Monterrey, Nuevo León.- La
malla ciclónica que delimita el penal del Topo Chico, al poniente de Monterrey,
se convirtió en “el muro de los lamentos”. Unas 50 mujeres con lágrimas
tatuadas en las mejillas, treparon para gritar el nombre de sus parientes.
Querían saber si seguían
vivos. Querían saber si estaban bien. Querían saber si no les había tocado
vivir el infierno que se desató a la medianoche.
“Toñitooooo, Toñitoooo, dime
que estás bien Toñitooooo”. Son los gritos ya casi afónicos de una madre desesperada. Nadie responde. Se llama
Eugenia. De vestido largo y blanco, está trepada en la malla ciclónica que
antecede al muro de concreto del Penal, desde donde se puede ver el edificio
azul de tres pisos donde están los internos. Algunos se asoman por ventanas con
barrotes o escalinatas acorazadas.
“¡¡¡Yaiiiiiir, Reyeeeees,
Andreeeés, Felipeeeeee, Chivaaa, Roscoooooo!!!”. Gente acompañada de pancartas
con nombres de familiares. Buscan a un tal Carrillo Carrizales, a un tal Jesús
Ledesma, a un tal Miguel Gaytán, y no paran de gritar. Porque nadie les dice
nada, porque no saben de ellos, porque no los dejan entrar a verlos. Porque si
entran temen represalias.
Es el “Rosco” quien responde
a algunos de ellos. “Aquí está Felipe,
está bien”, contesta. En otras ocasiones los internos que escuchan su nombre
sacan playeras para avisar que siguen vivos.
“Es él mamá, es él, es
Pancho, ya me contestó, es Pancho”, dice una adolescente de rostro ennegrecido
por el polvo y el sol. Uno más que no estuvo en las listas parciales de muertos
que circularon todo el día.
ZONA CONFLICTIVA
Las familias se apostaron en
la calle Cuautla, de la colonia Nueva Morelos. Es la lateral del penal del Topo Chico construido en 1943,
en una zona entonces apartada de la ciudad, y que ahora fue consumida por la
mancha urbana, que desde el 2011 clama sea cambiado a otro lado.
Es una zona conflictiva, con
negocios cerrados o banalizados a los lados y casas que ayer lucieron vacías
porque sus ocupantes huyeron desde el miércoles, cuando vieron las llamas del
motín, los gritos de los internos y la entrada de la Policía y el Ejército.
Por esa misma acera, a unos
metros de la malla está la entrada al Penal. Un portón de rejas grises que
guardias abren unos cuantos centímetros, lo que les permite la cadena que han
fijado para evitar que la muchedumbre se les cuele. Porque desde las 2 de la
mañana estaban ahí, esperando respuestas.
Más de 500 personas inundaron
el acceso. Lo tenían sitiado. Y alrededor, casi 70 patrullas de diferentes
corporaciones, unos 200 elementos de Fuerza Civil y un número similar de
soldados, además de los antimotines, se apostaron sobre la avenida Rodrigo
Gómez, porque ahí, pegado al Penal, también está el Palacio de Justicia del
Estado.
De ahí salió Minerva
Martínez, presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, vestida en
impecable traje sastre gris, para decir a la prensa, y no a la gente, que ya se
estaba dejando entrar a los familiares y que todo estaba controlado. Que darían
a conocer las listas de fallecidos, que trasladarían a 72 a otros Ceferesos, y que
si querían saber más se apuntaran para indagar.
“Vieja mentirosa, eso está
diciendo desde anoche, que nos dé la lista. Queremos saber que está pasando,
porque todos estamos adoleciendo aquí por la pérdida de un familiar o de no
saber que está sucediendo adentro”, le gritaron, sin que ella hiciera caso.
Luego la siguieron exigiéndole respuestas, golpeando el carro al que subió, y
en el que escapó rechinando llanta.
FUE HORRIBLE
Pasaba del mediodía y la
muchedumbre que abarrotaba la entrada del Penal se fue convirtiendo en tres
largas filas que organizaron para dejar entrar a ver a los internos. Una para
el área femenil, otra para la varonil, y otra para internos de las Galeras 2 y
3, donde fueron los enfrentamientos.
Los primeros en salir de la
visita vertían versiones diferentes. Otras contaban, de oídas, que estaban
golpeando a los internos. “No les conviene que entren, porque los están
golpeando, ahí está una señora llore y llore en grito”, alertaba una mujer.
Otra la desmentía. “No sean mentirosos, están sembrando pánico, mi hermano se
ve bien tranquilo, yo lo vi, no los están golpeando”.
Y entonces, para evitar el
contacto entre quienes salían con los que entraban, comenzaron a sacar a los
familiares por una puerta trasera. Dicen que les advertían no volver, porque
hacían tumulto, que mejor se retiraran.
Las filas avanzaban lento. De
a cinco en cinco. Entre empujones y exigencias se mantenía la calma, otras
arreciaba la desesperación y la gente empujaba el portón que los oficiales
contenían amenazando con suspender la visita. “Nomás atrévase, y le tumbamos el
Penal”, contestaban.
VINIERON LOS DESMAYOS
Las horas pasaban. Hombres y
mujeres con ojos hinchados de llorar deambulando de un lado a otro sin saber
nada de sus hijos, de sus hermanos, de sus cuñados, de sus esposos.
Salieron las primeras listas
de muertos. Y vinieron los desmayos, los gritos de dolor, las ambulancias ahora
trasladando a mujeres que se desvanecían de dolor.
Ojos que veían una y otra vez
las listas de 10 en 10 o 20 en 20 que hacían circular las autoridades del Penal
y que a veces no coincidían entre sí. Familias que seguían esperando entrada.
Dolor que inundó el ambiente porque hubo quienes no pudieron o no quisieron
entrar.
Fue jueves. Tocaba día de
visita. La vivieron con los nervios y el miedo quemándoles como tizón el alma.
Y se fueron con la zozobra de saber si el infierno estaba apagado. Si a la
próxima les tocaría a sus hijos. Otros, unas 52 familias, según la primera
lista, 49 la que dieron después, ya no volverán. Visitarán panteones en vez del
Cereso, tras la noche en que se desató el infierno en el penal del Topo Chico.
HABÍA REOS SIN CABEZA
“Salimos todas. Empezaron a
golpear todo, vimos que había humo, se golpeaban unos a otros y vimos cuando
muchos ya no tenían cabeza ni pies.
De acuerdo a una de las
mujeres que acudió a visitar a su pareja, tras el estallido de la gresca a las
35 mujeres presentes, las habrían encerrado en una oficina, “para que no
diéramos información a los medios”.
“Pero vimos todo. Todo se
quemó, se quemó la tortillería, los cuartos, colchones, ropa de bebés. Vimos a
mujeres sangrando y quemadas con bebés en brazos”. (Agencias)
ORDEN DE EPN VIGILANCIA Y TRASLADO
Aroximadamente a las 19:00
horas de este viernes, elementos de la Policía Federal ingresaron por la puerta
de aduana del penal del Topo Chico para tomarlo en resguardo, luego que inició
el traslado de 150 reos a distintos centros penitenciarios del país.
Por su parte, elementos del
Ejército, Marina, Policía Federal, Fuerza Civil y Policía Ministerial
resguardan el exterior de esta cárcel. Durante la madrugada continuó el
traslado de los internos. Esto tras la orden dada durante la mañana del viernes
por el presidente Enrique Peña Nieto, sobre el apoyo de la Federación para
tomar el control del centro carcelario. (Agencias)
EL PESO RECAE EN ANTÚNEZ
El secretario de Seguridad
Pública del Estado, Cuauhtémoc Antúnez es el encargado de los Centros
Penitenciarios en Nuevo León.
Es general de división del
Estado Mayor y fue asesor en materia de Seguridad en Coahuila, antes de sumarse
al Gabinete de Jaime Rodríguez.
En enero de 2015, el
gobernador Rubén Moreira Valdez le rindió un homenaje a Antúnez, quien en ese
entonces era comandante de la XI Región Militar y se retiraba del servicio
activo en el Ejército, luego de más de 46 años. (Agencias)
(ZÓCALO/ JESÚS CASTRO/ 12/02/2016 -
05:00 AM)
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