En el peor momento de la
relación con los empresarios durante su Administración, el presidente Enrique
Peña Nieto tomó el avión y se fue de vacaciones a la playa y a jugar golf. Dejó
a cargo a quien por decreto le corresponde, el secretario de Gobernación,
Miguel Ángel Osorio Chong, aunque es un misterio por qué, si el Presidente se
fue de asueto, el resto del Gobierno hizo lo mismo. Eso es lo que parece
sucedió la semana pasada al ser notoriamente abandonado Osorio Chong por la
estructura del Gobierno, que lo dejó solo para arreglar los problemas con los
maestros disidentes y para enfrentar la vitriólica crítica de las élites
empresariales, enardecidas por los 10 mil millones de pesos que perdieron en
180 días por la inacción del Gobierno para evitar los bloqueos carreteros y
ferroviarios.
Una acción de grupo,
deliberada o no, dentro del Gabinete en contra de su cabeza, no es un buen
síntoma. Habla de un Presidente que carece de control de su equipo, o de actuar
con dolo, o incluso de probables actos de sabotaje internos. Lo delicado, si
recordamos la Tercera Ley de Newton, es que cada acción tendrá reacción.
Esto tendría que haber sido
considerado por el Presidente, que ante el naufragio de su secretario de
Gobernación, no hizo mucho por evitarlo. Para un gobierno que ha hecho de la
propaganda su motor para gobernar y la verticalidad del mensaje de gobierno su
dogma, el abandono de Osorio Chong no puede ser fortuito. Hay varios niveles en
donde se puede apreciar esto, aunque, por el momento, sólo puede plantearse
como hipótesis de trabajo.
El conflicto magisterial,
detonado por el manejo del secretario de Educación, Aurelio Nuño, con la
Coordinadora Magisterial, fue resuelto con una estrategia metálica, en la cual
fueron negociando con los líderes de los maestros una serie de concesiones y
privilegios legales y económicos quienes, mientras hablaban con los funcionarios
de la Secretaría de Gobernación, mantenían su estrategia de
negociación-confrontación. Esta estrategia fue respondida con tolerancia
política en Bucareli, que provocó una semana de denuncias políticas y demandas
penales de las cúpulas empresariales contra el Gobierno, porque la autoridad
incumplió el mandato constitucional de garantizar los derechos de todos los
mexicanos.
Todos los organismos
empresariales criticaron al Gobierno, pero por la naturaleza del conflicto la
condena se centró en el área política, cuya responsabilidad recae en Osorio
Chong. Fue tan inusual la forma escalonada como fueron disparando sus dardos
los empresarios, como el énfasis de su objetivo. La interlocución de los
empresarios no es con el secretario de Gobernación, sino con los secretarios de
Economía, Hacienda o con la Oficina de la Presidencia. El bizarro
comportamiento que tuvieron no es algo común.
Una duda que asalta es si
dentro del Gabinete económico hubo funcionarios que los alentaron a hacer las
denuncias públicas e indujeron el rumbo que debían tomar. Coincide este actuar
con el hecho que durante todos esos días no hubo un miembro del Gabinete
económico que saliera a respaldar a Osorio Chong y le abriera espacios
políticos que impidieran que se ahogara solo en la tormenta. La ausencia de
respaldo lo llevó a anunciar que él, no los interlocutores naturales de los
empresarios, hablaría con ellos para explicarles el proceso de negociación con
la Coordinadora Magisterial.
Para un Gobierno donde se
manejan en forma compartamentalizada los dos soportes del presidente Peña
Nieto, los secretarios Osorio Chong y de Hacienda, Luis Videgaray, el que
Gobernación cruzara el ámbito económico sugiere un acto desesperado para tender
puentes con un sector al que sus colegas de Gabinete desatendieron. ¿Dónde
estaba Videgaray? ¿O el secretario de Economía Ildefonso Guajardo? ¿O el jefe
de la Oficina del Presidente, Francisco Guzmán? Guajardo anticipó hacia el
final de la semana que presentaría un plan de apoyo empresarial en el sur del
país, pero no llegó a nada concreto. Osorio Chong terminó la semana como
empezó: solo.
Tampoco tuvo apoyo de quienes
trabajaron con él y apoyó dentro del equipo de comunicación social
gubernamental. Eduardo Sánchez, el vocero del Presidente y por quien tienen que
pasar todas las políticas de comunicación del Gobierno, guardó silencio.
Sánchez, un publirrelacionista, tiene gran proclividad a pedir a los medios
apoyos para el Presidente o para los funcionarios que quiere cuidar.
En estos días, sin embargo,
estuvo silencioso. Sánchez era subsecretario de Gobernación antes de mudar su
trabajo a Los Pinos, y trabaja estrechamente con su relevo, Andrés Chao,
responsable de medios en Gobernación, que también estuvo ausente en el cuidado
y la protección de su jefe nominal, Osorio Chong. ¿Por qué la comunicación
social del Gobierno se mantuvo alejada del tema más grave que ha enfrentado en
los últimos meses? No puede ser una coincidencia vacacional.
En ningún gobierno puede
haber descuidos o actos involuntarios. Peña Nieto tampoco pudo haber estado
desinformado de lo que sucedía en la Ciudad de México, ni el Gabinete económico
esperando su indicación para salir en defensa del secretario de Gobernación.
Sorprende su actuación.
El resultado fue negativo
para Osorio Chong, quien se desgastó más de lo necesario. Pero el deterioro de
su imagen afecta también a Peña Nieto.
El conflicto de los maestros
es el más grande desafío que ha afrontado este Gobierno en el sexenio, y no
deberían estar jugando, ni el Presidente ni su Gabinete, en la estrechez
política de sus estrategias coyunturales, porque se pueden arrepentir.
(ZOCALO/ ESTRICTAMENTE PERSONAL DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11 DE AGOSTO
2016)
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