domingo, 28 de septiembre de 2014

MARIO, NESTORA, ALBERTO, TOMÁS, FERNANDO Y LA LUCHA DE TODOS


La tendencia del gobierno mexicano y de los estados es mantener presos a los líderes de cualesquier movimiento social. Obviamente a ninguno se le imputa cargo de sedición, conspiración o similares, sino que se les inventa por lo general el delito de secuestro o robo y homicidio.

Nestora Salgado, por ejemplo, una indígena de las montañas de Guerrero que organizó a la policía comunitaria para defender los derechos más fundamentales de la población, está presa desde hace más de un año por los delitos de secuestro y secuestro agravado.

Alberto Patishtán del pueblo maya tzotzil, quien realizó activismo en contra de la corrupción política de su estado, fue acusado de emboscar y asesinar, y también de pertenecer al crimen organizado, y por ello pasó trece años en prisión hasta que le llegó un indulto que no merecía, porque solo se indulta a quien ha quebrantado la ley.

Mario Luna y Fernando Jiménez Gutiérrez de la Tribu Yaqui, organizados pacíficamente para defender el curso natural del agua del Río Yaqui, están presos desde hace días en distintas prisiones de Sonora, bajo los cargos de privación de libertad y robo.

Lo que en este caso sucedió fue que en el pueblo de Vícam se hizo valer la ley yaqui, como tantas otras veces en territorio yaqui.

Se enjuició a una persona de nombre Francisco Delgado Romo, después de que puso en peligro, en estado de ebriedad y conduciendo un automóvil, la vida de una mujer y su pequeña hija durante una jornada del bloqueo a la carretera internacional número 15.

Huelga añadir que Delgado Romo era un torokoyori (yaqui traidor), agente al servicio del gobernador Guillermo Padrés. Miembros de la tribu detuvieron a Delgado Romo y lo pusieron en manos de la justicia yaqui, es decir, de las autoridades tradicionales, ejerciendo sus formas de autogobierno según usos y costumbres.

Los yaquis simplemente actuaron con apego a las facultades que les otorga el artículo segundo de la Constitución Federal y el Convenio 169 sobre pueblos indígenas de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU.

El gobierno tradicional yaqui es una forma de organización política, militar y religiosa establecida por los misioneros jesuitas en el siglo XVII, pero que tiene también elementos de la época prehispánica, tal como la asamblea, la oratoria y el consenso.

Ni Mario ni Fernando estaban presentes en Vícam cuando ocurrieron los hechos. Tampoco Tomás Rojo, sobre quien pesa también una orden de aprehensión en el mismo sentido que las otras.

Ninguno de ellos, además, tiene el poder de decisión sobre la impartición de justicia en su comunidad. Estamos, pues, ante crasas violaciones a los derechos humanos en general, e indígenas en particular.

Tal parece que la consigna es acabar con los grupos sociales que dieron origen a México, y que nos han dado identidad y sentido de pertenencia.

 La lucha que  Nestora, Alberto, Mario, Fernando, Tomás y tantos otros han enarbolado es, a la larga, la lucha de todos los mexicanos.

No apoyarlos es ser cómplices de un sistema de gobierno que destruye la vida a través de la violencia y el despojo sistemáticos, y que a fuerza de golpe y represión, aniquila nuestra capacidad de asombro y de amor al prójimo.

La autora es Profesor Investigador del Centro INAH Sonora

(DOSSIER POLITICO/ Raquel Padilla Ramos / 2014-09-26)

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