Golpes
bajos en los medios de comunicación y puñaladas por la espalda recibe el Papa
por defender temas como la ética y transparencia de las finanzas vaticanas, el
divorcio o la ayuda a los refugiados árabes y africanos. El ala más
conservadora del clero se empieza a sentir amenazada y decidió atacar a
Bergoglio, quien aparentemente no conoce a fondo la dimensión de la “tenebra”
eclesiástica.
ROMA
(Proceso).- “El Papa tiene un tumor en el cerebro. Los médicos dicen que es
curable (…) Es de dimensiones reducidas, descubierto hace algunos meses”.
El
diario italiano Qn-Quotidiano Nazionale lanzó la “bomba mediática” en la noche
del pasado 20 de octubre. La “noticia” se esparció de inmediato.
En
el Vaticano se celebraba una delicada reunión: el sínodo de obispos sobre la
familia, donde se enfrentaban, a veces claramente y otras sutilmente, la parte
más conservadora del catolicismo con los progresistas que siguen a Francisco.
En
ese contexto, la oficina de prensa del Vaticano reaccionó de inmediato y de
manera furibunda: “Es una noticia infundada, gravemente irresponsable y no
digna de atención”, afirmó Federico Lombardi, portavoz vaticano.
En
las horas y los días sucesivos, los obispos que habían llegado a Roma para el
sínodo no hablaban de otra cosa; es decir, del intento de desprestigiar al
pontífice achacándole una enfermedad cerebral.
Poco
a poco la información se desinfló en la medida en que surgieron las
contradicciones contenidas en la nota y se difundieron varios desmentidos.
Nadie supo quién era la fuente de Qn-Quotidiano Nazionale, pero los
observadores afines a Francisco coincidieron: detrás de la difusión de esa
“nota” había “intereses” en la Curia Romana que se oponen a las ideas y
políticas que el Papa quiere aplicar en la Iglesia.
Este
golpe bajo contra Francisco fue precedido por otros dos: en vísperas del sínodo
sobre la familia, el sacerdote polaco Krzysztof Charamsa se declaró
abiertamente homosexual; y una decena de cardenales enviaron una carta al Papa
–posteriormente filtrada a la prensa– en la cual se oponen a que los
divorciados reciban la comunión en segundas nupcias, uno de los temas que más
polémica suscita en la Santa Sede.
Los
adversarios del Papa distan de formar un grupo homogéneo, pero se han
multiplicado en los casi tres años que lleva su pontificado. Se cuentan por
doquier los actos y las acciones en los cuales se han manifestado.
Dentro
y fuera del Vaticano lo llaman “el Papa argentino”, a secas, “para
desacreditarlo y subrayar las distancias culturales e ideológicas entre ellos y
él”, escribió el vaticanólogo Paolo Rodari en el diario La Repubblica en su
edición del pasado 14 de octubre. Y afirma que dichos adversarios son, sin
duda, “cardenales de la curia y obispos, pero también grupos de poder y presión
que no aceptan el modelo social que promueve el pontífice”.
Un
ejemplo: Francisco aboga por una Iglesia que sea incluyente con los
homosexuales y divorciados. Ante las resistencias internas, en diciembre de
2013 removió al cardenal tradicionalista Raymond Leo Burke al frente de la
Congregación para los Obispos. En su lugar designó al cardenal de Washington,
Donald Wuerl, más moderado.
Burke
se disciplinó, pero no dejó de lanzar dardos contra el pontífice: “Algunos
cristianos confunden la misericordia con la tolerancia”, declaró en octubre de
2015 al lamentar que fuese puesto a discusión “el matrimonio tradicional”.
En
este mismo tono se expresan el conservador australiano George Pell,
superministro de Economía del Vaticano, y Gerhard Müller, prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio). En una
entrevista publicada por el diario Il Corriere della Sera el pasado 13 de octubre
Müller incluso tachó de “escandaloso” que se filtraran cartas contra Francisco,
sugiriendo que esto ponía en evidencia que el Papa –como Benedicto XVI–, no era
capaz de controlar al Vaticano.
Un
año antes, el cardenal Walter Kasper, cercano al Papa, ya había alertado sobre
el riesgo de “una guerra contra Francisco”, quien se empeña en aplicar medidas
para combatir la corrupción y las maniobras poco éticas de los organismos
económicos del Vaticano.
EL ENEMIGO EN CASA
En
mayo de 2015 Jean-Baptiste de Franssu, presidente del Instituto para las Obras
de Religión (IOR) –como se llama oficialmente el Banco Vaticano– propuso la
creación en Luxemburgo de una sociedad de inversión de capital variable,
herramienta preferida por las grandes fortunas para evadir impuestos.
La
medida iba claramente en dirección opuesta a lo que promueve en sus discursos
Francisco, quien desde el inicio de su pontificado ha dicho que quiere “una
Iglesia pobre para los pobres” y quien ha llevado adelante varias reformas para
intentar transparentar las finanzas de la Santa Sede.
No
obstante, el Consejo de Superintendencia del IOR aprobó la propuesta de De
Franssu. Cuando el documento de dicha operación llegó a manos del presidente de
la Comisión Cardenalicia de Vigilancia del Banco Vaticano, Santos Abril y
Castelló –viejo amigo del Papa–, Francisco se enteró de la maniobra y de
inmediato la bloqueó.
El
episodio es recordado, entre otros, por Nello Scavo, cronista judicial del
diario Avvenire, órgano oficial de la Conferencia Episcopal Italiana, en un
libro cuyo título es tan largo como elocuente: Los enemigos de Francisco:
quiénes quieren desacreditarlo, acallarlo y aquellos que lo quieren muerto.
“Ese
fondo de inversión en Luxemburgo –explica Scavo– habría complicado y hecho opacas
las operaciones de control del Papa” sobre la banca vaticana, con el resultado
de provocar un “grave daño de imagen” para Francisco.
Era,
en síntesis, una trampa para el Papa, añade el analista.
En
lo que va de su papado, Francisco ha cosechado alguna victoria, pero también
derrotas e, incluso, ha dado marcha atrás en algunas medidas ya anunciadas.
Un
ejemplo: en el discurso que pronunció al regresar de su viaje a Brasil en julio
de 2013, el Papa dijo que estaba contemplando el cierre del IOR o su conversión
en un banco ético. Pero estas opciones fueron luego descartadas. La razón: a
través de esta entidad se transfiere el dinero para pagar las cuentas de
centenares de sedes de congregaciones y órdenes religiosas desplegadas por el
mundo.
El
7 de abril de 2014 un comunicado de la oficina de prensa vaticana difundió que
finalmente el Papa preservará el IOR, pero con un tamaño reducido y mejor
controlado.
De
hecho, para esas fechas Francisco ya ha dado algunos pasos adelante. En julio
de 2013 reformó el Código Penal vaticano, endureciendo los castigos contra la
pederastia y el blanqueo de dinero. Y en octubre de ese año aprobó la Ley 18
sobre la Transparencia y Vigilancia Financiera, la cual amplió los poderes de
la Autoridad de Información Financiera (AIF).
Este
organismo, creado por Benedicto XVI en 2012, colabora activamente con otros
supervisores internacionales –en particular el Grupo Egmont, que lucha contra
el lavado de dinero–, entregándoles información sobre las transferencias de
dinero sospechosas realizadas por los organismos económicos vaticanos, incluido
el IOR.
Es
un éxito parcial. De hecho el Vaticano aprobó en 2013 el primer examen de
Moneyval, el organismo del Consejo de Europa que controla las acciones contra
el lavado de dinero y el financiamiento contra el terrorismo. “La Santa Sede ha
puesto en pie muchas de las bases de un sistema contra el lavado de dinero”,
señaló en su primer informe la entidad europea.
Sin
embargo, el pasado 15 de diciembre Moneyval emitió un segundo informe, en el
cual reconoce que el Vaticano ha mejorado su legislación; sin embargo,
advierte, no está claro cómo dichas leyes se aplican, ya que los fiscales
vaticanos no han tenido “resultados efectivos” y hasta la fecha no se sabe de
ningún enjuiciamiento ni de arrestos. Ello ocurrió a pesar de que la AIF del
Vaticano congeló 11 millones de euros sólo en 2015, fruto de 30 informes y 29
investigaciones sobre blanqueo de dinero, revela Moneyval. Además, añade,
fueron cerradas 4 mil 800 cuentas sospechosas del IOR.
Cabe
aclarar que el AIF vigila las operaciones de los organismos económicos del
Vaticano y señala aquellas que son ilegales, pero está fuera de su competencia
denunciar las operaciones poco éticas, las cuales siguen produciéndose, tal
como revelaron dos libros que empezaron a circular a finales de 2015: Avaricia,
de Emiliano Fittipaldi, y Vía Crucis, de Gianluigi Nuzzi.
Más
compleja es la situación de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.
El Papa también desea su cierre. Al igual que el IOR, tal entidad –que
administra los bienes del Vaticano– está bajo el paraguas del Consejo de
Economía, el cual, a su vez, pertenece a la Secretaría de Economía del
Vaticano, cuyo titular es George Pell, cardenal australiano y representante del
ala conservadora. De acuerdo con los libros no desmentidos de Nuzzi y
Fittipaldi, Pell es otro de los personajes oscuros de la Curia Romana que gasta
mensualmente 70 mil euros de la Santa Sede en viajes, ropa de marca y costosas
comidas.
SIN MISERICORDIA
Los
sectores conservadores de la Iglesia no sólo se oponen a las ideas y medidas
establecidas por el Papa en los ámbitos de la economía y la moral. Lo hacen
también en el terreno humanitario.
Ante
la ola migratoria hacia Europa propiciada por los conflictos en Medio Oriente y
África, Francisco ha pedido a todas las diócesis acoger a familias de
refugiados. Ello ha provocado una insólita respuesta por parte de los más
conservadores.
Es
el caso de Laszlo Kiss-Rigo, obispo de Szeged-Csanádi, Hungría, país
centroeuropeo cuyo primer ministro, Víctor Orbán, es abiertamente xenófobo.
Kiss-Rigo se opone sin más al Papa. “(Francisco) no conoce la situación (…) No
son refugiados. Esto es una invasión. Vienen aquí con gritos de Allahu akbar
(Alá es grande). Quieren tomar el control”, afirmó en septiembre de 2015.
No
está solo. El cardenal húngaro Peter Erdo tampoco muestra una actitud benévola
hacia los refugiados. Cree que no se puede ofrecer asistencia a un “tráfico
considerado ilegal”. La cuestión es que Erdo es presidente de la Conferencia
Episcopal Húngara y del Concilio de Conferencias Episcopales de Europa. Además
fue el relator del sínodo de la Familia celebrado en el Vaticano.
Su
posición se suma a la de otro cardenal poderoso: el arzobispo de Valencia,
Antonio Cañizares, quien en una intervención pública puso en entredicho las
razones por las cuales los refugiados están llegando a Europa. “¿Es todo trigo
limpio o viene con mucha mezcla?”, se preguntó Cañizares en referencia a “la
invasión” que sufre el viejo continente.
No
son pocos los que creen que la pugna contra Francisco está lejos de haber
acabado. “Este es el momento más visible y temerario en la lucha conducida por
el stablishment eclesiástico contra él”, opinó Massimo Faggioli, experto en
historia del cristianismo, el pasado 14 de octubre en una entrevista publicada
en La Repubblica.
Este
reportaje forma parte del número especial 52 de la revista Proceso, titulado
Francisco, el dulce guerrero, actualmente en circulación.
(PROCESO/ REPORTAJE ESPECIAL/ LETITIA OIVAS Y KELLY VELÁSQUEZ /10 FEBRERO,
2016)
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