Raymundo
Riva Palacio
La
difusión en el programa de radio de Carmen Aristegui en MVS de un video donde
dos periodistas michoacanos dialogan con Servando Gómez Martínez, esconde mucho
más de lo que muestra. Algunos periodistas, sobretodo ligados a Televisa, cuyo
corresponsal era uno de los protagonistas del video, fustigaron a la mensajera
–la conductora-, y muchos otros señalaron que Gómez Martínez, el jefe de Los
Caballeros Templarios a quien apodan “La Tuta”, fue el remitente de ese
documento video grabado. Afirmación rápida y contundente. Sin embargo, esta
lógica no tiene lógica.
Esta
racional sugiere que Gómez Martínez, quien según las autoridades federales vive
en las cavernas michoacanas a salto de mata, se dio tiempo para seleccionar un
nuevo video, editarlo –según afirman los periodistas involucrados-, enviarlo a
la conductora como un gesto para darle herramientas en su lucha contra Televisa
–abierta e inscrita en la guerra de las telecomunicaciones-, monitorear cuándo
lo difundía y todavía, impaciente porque pasaban días, enviarle un nuevo
mensaje para preguntar porqué no lo había hecho, y advertirle que no quería
enviárselo a un competidor.
Si
esa ruta es cierta, “La Tuta”, el criminal más buscado en México, tiene una
enorme capacidad operativa. Significaría que revisó en su videoteca qué sector
no había sido tocado por su índice de fuego, y decidió sacrificar a dos de los
suyos, uno de los cuales le hablaba con tanta familiaridad, que le daba
recomendaciones para superar la campaña de información y propaganda que habían
desarrollado los grupos de autodefensa civil. No hay razón clara del porqué
entregarlos.
No
se sabe la fecha del video, pero se puede establecer que fue después de la
entrevista que dio al Channel 4 de la televisión británica –cuyo enviado quedó
embelesado con “La Tuta”-, y antes de una más a Mundo Fox. Lo que es público es
que ni “La Tuta” ni sus colegas criminales necesitaban asesoría para manejar
medios. El cártel michoacano tejió durante casi una década una red de
relaciones y complicidades con periodistas en el estado, a quienes manipulaban,
cooptaban o amenazaban.
Durante
el gobierno de Felipe Calderón, el CISEN elaboró un informe donde mostraba que
prácticamente todos los corresponsales de medios nacionales en Michoacán,
tenían relación con La Familia Michoacana. Nunca se hizo nada para enfrentarlo.
Se optó por una estrategia discreta, de solapamiento, e inclusive de
protección.
Por
ejemplo, el corresponsal de un medio crítico del gobierno fue enviado al
extranjero por su empresa, cuando supieron que iban a matarlo. No era por su
trabajo, sino porque, le dijo un funcionario federal a su director, era el jefe
de prensa de La Familia Michoacana, bajo las órdenes de Dionisio Loya
Plancarte, “El Tío” –detenido en enero pasado-, ingeniero de las redes de
corrupción del cártel y de las relaciones con la prensa. Otro corresponsal de
un medio también influyente que acompañaba a la Policía Federal en operativos,
fue congelado al descubrirse que era
informante del cártel. Pese a que informaron a sus superiores, no lo
despidieron ni lo trasladaron a otra plaza.
¿Por
qué razón no hicieron nada el gobierno o los medios? Es un gran misterio. La
relación con los medios la manejaba orgánicamente La Familia Michoacana, aunque
“La Tuta”, el menos circunspecto de todos los narcotraficantes, tenía una
proclividad superlativa por los medios. Cuando se intensificó su persecución,
habló a la televisora del Grupo Milenio en León, y la utilizó como megáfono de
sus mensajes al gobierno. Le abrieron el micrófono y lo trataron en forma
acrítica. Sus colegas de empresa elogiaron al conductor por la “exclusiva”, que
no fue tal. “La Tuta” los escogió y ellos se dejaron. Cuando enfrentó nuevos
acosos, pidió a su lugarteniente por teléfono que buscaran “con sus amigos de
Milenio” para lo entrevistaran. Ya no sucedió. Cuando los directivos de Milenio
escucharon la grabación en poder del gobierno federal, entendieron que no estaban haciendo información, sino
prestándose a la propaganda criminal.
Si
se revisa la nueva conversación del ex corresponsal de Televisa –lo despidieron
a las horas de difundirse el video-, y se conocen los antecedentes del cártel
michoacano con los medios, queda claro que las recomendaciones resultan
anacrónicas. La difusión del video no aporta nada a la mecánica de operación
del cártel, pero pone en evidencia a un sector que aún en los tiempos más
álgidos de la guerra calderonista contra el narcotráfico, vivió en la
impunidad.
Si
los dos periodistas en el video son o no responsables de colusión con “La
Tuta”, corresponderá a las autoridades aclararlo. Lo que queda de este video,
es que un sector intocable hasta esta semana, pero fundamental porque es el que
ayuda a moldear a la opinión pública, perdió su blindaje político.
Antes
lo perdieron funcionarios y empresarios, gobernantes y policías. Ahora tocó el
turno de los medios en Michoacán, dentro de la lógica, cada vez más
documentada, de la reconstrucción del tejido social en el estado mediante la
guerra sucia más sucia, por abierta y descarada, que se ha vivido en México. El
chivo expiatorio es “La Tuta”, que está en constante fuga y no puede quejarse
que la videoteca que construyó, dejó de ser administrada por él hace un buen
tiempo, desde que hace más de seis meses cayó en poder de las autoridades
federales. ¿Los periodistas? Son desechables, y nadie lo duda hoy en día.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter:
@rivapa
(EJE CENTRAL/ Columna Estrictamente Personal de Raymundo Riva Palacio |
Miércoles 24 de septiembre, 2014)
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