domingo, 20 de noviembre de 2011

UNA AVENTURA EN LA QUINTA DIMENSION


Javier Quintero

Estoy haciendo una historieta que se llama Aventuras comestibles”, donde la comida lucha contra los cubiertos. Santiago Jara Sarracino. (Jesús Ballesteros / EXPRESO)



HERMOSILLO, SON.- En la profundidad de los sueños, donde todo parece real, Santiago Jara echó a volar su imaginación. Estaba plácidamente dormido.

–¡Santiago, despierta! ¡Parece que estás soñando!
–No, no estoy soñando. Ya abrí los ojos.

–Anda, levántate.

Ya había amanecido. Curiosamente esa vez no sintió deseos de continuar un segundo más en la cama y de un brinco puso los pies en suelo firme. Volteó a su alrededor y notó algo raro, había una ligereza inusual en su cuerpecito de once años.

Al abrir la puerta, Santiago entró a un cuarto repleto de cajas de cartón. Se acercó y abrió la que tenía en el frente el dibujo de una gallina. Repentinamente saltó una, revoloteando, pero no se espantó. Vio las demás y todas tenían un dibujo.

–¿Estás seguro que ya despertaste?
–Sí, pero esto es extraño. ¿Y tú quién eres?
–Yo soy tu hada madrina.
La situación parecía todavía más insólita: primero una gallina que salió de una caja de cartón y ahora una hada madrina, pero no cualquier hada madrina, sino una que tenía forma de elefante rosado con alas de mariposa que cambiaban de color cada cinco minutos y caminaba con las dos patas traseras, casi como lo haría un humano. Portaba una varita mágica.
Santiago comenzó a temer. Para constatar que estaba despierto se pellizcó y gritó por el dolor. Una vez confirmado su estado mental, intentó correr para esconderse. No quería volver a toparse con su hada madrina. En la casa no veía a nadie que lo ayudara en el momento que lo necesitara.

Entró al baño. Respiraba velozmente. Del botiquín de primeros auxilios sacó un frasco que no había visto jamás, tenía un líquido rojo y una etiqueta con la figura de una hormiga. Bebió un trago.

El elefante alado lo encontró. Aunque parecía que tenía buenas intenciones, Santiago estaba asustado. De pronto, el efecto de ese jarabe hizo efecto, primero sintió mareos y luego cayó al piso.

Santiago se había reducido al tamaño de una hormiga y corrió hacia el jardín, donde estuvo rodeado de múltiples insectos, ahora un poco más grandes que él. Las hormigas intentaban cargar un grano de azúcar. Él les pidió ayuda y al ver que no había una respuesta, habló con el jefe. Le propuso que alimentaría a toda la tropa una vez que lo ayudaran a recuperar su tamaño normal, pero recibió una respuesta negativa y todas quisieron atacarlo.
Como es un chico con suerte, Santiago ató con un hilo a una polilla que pasó volando y comenzó a flotar en el aire hasta que entró a su cuarto otra vez. Allí estaba el hada madrina. En verdad quería ayudarlo, pero él se resistía a creer que eso estuviera pasando en la realidad.

Con su varita mágica, el elefante le lanzó un rayo y lo lanzó al interior de la pecera. Aunque creyó que se asfixiaría, Santiago comenzó a respirar bajo el agua porque le aparecieron unas útiles branquias. Nadó hacia el castillo donde vivía su pez y descubrió sus bellezas y sus lujos.

Pero el elefante le volvió a lanzar un rayo que le devolvió el tamaño normal a su cuerpo y lo envió de un tirón a la cama, donde parecía estar inconsciente. Tal vez estaba otra vez dormido. A lo lejos escuchó la voz dulce de su mamá:
–¡Santiago, despierta! ¡Parece que estás soñando!
Santiago sonrió y se sintió feliz. Entonces le respondió:
–No, no estoy soñando. Estoy escribiendo un libro.

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