Ciudad de México.- Cuando la
brevedad se extiende, las preguntas se multiplican. ¿Quiénes son ustedes y qué
hacen?, se pregunta a las mujeres profesionistas que atienden a un grupo de
niños en la explanada del templo El Calvario, de Nochixtlán.
Ellas ponen a pintar a los
niños mientras recaban testimonios de este tenor: ‘‘Los pequeños hablan de que
sus papás y sus tíos fueron a apoyar, y coinciden en que las armas las tenían
del otro lado, y que ellos tenían piedras e iban por las botellas para
defenderse’’.
Otra niña contó que su mamá
dedica parte del domingo a sus clases de cultura de belleza. ‘‘Dijo que ella
llegó a cambiarse las zapatillas por unos tenis para ir a ayudar’’.
Una de las profesionistas
señala: ‘‘Somos independientes y voluntarias. Venimos a apoyar con terapias a
los niños de Nochixtlán’’. Informa que primero les pidieron que dibujaran sus
casas y su pueblo, como las ven siempre. Luego, que pintaran los sucesos de
hace dos semanas.
UN HELICÓPTERO Y LA PALABRA ‘‘ASESINOS’’
Uno de los pequeños explicó
su pintura así, según una de las especialistas: ‘‘Dice que es un camión que
quemaron y el helicóptero está arriba’’. A un lado, escribió la palabra
‘‘asesinos’’.
Otra niña, alumna de quinto
grado, decidió pintar al joven que enfrentó a los policías armado del lábaro
patrio. Su acción quedó registrada en las fotografías del 19 de junio: un
muchacho sin camisa porta la bandera y se planta frente a la línea de la
Policía Federal.
‘‘Lo impresionante es que salió
sin un rasguño, aunque la bandera tiene dos agujeros de balazos’’, dice una
muchacha que mira la pieza elaborada con pintura vinílica. Mientras algunos
niños siguen pintando, las sicólogas voluntarias explican el sentido de su
trabajo y plantean que muchos de los pequeños requieren ‘‘intervención
individual’’.
Además de pintar, uno de los
pequeños contó a las sicólogas que una de sus compañeras en la primaria,
Ángeles, ‘‘es hija de una de las personas que fallecieron, y que también tiene
otro compañerito cuyo padre está herido’’.
Los menores no contaron algo
que vieron en la televisión, sino ‘‘historias muy específicas’’. Los relatos se
arremolinan: ‘‘Tienen miedo a eso, a que lleguen los militares, que lleguen
armados’’.
Un testimonio dice: ‘‘Mi papá
no puede dormir, tiene pesadillas. Sueña que lastiman a mi hermana y la tiene
que llevar al hospital. Mis primos y yo nos quedamos con mis abuelitos, porque
se oían gritos afuera y mis papás fueron a ayudar’’.
Una plasta negra al lado de
un monigote fue explicada así por el niño que la pintó: ‘‘Así sale la bala que
dispara un federal’’.
En el otro extremo del gran
patio del templo, las madres y abuelas de los niños están reunidas en su propia
terapia de grupo. Especialistas de la Universidad Juárez de Oaxaca e
independientes han llegado a ayudar. No quieren fotos, menos de rostros. El
miedo contrasta con el mercado dominical en el que estallan los colores de las
frutas, las carnes y las ollas de tejate.
¿Y el desabasto? Una risa es
lo que se obtiene de la dependienta de una tienda que sólo vende papitas y
charritos, cuyos estantes están repletos.
Ayer llegaron aquí cinco
miembros de Médicos sin Fronteras, una gota en la sequía. ‘‘Todavía no llega
ningún apoyo formal’’, dice, al pie del kiosco, el coordinador de los diputados
federales del PRD, Francisco Martínez Neri.
El legislador acaba de salir
de una reunión con el párroco Adrián de la Cruz, quien, con sus colaboradores,
jugó un papel esencial en la atención a los heridos del 19 de junio y en el
intercambio de prisioneros que se dio en los días subsecuentes.
Su mirada es de preocupación.
Trae frescas las tragedias de los heridos y los muertos, en especial la de una
madre que perdió al hijo que era su único sostén. Pide ‘‘sensibilidad’’ al
gobierno federal y ya ni quiere mencionar la posible colaboración del
inexistente alcalde ni del gobernador Gabino Cué.
A unos pasos del diputado,
que fue rector de la Universidad Benito Juárez Autónoma de Oaxaca, toman
escenas tardías los equipos de la cadena CNN y otros medios internacionales, en
una confirmación de que la ausencia de explicaciones coherentes del gobierno
federal –o incluso de cualquier explicación de lo ocurrido– pasa la factura.
En la breve charla, Martínez
Neri pone el acento en los rezagos de la reforma educativa: los dineros para
arreglar las escuelas, los planes y programas, los libros de texto. ‘‘Han
diferido muchas veces las evaluaciones. ¿Por qué no pueden aceptar que se
revise la reforma?’’, pregunta.
Senadores y diputados del PRD
e incluso del PAN han planteado la posibilidad de someter la reforma a un nuevo
episodio legislativo. Martínez Neri menciona a los maestros, los expertos en
educación, a los legisladores, para decir que ‘‘entrarle todos al análisis del
modelo educativo es lo central’’.
En cada calle, comercio o
camino de terracería se puede encontrar a alguien que cuente su pedacito de
historia del 19 de junio.
César, joven comerciante que
viaja en motoneta, asegura que sí hubo disparos desde el flanco contrario a la
línea policiaca. ‘‘Ahí del hotel Juquila bajaron a dos federales, un hombre y
una mujer… tenían armas.
‘‘Estaban armados desde que
se inició el operativo. A mí me tocó frente al panteón. Tratamos de rescatar a
la gente que retuvieron ahí, pero nos recibieron tres policías a balazos’’.
Según César, los agentes del panteón no tenían armas largas, sino pistolas.
‘‘Yo recogí un casquillo que en la cabecita decía 9 mm’’.
Amigo de varios de quienes
fueron detenidos en el panteón, César dice que de nada les valió a los
excavadores mostrar el permiso para trabajar en el cementerio: ‘‘Se los
aventaron a un lado, los comenzaron a golpear y los subieron a unos carros’’.
En ese grupo había un
muchacho que es albañil y gusta de los tatuajes y el cabello largo: ‘‘Fue al
que más le pegaron’’. El segundo en recibir castigo fue otro paleador que se
identificó con una vieja credencial de la Sedena, pues alguna vez fue soldado:
‘‘Pinche traidor’’, le decían, mientras le daban cachazos.
Los amigos de César le han
contado que en el camino escucharon los radios de los federales: ‘‘Se salió de
control, todos se volcaron contra nosotros’’. Eso fue lo que escuchó el albañil
de los tatuajes entre golpe y golpe.
El muchacho sin camisa que se
enfrentó a los federales. ‘‘Él salió bien. La bandera se llevó dos balazos’’
(ZOCALO/ AGENCIAS/ 04/07/2016 - 08:03
AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario