Animal Político
México, DF.- Vivía en Brooklyn. Allá limpiaba unas oficinas de Fed Ex. En
noviembre llegó la “migra” al trabajo, me pidieron mis papeles y pues… me
deportaron. No puedo entrar a Estados Unidos en 20 años. Allá se quedaron mis
tres hijos y yo no tengo esposo. Están solitos: Juana Rivas, 51 años.
Originaria de Cd. Netzahualcóyotl. Desde enero está varada en Tijuana buscando
cruzar a EU.
Cuando me fui de Chiapas no hablaba español. Ahora (hablo) inglés, español
y tzotzil. Me regresé porque ya no es tan fácil encontrar trabajo y como no
tengo papeles, no puedo entrar a la universidad. Siempre he pensado en estudiar
medicina, pero aquí no me valen los papeles de high school. Ahorita trabajo en
una cafetería. Me pagan mil 500 a la quincena: Rufino Santis, 21 años. Indígena
tzotzil originario de Cruztón, Chiapas. Creció en Georgia.
Como tengo cataratas, veo borroso. Me tienen que operar, pero me falta un
papel. Parece que es la CURP. Cuando yo o mis hermanas nos enfermamos de gripe
nos llevan al Centro de Salud, pero hay que pagar porque soy americana. ¡Sí!
¡Nací allá, pero mis papás son de aquí, de Zacatecas! ¿Y mientras? ¿Qué siga
viendo borroso? ¡Ay, no!: Andrea Bañuelos, 13 años. Para que ella y sus dos
hermanas accedan al Seguro Popular deben tener acta de nacimiento mexicana.
Obtenerlas cuesta más de 3 mil pesos y su padre gana 2 mil.
Como Juana, Rufino y Andrea, casi 3 millones de migrantes mexicanos han
regresado de Estados Unidos entre 2000 y 2010, según estimaciones oficiales y
de académicos. Tan sólo en 2010, 73% de los 393 mil deportados por el Servicio
de Inmigración y Aduanas del país vecino eran mexicanos.
OBSTÁCULOS EN SU PROPIO
PAÍS
Removidos por la autoridad, retornados de forma voluntaria, u orillados por
la crisis financiera y políticas migratorias cada vez más restrictivas, estos
mexicanos regresan a buscar un entorno para reiniciar su vida, sin embargo, el
país les obstaculiza todas las vías.
Tan sólo en Michoacán, 12 mil niños nacidos en Estados Unidos, de padres
mexicanos, cursan la primaria sin posibilidad inmediata de tener un
certificado. Para ello deben apostillar su acta de nacimiento –trámite que
refrenda la validez del documento ante autoridades extranjera—y algunos, al
haber regresado a México prácticamente con lo puesto, ni siquiera la tienen
consigo. Otros la tienen, pero el costo del trámite es prohibitivo para las
familias.
Algo similar pasa para aquellos que buscan servicios de salud.
Aunque el artículo 27 de la Ley de Migración obliga a la sanidad pública a
prestar servicios al extranjero, cuando alguien con doble nacionalidad –o con
derecho a ella—pide atención, se le niega. Para atenderlo, debe demostrar que
es mexicano.
En el mercado laboral, las cifras son devastadoras para cualquier migrante
que llegue con intención de trabajar. Hay un déficit anual de 200 mil empleos y
el salario no ha recuperado el poder de compra que tenía antes de la crisis
global en 2008, de acuerdo con el Centro de Estudios Económicos del Sector
Privado.
El retorno también ha sacudido las estructuras familiares. Aunque no hay un
número exacto de familias que se han separado por las deportaciones,
organizaciones de ayuda al migrante muestran una fuerte preocupación por niños
que se han quedado solos o sin su principal sustento económico. En los casos
más dramáticos, el Estado norteamericano ha tomado la custodia de los pequeños
y si los padres no demuestran solvencia moral y económica, son dados en
adopción. La asesoría jurídica que los padres reciben de instancias mexicanas
oficiales, es prácticamente nula.
La falta de reciprocidad de México ante sus ciudadanos, queda clara tanto
en los hechos, como en las cifras. En noviembre de 2001, el entonces Presidente
Vicente Fox les llamó “héroes” por sostener al país con el envío de dinero, pero
cuando esos héroes piden algo en retribución, México les da trato de parias.
En 2008, la prensa hablaba de un retorno masivo e inmediato de migrantes
que podría en peligro la estabilidad del país. A cinco años se ha observado que
el fenómeno se ha dado de forma lenta pero creciente. Para apoyar ese retorno,
la Cámara de Diputados creó el Fondo de Apoyo al Migrante (FOAM), para el cual,
la entonces Gobernadora de Zacatecas, Amalia Medina, pedía fondos por mil
millones de pesos. Finalmente, sólo se asignaron 300, y al año siguiente, 2011,
200. La presión de organizaciones y estudiosos de la migración logró que para
2012, el FOAM volviera a los 300 millones.
En 2009, el Instituto Nacional de Migración lanzó el programa ‘Repatriación
Humana’. En enero y febrero de este año ha apoyado a más de 41 mil migrantes
con descuentos en boletos de autobús, una llamada telefónica, o alimentación.
Sin embargo, el programa opera sin presupuesto.
“El nombre del programa no responde a la expectativa. A grandes rasgos, el
programa ayuda a que el retornado compre un boleto y no se ‘atore’ en la
frontera, explica la directora del Instituto para las Mujeres en la Migración,
Gretchen Kuhner.
LA INCOHERENCIA DEL
ESTADO
“Cada año las oficinas estatales de atención al migrante se ven rebasadas
por la demanda de apoyo de los migrantes retornados y repatriados. Hay un vacío
en todo el debate sobre migración, desarrollo y políticas públicas. Cuando las
deportaciones se incrementan, el retorno se convierte en un problema de
gobernabilidad para comunidades, municipios y estados”, dice Rodolfo García
Zamora, director del Centro de Estudios del Desarrollo en la Universidad de
Zacatecas, entidad que ocupa el décimo primer lugar en emigración.
“No ha existido hasta la fecha un diseño de política pública basado en
derechos. Y en ese contexto, los migrantes se enfrentan a un escenario
doblemente adverso. A la falta de políticas se suma que regresar es un fracaso
en dos dimensiones. Es ominoso volver deportado y es ominoso regresar con la
familia y que la comunidad se dé cuenta de que se ha fallado en el intento de
labrarse un futuro”.
“En Estados Unidos, los gobernadores van a celebrar el día del migrante,
coronan a las reinas, festejan, pero es demagogia trasnacional. En la práctica,
las demandas de migrantes como personas que deben gozar de sus derechos, no
existen”, agrega García Zamora. A esto se suma que México no ha tenido la
visión de captar el talento y las calificaciones de los migrantes que retornan.
Antes de que Rufino volviera, su padre, Antonio Santis, regresó a Chiapas a
petición de su comunidad. En Curztón, cada habitante debe ejercer algún trabajo
comunitario cada tanto tiempo, so pena de multas que alcanzan los 30 mil pesos
o incluso el destierro. Seguir trabajando en Georgia y enviar dinero para
liquidar una multa no era opción viable para el jefe de la familia Santis. La
renta y los gastos para sostener a los cuatro hijos con los que cruzó la
frontera, consumían su ingreso de mil dólares al mes.
“Las capacidades que los migrantes han adquirido en Estados Unidos están
desperdiciadas. Se habla mucho de ello, pero no hay política pública que las
aproveche. Este tema es nuevo para los gobiernos y apenas se le da la
importancia que realmente tiene”, señala la investigadora zacatecana Rosy del
Valle.
“Muchos regresan y se dan cuenta que perdieron el tiempo. No pudieron
ahorrar, no pueden implementar su experiencia en sus lugares de origen y no hay
ningún apoyo por parte del gobierno. Estos migrantes retornados tienen dos o
tres problemas de dimensiones de inserción: ser aceptado por la comunidad, la
incorporación de la familia a la educación, y la incorporación laboral”,
comenta el investigador Rodolfo Cruz.
CAPITAL PERDIDO
El valor del migrante que regresa es tal, que el país encontraría en ellos
un capital humano al a cual convendría retirarle adversidades y facilitar el
reinicio de su vida en México para impulsar el desarrollo.
“El país ha renunciado a crear políticas para aprovechar a los ciudadanos
en el país, y en el exterior. De otra manera no se explica cómo hay 800 mil
migrantes mexicanos con un grado superior a la licenciatura en Estados Unidos.
Igualmente hay 5 mil doctores en ciencias que trabajan allá. Es un desperdicio
enorme”, comenta García Zamora.
La conclusión de los expertos es que el Estado no tiene una visión integral
ante los que vuelven al país. Simplemente se beneficia de las remesas que
envían 12 millones de personas y, a su vez, libera la carga que significaría
dar a todos ellos seguridad, empleo, educación y otros derechos. El académico
zacatecano lo sintetiza en una sola idea: “En los últimos 50 años, todos los
gobiernos han tenido hacia los migrantes una actitud rentista”.
(ZOCALO/ Redacción/
09/04/2013 - 03:01 AM)
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