El papado de Francisco acusa una marcada
paradoja: mientras el pontífice aboga por una Iglesia “pobre para los pobres”,
obispos y cardenales se regodean en el despilfarro, realizan inversiones
financieras en entidades sin ética alguna y entablan siniestras luchas para
controlar los recursos económicos de la Iglesia católica, señala el periodista
italiano Emiliano Fittipaldi, cuyo libro Avaricia, documenta las graves
irregularidades financieras que existen en el Vaticano. “Es probable que sólo
haya tocado la punta del iceberg”, dice Fittipaldi en una extensa entrevista
con Proceso.
ROMA (Proceso).- “Sí, sí. Te
lo aseguro. No tienen nada contra mí en relación con el escándalo en el
Vaticano. Nada.”
El escritor y periodista
Emiliano Fittipaldi habla con seguridad, pero el tono de su voz delata
inquietud. Acaba de recibir una llamada telefónica justo antes de iniciar la
entrevista con Proceso. Le es “urgente” atenderla. La razón: se trata del
juicio sobre el caso denominado Vatileaks II, en el cual el Vaticano los imputa
a él y a su colega Gianluigi Nuzzi porque en sus respectivos libros
“divulgaron” el contenido de documentos reservados, los cuales fueron “sustraídos”
por el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda y por los ex empleados de la
Curia de Roma Francesca Chaouqui y Nicola Maio, quienes también se encuentran
en el banquillo de los acusados.
Periodista especializado en
reportajes de investigación, Fittipaldi publicó en noviembre pasado su libro
Avarizia (Avaricia). En él expone con detalle una paradoja del actual papado:
mientras Francisco predica por una Iglesia “pobre para los pobres”, obispos y
cardenales se regodean en el despilfarro, realizan inversiones financieras en
entidades sin ética alguna y entablan siniestras luchas para controlar los
recursos económicos, financieros e inmobiliarios de la Iglesia católica.
Su investigación está
apuntalada por documentos e información que, afirma él, no sólo provienen de
fuentes del Vaticano, sino también de la policía y de los juzgados italianos.
Así, por ejemplo, cuenta que
la Fundación del Niño Jesús, ligada al Vaticano y creada para recoger
donaciones destinadas a niños enfermos, invirtió en empresas controvertidas
–como Exxon y Dow Chemical– y desvió dinero para pagar la remodelación de la
casa del cardenal Tarcisio Bertone, quien fue secretario de Estado con
Benedicto XVI.
Explica también que el dinero
proveniente de las donaciones de los fieles no se administra acorde con la
ética que dice querer Bergoglio: “85% ha sido reinvertido en acciones, 5% en
cuentas bancarias, 5% en fondos externos, 3% en obligaciones financieras y 1%
en oro y materias primas”, escribe Fittipaldi. Asevera que ésta es una de las
razones que motivaron a Francisco a emprender una reforma de los organismos
económicos de la Santa Sede. “En enero de 2015, alguien envió al Papa todos los
gastos de la recién creada Secretaría para la Economía”; cuando los terminó de
leer, el Papa “bajó la cabeza desconsolado”, relata Fittipaldi.
LA PUNTA DEL ICEBERG
Es 26 de noviembre. Han
pasado apenas dos días desde que se inició el juicio en el que Fittipaldi es
imputado y en el cual la Iglesia católica desafía a la libertad de prensa, un
derecho inexistente en las leyes del Estado Vaticano.
La entrevista con Proceso se
realiza en la oficina de Fittipaldi en el edificio del semanario de
centro-izquierda L’Espresso. El escritorio del periodista está repleto de
papeles. En las paredes reina una confusión ordenada: se encuentran colgados
los artículos de las investigaciones más sonadas del periodista: crimen
organizado, corrupción política y, por supuesto, el Vaticano.
“Tengo que hacer 200 cosas.
Empecemos”, apura.
–Después de todo lo que ha
ocurrido, de que su libro hiciera temblar al Vaticano, después de que lo enjuiciaran,
¿se ha arrepentido de haber llevado adelante este proyecto?
–No, no estoy arrepentido. Lo
volvería a hacer y no cambiaría ni una línea.
–¿Por qué quiso ocuparse de
lo que ocurre en el Vaticano?
–Porque conseguí fuentes que
me contaron sobre escándalos que no deberían haber ocurrido. Verifiqué esas
fuentes, trabajé sobre el tema y, al final, el fruto fue un reportaje en el
cual se revela por primera vez cuánto posee el Vaticano en bienes mobiliarios e
inmobiliarios y cómo se administra ese dinero. Me parece evidente que eso es
interesante para la opinión pública y para los más de mil millones de católicos
que hay en el mundo.
–¿Usted niega que realizó
presiones ilícitas para obtener información de sus fuentes, como dice el
Vaticano?
–(Los fiscales vaticanos) no
tienen nada en mi contra.
–Hablando de su libro, en él
revela que un importante hospital del Vaticano (de nombre Niño Jesús y ubicado
en Roma) ha invertido en empresas como la petrolera Exxon y la multinacional de
productos químicos Dow Chemical, empresas muy controvertidas y no ajenas a
escándalos.
–Sí, también en mi opinión se
trata de uno de los hechos más graves que revela mi libro. Y no solamente están
Exxon y Dow Chemical. También invirtieron en Pepsi Cola, (la farmacéutica)
Baxter y (la multinacional en tecnología) 3M.
–¿Qué opinión se ha formado
al respecto?
–Considero algo muy
paradójico y contradictorio que el Vaticano invierta como si fuera un banco
comercial; es decir, sin ética. Exxon, por ejemplo, es una empresa que en los
últimos años ha tenido que pagar millonadas en multas por fraudes financieros y
desastres ecológicos como el del buque Exxon Valdez en Alaska.
“Dow Chemical fue acusada de
graves episodios de contaminación ambiental. Por eso, a este respecto, me viene
a la mente Laudato si, la más reciente encíclica del Papa, en la que denuncia
el poder de multinacionales que no protegen el bien común, como el bien del
medio ambiente.
“La cuestión es que si la
Iglesia, a través de un hospital infantil (el Bambino Gesú, de Roma), que
además es financiado por los contribuyentes italianos, destina dinero a fondos
secretos y luego los usa para comprar acciones de Exxon, es evidente que hay
una contradicción con lo que dice el Papa Francisco.
–¿Tuvo la sensación de haber
tocado la punta del iceberg?
–Sí. Lo que cuenta mi libro
es sólo parte de la historia. También es muy probable que el dinero del Óbolo
de San Pedro, una entidad que gestiona las donaciones al Papa para la
beneficencia y es administrada por la Secretaría de Estado, termine en los
mercados internacionales, incluidos paraísos fiscales.
–¿Esta falta de ética es
transversal, afecta a toda la Iglesia?
–Pues otro caso es el de (la
congregación de) los salesianos, los cuales, según he descubierto, tienen cajas
fuertes en Luxemburgo. Mientras que los franciscanos invertían en Suiza a
través de un intermediario (Leonida Rossi, quien luego se suicidó), que les
hizo perder 50 millones de euros después de haberles prometido ganancias con tasas
de interés de 13% y 14%.
–Se supone que éstos son los
grupos religiosos que tienen buena fama.
–Exacto. Imagínense qué hacen
los demás… Sí, es muy probable que haya tocado sólo la punta de un iceberg. Y,
a pesar de ello, no fue fácil encontrar las pruebas de esto. Fue fruto de un
trabajo de investigación largo y complejo.
–Cuando dice “Vaticano”, ¿a
quién se refiere? ¿Al Papa o a sus adversarios?
–Bueno, el Papa es el jefe
del Vaticano, el monarca absoluto de un Estado teocrático. Ahora bien, espero
que el Papa esté feliz por lo que ha ocurrido (la publicación de los libros de
Nuzzi y del propio Fittipaldi), a pesar de que públicamente diga lo contrario.
De no ser así, habría un contraste entre lo que dice y lo que realmente quiere
hacer.
–Varios observadores dicen
que usted y Nuzzi le hicieron un favor al Papa.
–Sé, como todos los
periodistas saben, que las fuentes suelen tener un segundo fin. Pero no es
tarea del periodista juzgar las razones de las fuentes. Si un periodista
consigue una información que resulta cierta, tiene que publicarla.
LA SOLEDAD DE FRANCISCO
–También cuenta usted de un
hotel de lujo administrado por los Legionarios de Cristo, cuyo estatus oficial
es el de “centro religioso y cultural”.
–Sí (risas). Es el hotel
Notre Dame de Jerusalén. Un caso muy sencillo. Encontré un documento en el que
se hablaba de ello. Busqué en internet y descubrí que millones de euros de
ingresos que (los Legionarios) tienen todos los años no vienen de un centro
religioso, sino de un hotel de lujo. Un hotel donde se pueden alquilar
habitaciones por 500 o 600 euros la noche. Me impresionó. Porque sacan de ahí
beneficios que luego se invertirán en muchas cosas, pero sin dudas no para los
más necesitados. Este aspecto es el que me dejó estupefacto: que el Vaticano
use una parte residual del dinero que gana para ayudar a los más pobres, que
son aquéllos a los que el Papa dice que se debe ayudar.
–¿Siguen teniendo poder estas
organizaciones conservadoras, como los Legionarios y el Opus Dei, que crecieron
bajo el pontificado de Juan Pablo II?
–El problema no son sólo las
organizaciones conservadoras, son todas. Las donaciones de las organizaciones
más conservadoras son muy importantes para la Curia Romana, la cual, como se
sabe, gasta, despilfarra y vive en el lujo. ¿Quién aporta esos fondos? A menudo
son las más conservadoras. Los Caballeros de Colón, por ejemplo, son muy
influyentes. Por supuesto, eso no lo pueden hacer las organizaciones más
pequeñas, como las que se encuentran en Asia o África dedicándose a obras
misioneras. Pero sí, los conservadores son todavía muy fuertes.
–Los Legionarios son
significativos pues, entre otras cosas, ha habido varias polémicas sobre su
gestión financiera.
–Los Legionarios muy
probablemente se merecerían un capítulo aparte (en su libro). Pues no, no ha
cambiado mucho con Francisco. Ese hotel sigue ganando dinero hoy como ayer. No
ha sucedido que Francisco les diga “vendan esta propiedad y dedíquense a otra
cosa”.
–Recientemente fue nombrado
un nuevo director del Instituto para las Obras de Religión (IOR), uno de los
protagonistas negativos de su libro y que ha estado involucrado en los más
sonados escándalos del Vaticano en las últimas décadas. ¿Es una coincidencia?
–No conozco a este personaje,
Gian Franco Mammi. Sin embargo, la figura del director es secundaria. Habrá
continuidad porque es una persona que ya trabajaba en el Vaticano. Lo seguro es
que quien tiene poder es el presidente del IOR, Jean-Baptiste de Franssu. Y De
Franssu es un personaje sobre el que yo tengo muchas dudas. En mayo propuso
crear en Luxemburgo una sicav (sociedad de inversión de capital variable, un
instrumento usado por las grandes fortunas para administrar su patrimonio y que
se considera un mecanismo para evadir impuestos).
“No me parece lo mejor que la
Iglesia utilice una herramienta de ese tipo, más aún en Luxemburgo, donde no se
pagan impuestos. Por suerte, esa operación fue bloqueada por el Papa.”
–En el IOR hay 100 cuentas
sospechosas.
–Sí, eso no lo digo yo, lo
dice la Autoridad de Información Financiera (la entidad que vigila a los
organismos económicos). De estas 100 yo he encontrado al menos tres que son de
empresarios italianos que no podrían tener su dinero en el IOR (con base en la
nueva reglamentación antilavado establecida por el Vaticano). Algunos están
siendo investigados por delitos graves cometidos en Italia.
–En el Vaticano hay otro
banco: el APSA. Entre IOR y APSA, ¿cuál es menos transparente?
–El APSA. Ellos ni publican
el balance sobre sus estados financieros. El IOR al menos lo hace. Los
revisores de las cuentas (del APSA) recomiendan prestar mayor atención a
algunos ingresos que no se entiende de dónde provienen. Existen riesgos de
lavado de dinero en algunas cuentas corrientes y hay una gestión inmobiliaria
oscura. Porque, además, el APSA administra realmente el patrimonio financiero e
inmobiliario del Vaticano, mientras que el IOR se ocupa más del dinero de
terceros.
“Casi todos los departamentos
del Vaticano son del APSA. Las propiedades en Londres, París y Suiza son todas
controladas directamente por el APSA. Su responsable es Domenico Calcagno, que
es uno de los últimos bertonianos (en referencia a Bertone).
“Los funcionarios del APSA
tienen dificultades para implementar las reformas pedidas por Francisco. Muchas
viviendas las alquilan a empleados por cifras ridículas; otras son alquiladas a
políticos italianos, como los parlamentarios encargados de aprobar leyes sobre
las relaciones con la Iglesia. Eso es un conflicto de intereses muy marcado.
–Usted dijo que el Papa es un
hombre solo, ¿lo sigue pensando?
–Sí. O mejor dicho, no está
solo: tiene personas que le son cercanas y cuenta también con la base de la
Iglesia católica, que lo apoya… Pero en la Curia Romana, el Papa está solo.
Este reportaje forma parte del número
especial 52 de la revista Proceso titulado Francisco, el dulce guerrero,
actualmente en circulación.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ LETITIA OIVAS Y KELLY VELÁSQUEZ / 10 FEBRERO,
2016)
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