viernes, 12 de febrero de 2016

"EL SEMILLITAS" Y SU MUERTE ORDENADA EN TOPO CHICO


Los sicarios llegaron hasta la colonia Arboledas de las Mitras en Santa Catarina buscando a El Semillitas. Sabían de su fama distribuyendo droga desde huerco.

Lo encontraron en una cancha de futbol llanero con la palomilla de estos barrios a la sombra de montañas de piedras calizas que crecieron viendo a los cárteles reclutar a sus hermanos. Los hacían sentir valientes con un móvil con crédito, algunas grapas de coca y un pago semanal que el jefe de pandilla (y representante de Los Zetas) les daba.

El Semillitas sabía quiénes eran y comenzó a correr. Los pistoleros iban encuernados con AK-47.

Traían la orden de saldar deudas y borrar testigos. El manguerazo de balas alcanzó rápido el cuerpo del muchacho. Otros sicarios corrieron tras sus compañeros y los remataron. Tenían, 10, 13 y 16 años.

Las balas y la aritmética se llevan bien cuando se trata del “reacomodo” de pandillas.

La procuraduría de Nuevo León le dijo a los periodistas que preguntaron sobre el caso, que los grupos de muchachos reclutados por Los Zetas y el Cártel del Golfo estaban haciendo ajustes en su estructura.
Pero nunca aclaró que ese “reacomodo” se orquestaba desde el penal de Topo Chico en Nuevo León.

En Nuevo León hay tres penales importantes: Topo Chico, Cadereyta y Apodaca. Entre todos conforman una población de alrededor de 8 mil internos.

El más saturado de los tres ha sido Topo Chico y la administración local no tiene dinero para sostenerlo. El gobernador El Bronco, Jaime Rodríguez Calderón, insistía en noviembre de 2005 en hacer negociaciones para resolver esos problemas subrogando los servicios como ocurre en cárceles norteamericanas: una instancia privada se hace cargo de servicios que pueden ir desde la seguridad, hasta la atención médica.

También aseguró que ya renegociaba con la Secretaría de Gobernación reactivar el Centro de Readaptación Social ubicado en Mina, que quedó inconcluso en la administración pasada (Rodrigo Medina).

Pero la idea del mandatario podría ser una peligrosa “trampa política” por el tipo de violencia que se cocinaba en Topo Chico.

Isabel Arraiga investigadora de Litigación Estructural para América del Sur (www.leasur.cl) y quien cursa un doctorado en Sociología sobre Políticas del Castigo en la Universidad de Minnesota, afirma a Crónica que las cárceles de Nuevo León no tienen los mismos ingredientes que las prisiones norteamericanas privatizadas.

Isabel afirma que lo primero que debería pensar un estado que quiere renovar su política carcelaria, es cuánta gente no debería estar dentro del sistema penal.

—Las cárceles públicas son bolsones de pobreza pero eso no significa en ningún caso, que la solución esté en el sector privado, indica la investigadora.

La activista defiende: “Hay dos argumentos (trampa) que los gobernantes usan para justificar la inversión privada: El primero es que sería una buena noticia para el Estado porque lo liberamos de la carga de hacer la gestión del sistema penitenciario, y por lo tanto el sector privado va a  poder hacer una gestión mucho más eficiente y creativa a un menor costo”.

LA RE-INVASIÓN ZETA.

Informes de la Procuraduría General de la República (PGR) verificados con mandos militares establecen que subdivisiones de Los Zetas tienen células incrustadas en los penales de Nuevo León.

En Topo Chico destacan Sangre Zeta y Comando Zeta. También los grupos autonombradas El Círculo y Grupo Delta que mantienen el control de la prisión a través del pago de beneficios en sus celdas, tráfico de drogas y extorsiones hacia el exterior.

En mayo de 2013, fuentes de la Fuerza Civil consultadas por este reportero confirmaron que un comando de varias camionetas de miembros de Los Zetas logró penetrar a Nuevo León en las cercanías del municipio de Anáhuac.

No obstante el cerco que la administración anterior implementó en la zona fronteriza con Tamaulipas, la colonización del grupo armado volvió a hacerse evidente con alertas que familiares de internos daban desde al interior del penal de Topo Chico.

Sabían que Comando Zeta estaba organizando excursiones para eliminar a rivales del cártel de Golfo incrustados en pandillas locales, principalmente en los municipios de Santa Catarina, García (municipio que fue gobernado por El Bronco) y zonas limítrofes de Monterrey y San Pedro Garza García.

En este último, Los Zetas lanzaron desde el penal una cacería contra ex policías municipales que habían sido despedidos por no aprobar los exámenes de confianza y ser aliados del Cártel del Golfo.

El “comando” tenían el control de Topo Chico hace más de 10 años. Las cuotas en el penal oscilaban entre 20 y 100 mil pesos semanales para pagar protección al interior, dependiendo el delito.

—Que no se hagan ojo de hormiga, aquí se hacía el “Miercoloco”, traían viejas de afuera y todo estaba permitido, dice uno de los familiares al exterior del penal, mientras intenta subirse para pedir informes de su familiar.

La versión de otros de los familiares que no tendrá nombre por su seguridad indica que todo fue un acuerdo de “exterminio” que se pactó con el Cártel del Golfo para “poner orden” a una cárcel que nunca estuvo en manos del estado.


(DOSSIER POLÍTICO/ TOMADO DE: DARÍO DÁVILA / CRÓNICA/ 2016-02-12)

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