Rosendo Zavala | Saltillo,
Coah.- Mientras recorría con sus manos la anatomía del chofer que eligió como
su siguiente víctima, Yadira recordaba cada uno de los ultrajes que la habían
llevado hasta ese sitio, donde concretaría el crimen que la convirtió en la
célebre “matatraileros”.
Sacando de entre sus ropas la
pistola que utilizaría para lavar su honra, la drogadicta esperó a que el
trotamundos durmiera para desgarrarle el alma, acribillándolo con bestialidad,
para dejarlo muerto en el camarote del camión, que quedó abandonado sobre la
carretera como mudo testigo de la ejecución.
TRISTE PASADO
Sumergida en el mundo de
oscuridad que le producía su creciente adicción, la joven sin destino veía
pasar el tiempo en su casa de la colonia López Portillo, mientras la mujer con
quien vivía se desentendía de lo que ocurría en el entorno que nunca había sido
benévolo para ninguna.
A lo largo de los años, la
potencial homicida se ocupó tan solo de obtener la hierba con que fabricaba su
mundo irreal, la misma que la traicionaba cuando en arrebatos de ansiedad
entregaba su cuerpo a cambio de las monedas que malgastaba con los
envenenadores del barrio.
Resuelta a vender caricias
entre los camioneros que transitaban por la carretera a Torreón, la pecaminosa
chamaca, que ni siquiera había alcanzado la mayoría de edad, se daba valor para
ofrecerse sin poner objeción, mientras la tragedia la rondaba guiándola por el
destino que parecía tener escrito.
Tras largos meses de
someterse a los ultrajes sexuales de los choferes que la utilizaban como
juguete de sus bajezas carnales, la casi niña lloró amargamente en la soledad
de su vivienda, cuando de pronto la idea de vengarse le cruzó por la mente para
no abandonarla jamás.
INTERMINABLE CACERÍA
Aquella mañana de mayo,
Yadira se levantó con presteza de la cama para de inmediato dirigirse al baño,
sabía que ese lunes no sería como todos los lunes de mayo, porque en su cabeza
sólo giraba la intención de cobrar con sangre todas las deudas que creía pendientes.
Con la cara llena de un odio
que escondía por el maquillaje, la puberta de 17 años sacó de su recámara una
pistola que tenía guardada y se encaminó hasta la puerta, desde donde gritó a
su madre que volvería por la tarde, convencida de que pasaría el mejor día de
su vida como siempre… a costa de los traileros.
Sin complicarse, la
ejidataria caminó hasta los linderos de la carretera, donde se detuvo al lado
de un letrero que indicaba el nombre del camino. Respiró hondo y por algunos
minutos revivió el pesar de la violación a la que un desconocido la había
sometido justo en ese sitio semanas atrás.
Buscando resguardarse de los
rayos solares que la atacaban sin clemencia, se sentó bajo el único árbol que
había y durante horas contó los camiones que veloces pasaban rumbo a la Comarca
Lagunera, de pronto un vehículo blanco que se acercaba la hizo reír con
malicia, sabía que el momento había llegado.
TERRIBLE VENGANZA
La chamaca vio cómo el
tráiler se detuvo frente a ella y la puerta del copiloto se abría lentamente,
entonces divisó a Toño, el chofer que la mancilló por primera vez en su corta
pero turbia existencia.
Imaginando que repetiría su
“hazaña” por segunda vez, el conductor subió a su potencial víctima para
reiniciar la marcha del camión, avanzando por la libre hasta detenerse en un
ejido cercano, donde se bajó para comprar la droga con que convencería a su
conquista de ocasión.
Con las pastillas “de la
felicidad” en su poder, el lujurioso volvió a su unidad junto a la menor para
dar rienda suelta a su pasión; ella, sin caer en la trampa, convenció al
trailero de que se fueran al camarote para consumar el deseo carnal que lo
consumía.
Aprovechando que nadie pasaba
en esos momentos por la carretera, Yadira sacó el revólver de entre sus ropas y
sin piedad ajustició al trotamundos, que quedó inerte en la cabina, mientras su
victimaria rociaba con gasolina el tráiler para incendiarlo y darse a la fuga.
Durante más de una hora, la
asesina caminó por el pavimento caliente de la vía Torreón hasta que divisó
otro camión, al que detuvo para pedir al chofer que le diera “ride”, asegurando
con mentiras que se dirigía a un pueblo cercano para visitar a sus padres.
Apenas avanzaron algunos
metros cuando Sergio detuvo la marcha de su tractocamión, para sacar de la
guantera un sobre con pastillas y revistas pornográficas, con las que intentó
excitar a la prófuga, que sintiendo repulsión por lo que ocurría decidió
repetir su mala obra.
Interrumpiendo el manoseo, la
drogadicta comenzó a forcejear mientras que el amante de pueblo le desgarraba
la ropa, invitándolo con repulsión a que se acomodara en la cabina para hacerle
sexo oral.
Sintiendo que las palabras de
la joven tenían magia, el chofer se relajó, mientras ésta le pedía que cerrara
los ojos, aprovechando el momento para sacar nuevamente su revólver y darle un
tiro en la cabeza, que lo mandó al otro mundo sin siquiera darse cuenta.
Tiempo después, Yadira
intentó rehabilitarse en un centro especializado y, tras contar sus aventuras
prohibidas, fue denunciada por los compañeros de grupo, que la entregaron a la
Policía, comenzando su condena por el doble homicidio que saldó con tratamiento
psiquiátrico.
(ZOCALO / RUTA LIBRE/ 11/04/2016 - 09:45
AM)
No hay comentarios:
Publicar un comentario