Las muchachas, de 19 a 26 años, trabajaban en un bar
de Tamaulipas; desde 2011 no se sabe de ellas
Cada mes llegan al estado hasta 400 mujeres; la
mayoría son obligadas a prostituirse: Rosi Orozco
Sanjuana Martínez/Especial para La Jornada
Las seis eran amigas
y decidieron ir a trabajar de bailarinas al Bar 65 ubicado en el municipio de
Reynosa, Tamaulipas, y desaparecieron al regresar a Monterrey, en una camioneta
marca Nissan. "Tengo muchas mujeres trabajando aquí y no puedo andar cuidándolas
a todas. No se dónde están", les dijo molesto el gerente del lugar a las
madres que fueron a buscarlas.
Alma Mónica Álvarez
García, Juanita Alemán Hernández, Judith Ceja Aguirre, Almirza Jamileth de León
Tamez, Cynthia Janeth Lozano Palacios y Coral Pérez Triana, vivían en los
municipios de Guadalupe y Cadereyta, Nuevo León, ambos considerados "focos
rojos de tráfico humano", al igual que la ciudad de Reynosa, donde han
desaparecido decenas de mujeres, víctimas de trata, con fines de explotación
sexual, a manos del crimen organizado.
"Cada mes
llegan a Nuevo León entre 300 y 400 mujeres de la República que son obligadas a
trabajos forzados, particularmente a la prostitución, y una parte son llevadas
a Estados Unidos desde Matamoros, Reynosa y Nuevo Laredo. Hemos atendido 127
muchachas, y entre las rutas más comunes donde las secuestran, está
Monterrey", dice Rosi Orozco, presidenta de la Comisión Unidos Contra la
Trata, AC.
La organización ha
exigido al gobierno federal, un call center contra la trata de mujeres, y ubica
seis "polos territoriales" de explotación sexual y tráfico en México:
Acapulco, Cancún, Ciudad de México, Tijuana, Ciudad Juárez y Monterrey: "A
la mayoría las engañan con ofertas de trabajo, enamoramiento o amenazas y secuestro".
Las ciudades se
convierten en focos rojos de trata de mujeres, cuando los distintos gobiernos
permiten crecer el número de negocios giros negros, que pertenecen a las redes
de trata, constituidas por hombres poderosos, del sector empresarial, la
política y el crimen organizado: "Gobernantes y legisladores han permitido
que crezca este delito y México ya está a la par con Tailandia, Filipinas,
Guatemala e India".
El calvario comenzó en 2011
Las seis muchachas
desaparecieron el 11 de julio de 2011. Tienen entre 19 y 26 años. Cinco son
madres solteras que estaban a cargo de sus hijos; y todas tienen en común el
gusto por el baile.
"Vamos a
Reynosa, allá se gana mucho dinero", dijo Juanita a Judith, según cuenta
Dora Elba Aguirre Dávila, madre de la segunda, cuando la invitó a trabajar en
el Bar 65, ubicado entre las calles Quintana Roo y Tamaulipas. "Desde que
se las llevaron, nadie nos ha dado razón. Nadie nos hace caso. Ahora que el gobierno
ha dicho que va a buscar a los desaparecidos, que incluya a nuestras hijas,
queremos que las busquen", dice Dora Elba, que por primera vez ha decidido
hacer público su caso, luego de escuchar las declaraciones del secretario de
Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien prometió buscar a "todos los
desaparecidos".
Las seis madres se
unieron para interponer denuncias en Reynosa, Tamaulipas y Monterrey y
Cerralvo, Nuevo León; y para hacerse las respectivas pruebas de ADN. Las
autoridades nunca encontraron la camioneta Nissan de reciente modelo en la que
viajaban las jóvenes y respondieron siempre con discriminación: "Se las
llevaron porque andaban en eso", les respondían.
Dora Elba está
sentada en la sala de su casa en el municipio de Guadalupe. Su hija Judith es
madre soltera y tiene una niña de seis años: "Ella vendía ropa y perfumes
originales para mantener a su hija. Eran sus únicas salidas, hasta que Juanita
la invitó a trabajar a Reynosa. Llevaban tres semanas yendo los fines de semana
al bar. Cuando hablamos con el gerente nos dijo que él, de tanta mujer que
tenía, no podía andar cuidándolas. Se enojo porque hemos insistido y ya no nos
contesta en el celular".
La hipótesis de las
madres de las seis jóvenes es que desaparecieron en la carretera Reynosa-Monterrey,
un lugar domina- do por dos grupos del crimen organizado en lucha por el
control de la plaza: Los Zetas y el cártel del Golfo. Cuentan que cuando fueron
a Reynosa, otra madres que también estaba buscando a su hija les dijo que en
esa ciudad durante la última semana habían desaparecido más de cien muchachas.
"Pensamos que
se las llevaron los tratantes. Aquí en Cadereyta un señor que andaba en eso le
dijo a una mamá, que las muchachas ya no estaban vivas, que él se había dado
cuenta que las habían matado y estaban sepultadas en una fosa clandestina, allá
en el monte, en un pueblo que se llama San Juan; pero no creemos, no hay
evidencia.
Madres de seis
jóvenes desaparecidas en julio de 2011 se unieron para interponer denuncias en
Tamaulipas y Nuevo León, y hacerse pruebas de ADN, para saber el paradero de
sus hijas. "Desde que se las llevaron nadie nos ha dado razón. Nadie nos
hace caso. Ahora que el gobierno dijo que va a buscar a los desaparecidos, que
incluya a nuestras hijas.
Sin rastro
Las risas y gritos
de los niños, apenas permiten que se escuche la voz entrecortada de Alma Gloria
García Ramírez, madre de Alma Mónica Álvarez: "La gente es muy cruel.
Juzga sin saber; dicen que si mi hija andaba trabajando en esos lugares es
porque le gustaba. Trabajaba allí y en dónde fuera, porque tenía que sacar
adelante sola a sus cuatro hijos. Ella nunca los hubiera abandonado. No se fue,
la secuestraron".
Está sentada en su
casa, una humilde vivienda de apenas un par de cuartos. Las fotografías de
quince años de sus cuatro hijas cubren las paredes; la de Alma Mónica cuelga de
su cuello: "Mi hija estaba recién aliviada cuando se fue a Reynosa,
acababa de dar a luz a esta bebé que ahora tiene año y medio. Los dos niños
mayores cumplían años en septiembre y ella quería ganar más dinero para
comprarles un regalo y hacerles pobremente una meriendita".
Cuando alguno de los
padres, de los cuatro hijos de Alma Mónica, llegan a ir a verlos, su abuela,
que ahora los cría, les dice: "Si ustedes hubieran sido responsables, si
le hubieran dado una pensión para mantenerlos, mi hija estaría aquí".
Peregrinar por las instituciones
En su peregrinar por
las instituciones, las autoridades le han dicho de todo: "Mejor no le
mueva señora, porque le puede ir peor", le dijo un policía; otro le
comentó: "Se las llevaron porque andaban mal. No la busque porque los va a
hacer enojar".
Durante un año
ninguna autoridad buscó a las jóvenes, pero ante su insistencia los expedientes
han aumentado solo en papel: "Nosotros pensamos que algo les pasó en la
carretera y las tienen trabajando. Las seis son jóvenes y muy bonitas, pero no
las están buscando donde deberían. En esos lugares".
Las denuncia
interpuesta en Reynosa, ciudad de tráfico de mujeres y niñas con destino a
Estados Unidos, nunca avanzó: "Ha pasado año y medio y jamás nos dijeron
nada. En Nuevo León apenas nos están tomando ampliación de denuncia. Es triste,
desesperante. Ya no se qué decirles a los niños. Uno de ellos sigue esperando
el regalo, una pista de coches de carreras". Y dice: "Mi mamá está
trabajando y va a traernos mucho dinero, porque ya se tardó muchos días... ¿Qué
le digo?... Nomás lloro".
"Ley sin dientes"
En México, la
desaparición de mujeres se mezcla con el delito de trata con fines de
explotación sexual, comenta Rosi Orozco que lleva una década dedicada a
denunciar la mafia de las redes del tráfico humano: "Casi no hay
sentencias contra tratantes. La constante es la impunidad. Nuevo León, por
ejemplo, tiene una ley sin dientes, que no castiga".
Según sus
investigaciones, legisladores y funcionarios permitieron que creciera el delito
de trata de mujeres y estas son las consecuencias: "La ley no engloba como
delito la trata ni estipula penas. Es lo que me impresiona. Si se aplicaran a
ir a los giros negros, que abundan en Monterrey, a buscar mujeres y en
situación de trata, sería distinto".
María de la Luz
Hernández, madre de Juanita Alemán Hernández de 19 años, soltera, sin hijos y
la más joven del grupo de desaparecidas, vive en Cadereyta, un territorio en
disputa entre los cárteles de la droga, donde siguen desapareciendo decenas de
mujeres: "En la cuadra son varias. Una desapareció un día antes que mi hija
y la semana pasada le hablaron a su mamá para entregarle puros huesitos".
Desde que se fue, no
ha tenido una sola señal de ella. "Le dije: ese camino para Reynosa no va
a traerte nada bueno. Allá es pura perdición, pura matazón. Pero no me quiso
entender. Y no las podemos amarrar. Queremos que las pasen por el Internet, que
nos ayuden. Nosotros no podemos moverle mucho; no se vayan a dar cuenta los
malos".
Añade: "Que nos
ayuden, estén muertas, estén vivas; cómo sea. Aquí han matado a muchos jóvenes;
sus mamás van y los entierran al panteón y saben dónde está la tumba, pero lo
peor es no saber. Ahora que dice el gobierno que va a buscar a los
desaparecidos. Quiero saber, para ya descansar, no duermo".
(La Jornada/
Sanjuana Martínez/Especial para La Jornada/ Domingo 20 de enero de 2013,
p. 29)
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