Hace un mes fuerzas federales
detuvieron en la Ciudad de México a Juan Omar Borbolla, a quien señalaron como
el líder de Los Zetas en Sonora. Si bien la captura tuvo difusión, pasó
desapercibido que Los Zetas tuvieran un implante tan fuerte en una región disputada
por remanentes del cártel de los Beltrán Leyva y “Los Salazar”, los sicarios de
la franquicia del cártel del Pacífico en el estado, “La Gente Nueva”. Borbolla,
señalado como el responsable del incremento de la violencia en Hermosillo y
Ciudad Obregón, estaba en la capital federal por el temor de que sus
adversarios lo asesinaran.
Borbolla, de acuerdo con un
comunicado del Gabinete de Seguridad, dirigía secuestros, extorsiones, ventas
de drogas y ejecuciones de sus adversarios desde la Ciudad de México, que con
ello buscaba controlar esa plaza y abrir nuevas rutas para el trasiego de
droga. La detención del capo no aportó detalles de quiénes lo querían muerto,
ni tampoco cómo se habían elevado los índices de violencia en Sonora. Pero en
el entramado se encuentra la expansión del cártel del Golfo hacia nuevos
territorios para perseguir a sus adversarios por cualquier parte del país, no
sólo para arrebatarles las plazas, sino para aniquilarlos.
El cártel del Golfo inició
otro incendio en Sonora, y tiene que ver con la apertura de un nuevo campo de
batalla entre los cárteles de la droga, con la irrupción abierta de esa
organización que cuenta con el respaldo de comandantes de la Policía Federal.
Según investigaciones de la PGR y la Marina, dos viejos conocidos de Tamaulipas
llegaron a Sonora, el suboficial de la Policía Federal, Joaquín Romero Salgado,
y el expolicía federal y hasta recientemente suboficial en Homicidios de la
Procuraduría estatal adscrito a Reynosa, Salvador Silva, que de acuerdo con denuncias
en la Comisión Nacional de Derechos Humanos, están vinculados con bandas de
secuestradores en Reynosa y Ciudad Victoria.
Las denuncias enviadas al
Gabinete de Seguridad, referidas en este espacio en noviembre pasado,
provocaron la suspensión de Silva y el inicio del proceso de separación de
Romero Salgado de su cargo. Sin embargo, de acuerdo con la investigación de la
PGR, pese a las acusaciones concretas, no pasó nada. El cártel del Golfo
repartió 5 millones de pesos entre altos mandos policiales en Tamaulipas para
proteger a Romero Salgado y que lo trasladaran a Sonora para hacerse cargo de
la protección de fuerzas federales a Los Zetas, y el combate a los rivales
criminales de esa organización.
Según las averiguaciones,
Romero Salgado obtuvo su cambio de adscripción del inspector general de la
Policía Federal. Érick Ramírez Manzur, director general de Control Operativo,
quien firmó el oficio, es señalado por la Unidad de Investigación Naval como
uno de los funcionarios que recibió dinero por esa firma, que obra en las
actuaciones de la PGR. Junto con Romero Salgado, Silva fue trasladado a Sonora,
y pese a haber sido separado de su cargo el año pasado, fue restituido como su
asistente en las actividades policiales que combina con las criminales.
Silva, a quien apodan “El
Santero”, era una figura central en la estructura criminal del cártel del Golfo
en la Policía tamaulipeca, y servía de enlace con Juan Manuel Loza Salinas, el
“Comandante Toro”, jefe de la plaza de Reynosa. Silva y Romero eran los
encargados de recibir el dinero del cártel del Golfo para pagar las nóminas de
los policías federales, policías de Caminos y de miembros de la Procuraduría
tamaulipeca. Junto con Romero, decía la denuncia en la CNDH, “se encargan de
recoger todos los cuerpos de los ejecutados por el CDG. Ellos dan la protección
y vigilan conductas delictivas como la venta de drogas, la trata de personas,
el lavado de dinero y el tráfico de armas”.
Cuando se refirió lo que
estaba sucediendo en Tamaulipas, se apuntó en este espacio: “La impunidad con
la que actuaba un grupo de agentes federales en Reynosa al servicio del cártel
del Golfo en Tamaulipas, se está acabando. Ese grupo, de acuerdo con
investigaciones federales, asesinaba, secuestraba y “limpiaba” los cadáveres dejados
en las calles de las ciudades tamaulipecas por el cártel, y era intocable. Pese
a las denuncias, durante meses hubo negligencia gubernamental que mantuvo
intacta su actuación como parte estructural del cártel del Golfo… Las cosas,
sin embargo, se están moviendo. Varios de los policías señalados en la denuncia
fueron trasladados a la Ciudad de México, uno fue suspendido y se preparan
órdenes de presentación contra toda la estructura institucional que protegía al
cártel”.
Las cosas sí se movieron,
pero en sentido contrario. El proceso de separación de Romero Salgado en la
Dirección de Asuntos Internos de la Policía Federal, no llegó a ningún lado
porque no encontraron elementos suficientes para proceder, con lo que le
abrieron el camino a Sonora. La violencia en ese estado se recrudeció a partir
de la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán, quien asumió el control Los Salazar.
Su recaptura volvió a desestabilizar el equilibrio de cárteles en Sonora, que
fue aprovechado por él con el apoyo institucional de los nuevos jefes de la
Policía Federal que llegaron de Tamaulipas y que, por razones desconocidas,
siguen teniendo amigos muy poderosos en la Ciudad de México que los siguen
protegiendo. Por lo menos, hasta que alguien les ponga el alto.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
/ @rivapa
(ZOCALO/ COLUMNA “ESTRICTAMENTE PERSONAL”
DE RAYMUNDO RIVA PALACIO/ 11 DE FEBRERO 2016)
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