Ismael Bojórquez/Altares y Sótanos
No es fácil
catalogar de fracaso el fin de los procesos judiciales que, tanto en México
como en los Estados Unidos, se le han seguido a Sandra Ávila Beltrán,
sobrenombrada, sabe por quién, como La Reina del Pacífico.
Después de
declararse culpable de “asesoría” logística a su compañero Juan Diego Espinoza
Ramírez, el Tigre, en una corte de Miami, está previsto por su defensa que
Ávila Beltrán saldrá de la cárcel muy pronto. La sentencia le será dictada en
julio.
Y ya sin cargos en
México, después de que fue absuelta de los delitos de delincuencia organizada y
lavado de dinero, lo que sigue para ella es disfrutar las mieles de la
libertad.
¿Fracaso de la
justicia? Eso sería muy discutible, sobre todo cuando se trata de la justicia
gringa. Cuando detuvieron a Sandra Ávila, en septiembre de 2007, la PGR la
presentó como uno de los principales eslabones de la cadena criminal conformada
por los narcotraficantes sinaloenses, encargada de las relaciones públicas del
cártel y de lavar plata. También como operadora de logística para la
introducción de cocaína al país desde Colombia. Y ya tenía cargos criminales en
EU.
Cuando fue
presentada a la prensa dijo que se dedicaba al hogar y al comercio, que vendía
“ropa y casas”, y que estaba detenida por una orden de extradición.
Según las
acusaciones de la PGR, La Reina del Pacífico había caído en el marco de la
Operación Macel, derivada del aseguramiento de nueve toneladas de cocaína a
bordo del atunero Macel, el 21 de julio de 2002, en Manzanillo, Colima. Cuando
fue detenida, se le encontraron identificaciones con el nombre de “Daniela
García Chávez”.
Pero la PGR no pudo
acreditar sus dichos, y tanto Ávila como su pareja, el Tigre, detenido el mismo
día que ella cuando trataba de huir, fueron absueltos de los delitos de
delincuencia organizada, lavado de dinero y delitos contra la salud, resolución
de un juez en diciembre de 2010, que luego fue ratificada en un tribunal
unitario en agosto de 2011.
Lo que siguió para
la reina fue esperar su extradición, lo cual ocurrió en agosto de 2012. Su
juicio fue pospuesto al menos en dos ocasiones, en una corte de Miami, hasta
que, la semana pasada, se hizo público que aceptó ser culpable de “asesorar a
Espinoza Ramírez en el trasiego de drogas hacia los Estados Unidos.
No es el primer caso
en el que un “poderoso” narcotraficante logra salir airoso de las cárceles
gringas. Apenas hace 15 días, Javier Torres Félix, procesado en aquel país por
delitos similares, salió de un penal de Massachusetts, con las cuentas
saldadas, después de que fue juzgado en California en absoluto secreto. Y
aunque fue entregado a las autoridades mexicanas, pues tiene procesos
pendientes en nuestro país, su ubicación y situación jurídica sigue, hasta hoy,
siendo un misterio.
Otro enigma es el
caso de Vicente Zambada Niebla, a quien se pretende juzgar en una corte de
Chicago, pero cuyo juicio ha sido una y otra vez pospuesto por el juez Ruben
Castillo, debido a la “complejidad” del caso. Se sabe que el Vicentillo alega
haber actuado con el permiso del Gobierno norteamericano para traficar drogas y
debe ser cierto porque esto tiene atorado el juicio desde 2009, cuando fue
extraditado.
Él y Ávila Beltrán,
lo publicó Ríodoce hace una semana, desaparecieron de los archivos públicos del
sistema penitenciario de los Estados Unidos, lo cual significa que han logrado
acuerdos “especiales” con la justicia norteamericana, que les otorga ciertos
privilegios mientras transcurre el juicio, como vivir fuera de las cárceles, en
casas asignadas para ciertos niveles de arraigo, con la libertad de moverse en
ciertos radios de la geografía norteamericana…
Pero nada de eso se
hace público en esa forma tan peculiar que adopta la justicia gringa, mientras
en México se siguen pagando las consecuencias de las actividades criminales de
quienes pasan por esos juicios.
¿Hasta dónde el
destino de estos procesos judiciales se hace de común acuerdo con la justicia
mexicana? Eso no se sabe, pero no debe descartarse que, por lo menos de cierto
tiempo acá, todo esto forme parte de los acuerdos secretos de ambos gobiernos
como parte de sus estrategias para combatir o, en su defecto, administrar la
guerra contra la drogas.
Hay muchos elementos
para pensar que hay un gran acuerdo entre los gobiernos de Estados Unidos y
México para administrar la lucha contra las drogas y uno de los puntos sería
darle facilidades a la actividad criminal del cártel de Sinaloa, del cual, se
dijo siempre, forma parte La Reina del Pacífico.
BOLA Y CADENA
NO SE DIMENSIONÓ EN su momento, pero tal vez ahora se comprenda. Minutos después de que
fue presentado Espinosa Ramírez, el Tigre, declinó reconocer que era
narcotraficante, pero dijo que todo lo que había hecho lo sabía la DEA. De acuerdo con las autoridades
norteamericanas, este personaje saldrá libre en septiembre próximo.
SENTIDO CONTRARIO
PATÉTICO, NO HAY OTRA forma de calificar el hecho de que a estas alturas,
la alianza PAN-PRD-PT lleve en Sinaloa como logotipo un corazón, emulando lo
que se hizo en 2010 y como si nada hubiera ocurrido desde entonces.
HUMO NEGRO
LOS MEXICANOS NO
PIERDEN si el Pacto por México se va al traste. En este país y con este
Gobierno, lo que se requiere es una oposición bien definida.
(RIODOCE.COM.MX/ Columna Altares y Sótanos/ Ismael
Bojórquez /Abril 28, 2013)
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