MÉXICO,
D.F. (apro).- La profunda crisis del Partido Acción Nacional (PAN), que
muy probablemente terminará en una gran ruptura, no comenzó con la
derrota de hace un año, la peor en su historia, sino al contrario: Fue
la crisis la que lo condujo a la derrota.
Cuando el PAN ganó la
Presidencia de la República, en el año 2000, ya observaba un serio
deterioro estructural, sobre todo de carácter ético, como consecuencia
del abandono de la educación política y la reproducción de prácticas
antidemocráticas e ilegales que, por quedar impunes, se enraizaron.
En
el mismo año 2000, se impuso como candidato presidencial a un individuo
vano, Vicente Fox, que despreciaba al PAN y a su doctrina, pero también
este partido avaló sin pudor comportamientos que contravenían sus
reglas internas y las propias leyes, como el financiamiento ilegal
semejante al priista.
En el emblemático estado de Guanajuato, ese
mismo año, emergieron prácticas de defraudación electoral interna —y
luego externa— para imponer a Juan Carlos Romero Hicks como candidato
del PAN a gobernador, entre ellas el mercadeo del voto y el auge de
organismos corporativos de obreros, campesinos y colonos semejantes a
los priistas.
Con la masiva migración de panistas al gobierno
federal se vaciaron los comités estatales y municipales, y quedaron a
cargo personajes de menor jerarquía y experiencia política, si no es que
meros operadores y correas de transmisión de sus superiores políticos
en la administración pública.
En 2005, la disputa grupal escaló
cuando Felipe Calderón se impuso como candidato presidencial del PAN, en
buena medida gracias a prácticas de defraudación electoral —en las que
intervino ya Elba Esther Gordillo—, y, ya en el gobierno, impuso un
sello faccioso y excluyente.
Si a Fox no le importó hacer un buen
gobierno, menos le iba a importar el PAN —que con el triunfo de Manuel
Espino en 2005 perfiló la lucha tribal que prevalece—, pero Calderón usó
el gobierno para apoderarse del PAN y tenerlo como su sirviente a
través de Germán Martínez y César Nava.
Enfrascado en un pleito
con Fox, en un torneo de mediocridades que explica también las derrotas
locales durante ambos sexenios, Calderón corrompió al PAN hasta la
médula y, creyéndose jefe máximo, quiso imponer a Ernesto Cordero como
candidato.
Calderón sólo envenenó a su partido y se le rindió al PRI, al que le debió siempre el cargo.
La
guerra tribal del PAN en curso, entonces, no comenzó con la derrota del
2 de julio del año pasado, sino desde los gobiernos ineptos de Fox —un
advenedizo— y Calderón —un “doctrinario”—, cada cual con grupos que
medraron con el poder, que ahora se disputan las migajas que les arroja
Enrique Peña.
Los odios, traiciones, venganzas y complejos de los
panistas perfilan una ruptura por la vía de la expulsión o la renuncia,
pero no será por ideas, sino sólo por pesos y centavos. Como los
ladrones…
Comentario: delgado@proceso.com.mx y Twitter: @alvaro_delgado
/ 24 de junio de 2013)
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