El vendedor de Pegasus, un
hombre alto y calvo, de origen checo, se apersonó en la oficina de su jefe, en
las lomas de Haifa, Israel, para reportar el problema que había surgido con el
gobierno de México.
Paul Kador (su nombre es ese,
excepto por tres letras, que han sido modificadas, por seguridad —de la autora
de la crónica, no del vendedor), tomó asiento en la oficina.
—¿Pagaron? —le preguntó el capitán Sharón, desde atrás
de su escritorio. (Este apellido sí es totalmente falso, pero no la
conversación).
—Pagaron a tiempo y bien,
capitán.
—¿Manejan bien el Pegasus?
—Aprendieron y son buenos
operadores.
De hecho, gracias al sistema
de espionaje, el gobierno mexicano había aprehendido a varios capos del
narcotráfico y a varios ex gobernadores prófugos, culpables de robos
billonarios a la Nación.
—Magnífico —dijo el capitán
Sharón.
Además, se habían interceptado
a 2 yihadistas que entraron a territorio mexicano, y se les había apresado y
entregado a la Justicia norteamericana.
—Otra vez, magnífico —dijo
Sharón.
—¿Entonces, cuál es el problema?
—Delinquen.
—¿Aquellos a quienes espía el gobierno?
—No. El gobierno delinque,
igual o más que los delincuentes.
—Cuéntame.
—Del presidente hasta al
último operador, pasando por los legisladores, todos roban.
—¿Roban? —no se inmutó Sharón.
—Roban —repitió Kador. —Roban
al erario y comercian con la Justicia. Tienen un dicho: político pobre, pobre
político. Algo así. El caso es que la política es el gran negocio del país.
—Ajá —dijo el capitán.
—Sígueme contando.
—Luego, para encubrir los
robos, mienten. Luego, crean instituciones de mentiras para encubrir las
mentiras. Luego, se pelean horriblemente porque sus instituciones son de
mentiras y nada pueden resolver, y porque los funcionarios de las instituciones
de a mentiras, a su vez roban.
—Un gobierno bandido —no se
inmutó tampoco a esas alturas del informe Sharón.
Después de todo habían
vendido el mismo sistema de espionaje a Turquía y a Colombia, países igual de
bandoleros.
—Y espían a los periodistas y
a las organizaciones no gubernamentales: esa es la novedad que vengo a
reportar.
Sharón lo pensó.
—No es nuestro problema
—dijo.
Y asintió. Igual sucedía en
Colombia y Turquía. Países donde el mayor crimen contra el Estado es publicar
la verdad sobre el Estado.
Los interrumpió una llamada
en el celular del capitán. Salió del despacho para tomarla.
Cuando regresó, venía
demudado y con una historia venenosa que contar.
—La esposa del Primer
Ministro va a ser llevada a juicio —dijo.
—Adonai —dijo Kador.
O sea: Dios mío.
—Por el asunto de las
botellas de vino —asintió Kador.
Resulta que la señora Sara
Netanyau, durante años había reunido las botellas de vino vacías de las
recepciones oficiales en la casa del Primer Ministro de Israel, y las había
mandado a vender, con el chofer oficial.
Hasta ahí su conducta era
ejemplar: reciclar botellas de vidrio.
Pero los pagos por las
botellas vacías se los había quedado Sarita. Había juntado así cerca de 24 mil
shekels. Es decir, cerca de 124 mil pesos mexicanos. Un robo a la Nación con el
que compró un Volkswagen usado para su hijo.
—Insufrible —dijo Kador.
—Peor: ilegal —dijo Sharón.
—Israel entero está en llamas por la indignación. Los jueces están considerando
enviarla a la cárcel.
—Merecido —dijo Kador. —A la
Nación no se lo roba. La Nación es sagrada.
—Pero volvamos a México
—pidió el capitán Sharón. —¿Por qué nos importa a nosotros las consecuencias
del Pegasus?
—Ahora el gobierno quiere
comprarnos un sistema para envenenar las redes sociales.
Tampoco era raro. Los equipos
para llenar de mentiras las redes eran muy populares con los gobiernos
bandoleros, que temen a la verdad sobre todas las cosas.
—Les ofrecí el Elohim —dijo
Kador.
—Muy bien. Sólo confirma que
los cheques no reboten. Con los gobiernos bandoleros, nunca se sabe. ¿Quieres
un vaso de agua con hielo?
—Por favor.
El Capitán fue al pasillo y
ahí al congelador. Un armatoste de acero inoxidable. Lo destapó. Puso dos cubos
de hielo en cada uno de dos vasos. Sirvió el agua de una jarra en los vasos. Y
pensó en Sarita, la esposa del Primer Ministro.
—Mierda —murmuró en hebreo.
—Robarle a la Nación el importe de botellas vacías de vino. Imperdonable.
Gracias al cielo Israel tenía
un sistema de Justicia —jueces y policías que vigilaban a los poderosos y los
responsabilizaban de sus posibles abusos—.
Al regresar a la oficina con
un vaso de agua en cada mano lo preguntó:
—¿Y por qué los ciudadanos
mexicanos no paran al país, hasta que se imponga un Sistema de Justicia
decente?
Kador lo pensó.
Largamente.
A Paul Kador, que me contó la
historia.
(DOSSIER POLITICO/ SABINA BERMAN/ 2017-07-03)
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