MÉXICO, D.F.
(apro).- Ninguna de las encuestas que se difundieron profusamente antes de las
elecciones del 7 de junio pudo pronosticar, al menos, cuatro fenómenos
importantes en esta jornada:
El buen desempeño
electoral de un partido como el Movimiento Ciudadano (6% de la votación) al
que, incluso, muchos pronosticaron que perdería su registro.
Que en las
elecciones a gobernador en Nuevo León, el PRI quedaría en segundo lugar frente
al fenómeno del candidato independiente Jaime Rodríguez, El Bronco. La derrota
priista en esta entidad es más humillante porque contó con recursos, despliegue
mediático y apoyo del gobierno estatal y federal.
Que en la Ciudad de
México, el gobierno de Miguel Ángel Mancera y del PRD perderían la hegemonía
frente a la emergencia de Morena y el descalabro de los candidatos perredistas.
Incluso, delegaciones como Azcapotzalco y Xochimilco eran señaladas como
bastiones del PRD.
Que los tres grandes
partidos (PRI, PAN y PRD) resultarían con una menor votación absoluta, en
relación con la jornada anterior de 2009, cuando también se renovó la Cámara de
Diputados.
Prácticamente todas
las encuestas perfilaron al PRI mucho más fuerte de lo que realmente estuvo:
con 30 a 32% de los sufragios (quedó en la frontera con 29%); al PAN con 24 a
25% (quedó en 20.9%), y al PRD con 11 a 17% (quedó en 10.8%).
Pueden existir
muchas explicaciones para indicar las fallas de las encuestas, pero lo
principal es que han sobredimensionado a los aparatos partidistas y dejaron de
medir fenómenos sociales mucho más importantes, como el voto de castigo que fue
evidente en los casos de la Ciudad de México y de Nuevo León.
Junto con la derrota
de las grandes casas encuestadoras está el fracaso de decenas de mercadólogos
electorales que recomendaron una sobrexposición de los candidatos, la
intoxicación de spots, pancartas, utilitarios y toda la parafernalia
publicitaria –incluyendo “guerra sucia” a través de llamadas telefónicas– que
acabaron saturando a los electores.
Los millones de
recursos destinados en entrenadores mediáticos, agencias publicitarias,
“expertos” en redes sociales y en comprar seguidores en Twitter y en Facebook
no sirvieron para nada.
Simplemente ayudaron
a maquillar el autoengaño y el dispendio en una de las elecciones más caras de
la historia reciente.
El caso más
emblemático es el de Juan Carlos Limón García, quien se presentó como
“estratega y consultor político” que asesoró a la candidata del PRI en Nuevo
León y a decenas de políticos priistas en Veracruz.
Limón García, quien
presume ser el artífice de la campaña de Peña Nieto “te lo firmo y te lo
cumplo”, simplemente acabó haciendo el ridículo en esta contienda.
En una entrevista
realizada en ADN Político, Limón García minimizó así el fenómeno de El Bronco:
“Es un candidato
priista. 35 años en el PRI. ¿Es priista o no es priista? Es priista. Lo que
pasa es que él no aceptó con toda madurez que no le hayan dado la candidatura.
El hizo un berrinche. Y hay un votante que es muy volátil, nosotros le llamamos
switcher, que es muy propenso a estos justicieros… por eso le es atractivo a un
perfil de votantes, no a todos, porque El Bronco además con el paso del tiempo
ha demostrado que todo lo que dice es mentira”.
Explicable que
minimice a su contendiente, lo que resulta mucho más grave es que Limón García
haya cobrado millones de pesos para teorizar sobre votantes switcher cuando lo
que se observó en Nuevo León fue un auténtico referéndum en contra del PRI y
del gobierno corrupto de Rodrigo Medina. Su candidata, Ivonne Álvarez, se
confió en un descompuesto aparato partidista y en el apoyo del gobierno
peñista.
En escenarios donde
las elecciones son competitivas, los mercadólogos no saben qué hacer. En los
nueve estados donde el PRI repitió la vieja fórmula del “carro completo” (casos
como Chiapas, Tamaulipas o Zacatecas fueron muy claros), los asesores y
publicistas se convirtieron en un mecanismo para la fabricación de un consenso
o para inducir a una baja votación.
Sin embargo, la
derrota más grave es para el soberbio poder mediático de las dos grandes
televisoras, Televisa y TV Azteca, cuyos dueños hicieron todo lo posible para
encubrir las ilegalidades del Partido Verde, incluyendo los spots que
transmitieron desde septiembre de 2014 a favor de esta organización en un
auténtico operativo de contrarreforma electoral y de “donación en especie”,
hasta los histéricos mensajes en Twitter de Ricardo Salinas Pliego el mismo
domingo 7 de junio.
¿Cómo van a explicar
ahora las televisoras que después de tanto despliegue publicitario, informativo
y de compra de mensajes en redes sociales a favor del Partido Verde –incluyendo
a sus “famosos” y al Piojo Herrera– un partido como Morena, que no tuvo ese
mismo despliegue, haya obtenido un porcentaje mayor de votos al de los tucanes
(8.39% frente a 7%)?
Aún más, el fenómeno
del joven candidato a diputado local en Jalisco, Pedro Kumamoto, rompió el mito
de que una campaña debe ser dispendiosa, cara y llena de asesores enviados por
las televisoras.
Con 18 mil pesos
este universitario demostró que se puede ganar una elección sin necesidad de
cientos de miles de pesos.
El fenómeno de El
Bronco también es muy incómodo para las televisoras. Desde su campaña, el
candidato triunfador en Nuevo León advirtió que no pagará los millones de pesos
del erario a Multimedios, TV Azteca y Televisa para promover su imagen, como lo
hizo el priista Rodrigo Medina.
Las televisoras
ahora pretenden “montarse” en la victoria de El Bronco y de los otros candidatos
independientes, como también lo ha hecho el gobierno de Peña Nieto. Este
fenómeno no es un mérito del peñismo y menos de las televisoras. Es una
tendencia que se ha venido imponiendo en tribunales y en órganos
jurisdiccionales, en contra de las resistencias del gobierno y de los tres
grandes partidos.
Incluso, la reforma
electoral dejó incompleta la legislación para evitar que las candidaturas
independientes se vuelvan una peligrosa vía para que poderes fácticos como las
mismas televisoras impulsen a “sus” candidatos sin topes de gastos de campaña y
sin límites al financiamiento privado.
Este será uno de los
capítulos posteriores a la jornada del 7 de junio.
Twitter: @JenaroVillamil
(PROCESO/
ANÁLISIS/ JENARO VILLAMIL/ 9 DE JUNIO DE 2015)
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