UN CHIVO EXPIATORIO DEL CASO DE CAMARENA, PRESO DE POR VIDA EN ARIZONA
La
reciente puesta en libertad de Rafael Caro Quintero irritó a Estados
Unidos y mantuvo en el pasmo al gobierno mexicano, que reaccionó tarde
emitiendo una orden de captura preventiva en su contra con fines de
extradición, pero también reactivó el caso del mexicano René Verdugo
Urquídez. Preso en Estados Unidos desde hace un cuarto de siglo, fue
secuestrado en México por judiciales pagados por el gobierno
estadunidense y llevado a aquel país, que se afanó en implicarlo en el
asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena aun cuando no hay
pruebas de ello. Verdugo dice a Proceso que sólo el gobierno
estadunidense puede ponerlo en libertad… si se lo pide México.
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- La excarcelación de Rafael Caro Quintero removió las
ilegalidades de Estados Unidos en su afán de vengar el secuestro y
asesinato del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar.
La
cacería que significó en México la “Operación Leyenda”, coordinada desde
las oficinas centrales de la DEA en Washington, se cebó en el mexicano
René Verdugo Urquídez, con quien Estados Unidos se cobró la pérdida de
uno de sus principales agentes en América Latina.
Traficante de
mariguana a Estados Unidos en los años 80, René Verdugo no tuvo nada que
ver con el destino trágico de Camarena, pese a lo cual está pagando esa
factura desde hace un cuarto de siglo: fue condenado a 240 años de
cárcel y a una pena de prisión perpetua.
Los tres primeros años
fue mantenido en aislamiento total en el Centro Correccional
Metropolitano de San Diego, California. De ahí se le trasladó a la
prisión federal de Leavenworth, en Kansas. Hoy, Verdugo, de 63 años,
purga su condena en la penitenciaría federal de Tucson, Arizona.
En
los mismos tribunales estadunidenses no sólo quedó demostrada su
inocencia, sino también la cadena de ilegalidades cometidas por el
gobierno de Estados Unidos tanto en su propio territorio como en México
para ver quién pagaba por la muerte de Camarena. La justicia federal
mexicana resolvió el pasado viernes 9 que el agente estadunidense
Enrique Camarena operaba en México sin estatus diplomático o consular;
es decir, sin reconocimiento formal del gobierno mexicano.
Las
ilegalidades de este caso comenzaron cuando, en abierta violación a la
soberanía mexicana, la DEA contrató a policías judiciales de Baja
California para secuestrar a Verdugo y presentarlo ante la justicia de
Estados Unidos.
Luego, en su empeño de inculparlo, fueron variando
las acusaciones con base en testimonios falsos de narcotraficantes
mexicanos y estadunidenses, así como en las de un perito de la Oficina
Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés). Fracasado el
intento de consignarlo como uno de los torturadores de Camarena, se
trató de colocarlo como el número dos de Caro Quintero.
Sin
evidencia ninguna que implicara a Verdugo en la muerte de Camarena, el
caso llegó a la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos. Pero el
máximo tribunal de ese país coronó los quebrantamientos de las leyes de
México, de Estados Unidos e internacionales al dar por bueno el
secuestro. Impidió así su repatriación con el pretexto de que no se
puede invocar el Tratado de Extradición bilateral porque, alegó, la
presentación del acusado ante los tribunales no fue resultado de la
aplicación de ese instrumento.
Sentenciado de por vida, Verdugo
sólo tiene un camino: que el gobierno mexicano retome su propósito de
regresarlo a México, como lo intentó, sin mucha insistencia, el gobierno
de Carlos Salinas de Gortari.
“La petición del gobierno de México
al de Estados Unidos es la única opción que tengo –dijo Verdugo el
miércoles 14 en entrevista telefónica desde su reclusión–. En Estados
Unidos ya no hay caminos judiciales que recorrer o explorar. La única
solución es de gobierno a gobierno.
“Es tan fácil y difícil a la
vez. Tan fácil porque están todos los elementos de inocencia, pero tan
difícil porque mi caso expone al sistema judicial estadunidense”,
manifestó.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1920 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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