extranjero no acompañado puede solicitar que se
regularice su situación migratoria en México cuando “a juicio del Instituto o a
solicitud del niño, niña o adolescente pudiera acceder al asilo político o al
reconocimiento de la condición de refugiado”.
Se otorga cuando se trata de
personas cuyo grado de vulnerabilidad dificulte o haga imposible su retorno
asistido, y cuando se trate de NNA “que se encuentren sujetos al procedimiento
de sustracción y restitución internacional de niños, niñas o adolescentes”; sin
embargo, el número de reconocidos como refugiados, es muy bajo si se compara
con el volumen del flujo del Triángulo Norte que transita por el país.
Gráfica: Tomada de Cuando la vida pronto
atraviesa fronteras.
CRISIS EN MÉXICO
La posible ola de
deportaciones masivas de mexicanos inmigrantes en Estados Unidos podría crear
crisis en instituciones como el INM y el DIF, por el aumento de procedimientos
que deberán atender. A ello se suman la constate migración de centroamericanos que
siguen cruzando el territorio mexicano con la aspiración de llegar a Estados
Unidos.
El doctor Hernández señala
que “las ciudades fronterizas no están preparadas para ello. Incluso, con las
repatriaciones de menores migrantes mexicanos hay un serio problema que no se
había tomado en cuenta; y es que los albergues de estas ciudades podrían verse
rebasados porque llegan chicos de todo el país, particularmente de estados del
sur”.
Adicionalmente, abunda, los
sistemas DIF de las ciudades fronterizas pagan el traslado de los chicos cuyos
padres no tienen la posibilidad de ir por ellos, y el problema radica que
estados como Tamaulipas absorben los gastos de niños que no competen a su
territorio; “y los recursos tampoco están etiquetados para ese rubros, ni son los
suficientes para cubrirlos”.
El investigador adscrito a la
unidad Matamoros de El Colef detalla que el panorama actual devela que aunque
México ha tenido avances significativos en torno a programas y protocolos de
atención a la niñez migrante o en tránsito, así como en el reconocimiento de
los derechos de los NNA, aunque en los hechos no siempre se cumplen.
“A partir de 2015 con la
implementación del Programa Frontera Sur, México se ha convertido en un estado
que empieza a controlar las fronteras y a no respetar del todo los derechos de
niños migrantes que provienen de Centroamérica; eso lo hemos constatado en
diferentes entrevistas o al usar técnicas como relatos y dibujos, y lo que nos
están manifestando es que viven violación de sus derechos al cruzar la frontera
sur y en el tránsito por el territorio. Esa es una situación bastante horrible,
porque estamos haciendo de lo que estábamos quejándonos con el gobierno de
Estados Unidos, y esto lo tienen que repensar las autoridades en diferentes
niveles”, dice a la Agencia Informativa Conacyt.
¿QUÉ HACER?
Desde la academia se han dado
múltiples recomendaciones, entre ellas la necesidad de que en la práctica se
cierre la brecha de asistencialismo hacia NNA, y se les reconozca como sujetos
de derechos, eliminando el precepto de que para “proteger” haya que “retener”.
“Se les está entendiendo como
menores de edad pero queda en segundo plano su condición migratoria, cuando el
individuo y su contexto deben concebirse de manera integral”, dice la doctora
Aída Silva.
Para ello, es preciso
modificar los programas para la atención que diversifiquen el fin de la
reunificación porque no se les asume como agentes sino como personas
dependientes, cuando no necesariamente lo son, particularmente los
adolescentes.
Asimismo, señala la
investigadora, es conveniente separar el aparato de control migratorio de
México del sistema de asistencia, “porque el Estado se convierte en juez y
parte cuando el personal de migración detiene, retiene y repatria a los menores
de edad a sus países, y el mismo DIF (también del gobierno) intenta
protegerlos, pero en esa protección se dirime la diferencia del control”.
Finalmente, destaca la
pertinencia de diferenciar la niñez de la adolescencia, ya que se ha
estandarizado la atención, porque es evidentemente que las condiciones de vida
de un niño es distinta a la de adolescentes.
(SIN EMBARGO.MX/ REDACCIÓN / MARZO 26, 2017 - 12:04 AM)
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