
José Gil Olmos
Las exequias del exmandatario estaban previstas a realizarse en la casa de la
familia, pero, en una decisión de última hora, les avisaron que Felipe Calderón
había resuelto realizarle una ceremonia luctuosa de Estado, algo que no hizo
Vicente Fox con José López Portillo.
Así, el cuerpo de Miguel de la Madrid fue trasladado a Palacio Nacional a
donde llegaron decenas de coronas de olorosas flores y mensajes de pésame de los
priistas que lo acompañaron. A la cabeza de todos ellos, Carlos Salinas de
Gortari.
Vestidos de traje y corbata negra, de camisa blanca impecable, la
nomenclatura priista se reunió en torno del féretro del ex presidente que dio los
primeros pasos del neoliberalismo.
Verlos ahí, en el antiguo edificio colonial que tantas veces usaron los
presidentes emanados del PRI para el ritual de la unción sexenal, era como si
nunca se hubieran ido.
Se les veía como si estuvieran en casa, platicando,
intercambiando sus números de teléfonos, haciendo citas, susurrando en el oído
sus planes para el futuro.
Reunidos alrededor del féretro en los priista no había tristeza en su mirada,
brillaba la chispa del poder.
Y entre ellos Felipe Calderón que, siendo crítico del sistema corruptor
priista, ahora le rendía homenaje a Miguel de la Madrid y con esto también al
grupo de poder que está casi listo para recuperar la Presidencia después de 12
años de haberlo dejado.
Salinas no podía desaprovechar la oportunidad, elogio a Calderón por rendirle
homenaje y le puso nombre al acto: se trata, dijo a los medios, de un acto de
dignidad republicana.
Pero más que un evento de dignidad republicana – no llegaron los
expresidentes Ernesto Zedillo y Vicente Fox, ni tampoco todos los representantes
populares –, el velorio de Miguel de la Madrid fue un acto político, una
ceremonia de traslado de poderes con múltiples símbolos y mensajes.
En víspera del término de su sexenio, el panista Calderón se fundió en el
mismo acto con los priistas. Muerte y renacimiento del poder, pacto y
continuación del mismo modelo político y económico, perdón y olvido de los
errores cometidos, aunque ahora se cuenten en 60 mil las víctimas de la guerra
contra el narcotráfico.
En los rituales de poder hay cosas que se repiten. La mafia italiana los
hacía en las iglesias o en los funerales.
Los victimarios enviaban coronas de
flores a los funerales de sus víctimas y saludaban a la familia dándoles un
pésame que significaba el cierre de un ciclo de poder.
La tarde del lunes 2 de abril un ritual de poder similar se llevó a cabo en
Palacio Nacional.
El gobierno panista se rindió ante el grupo del PRI que se
apresta para tomar las riendas de la Presidencia.
Enrique Peña Nieto, candidato presidencial del PRI, hizo guardia de honor y a
su lado estaba toda la vieja nomenclatura de su partido, encabezada por el grupo
Atlacomulco, Carlos Salinas de Gortari y el coordinador de campaña peñista Luis
Videgaray.
Todos juntos, como una nueva familia que se apresta a gobernar.
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