“Muerta”
es palabra demasiado conocida en el norte de Chihuahua. Hace 15 años la
holandesa Hester van Nierop fue una de las víctimas de la
irracionalidad que menudea en esa región. Ahora, su madre, Arsène van
Nierop, presenta el libro Un grito de socorro desde Juárez, “una
invocación a la vida, a la resistencia a la barbarie”, en palabras del
reportero Sergio González Rodríguez, recién ganador del premio Anagrama.
Con permiso de la editorial Grijalbo se publica aquí un fragmento del
prólogo. El volumen comenzará a circular en los próximos días.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Entre las decenas de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez se distingue el caso de Hester van Nierop.
No
sólo porque se trata de la única extranjera en la larga lista, sino por
el empeño de su familia y, en particular, de su madre Arsène, quien ha
podido registrar en detalle mediante una escritura de lucidez y dolor la
ineficacia de las autoridades mexicanas en la investigación del crimen
que le quitó la vida a la joven holandesa.
La voz y tenacidad de
una mujer valiente ha hecho posible mantener, 15 años después del
salvaje asesinato de su hija, el reclamo de justicia y la denuncia
contra las fallas gubernamentales. El crimen permanece impune, como
tantos otros delitos.
En México, hay que recordarlo, existe un
índice de impunidad integral de todos los delitos que se cometen: las
propias autoridades del país estiman la impunidad en 92 por ciento,
otros organismos ratifican 99 por ciento al respecto.
En tal adversidad se halla el origen de una tragedia nacional, comunitaria e íntima en cada caso.
El
libro Un grito de socorro desde Juárez, de Arsène van Nierop, ofrece
dos grandes valores: el relato que documenta los hechos en torno del
asesinato de Hester y las consecuencias personales y familiares de su
desaparición.
Pocos testimonios resultan más impactantes que la
búsqueda de una explicación ante una muerte injusta, como la que padeció
Hester a los 28 años de edad, cuya historia alcanza un rango
desgarrador: la joven viaja de buena fe a México, decide visitar Ciudad
Juárez y, en pocas horas, su cuerpo es hallado sin vida en la habitación
de un hotel turbio.
Sólo en un entorno de barbarie pudo
consumarse un crimen tan lleno de preguntas sin respuesta, al igual que
de sombras y contradicciones. Responder algunas preguntas y arrojar luz
sobre las circunstancias es también otra de las tareas que enriquecen Un
grito de socorro desde Juárez
Desde el asesinato de Hester van
Nierop, la situación para las mujeres en Ciudad Juárez persiste en un
perfil alto de barbarie. Sobre todo, porque la trama institucional y
empresarial que sostiene a esta urbe fronteriza continúa bajo el mismo
esquema desigual, de escasas perspectivas de mejoría en la calidad de
vida de las personas. El auxilio de los privilegiados a una comunidad
disminuida se limita a una visión asistencial o filantrópica.
Asimismo,
los programas federales, estatales y locales de impacto social que
diversos gobiernos han implantado para atender problemas urgentes
(seguridad pública, violencia contra las mujeres, marginación, carencia
de ofertas culturales, etcétera) han tenido logros esporádicos y
parciales.
Ciudad Juárez es todavía una de las urbes más violentas
del mundo, y los asesinatos contra mujeres se han acentuado en los
últimos años. Al mismo tiempo, se ha incrementado la negativa del poder
económico y político a reconocer el drama de las asesinadas.
Cuando
publiqué mi libro Huesos en el desierto (2002) nunca imaginé que
encontraría un rechazo a su contenido por parte de las clases dirigentes
y los medios de comunicación de la frontera, en particular, gran parte
de la prensa local.
La causa del desastre en Ciudad Juárez hay que
ubicarla en un trasfondo: el rechazo a reconocer una corresponsabilidad
en los hechos de parte de las clases dominantes y, de ahí, a sus
empleados y voceros, a los policías y funcionarios, o a la inadvertencia
de muchas personas que los rodean. Arsène van Nierop pronuncia una
pregunta decisiva en su libro: “¿Cómo podría sanarse una sociedad tan
corrompida?”.
La animadversión contra quienes denunciamos aquellos
asesinatos sistemáticos viene sobre todo de quienes detentan el sistema
de dominio que allá rige, e implica a la industria ensambladora, uno de
los motores económicos en la frontera, y la incidencia del narcotráfico
en la economía local a través del blanqueo de dinero u otras
actividades criminales, por ejemplo, el contrabando. La molestia de los
poderosos ante el tema del feminicidio ha ratificado una voluntad de
exterminio basada en la explotación de las personas y el desprecio a la
vida humana.
La manipulación de las cifras oficiales sobre los
asesinatos de mujeres, siempre erráticas y contradictorias, ha sido una
apuesta indigna de quienes insisten en negar hechos documentados no sólo
por investigadores independientes, sino por organismos internacionales.
La
Comisión Interamericana de Derechos Humanos ya condenó al Estado
mexicano, entre otras cosas, por las cifras oficiales sobre la violencia
contra mujeres allá.
En los últimos años, se han incrementado los
asesinatos y la desaparición de niñas, menores y jóvenes en dicha
frontera. La situación para las mujeres en Ciudad Juárez ha empeorado
desde los años del asesinato de Hester van Nierop, como lo muestra el
informe del Colegio de la Frontera Norte llamado “Comportamiento
espacial y temporal de tres casos paradigmáticos de violencia en Ciudad
Juárez, Chihuahua, México: el feminicidio, el homicidio y la
desaparición forzada de niñas y mujeres (1993-2013)”.
Ahí se lee:
“La justicia permanece ausente. Además, con la escalada de niñas
desaparecidas y mujeres desde 2008, y el descubrimiento de esqueletos
femeninos en los años 2011, 2012 y 2013, podemos decir que el compromiso
de la erradicación del feminicidio sigue sin cumplirse”.
Desde 20
años atrás, el gobierno de Chihuahua se ha especializado en inventar
acusaciones, resolver con mentiras múltiples casos y tejer historias
inverosímiles con el fin de desviar la atención sobre su trabajo
ineficiente y corrupto. Así, maquinó la inculpación de personas sin
prueba alguna, como en el caso de Abdel Latif Sharif Sharif, o la
supuesta banda de Los Choferes.
A principios de 2014, las
autoridades mexicanas anunciaron la captura de un sujeto al que inculpan
del asesino de Hester van Nierop. Para la familia de la víctima, la
detención parece un consuelo, después de tanto tiempo de exigir
justicia. Sin embargo, como en muchos procesos judiciales de asesinatos
de mujeres en Ciudad Juárez, persiste el cuestionamiento sobre la
veracidad y eficacia de las autoridades de Chihuahua. Será necesario un
juicio debido en el que, sin lugar a duda razonable, se demuestre con
evidencias y pruebas periciales que el sujeto detenido es el culpable
del crimen, más allá de señalar que sus características físicas
coinciden con las de un retrato hablado que se elaboró 15 años atrás.
¿Por qué hasta ahora se tuvo un supuesto resultado de las
investigaciones?
Hay que recordar también que el Estado y el
gobierno mexicanos han incumplido en su totalidad la sentencia (2009) de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos respecto de los casos del
campo algodonero, acontecidos en 2001.
Más que nunca, se debe
cuestionar a las autoridades mexicanas, sobre todo, a las de Chihuahua y
de Ciudad Juárez, donde prevalece un entorno de explotación extrema,
donde la oligarquía local ha patrocinado la idea de que el feminicidio
es un “mito” o una “mentira”, que nunca se registraron “asesinatos en
serie” de mujeres, contra la amplia documentación de los hechos.
Por desgracia, la violencia contra niñas, menores y mujeres en Ciudad Juárez se ha multiplicado en todo el país.
Como
lo narra en Un grito de socorro desde Juárez, Arsène van Nierop pudo
conocer las carencias de la justicia mexicana y también, como
contraparte necesaria, la solidaridad de muchas personas que la ayudaron
a comprender la situación que sufrió su hija Hester y el contexto de la
violencia de la que fue víctima. Entre ellas, la autora reconoce en un
sitio especial a Esther Chávez Cano, pionera en la defensa de las
mujeres asesinadas a partir de su organismo de apoyo Casa Amiga. Tuve la
fortuna de entablar comunicación con Arsène van Nierop por correo
electrónico cuando investigaba algunos datos sobre su hija Hester para
incluir su caso en un capítulo de Huesos en el desierto. Cuando se
publicó este libro, envié un ejemplar a Arsène que, ahora descubro,
nunca recibió. Desde aquellos años, mis comunicaciones postales y
electrónicas han sido objeto de intercepciones, que se complementan con
una vigilancia habitual a mi persona: agentes que se mantienen atentos a
mis encuentros con periodistas, editores, o viajeros extranjeros en
México. Así lo registré en aquel libro.
Los asesinatos de mujeres
de Ciudad Juárez, “demasiado fuertes y complejos incluso para el FBI”,
como declaró un exjefe policial, involucran no sólo aspectos criminales,
sino que encubren intereses de alto nivel que trascienden la propia
frontera, de ahí las dificultades y los riesgos que ha conllevado
indagar a fondo el tema.
Ahora, el caso de Hester van Nierop está
en manos del gobierno holandés, que lo ha llevado en 2011 a la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, la cual en su momento se pronunciará
sobre la actuación del gobierno mexicano, cuyos errores y dolo al
respecto han sido evidenciados por organismos civiles desde años atrás.
Como
un modo de contrarrestar la impotencia y enfado ante la ineptitud de
las autoridades mexicanas, Arsène van Nierop decidió establecer la
Fundación Hester, dedicada al apoyo de mujeres víctimas de distintas
formas de violencia. Se trata de un organismo dedicado a honrar a Hester
van Nierop, y que permite renacer el espíritu generoso, abierto, de
enorme calidez humana que la caracterizó en su breve pero fructífera
vida.
Un grito de socorro desde Juárez está lejos de ser un libro
común, y evita ser una obra fúnebre, tampoco es un relato de nota
criminal.
Por el contrario, ofrece una invocación a la vida, a la
resistencia a la barbarie. Y significa un testimonio de amplia calidad
humana que invita a la comprensión, la solidaridad y el rechazo a toda
violencia, en especial, contra las mujeres. Entre la infinidad de
historias de las que el mundo actual dispone, la de Hester van Nierop,
por lo que implica el contraste de una vida plena enfrentada a la
crueldad más atroz, está llamada a perdurar.
Este libro conmovedor es un monumento a su memoria.
/ 8 de abril de 2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario