Muertes,
desapariciones y crisis política se viven en uno de los estados históricamente
más violentos de México. El alcalde de Iguala con licencia ahora es indiciado
por la muerte de tres normalistas, la desaparición de más de cuarenta de sus
compañeros y los asesinatos de otras personas inocentes. Homicidios del hermano
de un diputado federal y del secretario general del comité estatal del PAN, en
Acapulco, sin aclarar
Los
sucesos de un mes, el más reciente, no pueden ser más terroríficos que los de
más de 40 años en un estado como Guerrero, que históricamente ha sido una de
las entidades donde más sangre ha corrido en nuestro país; pero septiembre de
2014 forma parte de esa cadena de horrores en la región meridional del Pacífico
mexicano.
Si
bien, la entidad está situada sobre el Eje Volcánico Trasversal, Guerrero mismo
es un volcán, donde la mala política, la contaminación, la pobreza e injusticia
han campeado durante más de cuatro décadas, si no es que más.
Septiembre
inició con un crimen cercano a la clase política en Teloloapan y terminó con
otro en Acapulco.
Con
una vorágine de violencia intermedia en el municipio de Iguala, donde se
registraron los homicidios de tres normalistas, un futbolista, el chofer de un
autobús y la pasajera de un taxi. Otros 57 estudiantes desaparecieron
inicialmente -algunos han podido regresar a sus hogares-.
En
Acapulco fueron ejecutados dos elementos de la Policía Federal Ministerial en una
carretera, mientras que en una zona departamental del puerto, otros cinco
hombres fueron acribillados a mansalva.
Autoridades
de los tres niveles de gobierno han buscado el deslinde de responsabilidades
que, por lo pronto, ya costó la privación de la libertad a 22 policías
municipales de Iguala y a su presidente municipal, José Luis Abarca Velázquez,
quien solicitó licencia a su cargo ante la presión social que levantó la serie
de sucesos criminales.
Crímenes,
calma y protestas
Todavía
no terminaba el asombro de los guerrerenses tras la retahíla de episodios
violentos de agosto cuando ya empezaban con las calamidades del mes patrio.
Eventos
sangrientos de alto impacto: balearon al hijo del presidente municipal de
Chilapa, tirotearon al hijo del ex alcalde de Teloloapan, ejecutaron a dos
hombres en la Autopista del Sol y mataron al director del penal de
Chilpancingo.
La
madrugada del 3 de septiembre fue asesinado en su domicilio, en Teloloapan,
Joel Miranda Salgado, hermano del diputado federal Marino Miranda Salgado, del
Partido de la Revolución Democrática.
Los
ejecutores lo decapitaron. Del hecho no se informó más allá de las condolencias
de políticos y de las solicitudes de esclarecer el crimen.
Funcionarios,
políticos y familiares de la víctima exigieron durante uno o dos días a la
Procuraduría General de Justicia de Guerrero, que se detuviera y castigara a
los autores de tan abominable homicidio. Después, el hecho no se mencionó más.
Nueve
días después, autoridades locales se enteraban que sobre la caja de una
camioneta de la Procuraduría General de la República, abandonada en el
Kilómetro 188 de la carretera federal México-Acapulco, yacían los cuerpos sin
vida de dos agentes de la Policía Federal Ministerial.
A
la altura del poblado Venta Vieja, personal del Servicio Médico Forense realizó
el levantamiento de los cuerpos de los federales Cristóbal Rogelio Hernández
Dorantes y Salvador Morán Bernal, quienes presentaban heridas producidas por
proyectiles de armas de fuego.
Personal
de los servicios periciales encontraron en el sitio del hallazgo cinco
casquillos percutidos calibre nueve milímetros. Las investigaciones fueron
atraídas por el Ministerio Público de la Federación, debido a que los
fallecidos eran agentes federales presuntamente en funciones al momento de su
muerte.
Después
de los asesinatos, dos semanas donde las noticias se centraban en los problemas
cotidianos de ciudades y comunidades guerrerenses.
Una, la constante aparición de turbulencias
climáticas en el Océano Pacífico y las amenazas de huracanes. Otra, las
manifestaciones de los normalistas inconformes por las plazas que no se les han
otorgado a su egreso desde 2010.
Mientras
los amagos de los posibles ciclones menguaban conforme las tormentas tropicales
cambiaban de rumbo o se degradaban, la fuerza y exigencias de los estudiantes
fueron en aumento.
El
19 de septiembre, un grupo de normalistas tomó durante una hora las casetas de
peaje de la Autopista del Sol, a la altura de Palo Blanco. Su petición: que las
autoridades educativas cumplieran con los acuerdos signados años atrás, y se
les concedieran 400 plazas pendientes.
En
su momento, la Secretaría de Educación en la entidad aclaró que más del 50 por
ciento de esos alumnos, futuros docentes, no aprobaron los exámenes de
oposición que les fueron practicados para la obtención de la plaza.
Sin
embargo, a los inconformes se les hizo una oferta de darles empleos
administrativos, la cual rechazaron, por no cumplir con sus expectativas de
hacer una carrera como mentores.
Las
protestas de los normalistas se presentaron en las diferentes regiones de
Guerrero, desde Chilpancingo, La Montaña, Acapulco e Iguala. Hubo reuniones con
servidores públicos del gobierno estatal, pero no lograron su objetivo.
LA REPRESIÓN CONTRA LOS NORMALISTAS
La
noche del 26 de septiembre ocurrieron hechos que pusieron una vez más a
Guerrero en el ojo del huracán.
Un
grupo de normalistas de Ayotzinapa se manifestaba a las afueras del nuevo
Palacio de Justicia en Iguala. Policías municipales accionaron sus armas contra
los estudiantes y mataron a uno de ellos.
Eran
aproximadamente las 9:30 pm cuando se registró la tragedia. Lo sucedido fue
replicado de inmediato a través de las redes sociales. Normalistas de
Ayotzinapa y de otros puntos de Guerrero se movilizaron de inmediato hacia el
lugar de los hechos.
La
Policía estaba alerta ante el arribo de más estudiantes y montaron una
sobrevigilancia en los accesos de Iguala.
Más
tarde, en el Periférico Norte se registraron ataques de personas armadas contra
ocupantes de vehículos automotores, entre ellos los pasajeros de un autobús de
normalistas, falleciendo dos de los pasajeros. Los agresores eran agentes
municipales.
Al
filo de la medianoche, sobre el crucero de Santa Teresa, en la carretera
Iguala-Chilpancingo, se registró otra balacera. Uniformados tirotearon un
autobús color blanco sin distintivos, en el que viajaban jugadores del equipo
de futbol de Tercera División profesional, Avispones de Chilpancingo.
En
la unidad estaban sin vida el conductor y uno de los jóvenes futbolistas, David
Josué, de 15 años de edad. Otros 12 deportistas, incluido su director técnico,
resultaron heridos. A un costado, dentro de un taxi que fue alcanzado por las
balas, el cadáver de una mujer.
No
muy lejos de ahí, sobre la misma vía federal se reportaron otros automóviles
con impactos de arma de fuego. Un fiscal estatal y una mujer también resultaron
lesionados por los policías locales. En total, en las diversas balaceras hubo
17 personas heridas y 26 estudiantes detenidos.
El
27 de septiembre, la Procuraduría General de Justicia de Guerrero confirmó la
participación de policías y probablemente civiles en las agresiones.
La
Comisión Nacional de los Derechos Humanos inició oficiosamente un expediente de
queja, ordenando medidas cautelares para proteger a las víctimas, además de
solicitar informes a autoridades estatales y municipales.
Ante
la gravedad de los hechos y la participación de las fuerzas policiales de
Iguala, el control de la seguridad fue tomado por la Policía Estatal en
coordinación con agentes federales y soldados del Ejército Mexicano.
El
domingo 28, la Procuraduría de Justicia informó que 22 policías preventivos
municipales estaban detenidos por su probable responsabilidad en las
agresiones.
Los
indiciados fueron trasladados a Acapulco para evitar que sus familiares -que ya
se movilizaban- intentaran rescatarlos o impedir el trabajo del Ministerio
Público.
Ese
día, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”,
encapuchados, tomaron por asalto dos radiodifusoras de Chilpancingo, para alzar
la voz y denunciar lo que consideraron un ataque orquestado desde el seno del
Estado hacia los normalistas.
Entre
la noche de los hechos y la madrugada siguiente, desaparecieron 57 de sus
compañeros, probablemente víctimas de desaparición forzada, ante lo que
anunciaron bloqueos de calles y carreteras para exigir justicia.
INVESTIGACIONES, BÚSQUEDA Y RENUNCIA
Las
pesquisas del Ministerio Público estatal incluyeron a 280 policías municipales,
de los cuales 22 fueron consignados por su presunta participación en los
homicidios. También se ordenó la búsqueda y localización de los normalistas
desaparecidos, operativos en los que participaron policías estatales y
elementos de Protección Civil, coordinados con militares de las Bases de
Operaciones Mixtas.
El
todavía presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, se mostró indiferente
ante los sucesos y, para zafarse del asunto, dijo que él no estaba enterado de
los enfrentamientos, ya que esa noche se hallaba en una fiesta organizada por
el Sistema DIF, bailando con su esposa, presidenta de esa dependencia.
El
edil, de extracción perredista, afirmó que cuando estaba en el evento recibió
una llamada de su secretario de seguridad, quien le puso al tanto de los hechos
en los que unos normalistas de Ayotzinapa, encapuchados, habían protagonizado
un enfrentamiento con la Policía, tras haber secuestrado algunos autobuses.
Negó tener responsabilidad en el actuar de sus gendarmes y descartó renunciar a
su cargo.
El
30 de septiembre, el procurador de Guerrero, Iñaky Blanco, informó de la
consignación de los 22 policías ante un juez, y calificó de injustificado el proceder
de los servidores públicos de utilizar armas de fuego en la manifestación de
los estudiantes inconformes, haciendo evidente un uso desmedido de la fuerza de
los detenidos en el reclusorio de Las Cruces en Acapulco.
Mientras
que en Iguala, los egresados de la Normal de Ayotzinapa realizaban por su
cuenta la búsqueda de sus compañeros desaparecidos, otro grupo de normalistas
atacaron las instalaciones del Congreso del Estado en Chilpancingo. Unos tres
mil estudiantes de las nueve escuelas normales de Guerrero habían realizado una
marcha para exigir la renuncia del gobernador Ángel Aguirre Rivero.
La
noche de ese lunes, el gobierno guerrerense publicó en internet un cartel con
las fotografías de los desaparecidos, imagen que apreció en inserciones pagadas
en los principales diarios el martes 30 de septiembre, bajo el titular
“Ayúdanos a localizarlos”, con las fotografías de la mayoría de los estudiantes
reportados. La lista se redujo a 43 desaparecidos, sin detalles de los que
regresaron a sus hogares por “razones de seguridad”.
CRISIS POLÍTICA A TODOS NIVELES
La
situación candente en Guerrero terminó de estallar en el ámbito político
nacional, al ser asesinado, la mañana del domingo 28 de septiembre en Acapulco,
el secretario general del Comité Directivo Estatal (CDE) del Partido Acción
Nacional (PAN), Braulio Zaragoza Maganda Villalba.
Sicarios
ingresaron aproximadamente a las 9:00 am al restaurante del hotel El Mirador,
en la zona turística de La Quebrada, donde el panista desayunaba. Le dispararon
en tres ocasiones para privarlo de la vida.
El
martes 30 de septiembre, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, declaró
que el gobierno de Guerrero debe asumir su responsabilidad para aclarar lo que
está sucediendo en esa entidad, y que el Gobierno de la República coadyuvará en
las pesquisas solo si dichas autoridades se lo solicitan, pues no pueden
sustituir las funciones que corresponden a cada estado.
Horas
más tarde, mientras el alcalde perredista de Iguala anunciaba que solicitó
licencia al cargo por 30 días para facilitar las investigaciones, vía Twitter,
el gobernador Ángel Aguirre Rivero advirtió “acciones más drásticas”, y señaló
que es “sana” la postura adoptada por el edil José Luis Abarca.
Por
su parte, el secretario general del PRD, Alejandro Sánchez Camacho, aseguró el
miércoles 1 de octubre que inició un proceso para expulsar a Abarca Velázquez
de su partido, por su participación activa u omisa en los hechos violentos que
culminaron con homicidios y la desaparición de los estudiantes.
El
gobernador Ángel Aguirre reapareció en una entrevista radiofónica, en la que
aceptó que la Policía de Iguala está “totalmente infiltrada” por grupos de la
delincuencia organizada. Entre otros, mencionó a los “Guerreros Unidos” que
operan en la región, así como a “Los Rojos”, en la zona de Chilpancingo y de
Chilapa.
En
cuanto a la búsqueda de los estudiantes que no han vuelto a casa, el mandatario
expuso que las acciones continúan por parte de las corporaciones policiales y
los mismos normalistas de Ayotzinapa, y ofreció un millón de pesos como
recompensa a quien ayude a localizarlos.
Para
concluir, el miércoles 1 de octubre trascendió la desaparición del alcalde de
Iguala, Abarca Velázquez, y de su secretario de Seguridad Pública, Felipe
Flores, contra quienes la Procuraduría de Justicia del Estado giró órdenes de
presentación y localización.
(SEMANARIO
ZETA/ GENERALEZ/ Luis Carlos Sáinz Martínez/ 06 de Octubre del 2014 a las
17:08:00)
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