El Universal
Distrito Federal— Francisco
Javier Tejeda Jaramillo tenía 15 días de casado cuando su universo se achicó al
tamaño de una celda. Había dejado un par de cervezas en la sala para dormir
abrazado a su esposa, cuando un comando de policías irrumpió en su casa en
Tijuana y lo sacó a patadas de su habitación para encerrarlo en una camioneta
con rumbo a la prisión.
A sus 33 años, ni
siquiera opuso resistencia al arresto: sabía que esos uniformados estaban en su
casa porque cuatro meses antes, en febrero de 1985, por órdenes de su jefe, el
Narco de Narcos, Rafael Caro Quintero, participó en el secuestro y asesinato
del agente de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en
inglés), Enrique Camarena, cuya muerte causó un lío diplomático entre ambos
países.
“Estamos aquí por el
homicidio de Enrique Camarena, un agente de la DEA.
“Me aventaron 40
años… que aún no termino de cumplir. Me faltan 13. Ahora tengo 60 años, casi la
mitad de mi vida la he pasado en prisión. Quieren que me muera aquí en la
cárcel”, cuenta para EL UNIVERSAL Tejeda Jaramillo con voz pausada desde el
Reclusorio Norte.
Pero Tejeda
Jaramillo tenía otro plan para su vida, uno que le ha tomado cuatro décadas de
encierro: se transformó de sicario del narcotráfico a un pintor de talla
internacional.
“Yo nunca había
visto el horizonte”
“Yo me dedicaba a
pintar en Tijuana, pero me dedicaba de una manera muy artesanal. Nunca me dio
por estudiar, por ser pintor profesional, lo hacía por dinero”, narra Tejeda
Jaramillo.
Para engrosar su
bolsillo en la preparatoria, pintaba por encargo y en serie, hasta 200 veces el
mismo cuadro sobre terciopelo negro, una tarea agotadora que aprendió de manera
natural y por la cual cobraba apenas 12 dólares por obra.
El trabajo era bueno,
recuerda, pero el dinero no alcanzaba, así que a los 28 años ingresó junto con
su hermano a la policía municipal, donde los novatos se entrenaban con
oficiales veteranos que estaban en la nómina de los cárteles.
“Ya que entramos de
policías nos damos cuenta que hay corrupción en todos lados y ahí es donde no
supimos escoger el camino: o me meto a la corrupción o hubiéramos renunciado
(…) Y empecé a hablar con narcotraficantes, los famosos de ese tiempo, Rafael
Caro Quintero, Don Neto (Ernesto Fonseca) y, pues… llegamos aquí”, admite
Tejeda Jaramillo con un tono de vergüenza en su voz.
Realizaba las
labores típicas de quienes buscan ganarse la simpatía de los capos para
ascender en el mundo del crimen: brindaba seguridad a los líderes, transportaba
droga, amedrentaba a los adversarios... hasta que un día le encargaron “darle
piso” al agente estadunidense Enrique Camarena.
Y es que Kiki fue
descubierto en una de las mayores faltas entre criminales: desde 1981 era un
policía dedo o soplón, infiltrado en el Cartel de Guadalajara para obstaculizar
el trasiego de droga y ayudar a los gobiernos de Estados Unidos y México a
aprehender a los cabecillas.
El fundador de ese
cártel, Miguel Ángel Félix Gallardo, junto con Caro Quintero y Don Neto lo
confirmaron y dieron la misión a Tejeda Jaramillo y un grupo de sicarios de
secuestrarlo en Guadalajara, Jalisco, torturarlo por dos días para conocer qué
información había dado a las autoridades, matarlo y aventar su cadáver en
Michoacán.
El grupo de Tejeda
Jaramillo cumplió, pero el gobierno de EU no perdonó la afrenta a uno de sus
connacionales y desde que apareció el cuerpo de Camarena, el 5 de marzo de
1985, presionó para que fueran arrestados los responsables.
A Tejeda Jaramillo,
al igual que a Caro Quintero y Félix Gallardo, le dieron una sentencia por
homicidio de 40 años que lo empujó a la drogadicción por cinco años, en
condiciones similares a la de muchos reos: soledad, depresión, tirado en el
piso hasta que la resaca lo hacía levantarse a buscar más droga y volver a
tirarse al piso.
Hasta que un día de
1990, el entonces regente de la ciudad, Manuel Camacho Solís, visitó la cárcel
y ante la petición de un interno se comprometió a llevarles a un maestro de
pintura, como parte de un ensayo de readaptación social.
El elegido fue el
paisajista José González García, quien descubrió el pasado de pintor artesano
de Tejeda Jaramillo y su talento natural para sustituir en la mente las rutas
de trasiego de marihuanas por los libros y manuales de técnica de pintura. Uno
a uno los acumuló y luego de varios meses de pintar dos cuadros diarios, las
autoridades penitenciarias convirtieron un espacio abandonado en taller de
arte.
Su talento
impresionó a González García, quien lo ayudó a poner sus cuadros a la venta y
lo presentó con maestros de la pintura, quienes suplen a sus amigos
narcotraficantes: Luis Nishizawa, José Luis Cuevas y Raúl Anguiano, quien en su
último año de vida frecuentaba la cárcel para hablar con Tejeda Jaramillo sobre
sus pinturas.
Las manos que antes
empuñaban armas comenzaron a dibujar playas, edificios, plazas comerciales,
mujeres, atardeceres que existieron en sus momentos de libertad: antes de 1985
y los 15 minutos que vio el mundo exterior en 2009.
“Una vez me sacaron,
hace unos 4 años, me llevaron a Almoloya a un careo. Vi la calle, vi Santa Fe,
yo no conozco el DF ¡pero vi esa maravilla, vi esos edificios y ver la gente,
ver la calle! ¿te imaginas después de tantos años preso? Se me hizo algo… como
si me hubieran sacado del seno de mi madre.
“Aquí estamos
rodeados de cerros, no vemos horizontes. Nunca había visto el horizonte, pero
ver las nubes de lejos, los cerros de lejos, los atardeceres, esos puentes… yo
como pintor dibujo muchas veces esos 15 minutos de libertad”, cuenta el ahora
apodado El Maestro.
En su taller
—rodeado de libros, pinturas, pinceles, caballetes— da clases, en promedio, a
ocho internos por temporada: ladrones, asesinos, violadores, secuestradores han
pasado por ahí; les enseña desde teoría del color hasta apreciación del arte y
psicología.
“Es un maestro, nos
inspira a todos. Yo ya dejé el vicio y me puse a pintar... hago de todo,
réplicas de El Grito del pintor noruego Eduardo (sic) Munch y obras propias. El
Maestro me cambió la vida”, comenta Gabriel Valenzuela, alumno de Tejeda
Jaramillo, quien en el presente tiene una sentencia por violación y en el
futuro la mirada puesta en galerías de arte.
Obra viaja hasta Nueva Zelanda
Ahora cada “Tejeda
Jaramillo original” puede viajar hasta las paredes de galerías de Nueva Zelandia,
Estados Unidos y de México a un costo de hasta 40 mil pesos, con el que el
autor paga las tres colegiaturas de universidades privadas donde estudian los
hijos que procreó en la cárcel con la misma mujer con la que durmió en su
última noche de libertad.
“Es una pasión la
pintura, en la noche, a todas horas, estoy pensando en qué pintar. Es una
obsesión por encontrar algo nuevo, ese cuadro que nunca hemos sacado y que yo
haré algún día”, dice.
En noviembre del año
pasado, su arte conquistó un lugar envidiable para los artistas del mundo: dos
de sus cuadros fueron elegidos para una exposición temporal en el Palacio de
Bellas Artes con tanto éxito que afuera, en libertad, ya le esperan ofertas
para inaugurar sus propias muestras.
“¿Por qué me fui a
mi casa, si me dijeron que me estaban buscando? Me metí a mi casa, me tomé unas
cervezas, estaba con mi esposa ¡esperando que me detuvieran! ¿por qué me metí a
mi casa? Porque yo buscaba el castigo. Ahora entiendo, me he puesto a estudiar
un poco de psicología: era el ´súperyo´, sentía la culpa y el castigo lo
obtuve”, relata.
“Me gustaría que mi
experiencia sirviera de ejemplo a los muchachos, a los que están en las
cárceles y a los externos para ver que los errores de juventud se pagan muy
caro, definitivo. Se te hace muy fácil arriesgar tu vida, tu libertad y nada es
más preciado que eso”, dice.
Su plan continúa: su
sentencia termina en 2025, saldrá libre y a través de las micas de sus gafas
verdes con morado verá el horizonte, pintará desde un local propio donde
fabrique materiales artísticos y será anfitrión de artistas nacionales e
internacionales.
Entonces el mundo de
Francisco Javier Tejeda Jaramillo se agrandará más allá de una celda y a los 73
años el ex sicario regresará a Bellas Artes en plan grande y a cosechar la
gloria.
(DIARIO DE JUAREZ/ El Universal | 2013-01-20 | 09:44)
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