John Kelly y Rex Tillerson, secretarios
de Estado y de Seguridad Nacional de Estados Unidos, están en México. Anoche
cenaron con sus homólogos mexicanos y los siguientes dos días serán de
discursos. Mientras, los mexicanos en Estados Unidos empiezan a vivir un
infierno. Muchos han optado por dejar sus empleos y sus viviendas para
esconderse porque, digan lo que digan las autoridades de los dos países, las
redadas empezaron. Así lo cuentan ellos mismos a SinEmbargo. Algunos han sacado
a sus hijos, la mayoría estadounidenses de nacimiento, de la escuela.
Especialmente a los colegios llegan los agentes a buscar a sus padres, a
cazarlos.
El discurso tibio y de “cordialidad” del
Gobierno mexicano contrasta con lo que están viviendo los connacionales que decidieron
irse del país porque aquí no tienen oportunidades.
Ciudad de México, 23 de
febrero (SinEmbargo).– Quitó el pie del acelerador casi por completo al notar
la presencia de dos patrullas frente a la escuela en la que recogería a su hijo
de 10 años. En lugar de entrar al estacionamiento y esperarlo, Sara, de 43,
continuó el trayecto hasta el siguiente semáforo. Luego vio más unidades
policiacas; unas 10 en pocas cuadras, por lo que decidió frenar junto a una
casa desconocida y, desde ahí, marcarle al niño para decirle dónde estaba y el
motivo de la tardanza.
–No puedo estacionarme frente
a la escuela porque ahí está la policía –le dijo por teléfono.
–Ya me está dando mucho miedo
esto, mamá –le comentó él al subir al carro. “Yo creo que, ya si quieres, no
nos traigas a la escuela”.
Eran las tres de la tarde del
pasado lunes 20 de febrero en el desértico poblado de Montana Vista, ubicado al
éste de la ciudad de El Paso, Texas, y caracterizado por el alto número de
población mexicana.
Sara, juarense, casada y
madre de dos, tiene ocho años de vivir con su familia en el otro lado de la
frontera y apenas poco más de un mes de haber iniciado sus trámites de
residencia. Fue un mal momento. Días después, Donald Trump asumió como nuevo
Presidente de Estados Unidos y la vida en Montana Vista, dice Sara, se
transformó por completo: el Condado de El Paso reforzó la presencia policiaca
en esa zona y ahora, a todas horas, circulan el doble de patrullas. Cualquier
infracción o falta vehicular es motivo de detenciones y éstas, desde la orden
ejecutiva firmada por Trump el 25 de enero pasado, potenciales riesgos para que
los agentes locales llamen a las autoridades de Migración.
“No deben hacerlo, pero por
la orden ejecutiva, ahora está sujeto al criterio del agente”, dice Sara en
entrevista telefónica.
El ambiente es de total zozobra en esa zona de la frontera texana, narra. Con su familia, desde el domingo pasado había dejado ya la casa sólo con sus documentos y la ropa para refugiarse con amigos en otra zona con menos vigilancia. Redujo también sus salidas a sólo su trabajo como empleada en diferentes casas y a la escuela por sus hijos. No más comidas en restaurantes ni visitas familiares ni cine ni aun domingos en la iglesia.
“Este mes fueron dados de
baja 25 niños de la escuela”, dice. “No se habla de otra cosa en Montana Vista
más que de eso: de la policía, que ‘cuídate’, que ‘dale por allá’, que ‘en tal
parte hay un retén’, que ‘no le des por tal calle’, y termina la gente ya tan
acorralada que ya mejor se van al desierto, y allá se esperan hasta que se
acabe el retén”, cuenta.
‘EL PRESIDENTE NOS ESTÁ SACANDO’
El acecho de las leyes
migratorias se intensificó estos días para millones de mexicanos que viven sin
regularizar en Estados Unidos. Luego de que Trump firmara la orden ejecutiva
denominada de “Seguridad Fronteriza y Mejoras a la Aplicación de las Leyes
Migratorias”, el Departamento de Seguridad Nacional publicó el martes 21 dos
memorandos para explicar las formas en la que sería aplicada.
Una de ellas, de acuerdo con
un análisis de la agencia Associated Press, es el fin de las “Comunidades
Seguras”, o política en la que diversas localidades, como El Paso, se
reservaban la persecución policiaca de la violación a las leyes de migración,
que son de jurisdicción federal. Ante este nuevo contexto, diferentes
testimonios y reportes indican que la reacción de los connacionales ha sido
evitar al máximo exponerse en las calles.
“El ambiente está muy tenso
ahorita”, dijo el lunes 20 a este medio Germán Caballero, de 47 años y
repatriado ese día a través del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México
después de 18 años en Estados Unidos.
“La gente tiene mucho miedo y
ya no quieren salir a manejar, porque, ahora, con una infracción de tránsito ya
los van a levantar, y creo que la gente va a regresar”, agregó el migrante.
Como primeros en la mira
quedaron los mexicanos con algún antecedente penal o infracciones aun mínimas,
y que ahora están siendo acechados y detenidos por la Policía de Inmigración y
Aduanas (ICE, sus siglas en inglés) hasta en sus domicilios.
“Eran las 5:30, hace como un
mes. Salgo de la casa, arreglo toda mi troca para ir al trabajo, con todas mis
herramientas y, al momento de abrir el portón, ellos se meten”, narró
Caballero.
“Yo no pensé que era
migración, pero cuando me llama y me volteó, ya me muestra que es del ICE, y
entonces ya me detiene y me dice: ‘tu has sido deportado”, agregó el hombre,
que esa madrugada vio por última vez a su familia.
La relación entre México y
Estados Unidos vive uno de los momentos más tensos en su historia. El nuevo
Presidente norteamericano basó su campaña en insultar a los connacionales que
han migrado y en la promesa de construir un muro en la frontera.
Los memorandos difundidos el
pasado martes por el Departamento de Seguridad Nacional agregan que, a
diferencia de lo que ocurría antes del triunfo de Trump, quienes ahora crucen
ilegalmente serán retornados a México aun cuando no sean mexicanos. También permiten
dejar de proteger judicialmente a los menores no acompañados y enviar 15 mil
agentes para las corporaciones de vigilancia fronteriza.
El Tratado de Libre Comercio
de América del Norte (TLCAN), y del que depende un 80 por ciento de las
exportaciones mexicanas, está también en riesgo luego de que el nuevo
mandatario anunciara una revisión de sus términos y lo llamara “el peor tratado
de la historia”.
Funcionarios mexicanos, como
los Secretarios de Economía y de la Defensa, han advertido –aunque no de manera
oficial ante el Gobierno de Estados Unidos– que, ante las amenazas, México
podría disminuir sus “incentivos” para contribuir en el combate a la migración
centroamericana y al narcotráfico.
Las expectativas de la población mexicana migrante, mientras, quedaron casi estranguladas. Los entrevistados al ser repatriados dijeron querer quedarse este país por la persecución desatada en Estados Unidos, pero no tener claro aquí un futuro económico.
“Si los sueldos fueran
mejores, no nos iríamos”, dijo José Feliciano López Díaz, de 37 años, también
repatriado el lunes por el AICM y detenido el mes pasado en Nashville, Tenesse.
“Los salarios mínimos no son
suficientes para nada, ni siquiera se puede comprar la canasta básica, entonces
uno busca otros recursos de vida, y pues lamentablemente en Estados Unidos no
nos quieren, el Presidente nos está sacando”, agregó López, todavía con su
costal de pertenencias en la mano.
Un día después, los medios
publicaron la nota del ciudadano mexicano identificado como José Luis Jiménez,
de 44 años y quien, luego de ser deportado, se tiró de un puente vehicular en
Tijuana. El cuerpo, de acuerdo con las fotografías difundidas, quedó sobre el
pavimento junto a la bolsa de pertenencias con la que el migrante salió del
Centro de Detención.
“¡ES LA POLICIA, MAMA!”
Sara, que no tiene registros
ni antecedentes policiacos en Estados Unidos, tiene la determinación de
quedarse en ese país y enfrentar, dice, sólo el temor de “cada día” por los
siguientes seis meses, hasta que concluya su trámite de residencia.
Después de crecer y vivir
como comerciante con su esposo en Ciudad Juárez, hace ocho años se mudaron a
vivir a El Paso para que su hija, con una problema de salud, pudiera tener
mejor asistencia médica. Él empezó entonces a emplearse en la construcción,
ella limpiando casas y sus niños pronto se adaptaron a la vida como ciudadanos
norteamericanos.
El triunfo de Trump, sin
embargo, dice, cambió el comportamiento aun de las personas que antes
consideraba más amigables y cercanas. El día de la toma de posesión, una de sus
empleadoras de raza caucásica encendió la televisión de la sala, subió a su
cuarto y la dejó sola con el discurso para que lo escuchara.
“Lo que sentí ese día no lo
he sentido nunca. Quería salir corriendo porque, pues en su discurso, el señor
Trump sí tocó el punto de lo que quería hacer”, dice.
“Ahora la veo diferente
conmigo. Empezó a cuestionarme: que ‘te fuiste más temprano’, ‘llegaste más
tarde’, y sé que, en cierta manera, es presión; tal vez quiere que me vaya o
que renuncie”, agrega.
El inicio de su trámite por
la residencia más la orden ejecutiva de Trump la han dejado junto con su
familia en una especie de limbo, sin lugar seguro en ninguno de los dos países.
Debido a que el proceso les exige permanecer en Estados Unidos, no pueden
cruzar a Juárez y, por la orden ejecutiva, en El Paso deben esconderse.
“Nos tocó así. Nos tocó este
Gobierno; nos tocó este sistema; nos tocaron todas estas leyes, y por eso
estamos cuidando eso”, dice.
El ambiente en la familia,
mientras, es como de luto y, en ocasiones, de pánico. Como la tarde del mismo
martes pasado, dice, cuando, después de evadir a los policías alrededor de la
escuela de su hijo, la velocidad de una camioneta la obligó a frenar en medio
de una avenida y conducir en reversa para volver ante un semáforo. Las torretas
de otra patrulla brillaron entonces detrás de ella, visibles a través del
retrovisor.
–¡Es la policía, mamá! ¡Nos
va a detener! –le gritó su hijo.
–Ya sabes lo que tenemos que
hacer. Aquí está la tarjeta del abogado y la carta poder para vayan por ustedes
–les respondió ella.
Convencida de que sería el
último momento con sus hijos, vio entonces que la patrulla siguió a la otra
camioneta. “No sé de dónde salió –dice Sara que fue lo que pensó después del
sobresalto. Yo no vi de dónde salió esa patrulla. Probablemente estaba
escondida”.
(SIN EMBARGO.MX/ Sandra Rodríguez Nieto
/febrero 23, 2017 - 12:05 am)
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