Muy pocas personas conocen este oficio, sin
embargo, los que se dedican a embalsamar muertos, declaran que al principio
existe nerviosismo, pero con el paso del tiempo, la costumbre supera el temor.
Está el caso de
Javier Alcides Jatomea, de 33 años, es el único embalsamador de una funeraria
local y con más de 15 años de experiencia.
Muy quitado de la
pena relata el proceso de embellecer a una persona justo después de haber
fallecido.
“Este trabajo no es
común, muchos de los que se dedican a este oficio no duran por ser una labor
muy estresante pues el horario no es estable”, declaró.
Explicó que su
función no es sólo la de embalsamar y maquillar cadáveres, sino que se ocupa de
hacer cualquier tarea que acondicione e higienice al fallecido.
“Un embalsamador
pasa la peor parte del duelo y contribuye a que los familiares de los
fallecidos no sufran al ver el estado en el que quedó el cuerpo”, manifestó.
Hace poco, dijo, fue
el caso de un niño de un año y medio de edad.
“En él se reflejaba
a mi hijo de la misma edad. Es un impacto grande al ver que un ser tan pequeño
haya muerto”, destacó.
EL NOVATO
Su ayudante, Jesús
Antonio Corral, con apenas un año y medio de experiencia, contó que él se
encontraba desesperado por trabajo y se enteró que la funeraria solicitaba
personal.
Se acercó y llevó
una solicitud; posteriormente lo entrevistaron y le dieron el empleo.
“Tengo grabado el
primer día de mi trabajo, en cuanto entré me tocó maquillar a un señor de la
tercera edad de la comunidad de Tesia”, dijo.
“Al llegar al cuarto
de preparación, lo primero que observé fueron sus pies, hice pausa por un
momento, respiré profundo para no tener el impacto por tratar a un muerto,
logré entrar y pude sostener el nerviosismo”, refirió.
Alcides Jatomea
subrayó que el proceso consiste en poner al cuerpo en la plancha metálica,
posteriormente hacer la desinfección del cuerpo, la reconstrucción del cuerpo,
bañarlo, secarlo y maquillarlo.
A los deudos se les
pide un cambio de ropa que el difunto solía usar, mencionó.
En estos 15 años ha
conocido gente que repudia esta profesión, aseveró.
“A mí no me duele
mucho ver a los muertos, porque me gusta lo que hago, los respeto; las familias
en medio del dolor agradecen el trabajo que uno hace”, concluyó.
(DIARIO DEL YAQUI/ Alfonso López Ávalos / 20 DE ENERO
2013)
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