lunes, 2 de julio de 2018

ANAYA: LA HISTORIA DE CÓMO FUE CAVANDO SU TUMBA



Pese a que en su campaña Ricardo Anaya criticaba a quienes repiten sus errores y afirmaba que “las estrategias se evalúan por sus resultados”, cometió yerros evidentes: fracturó a su partido, el PAN, en su búsqueda de la candidatura presidencial; hizo descabelladas ofertas populistas; ignoró a los medios tradicionales para centrarse en las redes sociales, inventó una coordinación bicéfala… Así el candidato de la coalición Por México al Frente fue cavando su tumba.

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- “Las estrategias se evalúan por sus resultados”, repetía Ricardo Anaya en su campaña para ilustrar el fracaso económico, social y de seguridad del gobierno de Enrique Peña Nieto; y citaba a un genio: “Decía Albert Einstein que la locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.

Pero ambas sentencias se aplican, con toda crudeza, al propio Anaya, candidato de la coalición Por México al Frente: los resultados de la elección son el contundente fracaso de su estrategia para ganar la Presidencia y llevaron al PAN a su peor derrota en un cuarto de siglo.

En efecto, según el conteo rápido del Instituto Nacional Electoral (INE), la coalición de Anaya obtuvo entre 22.1 y 22.8% de los votos, menos que el 25.68% de Josefina Vázquez Mota, cuando el PAN contendió sin alianza, y al 25.92% de Diego Fernández de Cevallos en 1994 y menos del 42% de Vicente Fox en el año 2000.

Pese a las evidencias de que su estrategia era estéril –estancado en segundo lugar–, Anaya se aferró a lo mismo “una y otra vez”, esperando resultados diferentes: su mensaje fue tan monótono y repetitivo que no conmovía a sus audiencias, ni siquiera a las clientelas de su coalición.

Además se aferró al diseño de campaña que le hizo el consultor Roberto Trad Hasbun –quien hasta hace pocos meses trabajaba para el PRI– e improvisó una coordinación bicéfala con Jorge G. Castañeda y Santiago Creel –quienes jamás han ganado nada–, en un equipo excluyente con las mujeres.

En lo que fue la campaña presidencial más ostentosa, con gastos preliminares por 260 millones de pesos, Anaya se presentó, a sus 39 años, como el candidato de la modernidad: de los 171 millones de pesos para publicidad, destinó casi cien para internet y se fabricó una figura inspirada en Steve Jobs, fundador de Apple, y en los políticos Justin Trudeau y Emmanuel Macron.

Pero la modernidad que quiso proyectar para cautivar a los jóvenes se degradó a prácticas de clientelismo de factura priista, muy arraigadas ya en el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano, partidos que lo postularon.

El masivo reparto de monederos electrónicos con la promesa de mil 500 pesos al mes “de por vida” a los 120 millones de mexicanos “sólo por serlo”, oferta reproducida hasta en el papel para envolver tortillas; la distribución de tabletas electrónicas y despensas, así como la violencia contra sus adversarios, caracterizaron su campaña.

Y es que la derrota siempre estuvo presente en el proyecto de Anaya…

Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2174 de la revista Proceso, ya en circulación.

(PROCESO/ ÁLVARO DELGADO / 2 JULIO, 2018)

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