
A lo
largo de las décadas de los cuarentas y los cincuentas, la psicosis
moral, religiosa y ética inundó el ambiente de díceres, comentarios e
informaciones, llenos de morbosidad perversa, matizadas por las negras
sombras de Satanás, que por todos los entornos la gente parecía
observar, como un preludio del incierto porvenir que les esperaba; por
ello, a la entrada de los cincuentas,
en la
Loma del Etchoropo se aceleró la construcción del templo y las
comunidades indígenas ofrecieron todo tipo de promesas: fariseos,
matachines, velaciones y peregrinaciones a Etchojoa para invocar al
Espíritu Santo, el divino poder para que los limpiara de las penas que
el pecado les podía causar, corrían las consejas.
Esto es,
en tanto las autoridades municipales y del Estado, endurecían acciones y
profundizaban las investigaciones, a fin de esclarecer los horrendos
hechos que habían puesto en entredicho el poder político del Estado y
los caciques regionales, en cuyo propósito, determinante fueron las
valientes pesquisas del entonces comisario de la excolonia Moroncárit,
don Tomás Ruiz, que conocedor del dialecto mayo, costumbres y
tradiciones de los indios, fue de gran utilidad para la cordada –
entonces la policía rural -,que resguardaba a las comunidades, para
esclarecer los cruentos crímenes, detalles que se observarían en las
autopsias practicadas por los médicos forenses, ahí en las mismas casas
de adobe donde vivían y tenían enterradas a las víctimas, como lo
describe a detalle, el autor de esta crónica histórica, el licenciado
José Luis Laguna, a continuación.
La vida secreta de los Huipas
(Quinta Parte) (Opinión de los médicos legistas)
José Luis Laguna Duarte
El 13 de
abril de 1950 las autoridades ordenaron designar como peritos médicos
legistas a los ciudadanos doctores Víctor Manuel Romo Ruiz y Juan José
Vázquez Romo, con el objeto de que se practicara la autopsia de ley a
quien en vida se llamó Vicente Buitimea y determinar así las causas de
su muerte y que fue el último que asesinaron los Huipas. En este
entonces el presidente municipal era Antonio Toledo y J. Muñoz
Fernández, secretario; el comandante de la Policía Municipal era Eligio
(Lico) Matus Navarro, (quien posteriormente fue asesinado a balazos en
una cantina céntrica de la ciudad); Francisco Palomares Puente, jefe de
la Policía Judicial supernumeraria, el cabo de Policía urbana era Emilio
Morales y Vicente Ruíz Borbón, comisario de policía de Moroncárit y
captor de los Huipas.
Los
resultados fueron los siguientes: Persona masculina de edad de 25 años,
1.70 metros de estatura, compleción robusta, moreno, pelo negro y lacio,
etc… .Presentó varias contusiones en el cráneo.
El miembro viril
cortado junto con una gran zona de piel, pues el corte inicia abajo del
ombligo dirigiéndose lateralmente hacia abajo por ambos lados hasta las
espinas iliacas, y luego hacia abajo sobre las caras anteriores e
internas de los muslos, y llega dicho corte hasta la margen del ano,
donde se reúne un corte con otro.
Al llegar al pene, este fue
succionado, llevándose en el corte los testículos y pene, todo en un
bloque, y fueron puestos de manera extendida, sobre una tapadera
circular de jaba de chícharo, claveteada y bien fijados los órganos
sexuales disecados.
Al pene
le introdujeron en su interior un palo de forma cilíndrica como de
veinte centímetros de largo, de tal forma que Al ser colocado y fijado
en la tapadera de la canasta chicharera, daba el aspecto de que estaba
en erección, constituyendo una completa disección y confección.
Se
concluyó la autopsia estableciendo que Vicente Buitimea primero fue
brutalmente golpeado y muerto sin ninguna defensa, mutilado de los
órganos sexuales. Murió debido a las contusiones en el cráneo y de la
mutilación.
Después
de la práctica de la autopsia, se ordenó una investigación minuciosa en
la casa habitación de Eusebio Yocupicio considerado el más asesino y
depravado del grupo, y debido a que Vicente Ruiz Borbón como autoridad
de toda esa porción del Municipio, comentó a las autoridades que era
necesaria una investigación más profunda en el pueblo del Bacapaco y en
las casa de este individuo, ya que tenía quejas de otras familias por la
desaparición de un muchacho de solo 14 años y otro llamado Lorenzo
Valenzuela Bamayoa, visionando que era muy probable que hayan corrido
con la misma suerte que Vicente Buitimea.
Así es como se descubrieron
todos los hechos aquí narrados y esas fotos que hemos publicado son
originales de esos momentos, en las cuales se observaron los tumultos de
pobladores que querían enterarse de todos los detalles de este asunto
que trascendió a través del tiempo.
Al
inspeccionarse la casita de adobe de Eusebio se encontraron todos los
objetos utilizados para asesinar a sus víctimas y las navajas con los
que hicieron los cortes en los proceso de castración y disección de las
partes sexuales de esos pobres indígenas victimados. Encontraron también
desde luego los cadáveres de los asesinados y sus pertenencias.
En las
paredes encontraron sus partes sexuales disecadas fijadas como si fueran
trofeos, así como también las bolsas de cuero humano disecado
conteniendo todavía sus vellos púbicos, lo cual dejó estupefactos a las
autoridades, significando esto la verdadera locura, la depravación y la
inmoralidad en la que cayeron estos personajes, quienes fueron
inmediatamente apresados y sometidos a un verdadero interrogatorio hasta
que se estableció toda la verdad y fueron consignados por Pascual López
Quijada juez local de Primera Instancia a la “Pena de Muerte” sin
ninguna consideración, decisión que fue confirmada por el Supremo
Tribunal de Justicia del Estado.
Los
cuatro indígenas mayos denominados los Huipas fueron trasladados a la
antigua Penitenciaria de Hermosillo para entregarlos al ejército para su
ejecución.
Las
ejecuciones por pena de muerte obviamente seguían un orden, y los Huipas
ya tenían su fecha marcada, para de esa forma pagar con su muerte los
daños cometidos en su región.
Los Huipas corrieron con suerte, pues la
última ejecución en el paredón fue el 18 de junio de 1957 de un señor
llamado Juan Zamarripa por violación de una niña y del señor Francisco
Ruiz Corrales, quien había estrangulado a una niña llamada Margarita, de
solo siete años de edad, y que había sido tirada en lo que hoy es el
Hollyday Inn y el Hotel Valle Grande en la ciudad de Hermosillo, sujetos
consignados por el Juez Roberto Reynoso Dávila.
Después
de esta ejecución seguían los Huipas, y las familias dolidas por lo que
hicieron esperaban con ansias esta ejecución, incluso todos los
pobladores del sur de Sonora también esperaban se hiciera justicia.
Pero
cuál sería la sorpresa, pues el Gobierno Federal promueve la
cancelación de la pena de muerte en el país, y de esa forma se cambia la
Constitución y los Huipas se salvan de la pena de muerte, y en cambio
fueron consignados a 30 años de prisión.
Las autoridades consideraron a
Eusebio y a Basilio como los más depravados y fueron a dar los sótanos
de la penitenciaria, donde murieron afectados, ciegos y violados por
otros presos de su misma calaña.
Leonardo y Adelaido cumplieron las tres
cuartas partes de su condena y fueron trasladados al CERESO de
Huatabampo, donde pronto obtuvieron su libertad por compulsión de pena y
porque mostraron una actitud siempre tendiente a reintegrarse a la
sociedad libres ya del problema que los llevó a la cárcel. Fueron
liberados cargando una edad ya de los casi sesenta años, abatidos por el
encierro y los estragos de la cárcel.
Duraron libres algunos años, casi
una década, se portaron más o menos bien, pues seguían practicando la
magia negra y viviendo en sus lugares de origen. Dicen que murieron casi
el mismo día, demostrando con ello, que el destino siempre los mantuvo
unidos hasta la muerte.
(El
próximo número será el último, donde retomaremos cosas interesantes que
para dar un cierre magistral de nuestra investigación).
(DIARIO DEL YAQUI/
Bernardino Galaviz/ Lunes, 03 Febrero 2014 21:51)
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