El periodista Gianluigi Nuzzi se ha
dedicado a destapar las cloacas vaticanas. En su más reciente libro, Vía
Crucis, describe los intentos –hasta ahora infructuosos– del Papa por
transparentar las finanzas de la Santa Sede. Pero lo que ha encontrado, según
el trabajo citado, no ha hecho más que alarmar a Francisco: la corrupción
eclesiástica es grande y cínica, poderosa e impune. El libro del reportero
italiano concluye: “Los esfuerzos desplegados por Jorge Bergoglio para sacar a
los mercaderes del templo siguen siendo insuficientes”.
PARÍS (Proceso).- Vía Crucis,
el libro de Gianluigi Nuzzi sobre las graves anomalías de las finanzas en el
Vaticano, se lee como una novela de misterio turbia e inquietante.
Con base en grabaciones
secretas de reuniones a puerta cerrada del Papa Francisco con importantes
jerarcas del Vaticano y en documentos confidenciales que le fueron filtrados,
el periodista del Corriere della Sera pinta un panorama oscuro de la Curia
Romana que Jorge Bergoglio enfrenta desde hace casi tres años.
Administración errática de
los bienes de la Iglesia por religiosos incompetentes, codiciosos o corruptos;
desbarajustes multimillonarios, privilegios, clientelismo… Capítulo tras
capítulo Nuzzi exhibe fallas y abusos de la Curia Romana.
Es la tercera vez que este
periodista especializado en escándalos judiciales estremece a la Santa Sede. El
reportero dio su primer golpe en 2009 con la publicación de Vaticano S. A.,
basado en los archivos de Renato Dardozzi, obispo italiano y alto responsable
de las finanzas de la Iglesia entre 1974 y 1991. Esos archivos ya arrojaban luz
sobre la opacidad de la economía vaticana en tiempos de Juan Pablo II.
Nuzzi repitió su hazaña en
2012 con la publicación de Su Santidad: los papeles secretos de Benedicto XVI,
en el cual dio a conocer parte de la correspondencia privada del Papa y otros
documentos reservados que Paolo Gabriele, secretario personal de Joseph
Ratzinger, entregó al periodista. El escándalo que provocó el libro fue uno de
los motivos de la renuncia de Benedicto XVI.
El pasado 2 de noviembre, en
vísperas de la publicación de Vía Crucis, la policía vaticana detuvo a dos
colaboradores de Jorge Bergoglio: el sacerdote español Lucio Ángel Vallejo
Balda y Francesca Immacolata Chaouqui, experta italiana en comunicación. Ambos
fueron acusados de sustraer documentos reservados del Vaticano y de entregarlos
a Nuzzi y a Emiliano Fittipaldi, autor de Avaricia, un libro que también
denuncia la caótica situación interna de la Santa Sede.
Nuzzi describe a Bergoglio
espantado por la “radiografía” de la situación financiera del Vaticano
realizada por expertos laicos contratados por Benedicto XVI.
Estos profesionales de
renombrados despachos internacionales de auditores, llevaban varios años
lanzando gritos de alarma. Hasta la elección de Bergoglio predicaban en el
desierto.
Profundamente sacudido por lo
que descubrió, Francisco creó en junio de 2013 la Comisión Investigadora de los
Organismos Económicos y Administrativos de la Santa Sede (COSEA) y le pidió analizar
a fondo las actividades del Instituto para las Obras de Religión (IOR, el Banco
Vaticano).
El 3 de julio el Papa se
reunió con los cardenales que administran las finanzas y los bienes raíces de
la Santa Sede. Son los más influyentes de la Curia Romana y están dispuestos a
todo con tal de conservar su poder.
Oficialmente se debía
analizar y aprobar el balance financiero del año 2012 durante ese minicónclave.
Pero en realidad los cardenales sabían que Francisco iba a presentar las
grandes líneas de las reformas que quiere aplicar en la Curia.
Nuzzi cuenta que el
nerviosismo era palpable entre los altos prelados. No era para menos: mientras
esperaban a Francisco tuvieron tiempo de leer la carta ultraconfidencial de dos
páginas que los expertos internacionales enviaron a Bergoglio en vísperas de la
reunión y que se les acababa de entregar.
Nuzzi reproduce ese
documento. Es demoledor. Sus autores empiezan afirmando: “Los balances
entregados por la Santa Sede y la Gobernación del Estado de la Ciudad del
Vaticano se caracterizan por una ausencia total de transparencia. Semejante
opacidad vuelve imposible hacer un cálculo fidedigno de la situación financiera
real del Vaticano y de las distintas entidades individuales que lo integran”.
Y siguen: “En primer lugar,
cabe subrayar que los procesos de planificación y elaboración del presupuesto
de la Santa Sede y de la Gobernación son absurdos”.
Subrayan: “Esa situación
parece sugerir que en el Vaticano prevalece una actitud que resume muy bien la
expresión siguiente: ‘Las reglas no me conciernen’. Los gastos son
incontrolables. Es particularmente evidente en el caso de los costos de
remuneración del personal, pero va más allá (…) No hemos podido identificar
líneas directivas claras en el campo de las inversiones del capital financiero
(…) Esa grave carencia deja demasiado espacio al poder discrecional de los
administradores, lo que agudiza la magnitud de los riesgos tomados”.
La tensión de los cardenales
creció aún más cuando Francisco tomó la palabra. Nuzzi, quien tuvo acceso a la
grabación secreta de esa reunión, reproduce amplios apartes de la alocución en
la que el Papa amplía y detalla las denuncias de los expertos.
Al final de su intervención
–sumamente dura– Francisco anunció que la COSEA estaba a punto de entrar en
funciones y pidió a los cardenales colaborar con ella.
“FÁBRICA DE SANTOS”
A lo largo de las 330 páginas
de Vía Crucis, Nuzzi cuenta lo que la Comisión va descubriendo a pesar de la
falta de cooperación sistemática de las instituciones de la Curia Romana.
Algunas de éstas demoran meses en entregar los documentos exigidos por la comisión:
balances de contabilidad, listas de personal, monto de sus remuneraciones,
contratos firmados con empresas que no pertenecen al Vaticano… Varias se niegan
a hacerlo; otras sólo presentan partes de la documentación requerida.
Resulta imposible reseñar
todas las irregularidades señaladas por el periodista. Algunas, muy simbólicas,
dan una idea de la amplitud de los problemas que enfrenta el Papa. Entre ellas
destaca el oscuro manejo de “la fábrica de santos”, así se refiere Nuzzi a la
Congregación para la Causa de los Santos, encabezada por el cardenal Angelo
Amato. Esta institución, que supervisa el largo proceso de beatificación y
santificación de personas que destacan como “ejemplos universales de bondad y
amor”, mueve millones de euros.
Abrir un proceso de
beatificación cuesta en promedio 50 mil euros. Luego es preciso pagar derechos
específicos a la Santa Sede, remunerar a expertos –teólogos, médicos,
científicos, obispos– involucrados en las investigaciones y asumir los gastos
ocasionados por las ceremonias celebradas durante las distintas etapas del
proceso. En total se calcula que cada beatificación o santificación cuesta
entre 500 mil y 750 mil euros.
A lo largo de los 26 años de
pontificado de Juan Pablo II se realizaron mil 338 beatificaciones y 482
santificaciones. Nuzzi explica que estas cifras “astronómicas” llevaron a Karol
Wojtyla a confiar la administración de los fondos de beatificación y
santificación a “postuladores”. Éstos tenían la obligación de llevar una
contabilidad rigurosa de las sumas recibidas y gastadas y de someterlas al
control de la Congregación para la Causa de los Santos.
Cuando la COSEA le pidió
cuentas a Amato, éste aseguró sin parpadear que nada tenía que ver con la
organización de los “postuladores”. Empezó entonces un enfrentamiento de varios
meses entre la comisión, por un lado, y el cardenal y los postuladores, por el
otro. Se bloquearon los 40 millones de euros que éstos últimos habían
depositado en cuentas bancarias, se multiplicaron las pesquisas y se evidenció
que sumas colosales escapaban a todo control.
La COSEA hizo la lista de los
450 “postuladores” que se encargan de las 2 mil 500 causas de beatificación o
santificación actualmente pendientes. Jamás se había realizado este tipo de
censo que arrojó luz sobre todo tipo de abusos. Nuzzi cita, entre otros, el
jugoso negocio de dos “postuladores”, laicos ambos, que monopolizan cada uno 90
“causas” de beatificación o santificación y cobran tarifas exorbitantes por sus
servicios.
EL ÓBOLO DE SAN PEDRO
La administración del óbolo
de San Pedro, que interesa sobremanera a Francisco, es otro ejemplo de manejos
sumamente cuestionables. La realidad que los investigadores de la COSEA
destaparon fue un golpe durísimo para el Papa y su sueño de una Iglesia
dedicada fundamentalmente a los pobres.
“En lugar de ser entregado a
los indigentes, el dinero que los católicos de todo el mundo envían al Vaticano
para contribuir a las obras de caridad de la Iglesia sirve para pagar los
déficits financieros generados por cardenales y directivos del aparato
burocrático de la Santa Sede”, denuncia Nuzzi antes de recordar el lujo en el
cual viven numerosos cardenales de la curia.
Estos altos prelados ocupan
gratuitamente departamentos de un promedio de 500 metros cuadrados en palacios
antiguos y elegantes ubicados en el corazón de Roma y tienen a su servicio
religiosas, por lo general oriundas de países del sur, que trabajan como amas
de llaves, cocineras o sirvientas.
El autor de Vía Crucis dedica
un capítulo entero a la batalla que libró la COSEA para conocer el monto anual
de las donaciones de los católicos y entender cómo se utiliza ese dinero.
Reproduce cartas confidenciales cada vez más exigentes que la Comisión dirigió
a los principales responsables de la administración del óbolo de San Pedro,
entre los que sobresale el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado.
A pesar de todos sus
esfuerzos y de la presión personal del Papa, la COSEA sólo pudo aclarar la
situación que prevaleció en 2012. Sus conclusiones son consternantes: calculó
que ese año el óbolo brindó 53.2 millones de euros al Vaticano, pero la
Secretaría de Estado se apuró a utilizar gran parte de estos fondos –35.7
millones– para cubrir los gastos de la curia.
Enfatiza Nuzzi: “En realidad,
la Secretaría de Estado sólo dedica 20 centavos de cada euro del óbolo de San
Pedro a los necesitados, porque las instituciones del Vaticano se encuentran en
una situación incontrolable”.
El periodista publica un
documento confidencial que da una idea de los déficit abismales de la Iglesia:
“Los informes que sintetizan la situación financiera del Vaticano demuestran
que el año 2012 terminó con pérdidas por 28.9 millones de euros que resultan de
la diferencia entre los ingresos (92.8 millones de euros) y los gastos (121.7
millones de euros).
“Estos gastos se reparten de
la manera siguiente: 66 millones para cubrir el déficit de la Administración
del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), considerada junto con el IOR, como
la banca del Vaticano; 25 millones de euros para cubrir el déficit de Radio
Vaticana; 25.4 millones para los gastos de funcionamiento de las
representaciones pontificales; 5.3 millones para los gastos de funcionamiento y
los gastos directos de la Secretaría de Estado”.
Concluye el documento: “Cada
año la Secretaría de Estado se encuentra en la obligación de sustraer del óbolo
de San Pedro una suma de dinero importante que dedica al mantenimiento de la
Curia Romana”.
Según los documentos
confidenciales entregados a Nuzzi, el total de las reservas del fondo del óbolo
es de 377.9 millones de euros depositados en cuentas corrientes abiertas en 12
bancos distintos.
El periodista menciona al
IOR; Fineco, banco privado italiano; Merrill Lynch, banco de inversión
estadunidense y el Crédit Suisse. Y revela un dato que parece inverosímil:
entre 2011 y 2012 estos fondos multimillonarios hubieran generado sólo 2
millones 979 mil 15 euros de intereses.
“¡Esa cifra corresponde a una
tasa de interés de 1%!”, se indigna Nuzzi. Es por lo menos lo que se desprende
de los informes entregados con mala voluntad y mucho atraso a la COSEA, la cual
también se asombra y se pregunta si estos rendimientos tan bajos se deben a una
mala administración o a turbios manejos de los fondos.
Para saberlo, la comisión
elaboró una lista de 13 preguntas muy concretas sobre los depósitos, gastos y
uso del óbolo. Hasta la fecha siguen sin respuesta.
CLIENTELISMO INMOBILIARIO
En el sexto capítulo de Vía
Crucis, Nuzzi aborda la inquietante situación del patrimonio inmobiliario del
Vaticano. También aquí impera la opacidad.
Recalca el periodista: “Es de
sobra conocido que la Iglesia posee un patrimonio inmobiliario colosal, único
en el mundo. Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el valor real de ese
patrimonio, ni siquiera la Curia Romana. Algunos datos aparecen en los balances
de contabilidad, pero no son fidedignos”.
Peor aún, no se conoce
tampoco el valor exacto de los bienes que posee la APSA en Roma. Después de
meses de investigación y de rigurosos cálculos, la COSEA estimó que podría
alcanzar 2 mil 700 millones de euros. Esta cifra es siete veces más alta que la
que aparece en la confusa contabilidad del Vaticano.
Nuzzi, quien tuvo acceso a
bancos de datos de la APSA, explica también que esa institución alquila 5 mil
50 bienes inmobiliarios –departamentos, comercios y sedes de empresas–, la
mayoría ubicados en el centro histórico de Roma y en el Vaticano.
Revela que los “inquilinos”
de 715 bienes –15 % de las propiedades rentadas– no pagan un centavo. Son en su
mayoría departamentos lujosos reservados para los cardenales, laicos y
burócratas que trabajan o colaboran con el Vaticano, pero también para amigos y
familiares de altos prelados, políticos o personajes influyentes.
Este sistema clientelista,
que aborrece Bergoglio, es muy simbólico de los abusos de poder que
caracterizan a la curia, subraya Nuzzi antes de señalar más anomalías.
Alrededor de otros 115 inmuebles se alquilan por una suma irrisoria que oscila
entre 1.72 y 100 euros. Los demás alquileres son muchísimo más bajos que los
del mercado. Los más costosos giran alrededor de mil euros.
Las consecuencias de
semejante situación son catastróficas. Según la firma estadunidense de
auditorías Promotory, contratada por el Papa, la APSA podría cobrar anualmente
por lo menos 82.8 millones de euros de renta, sin caer jamás en la
especulación; pero hasta donde se pudo investigar, sólo percibió 23.4 millones
de euros en 2012.
Más grave: en numerosos casos
las obras de mantenimiento de los bienes son superiores al dinero percibido por
los alquileres, lo que agudiza los déficit.
La APSA no es la única
institución que administra bienes raíces. También lo hace de manera igualmente
inconsecuente la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, dueña de
470 propiedades. La COSEA sólo tuvo acceso a balances de contabilidad de 219 de
ellas y quedó de nuevo asombrada ante su baja rentabilidad.
Por increíble que parezca, a
pesar de gozar de alquileres absurdamente bajos, un sinnúmero de inquilinos del
Vaticano simplemente “olvida” pagarlos. La COSEA estableció que adeudan 3.9
millones de euros a la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y 2.9
millones a la APSA.
La venta de bienes de la
Iglesia es tan irracional como la administración de las rentas, denuncia el
autor de Vía Crucis después de analizar los resultados de otra investigación
realizada por Promotory sobre el tema.
Según los expertos
estadunidenses, en los últimos 15 años, la APSA vendió 228 propiedades, de las
cuales destacan 119 casas, y regaló 79 bienes inmuebles, entre ellos 23
edificios –iglesias, capillas, residencias– y 20 departamentos.
El producto de las ventas
sólo representó 6% de los ingresos totales de la APSA, denuncian los
investigadores.
“Quizá Francisco no se
imaginó que iba a tropezarse con situaciones tan petrificadas y resistencias
tan obstinadas (…) Sus reformas son el blanco permanente de campañas de
desinformación y de auténticos sabotajes: cartas anónimas, robo de documentos
ultrasecretos encerrados en cajas fuertes de la COSEA supuestamente
inviolables, amenazas apenas veladas y maniobras delictuosas”, cuenta Nuzzi al
final de Vía Crucis.
El periodista da a conocer un
incidente tan inédito como perturbador ocurrido el pasado marzo:
“Manos desconocidas
instalaron micrófonos espías en los vehículos, las oficinas y las viviendas de
sacerdotes cercanos a Bergoglio que trabajan en la Prefectura del Vaticano,
corazón del sistema de control de las finanzas de la Santa Sede (…) Hecho
extraño: ninguno funcionaba. Algunos inclusive eran meros aparatos electrónicos
rudimentarios. ¿Quiénes los colocaron? ¿Cuál era su objetivo? ¿Cuál es su
mensaje subliminal?”
Recalca: “Después de su
elección, Francisco encontró la Curia Romana en un estado patético (…) Para
reformarla el Sumo Pontífice se rodeó de los hombres más brillantes del
Vaticano y gastó millones de euros para remunerar a expertos laicos
independientes a quienes pidió radiografiar todas las cuentas de la Santa Sede.
“Esa iniciativa es totalmente
inusual en el ámbito muy secreto del Vaticano, pero el Papa no disponía de
otros medios para vencer a los viejos grupos de presión nacidos durante la
Guerra Fría y cuyo poder creció a lo largo de siete décadas en la penumbra de
la Curia. No disponía de otros medios para devolver credibilidad y porvenir a
la Iglesia.”
Algo pesimista concluye:
“Solamente una mínima parte de las reformas ideadas durante el primer año del
pontificado de Francisco siguió su curso previsto. Se reflexionó mucho y se
realizó muy poco. Y eso significa una sola cosa: los esfuerzos desplegados por
Jorge Bergoglio para sacar a los mercaderes del templo siguen siendo
insuficientes”.
Este reportaje forma parte del número
especial 52 de la revista Proceso titulado Francisco, el dulce guerrero,
actualmente en circulación.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ ANNE MARIE
MERGIE/ 11 FEBRERO, 2016)
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