BOB WOODWARD Y CARL BERNSTEIN. El
Watergate.
El domingo pasado, el diario
alemán Sueddeutsche Zeitung, encabezando a un grupo de casi 400 periodistas de
80 países y más de 100 medios de comunicación de todos los continentes, publicó
el reportaje más osado y de mayor impacto en la historia del periodismo
mundial.
No es poca cosa. Después del
trabajo que hicieron Bob Woodward y Carl Bernstein en el Washington Post, en
los años 70 y que causaron la dimisión del entonces presidente Richard Nixon,
con el llamado caso Watergate, no se conocía un trabajo de investigación de tal
o mayor envergadura.
El reportaje, publicado al
mismo tiempo por los medios que participaron en la investigación que duró casi
un año, destapó una cloaca de políticos, narcotraficantes, empresarios,
personajes del espectáculo y la cultura, deportistas… que han utilizado
empresas fantasma, a través del despacho Mossack-Fonseca, para evitar el pago
de impuestos en sus países y/o lavar dinero que, se supone, no tiene un origen
lícito.
Fue tal su impacto, que solo
a unas horas de conocerse el trabajo, renunció a su cargo el primer ministro de
Islandia, David Gunnlaugsson, por estar implicado en el caso, provocando en ese
país una abrupta e impensable crisis política.
Casos aberrantes como las
renuncias del presidente de Transparencia Internacional, capítulo Chile,
Gonzalo Delaveau Swett, y la de Pedro Damiani, integrante de la comisión de
ética de la FIFA, dimensionan la trascendencia del reportaje, realizado por el
Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), con base en los
11.5 millones de documentos facilitados por el diario alemán.
Por razones que no requieren
mucha explicación, los más golpeados aquí son los políticos. Que se revele que
el presidente ruso Vladimir Putin está involucrado debiera cimbrar a la
comunidad y las estructuras políticas de ese país. O las de China, pues los
Panamá Papers salpican también a miembros del Partido Comunista de ese país, en
el poder desde el triunfo de la revolución, en 1949.
Sin embargo, no parece que en
esas naciones vaya a pasar gran cosa, pues son de sistemas más bien
autoritarios. Como tampoco ocurrirá nada importante en Ecuador, en Venezuela,
al menos derivado de este trabajo periodístico. Ni en México, a pesar que se
documentó en el reportaje que Juan Armando Hinojosa Cantú, propietario de Grupo
Higa, transfirió cien millones de dólares a redes financieras internacionales a
través del Mossack-Fonseca, luego de que se diera a conocer el reportaje sobre
la llamada Casa Blanca, construida por ellos y “vendida” a la esposa del
presidente Enrique Peña Nieto. Quien debiera investigar a este empresario, en
primera instancia, por la fuga de estos millones de dólares, es la Secretaría
de Hacienda, pero resulta que su titular, Luis Videgaray, es otro de los
beneficiados por Higa, pues se documentó en México, desde al año pasado, que la
empresa le construyó al secretario una casa en un exclusivo campo de golf en
Malinalco, Estado de México.
Junto con el dueño de Higa
hay al menos 32 personajes más que aparecen involucrados en los Pamaná Papers,
entre ellos el narcotraficante Rafael Caro Quintero, y otros relacionados con
Joaquín Guzmán Loera. Pero en estos casos es obvio que los dólares provienen de
actividades ilícitas y entonces el dato significa solo un poco de color y una
raya más al tigre.
En todo caso, en cada país
ocurrirán o no cosas dependiendo de sus sistemas políticos. En Argentina, donde
se vive una democracia construida con mucho sudor y lágrimas después de las
dictaduras militares, el recién ungido presidente Mauricio Macri está en serios
aprietos pues la justicia lo está requiriendo para ver si recibió beneficios a
través de sociedades off shore que pertenecieron a su padre.
Por ello es impensable que en
México no pase absolutamente nada. Aquí ya se dio carpetazo al tema de la Casa
Blanca y habrán de encontrarse las formas de justificar que el dueño de Higa
haya sacado del país 100 millones de dólares sin pagar ni un peso al SAT. Menos
se explicará de dónde provienen los recursos.
BOLA Y CADENA
MÁS ALLÁ DE LO QUE SIGA
OCURRIENDO, la experiencia de este trabajo periodístico, bajo un concepto que
se ha denominado periodismo “colmena”, reivindica una de las razones primarias del
mejor oficio del mundo, como decía el gran Gabo: exponer lo que se quiere
ocultar. Y esto no es cosa menor cuando el poder ha llegado a grados de cinismo
en los que publicar y publicar y publicar no tiene un impacto en la forma en
que se administran los recursos públicos. México es uno de los países más
corruptos del orbe y el ejercicio periodístico en estas condiciones, con mucha
frecuencia, se queda en mera denuncia, en registro, sin consecuencias para
nadie. Con el agravante de que, por el contrario, medios y periodistas son
víctimas del poder por el solo hecho de hacerlo.
SENTIDO CONTRARIO
NACE LA MESA DE DISTENSIÓN y
ya más de alguno se pregunta qué carajos se pretende con ello. Si existe un
órgano electoral, leyes y reglamentos, esa mesa sale sobrando. ¿No tiene qué
hacer el gobernador? ¿O el second? ¿A qué va Claudia Morales? ¿A tomarse la
foto, a pedir? ¿O de verdad se siente parte del “gobierno del cambio”? Qué
jodida pobreza de dirigentes.
HUMO NEGRO
INICIADAS LAS CAMPAÑAS, LO
más relevante es que muchos de los eventos convocados por los candidatos
parecían más bien conciertos para sillas vacías, signo de la desorganización,
la falta de carisma y de fuerza de los aspirantes, pero también del desgano de
la gente, la indiferencia, el hartazgo.
(RIODOCE/ COLUMNA “ALTARES Y SÓTANOS” DE
ISMAEL BIJÓRQUEZ/ 10 abril, 2016)
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