Iguala,
Gro., 30 de septiembre.- El alcalde tiene razón. Él nunca pudo ordenar a la
policía municipal atacar a los normalistas por un motivo simple: ‘‘Él no los
manda’’. Lo dice, mirando a un lado y otro, e incluso a su espalda aunque está
contra la pared, un ex funcionario municipal de Iguala. Completa: ‘‘Aquí manda
la maña, más de la mitad de los agentes de la municipal están bajo las órdenes
del grupo armado, al que llaman cuando se sienten en problemas, como pasó el
viernes con los normalistas’’.
La
maña, aquí, en Michoacán o Tamaulipas, es el eufemismo que nombra al grupo
delincuencial ‘‘dueño de la plaza’’. Aquí ‘‘controlan seguridad pública,
tránsito y protección civil’’, suelta el ex funcionario.
Otro
asunto es si el alcalde José Luis Abarca estaba enterado o no de lo que sucedía
con los normalistas. Él dice que no, que primero estaba en un baile y luego
completamente dormido, versión que avala el gobierno del estado. Pero sucede
que al baile –festejo por el informe de su esposa, María de los Ángeles Espinosa
Villa, en su calidad de presidenta del DIF– llegaron los normalistas a ‘‘hacer
desmanes’’, según refiere el regidor Óscar Chávez Pineda, desde hoy encargado
de la alcaldía.
‘‘Lo
que se sabe es que entraron por la calle Galeana, cuando estaba la verbena por
el informe, y empezaron a quitarle las bolsas a la gente que quedaba.’’
Los
testimonios de los normalistas indican que fueron ahí a botear y que tras un
incidente con guardaespaldas de la esposa del alcalde se fueron a buscar los
camiones para regresar a Ayotzinapa. ‘‘La esposa del presidente se enojó porque
le iban a echar a perder su fiesta y ordenó que los echaran. Uno de sus
guaruras disparó al aire’’, cuenta un empleado del ayuntamiento.
LICENCIA FACILITADORA
José
Luis Abarca pide licencia ‘‘hasta por 30 días’’ para ‘‘facilitar’’ las
investigaciones sobre los asesinatos y las desapariciones, en una sesión de
cabildo marcada por el homenaje que le rinden los regidores –con dos
excepciones– por el reparto de culpas (los gobiernos federal y estatal no
actuaron, acusan él y los regidores que le son afines) y por los aplausos tras
el ‘‘hasta luego’’ con el que se despide el edil.
Abarca
es un hombre de baja estatura que gusta lucir su cuerpo de gimnasio y decir que
él comenzó desde abajo. Los igualtecos cuentan que, efectivamente, el padre de
Abarca era cantinero y que él comenzó vendiendo sombreros para luego hacerse
joyero y más tarde dueño de una de las más importantes plazas comerciales de la
ciudad.
Su
incursión en la política es reciente. Nunca había ocupado un cargo de elección
popular y era sólo conocido como un empresario que apoyaba al grupo del ex
alcalde Lázaro Mazón, ahora secretario de Salud estatal. Le agarró, sin
embargo, sabor al poder, al punto de que para nadie es un secreto que buscaba
que su esposa lo relevara en el puesto.
Su
cónyuge lo acompaña, muy seria, durante la lectura de su discurso de renuncia.
‘‘La del dinero es ella. Y su familia. Todo lo que se ha publicado (en resumen:
un hermano de la presidenta del DIF es el jefe de plaza del cártel de los
Guerreros Rojos) es cierto’’, dice el ex funcionario municipal.
En
unos cuantos días, la señora Espinosa ha visto esfumarse sus posibilidades de
ser alcaldesa. Pero ahora escucha a su marido hablar de las ‘‘dolorosas
circunstancias’’ que acompañan su petición de licencia, de los ‘‘hechos
lamentables’’, del ‘‘aberrante abuso de autoridad’’, como si hablara de balazos
y muertes sucedidos en otro lugar.
Se
define Abarca como ‘‘militante de izquierda comprometido con las causas más
justas de los guerrerenses’’, como un hombre que se disciplina ‘‘al llamado de
mi partido’’, el PRD, ‘‘que está comprometido con la justicia, los derechos
humanos y la paz social’’.
Termina
su discurso y se fuga. Los regidores se quedan y sostienen un escarceo en el
que salen a relucir, con timidez, los pleitos con las únicas dos disidentes del
cuerpo colegiado.
Sofía
Mendoza es una de ellas. También es del PRD y la primera en ocupar su lugar en
el salón. Dice unas palabras breves: recuerda que ella pide justicia desde hace
un año y medio, luego de que su esposo, Arturo Hernández Cardona, fue levantado
y asesinado junto con otros dos dirigentes de la Unidad Popular de Iguala.
La
otra disidente, Elizabeth Hernández de la Garza, milita en el PRI. Para dar
paso a una investigación a fondo, sostiene, todos los regidores deben
renunciar. Sabe que no le harán caso y por ello se contenta con decir que, en
adelante, Iguala y su gobierno municipal estarán bajo la mira del gobierno
federal. El resto de los regidores hacen llamados a ‘‘continuar trabajando’’ y
son pródigos en alabanzas para Abarca.
La
regidora de educación, Soledad Mastache, recién electa consejera nacional del
PRD, apela a la ‘‘justicia divina’’ para que el alcalde vuelva pronto a su
puesto. Dice también que los ‘‘problemas’’ que condujeron a la salida del edil
‘‘no los pedimos, no se generaron aquí, llegaron a nosotros’’.
Las
intervenciones duran alrededor de una hora. Hay condolencias para los deudos y
clamores de justicia, pero llama la atención que las palabras ‘‘policía
municipal’’ no salen nunca de la boca de ningún regidor. Según la ley municipal
de Guerrero, las ausencias del alcalde deben ser cubiertas por el síndico
procurador. Ese cargo lo ostenta el militante del PT Óscar Antonio Chávez
Pineda quien, originalmente, fue electo suplente.
El
titular de ese puesto, Justino Carvajal Salgado, fue asesinado en marzo de 2013
(el sobrino de Félix Salgado Macedonio recibió seis tiros, incluido el de
gracia). El crimen, para variar, no ha sido esclarecido. Chávez Pineda espera
que con el caso de los normalistas ocurra lo contrario y aporta para ello la
versión del ayuntamiento de Iguala.
En
su breve discurso de aceptación de la encomienda habla de ‘‘fuego cruzado’’, es
decir, presenta a los policías municipales como víctimas.
–¿Fuego
cruzado?
–Hay
testigos, no podemos decir sus nombres.
–Pero
hablamos de al menos dos hechos. La primera agresión fue de los municipales y
la segunda de un grupo no identificado.
–Eso
es lo que se ha estado manejando, por eso el cabildo fijó una posición muy
clara: que se busque de veras que se haga justicia.
–¿Fuego
cruzado entre sicarios y normalistas con los municipales en medio?
–El
fuego fue entre municipales y normalistas.
–¿Traían
armas los estudiantes normalistas?
–Hay
testigos que nos dicen que sí, por eso nosotros aseguramos que fue así; fuentes
fidedignas, personas que iban con familia, y no se puede dejar de lado lo que
dicen personas que iban con sus hijos, con sus esposas. No es posible que hayan
vivido esa situación y estén fantaseando para decir que pasó algo que no fue
cierto.
–¿El
ayuntamiento culpa al gobierno del estado y a la Federación de no haber
actuado?
–Así
es; lo que nosotros sabemos del comandante fue que en su momento estuvieron
solicitando la ayuda tanto de la fuerza estatal como de militares, los que
inclusive hicieron saber que ellos no tenían capacidad de actuar.
–¿Miente
el procurador del estado cuando dice que hubo ‘‘uso excesivo de la fuerza’’ de
parte de la municipal?
–Es
la posición que ellos tienen, pero los que estamos aquí, los que vivimos lo que
pasó, tenemos una versión muy diferente; pero ya las autoridades tendrán que ir
definiendo quién es el culpable o si hay autores intelectuales.
Para
el encargado de la alcaldía, el hecho de que Abarca estuviera en la víspera de
su informe es una prueba de descargo: ‘‘No puede ser que él solito agarre una
piedra y se dé en la boca. No podemos ser tan inocentes de creer que él detonó
todo esto para que le cayera en este momento’’.
(LA
JORNADA/ ARTURO CANO/ENVIADO/ MIÉRCOLES 1º DE OCTUBRE DE 2014, P. 9)
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