miércoles, 5 de marzo de 2014

"LA LLAMARON AZUCENA POR BONITA"




Joven asesinada en Plazuela Machado dejó de trabajar para pasar más tiempo con su familia

MAZATLÁN.- La vio tan bonita, que su papá quiso llamarla como la flor: Azucena.

La joven, de apenas 30 años, ayer fue asesinada a las afueras de un bar en la Plazuela Machado cuando se encontraba con sus amigas de la infancia.

Azucena era ama de casa, madre de familia. Su muerte dejó en la orfandad a su pequeña Mariana, de 6 años, y a Javiercito, de 8 meses. Y apenas en diciembre se casó.

"Mi muchachita linda era hermosa, cuando nació su papá le puso el nombre, dijo que se llamaría Azucena porque estaba muy bonita.

Y así era, muy bonita mi niña", narró doña Esperanza, de 56 años, una mujer que ha vivido tres veces las peores tragedias.

Hace 25 años su esposo falleció en un accidente vial, en 2004 le mataron a su hijo mayor en Estados Unidos, también una bala perdida lo atravesó; y ayer se fue su Azucena. "La vida ha trapeado conmigo", agrega.

CÓMO SE ATREVEN

La tragedia ocurrió cerca de las 02:00 horas en la Plazuela Machado, Azucena estaba con tres amigas, todas se conocían desde niñas. Su esposo se había quedado en casa con los hijos.

La noticia se disipó en minutos, el esposo de Azucena llegó desesperado a la plazuela cuando el cuerpo ya no estaba. Más tarde él mismo se lo dijo a la familia.

"Eran como las tres y media de la madrugada cuando entró, así como lo vi, supe que no era nada bueno. Me dijo lo que había pasado, que una bala perdida la había matado. Ella no conocía a los otros heridos, nadie se conocía, fue la casualidad", comparte doña Esperanza.

Ayer Azucena ya estaba en un ataúd cubierto con una parte de su vestido de novia.

Doña Esperanza fue la primera que entró a la funeraria donde la velaban. El cuarto era frío.

"No estoy viviendo esto, nunca me imaginé ver a mi niña así, en una caja, ay Dios Santo, ya me dejaron más mocha de lo que estaba ¿cómo se atreven a quitarle la vida a la gente?", gritó desesperada.

Al velorio llegaron los amigos, la familia y las flores.

La primera corona fue de las hermanas de Azucena, a ella le gustaban las rosas rojas y las llevaron.

SU QUERER

En los últimos cuatro años Azucena trabajó en una tienda departamental, antes colaboró en una central de autobuses, pero su meta era estudiar, ella quería ser maestra. Ése era su sueño, pero más allá de sus metas estaban sus hijos, Mariana, de 6 años, y Javiercito, de 8 meses.

"Después que nació el niño ya no volvió a su trabajo, se quedó con su familia, prefirió dedicarle más tiempo a los niños, dice doña Esperanza.

Está hundida en el dolor; tiene coraje y quiere justicia.

"Se dijo tanto que iba a haber mucha seguridad en el Carnaval, que estaba blindado Mazatlán, aquí está el blindaje, que vengan a ver. No hay autoridades, desde hace 10 años no creo en nada", lamentó.

"Mi hija era hermosa, grandota, alta, muy bonita, (al responsable) que lo detengan y lo castiguen como merece, no debe andar libre, una persona que dispara a inocentes no está bien, A mi hija nada me la devuelve".

La tragedia de la familia Pacheco Rojas se hace más grande con los recuerdos Entre la plática sus hermanas recordaron otro gran detalle: El cumpleaños de Azucena.

"Nació un 15 de marzo, ya mero cumplía sus 31 años. Cada año nos íbamos a comer o hacíamos en la casa una comida, con esto, ¿qué vamos a festejar?", dice doña Esperanza.

... Y la intolerancia manchó el Carnaval

MAZATLÁN.- Esa madrugada la Plazuela Machado dejó de ser el corazón cultural de Mazatlán y fue visitada por la muerte. Era martes, los primeros estertores del día, el preámbulo de lo que sería el último día del Carnaval. Las autoridades acariciaban un ansiado "saldo blanco".

De pronto la fiesta se tornó en confusión. Olas de almas con cerveza en mano llegaban a la Machado después de la algarabía total en el concierto de Banda El Recodo, evento que concentró a 60 mil personas y la atención de las fuerzas policiales.

Una vez en la plaza, los insaciables de la fiesta se topaban con que todo había acabado. El motivo: un asesinato. "Mataron a dos muchachas a balazos", decían unos en medio del caos. Otros replicaban que era sólo una joven muerta y dos heridos en una balacera.

Lo que no estaba a discusión era el lugar del crimen, el bar La Coronita, situado bajo los históricos Portales de Cannobio.

Los policías municipales y estatales actuaron con desesperación, acordonaron la escena del crimen en un perímetro de más de 20 metros que abarcaba parte de la plaza, desalojaron por la fuerza a los curiosos, a más de alguno jalonearon y gritaron sólo por encontrarse allí o querer pasar. Al llegar los reporteros, fueron replegados.

Los meseros recogían mesas, sillas y barras de cerveza.

"Ya se había acabado la música en vivo, el sonido tocaba música retro, cuando se oyó primero un balazo, después otros dos. La gente empezó a dispersarse", relataron testigos que se hallaban en el bar.

Sobre el homicidio saltaron rumores y mitotes propios de la festividad de los papaquis.

Un crimen pasional tras una discusión; balas perdidas tras una riña; y un ataque dirigido eran los supuestos móviles, de acuerdo con el "vox populli".

El Secretario de Seguridad Pública Municipal, Pablo Andrés Hernández Lizárraga, declaró que el motivo habría sido una "discusión", ajena a la víctima mortal.

El cuerpo estaba en el suelo de la calle Heriberto Frías, atorado entre las sillas plegables del bar, cubierto con un mantel a cuadros rojos y blancos.

Los peritos llegaron casi a las 03:00 horas y empezaron su trabajo.

A lo lejos se escuchaba un grito. Un desgarrador "¡No, hija, tú no..." surcaba el ya enrarecido ambiente. Era una voz de mujer, quizá la madre de la joven asesinada, la cual fue identificada como Azucena Pacheco Rojas, de 30 años, y madre de dos hijos.

(NOROESTE/ SHEILA ARIAS / SIBELY CAÑEDO/ 05-03-2014)

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