miércoles, 7 de febrero de 2018

LA MUJER DE LOS 130 ESPÍRITUS


Apenas hace dos años, Milagros era una ama de casa golpeada por su esposo, pero hoy se dedica a curar a la gente mediante ‘materias’ que se apoderan de su cuerpo, en la colonia Tierra Libertad, donde casi en cada cuadra hay un altar al Niño Fidencio

Por: Jesús Peña
Fotos y video: Orlando Sifuentes
Edición: Nazul Aramayo
Diseño: Edgar de la Garza

 Milagros no quería, pero una “materia” le dijo “tienes que aceptarlos para que ellos hagan sus curaciones. Si no, eso te puede causar daño, al grado de quedar loca o perder tu vida”.

Y Milagros se puso a curar, a hacer milagros.

“Yo no, los seres. Yo siempre digo que yo soy un instrumento para que ellos curen a la gente. Ellos son los que hacen todo”, dice.

He venido a la colonia Tierra y Libertad, un barrio de casas más bien bajas y calles como serpientes enroscadas, porque alguien me contó de una señora fidencista que se llama Jesusita de los Milagros Briones Martínez, en cuyo cuerpo, según dicen, bajan más de 130 espíritus.

En la colonia Tierra y Libertad hay mucho de eso.

En la colonia Tierra y Libertad hay un altar fidencista casi por cada cuadra.

Doña Luz, una de las lideresas del sector, dice que es la necesidad de las personas de creer en algo o de encontrar una cura para sus enfermedades, “desgraciadamente nomás les quitan su dinero, porque es un engaño, un fraude”, dice Luz.

Y dice que los domingos, que es el día de ritual, los centros fidencistas de la Tierra y Libertad se llenan de gente.

Oiga, ¿una señora que se llama Milagros y es fidencista?, pregunté muchas veces a los vecinos, “no la conozco, pero a la otra cuadra hay un templo”, “en la esquina”, “a la vuelta”, “en la calle de arriba”, “a tres manazas de aquí”, “en el callejón”, me decían.

La Tierra y Libertad es una colonia de familias humildes, de obreros y albañiles, y yo me pregunto si algunos de sus moradores no habrá encontrado en la práctica del curanderismo, a través del fidencismo, un modus vivendi y montado en sus casas sus propias “Niño Fidencio Inc.”.

Milagros dice que ella no.



¿Habrá vecinos de la colonia Tierra y Libertad que encontraron en el curanderismo un modus vivendi gracias al fidencismo?

 Le decía yo a mamá ‘es que estoy loca, ¿no?’, y ella ‘tú no estás loca’, y le decía yo ‘¿no es del demonio o algo?’”

JESUSITA DE LOS MILAGROS BRIONES MARTÍNEZ

¿Trabajas?, cuestioné a Milagros la tarde que asistí por primera vez a uno de los rituales en su templo, “no, yo me dedico a esto nada más”, ¿cobras plata?, le volví a interpelar, “hay gente muy agradecida que realmente sí me… ‘ahí está’ y ‘ten esto’ o ‘te traje frijoles’, ‘te traje un taco’ o ‘vinimos a comer contigo’, yo siempre he dicho ‘si Dios me dio un don para ayudar a la gente, ahí voy a estar siempre, al pie del cañón’. A veces no nos pagan nada, es lo que la gente nos quiera dar”.

Lo que la gente nos quiera dar, dijo Milagros.

Milagros tiene 34 años y es bajita, gordita, morocha, cabellos negros y lacios que ondean con el viento.

Milagros empezó con malas corrientes, espíritus malos que entraban en su cuerpo, me está contando Magdalena Martínez, la madre, un atardecer que charlamos en la trastienda de su estética, colonia Tierra y Libertad, donde también se han reunido Milagros y parte de la Misión Fidencista Milagrosa, la Misión de Milagros.

Una noche que iban a cenar, Milagros se había acostado porque le dolía mucho la cabeza, “La Llorona” se presentó en su cuerpo.

Tiraba unos aullidos tan fuertes y horrendos, narra la mamá de Milagros, que toda la cuadra salió para ver qué era.

“Y que la agarro: ‘en el Nombre del Padre y del Hijo…  ¿quién eres?, preséntate, ¿quién eres?’. Nomás se me quedaba viendo pero muy feo y tiraba el aullido y le dije ‘ah, ya sé quién eres, ¿qué quieres?, sal de ese cuerpo. Que salgas’ y tiraba otra vez el aullido.

“Dice ‘es que quiero mis hijos, dónde están tus hijos, se los llevaron, me los echaron al mar’; le dije ‘no, no te los llevaron ni te los echaron al mar, los echaste tú por un hombre y no tienes que andar llorando, ve y búscalos, porque mi padre Dios no te va a dar el perdón, aquí en la tierra. Persígnate y ve busca a tus hijos, pero retírate de este cuerpo que no te pertenece’”, cuenta Magdalena.

Milagros se quedó como ida.

En eso la poseyó otro ente.

Dijo que se llamaba María y que venía de la Biznaga, un pueblo de la Sierra de Arteaga famoso por sus leyendas de brujas voladoras.

La imitación que hace Magdalena de la voz rasposa y desesperada de la bruja es tan real, como de película de horror, que a mí se me pone la carne de gallina.

“Me le pongo enfrente: ‘¿qué quieres en ese cuerpo, qué quieres?’, ‘yo quiero que me ayude’, pero una voz así horrible, señor; ‘¿en qué te va a ayudar?, mija no sabe, ¿cómo te va a ayudar?’, ‘sí me va a ayudar’, ‘no, no vas a tomar este cuerpo’, ‘sí’, ‘preséntate, quién eres’; dice ‘soy María, vengo de la Biznaga’; le digo ‘yo puedo hacer trato contigo, ¿qué quieres?’, y dice ‘no, yo no te quiero a ti, no te quiero a ti’, ‘te vas a retirar de ese cuerpo’, dice ‘no’ y que empieza a aletear”.



Entonces Magdalena se puso a rezar las 12 verdades al derecho y al revés, tres veces, y la bruja cayó.

Hoy Milagros dirá que no recuerda nada.

Así si es siempre que un espíritu se apodera del cuerpo de Milagros.

De vez en vez, Milagros se veía en medio de un monte donde había un nene sosteniendo una copa con las manos.

El nene le ofrecía la copa, pero Milagros no la aceptaba.

Era el espíritu de Tomasito Herrera, un niño que, me cuenta la familia de Milagros, había sido muy maltratado por su padre quien al final lo asesinó y lo enterró en el monte.

Milagros pensó que se estaba volviendo loca y rogó a sus familiares que la llevaran al manicomio.

“Ella lloraba mucho, ‘mamá, mamá, un niño me da una copa y estoy en el monte’; yo le decía ‘hija, agárrale su copa, es un bebé, es un niño. A lo mejor es una bendición de Dios, recíbela, a lo mejor es tu salvación, te viene a ayudar esa criatura, no es una cosa mala, recíbela, agárrala’, y ella ‘no’.  Pos ya nomás agarró su copa de Tomasito y de ahí empezó. Yo pensaba que me la estaban volviendo loca porque yo en esto, aquí está mi niñito (Fidencio), no creía”.

Dice Magdalena otra tarde sentada frente al altar que Milagros le puso a Fidencio y su séquito de  santos (Aurorita, Tomasito, Villa, Zapata, Margarita de Catalán), al fondo de un cuarto sin piso ni enjarre de su casa de alquiler en la colonia Nuevo Progreso.

Olvidé decir que Magdalena, además de profesar el fidencismo, es fiel devota, también “materia” y cura con la Santa Muerte, pero esa… es otra historia.

En aquellos días, estando en la sala de la casa de su madre, a Milagros se le presentó la visión de una niña como de tres o cuatro años que dijo llamarse Aurorita Prado Quintanilla.

Aurorita, de la cual sólo se sabe era sobrina de Lilia Quintanilla, una de las primeras materias del Niño Fidencio, es uno más entre el catálogo de espíritus que suelen bajar sobre las “cajitas”, durante los rituales de sanación.

“Me volvía loca, gritaba. Yo la miraba (a Aurorita), estaba en el sillón, en éste, y yo la miraba y yo le gritaba a mamá y decía ‘no puedo estar viendo esto y mi familia no la ve’”.

Me contó Milagros el día que nos conocimos en la estética de su madre.

Siempre que asistía a una danza de matachines, en alguna fiesta religiosa, a Milagros le daban ganas de brincar y de hablar.

“Se ponía mala”, dice Magdalena, la madre.



Otras personas del sector consideran que estas prácticas son un fraude, pues los curanderos saben que la gente necesita creer en algo.

 Yo respeto, pero el Niño (Fidencio) es algo sagrado, para hacer el bien, para curar a la gente… Lo están choteando”.

JOSÉ LUIS DÍAZ LOERA, LÍDER DEL TEMPLO FIDENCISTA “JESÚS SALVADOR DEL MUNDO”

La imagen de los niños Tomasito Herrera y Aurorita Prado Quintanilla manifestábanse a Milagros en todos lados y a todas horas del día.

Cada que llegaba a casa de su mamá, Milagros divisaba a un plebito con una pelota, que atravesaba la calle corriendo, sonreía y le decía adiós con la mano: Tomasito Herrera.

Nadie más lo miraba, sólo ella.

“Le decía yo a mamá ‘es que estoy loca, ¿no?’, y ella ‘tú no estás loca’, y le decía yo ‘¿no es del demonio o algo?’”.

Milagros no quería, pero hubo una “materia”, que le dijo “tienes que aceptarlos para que ellos hagan sus curaciones, porque eso también te puede causar daño, al grado de que puedes quedar loca o puedes perder tu vida”.

Milagros, que nunca había creído en el fidencismo, sus materias ni sus espíritus, comenzó entonces a recibir entes en su cuerpo y ellos a “trabajar”, a hacer milagros, a curar enfermedades de la gente.

“Decía yo ‘no es cierto eso de las materias ni que pueden bajar espíritus’”.

Un milagro más:

“Yo, Ángela Guadalupe, estoy muy agradecida por los milagros que los seres de luz hicieron con mi sobrino Luis Emiliano Martínez Andrade, de habérmele dado su salud. Con la fe que yo tengo, mi bebé salió adelante. Gracias por todo”.

Leo en un papel pegado sobre el altar de Milagros, una de esas tardes que he venido para presenciar las curaciones de sus espíritus, entre los cuales hay niños, generales revolucionarios, gitanas, indios norteamericanos, ángeles y arcángeles.

En total unos 130 ó 135 seres de luz.

“Bendito Dios”, exclama Milagros.

Le pido a Milagros que me nombre a algunos de ellos y los recita de corrido:

El general Francisco Villa, Emiliano Zapara, Julieta la Revolucionaria, Fidencio, Aurorita, Rodolfo Fierro, el militar Felipe Ángeles, Manuelito de Atocha (el Santo Niño de Atocha), Tomasito Herrera, Malverde, Margarita de Catalán y Coral, unas gitanas, los indios Pluma Blanca, Lobo Negro…  y “ya, ya no recuerdo”, suelta Milagros.

Pero su fuerte, el que más ayuda a la gente en todos sus problemas, dice Milagros, es Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa.

Le digo a Milagros que salvo los personajes históricos, algunos santos católicos, otros paganos como Malverde y unos cuántos seres de luz presentes en la tradición fidencista, jamás había oído hablar de la gitana Coral o los indios Lobo Negro y Pluma Banca.



 Siempre he dicho ‘si Dios me dio un don para ayudar a la gente, ahí voy a estar siempre’. A veces no nos pagan nada, es lo que la gente nos quiera dar”.

JESUSITA DE LOS MILAGROS BRIONES MARTÍNEZ

Milagros responde que simplemente los espíritus bajan a su cuerpo, ella los recibe con ayuda de sus guardias, los seres de luz hacen sus curaciones y se retiran.

A veces Pluma Blanca o Lobo Negro bajan cuando la Misión Fidencista de Milagros se halla congregada en torno al altar, comienzan a hablar en sus dialectos y revelan secretos de sus tribus.

“Le han enseñado a la Misión, por ejemplo, a hacer atrapasueños, que yo me quedo bien admirada porque no sé ni cómo… Veces yo le decía a mamá ‘amá, ¿no estoy endemoniada?’, porque yo veía las cosas que ellos (los espíritus) hacían y me quedaba sorprendida y todavía nos quedamos sorprendidos de todo lo que hacen”.

Buscando en internet me encontré que, según Wikipedia, un atrapasueños, o cazador de sueños, es un aro de nueve centímetros fabricado tradicionalmente con madera, que lleva una red en su interior y está adornado, generalmente, con plumas.

Tiene su origen en la nación nativa norteamericana de ojibwa.

“El atrapasueños, colgado sobre la cabecera de la cama, se usaba como hechizo para proteger a los niños de las pesadillas y de las visiones malignas. Los ojibwa creían que un atrapasueños filtraba los sueños de las personas, de manera que los buenos sueños pasaban por el centro y bajaban por las plumas hacia la persona que duerme, mientras que los malos eran capturados por la malla y se desvanecían con el primer rayo de luz del amanecer”, dice Wikipedia.

130 espíritus, me quedo penando.

José Luis Díaz Loera es el líder del templo fidencista “Jesús Salvador del Mundo”, ubicado en la colonia Pueblo Insurgente, y dice que hoy al fidencismo “lo están choteando”.

“Yo respeto, pero el Niño es algo sagrado, para hacer el bien, para curar a la gente… Lo están choteando”.

A las 4:00 de una tarde fría en la trastienda de una estética de la calle de Paredón, en la colonia Tierra y Libertad, le estoy revolviendo el pasado a Milagros.

Pienso si no es mucha coincidencia que Milagros se llame Milagros y que, siendo devota del general Villa, su madre viva en la calle de Paredón.



Varias personas afirman que ellas o sus familiares han sido curadas gracias a los espíritus de Milagros Briones.

 Yo pensaba que me la estaban volviendo loca porque yo en esto, aquí está mi niñito (Fidencio), no creía”

MAGDALENA MARTÍNEZ, MAMÁ DE MILAGROS

Más tarde, Magdalena, la madre de Milagros, me contará que su nombre se debe a una promesa hecha en la Catedral al Señor de los Milagros, después que el médico le auguró un embarazo duro.

“Le prometí al Señor de los Milagros que si era niño le pondría Jesusito de los Milagros, y por eso se enoja ella, porque le puse Jesusita de Los Milagros”.

Magdalena se había pasado los nueve meses de gestación en la cama, con fiebre, hasta que dio a luz.

“Fue duro mi embarazo de ella. Ya estaba con mi estómago grande y pura fiebre. Nunca me levanté de la cama hasta que ya la tuve”.

Quiero saber, le digo a Milagros, qué hay detrás de la mujer que baja a más de 130 espíritus.

Milagros me cuenta que hace apenas dos años era una ama de casa, madre de cuatro hijos, que aguantaba las golpizas públicas de su pareja.

“Ella sufrió mucho con esa pareja. Siempre la golpeaba en la calle, se dejaban y se juntaban. Era de que el muchacho siempre se andaba peleado y Milagros atrás de él”.

Me platicó una antigua amiga de Milagros, la primera vez que asistí a una curación.

Entonces llegaban los placa, llevaban a encerrar al golpeador y al rato lo echaban fuera.

Googleando el nombre de Milagros, mientras escribía esta crónica, encontré una nota del Heraldo de Saltillo, fechada el 21 de mayo de 2013, donde Milagros denuncia ante las autoridades a José Manuel Pauli Torres, su pareja drogadicto, por agresiones hacia ella y su bebé de tan sólo ocho meses de edad.

El hombre había agarrado al nene por el cuello y lo había azotado contra pared.

Después derribó a Milagros en la calle y le golpeó la cabeza con el cordón cuneta, cuando ella trataba de defender a su hijo.

En la fotografía publicada en la web de El Heraldo aparece Milagros con un parche blanco que le abarca casi toda la frente.


 Yo no, los seres. Yo siempre digo que yo soy un instrumento para que ellos curen a la gente. Ellos son los que hacen todo”.

JESUSITA DE LOS MILAGROS BRIONES MARTÍNEZ

“Me mandó al hospital, mandó al hospital a mi mamá. Yo de la desesperación le decía a Dios, ‘mándame algo, no sé, algo, algo pa poderlo golpear, no sé’, de lo desesperada, que nunca le hicieron nada. Lo pedí de corazón, llorando le decía a mi Dios ‘ya, ya quiero estar bien, que no me vaya a dar un mal golpe, que no vaya a matar a mis hijos. Mándame algo, retíramelo no sé’”, cuenta Milagros.

Tres semanas después de pronunciado el conjuro, a Milagros le vino una invalidez y unos desmayos que le duraron siete meses.

Su pareja se había ido sin procurar una pensión para sus hijos.

“No podía caminar, no podía salir a la calle porque dondequiera me desmayaba”.

De allí ya empezó y empezó y empezó con los seres, dirá Milagros.

“Una ‘materia’ me dijo ‘tú no eres de preparación’, y me dijo que yo tenía luz propia. Luz propia quiere decir que no es preparada por otra ‘materia’”.

Siempre que Milagros se va poner en contacto con sus espíritus repite esta oración:

“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no permitas que ningún espíritu malévolo entre en mi cuerpo y que todo ser de luz sea bienvenido en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Amén”.

Cuando Milagros entra en trance comienza a sollozar, su cuerpo trastabilla, la piel se le pone chinita y su respiración se hace pesada, como la de alguien que estuviera teniendo un ataque de asma.

“Me da mucho escalofrío, bastante escalofrío y luego ya no puedo espirar, no puedo respirar hasta que ya baja el ser”, dice Milagros.

Entonces a Milagros le cambia la voz y las posturas.

Una vez que Milagros vuelve en sí, que regresa, es como si acabara de despertar de una larga siesta y no recuerda nada.

La tarde que la conocí, el espíritu del general Pancho Villa bajó en el cuerpo de Milagros para decir que autorizaba la entrevista.

“Doroteo Arango Arámbula, mejor conocido como Pancho Villa, se hace presente en este cuerpo y en este corazón”, dijo.

“Presente, general”, respondió a coro la Misión.

Su hablar era ronco y procaz.


Milagros asegura que pasó de no creer en el fidencismo a ser instrumento de los entes que bajan a su cuerpo para curar a la gente.

 Desgraciadamente nomás les quitan su dinero, porque es un engaño, un fraude”

DOÑA LUZ, LIDERESA DEL SECTOR

“Hay curanderos que te quitan dinero y que te quitan dinero y no te hacen nada. Hay muchos curanderos que traen joyas, carros y hasta pinches anillos en los dedos de las patas. Esos son vividores de gente que necesita ayuda y que se los chingan. Aquí no, aquí, bendito Dios, gente que ha venido, gente que ha sanado”.

Dijo el espíritu de Villa una de las varias veces que estuve ante el altar de Fidencio presenciando una de las curaciones del general con veladoras, lociones, sal, alcohol, piedra lumbre, un cigarro, espray “mágicos” y su famosa cuarta.

Aquella tarde me había encontrado en el templo de Milagros con María, una señora, setenta y pocos, que venía de El Rosario, municipio de Mazapil, Zacatecas, afectada del cuerpo por un padecimiento desconocido.

“¿Cómo andas, María?”, le preguntó el espíritu del general, “bien”, respondió apenas la mujer, “no, usted dígame ‘sabe qué, mi general, me siento mal; lo que me está haciendo no sirve pa chingar su madre’. Se vale”, reviró Villa y todos reímos.

Entonces vi a María sentada en medio de cuatro cirios, dos rojos, dos blancos, y al general despojándola de sus males con su cuarta, mientras el guardia de Milagros rezaba las 12 Verdades  del Mundo al derecho y al revés y el resto de la Misión repetía el Padre Nuestro.

Los doce apóstoles.

Las once mil vírgenes.

Los diez mandamientos.

Los nueve meses.

Las ocho angustias.

Las siete palabras.

Los seis candelabros.

Las cinco llagas.

Los cuatro Evangelios.

Las tres Divinas Personas.

Las dos tablas de Moisés.

Y la santa casa de Jerusalén donde Jesucristo vive y reina por siempre jamás me ayuden y me protejan por los siglos de los siglos.

Amén.

Óscar Sifuentes es un albañil de 16 años al que Milagros, bajo la influencia del espíritu del general Villa, escogió, él no sabe por qué, para su guardia.

Sucedió, me cuenta, durante una fiesta que la Misión hizo para honrar al ser de Aurorita Prado Quintanilla.

“El general me dijo, ‘te quiero para mi guardia’. A mí me gusta mucho esto y creo en esto”, dice Óscar una mañana que platicamos en casa de una tía suya, también fidencista, en la calle de Paredón.

Milagros dice que el primer “trabajo” (“trabajar” en la jerga fidencista es curar) del general Francisco Villa fue con un señor de Estados Unidos que estaba desahuciado por un cáncer en los huesos.

“Me insultó, me dijo que apoco yo lo iba a curar, que él no creía en mí, que nomás que su esposa lo traía, que él venía por su esposa, no porque creyera en mí ni en el general Francisco Villa. Le dije ‘créame que yo tampoco sé cómo lo vaya a curar, no sé qué le vaya a hacer, qué le vaya a decir, yo no sé nada’. A los ocho días el señor ya estaba bien”.

Al altar de Milagros ha venido gente de rancherías de Zacatecas, Tamaulipas, Veracruz y la región Sureste de Coahuila, para buscar una cura a sus enfermedades del cuerpo y las del alma.

Una de aquellas tardes, el espíritu de la gitana Margarita de Catalán se presentó en el cuerpo de Milagros chasqueando los dedos y moviéndose al ritmo de la “jota aragonesa”.

Después se escuchó una voz de trueno que dijo llamarse Emiliano Zapata; y luego un susurro melifluo, era Manuelito de Atocha, el Santo Niño de Atocha.

Al final de una curación escucho los testimonios de unas mujeres que aseguran haber sido sanadas por los espíritus de Milagros Briones.

“No podía caminar. Me dolían mucho los pies y no me sostenía, me tenían que agarrar. Me empezó a curar el general Villa, me ha curado Julieta la Revolucionaria, Margarita de Catalán, Manuelito de Atocha y ya camino, ya puedo caminar”.

“A mi mamá le dijeron que le habían hecho un mal. Nos dijo el general que la habían embrujado, que le habían puesto una enfermedad que simulaba la diabetes y ella dejó de caminar. Hasta que cayó en cama. Cuando llegamos aquí, la empezaron a curar y empezó a caminar”.

¿Y ahora qué sigue en tu vida, Milagros?, le pregunto.

“Yo le digo a mi mamá, a mi guardia, a la Misión, ‘si Dios me dio este don pos… adelante y que sea lo que Él quiera”.

(VANGUARDIA/ JESUS PEÑA/ MARTES, FEBRERO 6, 2018 - 17:29)


2 comentarios:

  1. En qué municipio y estado de la República es esto???

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  2. Me interesa mucho lo que menciona aquí, aún sigue curando esa persona?

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